Claustro Poético

Boletín virtual de poesía, edición trimestral. Nº 60. Primavera-2020

Asociación Cultural Claustro Poético

 

  Director: Juan Carlos García-Ojeda Lombardo

  Coordinador: Juan Antonio López Cordero

D.L. J-309-2005

ISSN 1699-6151

CONSEJO DE REDACCIÓN

Poemas

Arcilla

Deo volente

Ayer, quince de marzo

Estado de sitio

Piedra cautiva

Alcanzar una estrella

Rutina

Hacia dentro

Covid 19. Confinamiento (vídeo poema)

Homenaje a Gloria Fuertes (vídeo poema)

La primavera (vídeo poema)

Más allá del puente (vídeo poema)

Homenaje por todos los ancianos que han fallecido por el coronavirus en el mundo (vídeo poema)

El sublime tesoro de la misión

El trazo de nuestro pulso

En este mundo de sombras

En las manos de Dios cohabitamos

Entre el sí y el no

Este es el futuro que nos espera

La cercanía de Dios

 


Colaboraciones

El Bañuelo

 


Noticias

Certámenes de poesía abril-junio-2020

 


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El Bañuelo*


 

   Le han llamado charca, zambullón, piscina, balsa, embalse, laguna… y no sé cuantos más epítetos en el tiempo. Pero prefiero llamarle Bañuelo, como le llamaron en época bajomedieval aquellos castellanos que con ballesta y azada ocuparon su geografía y establecieron allí la frontera. Y de su fuente surgía el agua que se detenía en el Bañuelo para calmar la sed de su huerta. Y a su fuente iba y venía un trajín de cántaros llevados por brazos de mujeres para calmar la sed del pueblo.

 

“Sobre el mojado camino en el que las muchachas con sus cántaros van y vienen,

cortado en gradas en la roca,

colgaban como cabelleras o como culebras

las lianas de los árboles.

Y una especie de superstición flotaba en todas partes.

Y abajo:

la laguna de color de limón,

pulida como jade.

Subían los gritos del agua

y el ruido de los cuerpos de color de barro contra el agua.

Una especie de superstición...

Las muchachas iban y venían con sus cántaros

cantando un antigua canto de amor.

Las que subían iban rectas como estatuas,

bajo sus frescas áncoras rojas con dibujos

los cuerpos frescos de figura de ánfora.

Y las que bajaban

iban saltando y corriendo como ciervas

y en el viento se abrían sus faldas como flores.”

                            Poema de Ernesto Cardenal.

 

 

   Fue mucho más que un embalse de agua de una fuente caudalosa que surgía entre las piedras. El Bañuelo, más que el agua, embalsaba la vida de las gentes que allí vivían, guarnecidos en una peña fortificada, alimentados por los frutos de un terreno en pendiente que se ubicaba a los pies del castillo, un terreno sabiamente modelado con bancales y acequias que regulaban el agua del Bañuelo desde remotos tiempos.

 

“Verdes jardinillos,

claras plazoletas,

fuente verdinosa

donde el agua sueña,

donde el agua muda

resbala en la piedra!...

Las hojas de un verde

mustio, casi negras,

de la acacia, el viento

de septiembre besa,

y se lleva algunas

amarillas, secas,

jugando, entre el polvo

blanco de la tierra.

Linda doncellita,

que el cántaro llenas

de agua transparente,

tú, al verme, no llevas

a los negros bucles

de tu cabellera,

distraídamente,

la mano morena,

ni, luego, en el limpio

cristal te contemplas...

Tú miras al aire

de la tarde bella,

mientras de agua clara

el cántaro llenas.”

                    ¡Verdes jardinillos! de Antonio Machado

 

   Todo cambia velozmente, la voracidad de los tiempos actuales se llevó el agua de la fuente y del milenario Bañuelo, que aún se resiste a morir; desecado, sin vida, mostraba una visión penosa, monótona, cruelmente acosado, envolviéndose en tristeza. Pero, tímidamente, el agua del Bañuelo vuelve de tarde en tarde, cuando las nubes aprietan y descargan de forma regular, algo anecdótico en su clima seco, mediterráneo. La fuente y su Bañuelo se resisten a ser borrados, como lo han sido tantas otras fuentes, quizás porque es mucho más que un embalse y un recuerdo, porque forma parte del pálpito de sus gentes. De su silencio brama una cascada de sentimientos, de una cultura que se pierde en la noche de los tiempos.

 

“…

pero hoy me siento apenas

como laguna insomne

con un embarcadero

ya sin embarcaciones

una laguna verde

inmóvil y paciente

conforme con sus algas

sus musgos y sus peces

sereno en mi confianza

confiado en que una tarde

te acerques y te mires

te mires al mirarme.”

                    Estado de Ánimo de Mario Benedetti

                            *Juan Antonio López Cordero.

 

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