Claustro Poético

Boletín virtual de poesía, edición trimestral. Nº 10. Otoño-2007

Asociación Cultural Claustro Poético

 

Director: Juan Carlos García-Ojeda Lombardo

Coordinadores: Fernando R. Ortega Vallejo y Juan Antonio López Cordero

D.L. J-309-2005

ISSN 1699-6151

CONSEJO DE REDACCIÓN

Poemas

Hasta cuando

Las gomitas de tus braguitas

Quiero dibujarte

Dos reflexiones con Juan Ramón

¡Ah! tiempo aquél

El hombre

Era poeta de la mitología

Llegó septiembre

Mi viejo es

Vivir de ilusiones

Xaynab

Con los ojos cerrados

Han dejado la puerta abierta


Colaboraciones

El Mendigo


Noticias

I Premio Poesía Macedonio Palomino

Premio Ateneo Jovellanos 2007

Premio Ateneo Jovellanos 2007

XXVII Premio Fernando Rielo de Poesía Mística 


Colaboran en este número


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El mendigo*


“Donde no hay caridad no puede haber justicia”, decía Agustín de Hipona, el cual luego llegó a ser santo. Pero si se cambia la primera negación de la frase en afirmación, "donde hay caridad no hay justicia", surge un axioma duro, tajante; interpretado en su sentido literal pone en entredicho las bases de las religiones y de algunas  ONGs. En éstas la caridad tiene su más clara expresión en la limosna, considerada como una ofrenda que libera del pecado o lava la conciencia; e incluso en la religión musulmana constituye el tercer pilar del Islam.

De limosnas han vivido los mendigos, que desde la noche de los tiempos recibieron el pan para hoy y el hambre para mañana. En la sociedad tradicional con frecuencia masas de mendigos vagaban de un lugar a otro en busca de limosnas que aliviasen su hambre. Periódicamente las crisis de subsistencias azotaban cruelmente a gran parte de la población, mal nutrida, con elevado índice de mortalidad. De poco servían entonces las limosnas ni la “sopa boba” de los conventos. Hoy los tiempos han cambiado, el mundo desarrollado ha creado la sociedad del bienestar, pero no ha eliminado la mendicidad. Como en el pasado sigue presente, llamando a la conciencia de cada cual, que busca en sus bolsillos cómo acallarla.

Cada mendigo tiene su historia, como cada cual tenemos la nuestra, a veces muy semejantes entre sí. También suele tener su territorio, su efímero rincón, que al poco tiempo abandona por otro lugar más lejano. Una esquina del Parque era el sitio de Moisés, un joven mendigo que arrancaba a su flauta notas que abrían ventanas en el alma y despertaban las más íntimas sensaciones. 

“La flauta gemía
su melancolía.
La flauta decía:
si lloro, mi llanto parece el estruendo de loca alegría...

Yo soy cual la flauta que ritma con ritmo sonoro
su fino y sonoro quebranto:
si canto parece que lloro;
si lloro, parece que canto...”

Solo de flauta. Nicolás Guillén (1902‑1989) 

          Mientras la escuchaba me decían que Moisés se hizo mendigo porque su mujer lo dejó por otro tras extraerle el corazón a bocados, como quien devora la presa más deseada. Pisoteó su ilusión con sus afilados tacones, desgarrando los filos y delicados hilos que la formaban. Su vida se envolvió en noche polar, mientras los cuervos se llevaban sus “joyas” más preciadas.

“El cuervo legendario que nutre al cenobita
vuela por mi Tebaida sin dejarme su pan,
otro cuervo transporta una flor inaudita,
otro lleva en el pico a la mujer de Adán,
y sin verme siquiera, los tres cuervos se van”.

El Mendigo. Ramón López Velarde

 El cielo cayó a plomo sobre su cuerpo, los astros dejaron de brillar. Se quedó sin brújula y sin vela en medio del mar alborotado de la vida. Y este mar navega sin rumbo fijo, bajo la Luna y las estrellas, ansioso de libertad, en ese barco de incomprendidos polizones, sabedor de que ya no podrán herirle más. 

“Seremos libres
como flores en el campo,
saber que nadie
tu fracaso está esperando.

...
He aprendido a soñar
y temblar aterido
en las noches tan largas
del invierno frío.
Y en las noches sin luz
cuando quema el rocío
una estrella que pasa...
... me llama mendigo.”

El mendigo, Víctor Manuel San José Sánchez (Victor Manuel)

Comprendió que sus piernas fueron creadas para caminar. Se desprendió de todo aquello que le impedía hacerlo, dejó su trabajo, su casa, sus pertenencias,... y se hizo fugitivo de por vida para no echar raíces en ningún lugar. Ya nadie podría hacerle daño, su corazón no soportaría llevar clavado otro puñal.

“Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo,
pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero,
ligero, siempre ligero.
Que no se acostumbre el pie a pisar el mismo suelo,
ni el tablado de la farsa, ni la losa de los templos...

pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero,
ligero, siempre ligero.”

Romero Sólo. León Felipe.

 Su historia me impresionó, me acerqué a él mientras hurgaba en mis bolsillos en busca de monedas que no encontraba, cuando extendió su mano hacia mí mientras me ofrecía aquellas monedas que había recibido durante el día. Por un momento se cambió el papel, era él quien me daba limosna y en ese instante no supe quien de los dos era el mendigo.

                                  *Juan Antonio López Cordero

 

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