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D.L. J-309-2005 ISSN 1699-6151 |
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Aroa*
I
Viniste en los aires de otoño
como una fragancia deseada,
arropada en el adiós interino
de un ciclo de vida inacabada.
A partir de ahí, las distancias,
la letanía de las doctas ciencias
y el olor a metal de ambulancias
se ahuyentaron con un beso,
una voz en extremo delicada
y esa canción ya algo antigua
que habla de paz duradera
cuando despunta un nuevo alba.
La canta tu madre, mi niña Aroa,
a los pies de tu sanatoria cama.
¡No abras la caja de los recuerdos,
hasta que en un día muy tranquilo
repases las estrofas olvidadas!
La herida será una anécdota,
un pequeño y molesto declivio
en una senda límpida, armoniosa,
vitalista y, sobre todo, muy llana.
II
Que nadie derrame un bostezo
en esta madrugada.
Que nadie alce su voz
en medio de las plegarias.
Estamos todos cantando
una hermosa canción de cuna
en medio de un desierto
donde la belleza y el agua
hay que buscarlas.
Que se apaguen los monitores
de esa oscura sala.
Que no haya más controles
de oxígenos y saturaciones.
Hoy están aquí los ángeles
dando amor y esperanza
a una niña tan delicada,
que han bajado para ella
una estrella fugaz del cielo
para que la acompañe
en su vida armoniosa y sana.
*Juan Carlos García-Ojeda Lombardo.
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