Claustro Poético

Boletín virtual de poesía, edición trimestral. Nº 8. Primavera-2007

Asociación Cultural Claustro Poético

 

Director: Juan Carlos García-Ojeda Lombardo

Coordinadores: Fernando R. Ortega Vallejo y Juan Antonio López Cordero

D.L. J-309-2005

ISSN 1699-6151

CONSEJO DE REDACCIÓN

Poemas

Carta inconclusa

El cascanueces

Incoherentes pasos de la locura

¿Serán cosas del otoño?

Víspera de ausencias

A un amigo que ya no está

Niñez

Compruebo los dormidos vestuarios

Bajé los brazos

Ella estaba rendida

En las aristas del cristal

Escapándome de tí

¡Qué lejos está el Cielo!


Colaboraciones

Llegué

El cántaro roto


Noticias

II Certamen El Verso Digital

IX Premio Villa de Rota

Premio Ateneo Jovellanos 2007


Colaboran en este número


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El cántaro roto*


Se llamaba Fernando. No sé sus apellidos, sólo el alias con el que le denominaban todos, "Cara Sucia". Formaba parte del pueblo como algo innato al mismo. Le recuerdo bajar el callejón hacia la fuente de la Laguna con un cántaro en el brazo, y subirlo de nuevo lleno de agua hacia su casa, situada en la parte más alta, sin luz ni agua corriente. Su actos eran el recuerdo de décadas pasadas, de cuando hombres y mujeres llenaban las calles de vida colectiva, actos cotidianos repetidos durante siglos. El cántaro iba y venía a la fuente en manos de Fernando como lo fue en las manos de sus padres, sus abuelos,... y esa imagen quedó grabada en su cerebro, donde el tiempo se detuvo en edad temprana, en la que el cántaro mantuvo el sentido e imagen que los demás perdimos.

    “El cántaro que tiene la suprema
realidad de la forma,
creado de la tierra
para que el ojo pueda
contemplar la frescura.
   El cántaro que existe conteniendo,
hueco de contener se quebraría
inánime. Su forma
existe solo así,
sonora y respirada.
     El hondo cántaro
de clara curvatura,
bella y servil:
el cántaro y el canto.”

      “El Cántaro”. José Ángel Valente

 Fernando vivía solo, una soledad abrumadora que le dejaron sus padres a temprana edad. A los cincuenta años, su cuerpo desaliñado infundía pena y su rostro tristeza, reflejo de una mente infantil que el nacimiento marcó para siempre. Sin embargo, cuando le veía bajar los escalones camino de la Fuente con el cántaro entre los brazos, algo cambiaba en él. El cántaro y Fernando su unían en un abrazo intenso, un acto que iba más allá de la mera rutina, trascendía el tiempo, y con él parecían marchar miles de brazos camino de la fuente en busca del agua, de la vida.

“Me das la sed y el agua,
la oscuridad radiante de los tactos,
el reino inacabable del rumor,
el puro nombre
de aquel que va a la muerte victorioso.

...

Tornas bella toda fealdad:
el agua es como el cántaro en que mora.
Y el cántaro y el agua acabarán
por ser uno del otro.”

“Poesía”. Fernando González-Urízar

 Su vida era la mera existencia, para lo que contaba con algún que otro esporádico jornal en el campo. No necesitaba mucho para vivir. Todo era muy sencillo en él, tanto que le hacía víctima de los “lobos” del lugar. Continuamente era objeto de mofa para aquellos que buscan llenar su ego con la humillación del más débil. Incluso los niños imitaban a los mayores en estas acciones.

 

 “Rapaz do cantaro”. Enrique Pousao

 Un día, Fernando "Cara Sucia" bajaba el callejón con su paso tímido y vacilante hacia la fuente llevando el cántaro vacío. Unos niños le seguían, mofándose y tirándole piedras al cántaro que Fernando intentaba evitar interponiendo su cuerpo. Una de las piedras impactó en él y quedó hecho añicos. Fernando se sentó en el suelo entre lágrimas mientras impropiaba a los risueños niños. Lloraba y lloraba sin consuelo, como un chiquillo. Su mente infantil le hacía impotente ante los incultos, crueles e impíos salvajes que le atormentaban.

“y más palabras sin sentido
que siguen pronunciando mientras me acerco hasta mi fuente,
y adorno mis muñecas con sus helados brazaletes,
y humedezco mis sienes, mezclo sus aguas con mis lágrimas.
Porque ahora pienso que he olvidado el cántaro,
y la tarde se queda sin ruiseñor que la ilumine,
y tengo miedo de volver sin agua,...”

            “La Fuente de Carmen Amaya”. José Hierro

 Rompieron el cántaro y rompieron su mente, crujió como una granada desparramando los sueños por el suelo. Los desalmados, en su inconsciencia, le habían destruido todo menos la sed. Fue la humillación más intensa, el golpe más bajo, la ruindad humana personificada en un acto. Y los niños reían y reían en cruel orgasmo infantil. Habían ejecutado los amagos que realizaban los mayores, como buenos cachorros; mientras la rabia impotente azotaba la mente de Fernando sin encontrar salida.

 “he aquí al polvo que se levanta como un rey amarillo y todo lo descuaja y danza solitario y se derrumba
como un árbol al que de pronto se le han secado las raíces, como una torre que cae de un solo tajo,
he aquí al hombre que cae y se levanta y come polvo y se arrastra,
al insecto humano que perfora la piedra y perfora los siglos y carcome la luz,
he aquí a la piedra rota, al hombre roto, a la luz rota.”

                “El cántaro roto”. Octavio Paz.

Fernando murió días después, en plena calle, de repente, algunos dicen que de hambre. Aquella muerte, que puso al descubierto las miserias que ocultamos, fue una losa para la conciencia de algunos e indiferente para la inmensa mayoría. Ya no volverá su cántaro a transportar el agua de la fuente, ni a llenar el callejón de poesía. Se acabaron las crueles diversiones de almas despiadadas. Nunca olvidaré su imagen, con ese cántaro roto entre unas manos que querían recomponerlo desesperadamente y no podían.

 * Juan Antonio López Cordero.

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