Claustro Poético

Boletín virtual de poesía, edición trimestral. Nº 59. Invierno-2020

Asociación Cultural Claustro Poético

 

  Director: Juan Carlos García-Ojeda Lombardo

  Coordinador: Juan Antonio López Cordero

D.L. J-309-2005

ISSN 1699-6151

CONSEJO DE REDACCIÓN

Poemas

Pana gruesa

Mayi

Revivir

Jalde (videopoema)

Solidaridad (videopoema)

Simbiosis

Tu vuelo pluscuamperfecto

Cada cual en su realidad y Dios en la de todos

Cada cual es dueño de sí mismo

Cada ser humano es una victoria de Dios

Todos estamos en marcha

Un mismo corazón y una misma voz

Verse para fundirse en el verbo de Dios

Soneto XV (Ballesteros de la tarde)

El brillo del ocaso (Ballesteros de la tarde)


Colaboraciones

La cueva

Palmeras en la nieve, de Luz Gabás


Noticias

Certámenes de poesía enero-marzo-2020


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La cueva*


 

      He estado en una cueva, grande, espaciosa, impresionante; bajo una cúpula de piedra colosal, cual cúpula celeste que envuelve el inframundo. Allí no hace frío ni calor, es isotérmica, con temperatura agradable en invierno y verano. Estuve comiendo en su interior, tal y como hicieron en la prehistoria en este mismo lugar otros hombres. Como ellos, protegido, refugiado del tiempo, y me sentía bien dentro de la cueva.

 

   "Tal vez ésta es la casa en que viví

cuando yo no existí ni había tierra,

cuando todo era luna o piedra o sombra,

cuando la luz inmóvil no nacía.

Tal vez entonces esta piedra era

mi casa, mis ventanas o mis ojos.

Me recuerda esta rosa de granito

algo que me habitaba o que habité,

cueva o cabeza cósmica de sueños,

copa o castillo o nave o nacimiento.

Toco el tenaz esfuerzo de la roca,

su baluarte golpeado en la salmuera,

y sé que aquí quedaron grietas mías,

arrugadas sustancias que subieron

desde profundidades hasta mi alma,

y piedra fui, piedra seré, por eso

toco esta piedra y para mí no ha muerto:

es lo que fui, lo que seré reposo

de tu combate tan largo como el tiempo."

                                    Casa. Pablo Neruda. 

Me di cuenta que la vida no había cambiado tanto en milenios, al menos en lo esencial. Yo comía con tenedor y cuchillo, ellos con sus manos y cuchillos de sílex. Mi plato era de cerámica de porcelana, el de ellos de cerámica vasta fabricada sin torno. Mi vestimenta, era de material sintético y fibra vegetal; la de ellos de fibra vegetal y pieles. Mi iluminación era eléctrica; la de ellos, fuego de una hoguera. Nuestras conversaciones eran sobre nuestra vida personal y el entorno que nos envuelve; las de ellos, lo mismo… El eterno ciclo vital que, afortunadamente, impone su implacable ley de temporalidad a todo ser vivo.

 

¿Qué pena si este camino fuera de muchísimas leguas

y siempre se repitieran

los mismos pueblos, las mismas ventas,

los mismos rebaños, las mismas recuas!

¡Qué pena si esta vida nuestra tuviera

-esta vida nuestra-

mil años de existencia!

¿Quién la haría hasta el fin llevadera?

¿Quién la soportaría toda sin protesta?

¿Quién lee diez siglos en la Historia y no la cierra

al ver las mismas cosas siempre con distinta fecha?

Los mismos hombres, las mismas guerras,

los mismos tiranos, las mismas cadenas,

los mismos farsantes, las mismas sectas

¡y los mismos, los mismos poetas!

¿Qué pena,

que sea así todo siempre, siempre de la misma manera! 

                                                                     ¡Qué pena! León Felipe.

 

https://www.pegalajar.org/images/cueva_majuelos.jpg

Cueva de los Majuelos 

Esta cueva me transmitía lo que antiguos hombres sintieron bajo su cúpula, y me envolvía en la dicha, anclado en el tiempo. Temí salir y enfrentarme al mundo exterior, cual aquellos hombres prisioneros en el Mito de la Caverna de Platón. Las sombras de la cueva, me envolvían con su magia, me confundían en un mundo irreal y me convertían en uno más de ellas; mientras fuera, la luz del día se vislumbraba tenuemente por la puerta, indicándome sigilosamente la salida.

 

Te invito, sombra, al aire.

Sombra de veinte siglos,

a la verdad del aire,

del aire, aire, aire.

Sombra que nunca sales

de tu cueva, y al mundo

no devolviste el silbo

que al nacer te dio el aire,

del aire, aire, aire.

Sombra sin luz, minera

por las profundidades

de veinte tumbas, veinte

siglos huecos sin aire,

del aire, aire, aire.

¡Sombra, a los picos, sombra,

de la verdad del aire,

del aire, aire, aire!

      Invitación al Aire. Rafael Alberti. 

Volveré, porque siento que parte de mi sombra ha quedado allí, perdida entre la belleza de sus rincones, en la majestuosidad de su piedra, porque la cueva es mi otra casa, la de mis lejanos ancestros, donde la naturaleza dio al hombre su abrazo protector, cuando más lo necesitaba.

           *Juan Antonio López Cordero.

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