Claustro Poético

Boletín virtual de poesía, edición trimestral. Nº 73. Verano-2023

Asociación Cultural Claustro Poético

 

  Director: Juan Carlos García-Ojeda Lombardo

  Coordinador: Juan Antonio López Cordero

D.L. J-309-2005

ISSN 1699-6151

CONSEJO DE REDACCIÓN

Poemas

El mar (video-poema)

Llora el río (video-poema)

Aires de septiembre (video-poema)

La calle de los silencios (video-poema)

Disfrazado de unicornio

La ermita de San Saturio

Esta senda se termina

Jazmín

Muérdago

El Verbo en su virtud de verso

La Ascensión de Cristo

La caricia de una mirada celeste

 


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La Lobera

 


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La Lobera*


 

   En la cuenca alta del valle del río Guadalquivir, donde los sedimentos del jurásico se levantan altivos frente a la granítica Sierra Morena hay una cueva. Un refugio, desde el que se observa la llanura por la que discurre el viejo camino de Aníbal, la vía Augusta, el antiguo camino carretero que comunicaba Andalucía y la Meseta, cañada por donde trashumaban los ganados entre el Sur y el Norte de la Península en busca de pastos.

Cueva de la Lobera

 

   En aquella cueva, el juego mágico de las estaciones hizo que en el equinoccio el Sol penetrara por un orificio y marcara la pared durante escasos minutos con la figura de una dama ibérica de tocado. Fue la aparición de una diosa que hizo a la cueva santuario, al que llevaban sus ofrendas los oretanos en forma de exvotos de bronce, miles de estatuillas que sembraron el entorno de sueños y esperanzas durante mucho tiempo, hasta que otras culturas desterraron a la diosa y a los sueños del lugar.

"Tal vez ésta es la casa en que viví

cuando yo no existí ni había tierra,

cuando todo era luna o piedra o sombra,

cuando la luz inmóvil no nacía.

Tal vez entonces esta piedra era

mi casa, mis ventanas o mis ojos.

Me recuerda esta rosa de granito

algo que me habitaba o que habité,

cueva o cabeza cósmica de sueños,

copa o castillo o nave o nacimiento.

Toco el tenaz esfuerzo de la roca,

su baluarte golpeado en la salmuera,

y sé que aquí quedaron grietas mías,

arrugadas sustancias que subieron

desde profundidades hasta mi alma,

y piedra fui, piedra seré, por eso

toco esta piedra y para mí no ha muerto:

es lo que fui, lo que seré reposo

de tu combate tan largo como el tiempo."

                                Casa. Pablo Neruda.

 

   Hace más de dos mil años, aún mantiene su magia rondando por las cuevas, asomándose al paisaje que los olivos asaltaron. En la lejanía, la mancha verde oscura imborrable del encinar sabe de un pasado muy lejano, en el que las sombras de la cueva abrieron la esperanza al sufrimiento de aquellas gentes en forma de diosa, que quedó encerrada en su interior.

"Te invito, sombra, al aire.

Sombra de veinte siglos,

a la verdad del aire,

del aire, aire, aire.

Sombra que nunca sales

de tu cueva, y al mundo

no devolviste el silbo

que al nacer te dio el aire,

del aire, aire, aire.

Sombra sin luz, minera

por las profundidades

de veinte tumbas, veinte

siglos huecos sin aire,

del aire, aire, aire.

¡Sombra, a los picos, sombra,

de la verdad del aire,

del aire, aire, aire!"

                                 Invitación al Aire. Rafael Alberti.

 

   Los equinoccios seguirán trayendo el recuerdo de la diosa todavía durante mucho tiempo. Pero ella no volverá. Su pueblo íbero y su cultura fueron derrotadas por otros que, a su vez, también lo fueron. El ciclo de las civilizaciones sigue su curso inmutable, con otros sueños, otras esperanzas, otros lugares. Sin embargo, quedará en el recuerdo imborrable este lugar sembrado de sueños que no quieren desvanecerse.

"Dale vida a los sueños que alimentan el alma,

no los confundas nunca con realidades vanas.

Y aunque tu mente sienta necesidad, humana,

de conseguir las metas y de escalar montañas,

nunca rompas tus sueños, porque matas el alma.

Dale vida a tus sueños aunque te llamen loco.

No los dejes que mueran de hastío, poco a poco.

No les rompas las alas, que son de fantasía,

y déjalos que vuelen contigo en compañía.

Dale vida a tus sueños y, con ellos volando,

tocarás las estrellas y el viento, susurrando,

te contará secretos que para ti ha guardado

y sentirás el cuerpo con caricias, bañado,

del alma que despierta para estar a tu lado.

Dale vida a los sueños que tienes escondidos,

descubrirás que puedes vivir estos momentos

con los ojos abiertos y los miedos dormidos,

con los ojos cerrados y los sueños despiertos."

                           Dale vida a tus sueños. Mario Benedetti.

 

         *Juan Antonio López Cordero.

 

 

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