Claustro Poético

Boletín virtual de poesía, edición trimestral. Nº 4. Primavera-2006

Asociación Cultural Claustro Poético

 

Director: Juan Carlos García-Ojeda Lombardo

Coordinadores: Fernando R. Ortega Vallejo y Juan Antonio López Cordero

D.L. J-309-2005

ISSN 1699-6151

CONSEJO DE REDACCIÓN

Poemas

Motor de Otoño

Poema

El Barco

Dicen que te escondes

El Amor

Ojos muertos

Dices que lo amé

Soñar

Adios

Año

Fugacidades de papel

Entre nos, otros

Cuando soñabas

Grabando la Imaginación

Algo fluye cuando ya nada...

Del útero a la tumba un sueño...

El templo de la luz

Noctis

Un presagio mueve el bloques...

Titanic

Adónde van los pájaros

A veces vivo un poco

Cara y ceca


Colaboraciones

La lágrima


Noticias

Fiesta del Aquelarre Poético

III Certamen Int. Poesía Joven

Premios de Poesía Angaro...


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LA LÁGRIMA*


Hubo un tiempo, distinto al actual, en que la mayoría de las personas no sabían su edad. Cuando se les preguntaba solían responder una edad aproximada, sobre treinta, cuarenta, cincuenta,... años; y su fecha de nacimiento aproximada la recordaban por algún hecho sobresaliente: el año del terremoto, de la sequía, del esquimo... Para aquellas gentes no tenía mucha importancia saber su edad, el concepto de tiempo era muy distinto al que hoy tenemos, pasaba lentamente; la diferencia entre el día y la noche parecía mucho más acusada, al igual que las estaciones. Entre todas ellas sobresalía la Primavera , cuando la luz vencía al frío y a las oscuras tinieblas del invierno, la nieve y el hielo se retraían a los altos picachos de las montañas, la lluvia regaba los campos en flor augurando buenas cosechas, las espigas comenzaban a engordar, las hormonas estremecían el cuerpo y todo el mundo se lanzaba en romería a la captura de la poesía del paisaje.

Hoy, de distinta forma, la Primavera nos empuja también a salir de las paredes y absorber la Naturaleza que tenemos más cercana. El parque es uno de esos refugios naturales que ha dejado el asfalto de la ciudad  para aquellos que tienen tiempo de vivir o, al menos, intentan encontrarlo. Salí al parque para absorber los efluvios de la nueva estación, que ya hacía mella entre la frondosa vegetación, en la caterva de niños que saltaban por doquier o en la dulce mirada de una mujer que vi sentada en un banco. Sin embargo... algo no cuadraba en el paisaje. Era su mirada, esa mirada perdida... y una lágrima. Pensé: no, una lágrima no tiene sentido en un parque en Primavera, cuando los álamos acaban de vestirse de nuevo con sus galas más hermosas, cuando de aves se plaga el cielo con su canto embriagador, cuando la luz y el color lo envuelve todo, cuando el mundo derrocha vida a borbotones... En cambio, ella permanecía ausente en la soledad de su lágrima, la que observaba añorante como un tesoro que se deslizaba por el espacio más puro de su rostro.

 

La lágrima, M.  Ayala de Harris

 Mis ojos perseguían la lágrima en cada milímetro de su piel, con la ansiedad de pensar que en cualquier instante se rompería, como aquella otra que un día perdí, en otra mejilla, en otra mujer. Aquella lágrima era un rubí perfecto, de una pureza inmensa, que llenaba su dulce rostro de inigualable belleza. Era ese don divino que creó el sentimiento más humano, ansioso de libertad.

La miraba y ella, absorta, estaba en otro mundo, en otro lugar, con otra gente. Sin embargo, sabía que por alguna razón yo también formaba parte de su historia, porque esa lágrima era algo mía. La vi correr por los ojos de otra mujer, en angustia contenida, cual frágil tesoro, efímera escarcha que hipnotiza al poeta:

 “Asomaba a sus ojos una lágrima

y a mis labios una frase de perdón...

habló el orgullo y se enjugó su llanto,

y la frase en mis labios expiró.”

                                   Gustavo Adolfo Bécquer.

          La dejé en sus mejillas cuando me fui y quedó grabada a fuego en mi mente. Un recuerdo que aún permanece, fresco, ardiente, ulcerando mis pensamientos. Era un rubí perfecto que, estúpido de mí, un día hice brotar de su cuerpo para robarlo y... se desvaneció. Fue, esa lágrima, el más bello poema que jamás nadie pudo escribir, que por bella fue efímera en el tiempo y perpetua en el espíritu. Inspiró al poeta la canción más hermosa, que con desgarrado tango brotó:

 “Una lágrima tuya

que moja el alma

mientras rueda la luna

por la montaña.

Yo no sé si has llorado

sobre un pañuelo,

nombrándome,

nombrándome,

con desconsuelo.”

                        Homero Manzi (tango en voz de Mariano Mores)

            La lágrima desnudaba los sentimientos, se deslizaba lentamente, buscando el remanso de paz que el ser no puede darle. Quería estirar mis pulgares y devolverla a sus ojos, de donde nunca debió salir y, entre susurros decirle lo siento, aunque nunca le hubiese hablado antes ni ella me hubiera visto jamás. Pero esa lágrima era “mi lágrima”, la que un día robé al ser que más quise; la que no pude devolver, pues un pañuelo la borró de su mejilla y se deshizo entre sus hebras.

            La perdí, en un rincón del Parque se desvaneció la lágrima en silencio, en la soledad del alma, tan frágil y fugaz como la propia vida, tan bella y emocionante como el mejor poema. Pero esta vida nos empuja de forma inexorable, nos monta en ese corcel que a galope alocado nos lleva a ninguna parte. Intenté robar esa lágrima y tremolarla como pendón en este trotar absurdo, mas sólo me quedó un adiós y entre los labios unos versos que el poeta cantó:  

“Adiós, lágrimas cantoras,

lágrimas que alegremente

brotabais, como en la fuente

las limpias aguas sonoras!

¡Buenas lágrimas vertidas

por un amor juvenil,

cual frescas lluvias caídas

sobre los campos de abril!”

            Coplas mundanas. Antonio Machado.


    
                       *Juan Antonio López Cordero

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