Claustro Poético

Boletín virtual de poesía, edición trimestral. Nº 2.Otoño-2005

Asociación Cultural Claustro Poético

 

Director: Juan Carlos García-Ojeda Lombardo

Coordinadores: Fernando R. Ortega Vallejo y Juan Antonio López Cordero

D.L. J-309-2005

ISSN 1699-6151

CONSEJO DE REDACCIÓN

Poemas

Sin estrellas

Anhelo de luz

Migrantes

Otro ladrillo en el muro

XVII

La Calma

Underground blue para...

Líneas de Nazca

Percival

El pájaro Pa-Pa... 

Laberinto

Torsos

De nuevo caigo de bruces...

Pseudo soneto en la memoria

Silente

El techo hipetro

Virgen cenicienta

El vástago

Las naranjas

Verdadero

Quimio

Carretera secundaria


Colaboraciones

Niño Ciego


Noticias

XV premio de poesía Ateneo Jovellanos

Poéticas desde la postmodernidad


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       El techo hipetro*


Los griegos, descubrieron en las olas del mar,
las ondas que llamadas griegas, decorarían sus templos
sin techos en las naos: hipetro.

 

He surcado el techo hipetro sostenido por el folio blanco del papel.
Mis muñecas atadas, se retorcían como los tentáculos de las hidras.
Fina y grácil arboladura de ondeantes velámenes al viento reinante;
unas sencillas o festoneadas, las ligadas floroneadas  se desdoblaban.

Igual que mis dedos cuando aman tu piel,
los laureles los laúdes y sus perfumes
eran sanguinas de rojo pastel, coloreadas;
festival ardiente de música pastoral.

Recorría su cuerpo de dobles sarmientos,
lapidario repleto de un tesoro de piedras preciosas
cubierto de senos tostados y siena esponjosa.
Las desligadas se ligaban si las ibas doblando.

Soltaban aromas de dulces pistachos,
saltando a la comba encorvaban sus ondas
jugando como niños que descubren sus vidas.
Eses tendidas que ornamentaban las orlas.

La aurora en sus ojos era la rosa en tu pecho
que se torna crisálida para alcanzar la mariposa,
arabescos que dibujaban infinitos destellos.
Las ondas imitaban las olas del mar.

El dolor se rompía contra el perfil de la costa
salpicando mi vida con espuma de sueños ,
decorando mi rostro de frágiles rosetones.
Floreados  capullos de un jardín de primavera.

Recurrentes recuerdos que recorrían mi rostro,
las durezas durmientes de mi duro esqueleto
se disolvían como prosa en lírica poesía.
Realismo mágico extendiendo sus reliquias.

Sintiendo silenciosos y silbantes sifones,
simétricas siluetas de sílfides sardónicas,
de súbito, el sumo en un sinfín se fundía.
Escondí las reliquias en un cofre de oro.

El pétreo mundo ante mí se desplomaba,
mis manos emancipadas, abrazaban su alborada.
Las velas de mi balcón, se descolgaban desde la ventana.
Mi techo sería: un deslumbrante amanecer cuan madrugada…

           *Agustín Espina

 

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