Claustro Poético

Boletín virtual de poesía, edición trimestral. Nº 3. Invierno-2005

Asociación Cultural Claustro Poético

 

Director: Juan Carlos García-Ojeda Lombardo

Coordinadores: Fernando R. Ortega Vallejo y Juan Antonio López Cordero

D.L. J-309-2005

ISSN 1699-6151

CONSEJO DE REDACCIÓN

Poemas

Haikus de la noche

 No es el verso sino su sonoridad

 El acróbata en el sendero de los sueños

 Al hijo poeta

 Dulce sensación

 El barco

 Andando en soledad

 Egoismo

 Cisnes caen en canoas

 Amores

Lluvia

Púrpura

Naufragio


Colaboraciones

La senda de Atarriate

Musicalizar un poema


Noticias

I premio internacional de poesía Hipálage

IX concurso de Cartas de Amor de Aller

I certamen de poesía Ábaco


Colaboran en este número


Nos anteriores

Número 0

Número 1

Número 2


 

 

Musicalizar un poema*


Josep María de Sagarra (1894-1961) nació en Barcelona en una familia aristocrática. Cursó estudios de Derecho y comenzó la carrera diplomática,  que abandonó para dedicarse a la literatura, alcanzando prestigio como dramaturgo, novelista, poeta y traductor. Pues bien, es autor de un poema titulado Vinyes verdes, compuesto por siete quintillas, que Lluis Llach tuvo la idea de musicalizar. Lo hizo de tal manera que para que el texto cuadrase con la música comenzó a cercenar los versos 5, 15, 25, etc., para hacer coincidir los poemas con una melodía que dudo fuera hecha para dicho poema, hazaña nada difícil ya que en la tradición musical existen ritmos y compases que se adaptan perfectamente a la quintilla o simplemente podemos contar con la valía del compositor (¡casi nada!) para darle a esa tradición su toque creativo y  personal, pero Llach es incapaz de conseguirlo.

Un hecho semejante demuestra, según mi opinión, dos hechos meridianamente claros, uno la evidente mediocridad creativa de un compositor incapaz de encontrar el ritmo y las notas necesarias para obtener una melodía acorde al objetivo que se pretende alcanzar, musicalizar el poema, y otro la evidente mediocridad personal de un autor que no duda en faltar al respeto debido a un poeta, no teniendo el menor remilgo en mutilar su obra. Si a esto añadimos que el poema sigue el ciclo de las estaciones y que por lo tanto sería muy adecuado alternar la intensidad rítmica para destacar períodos de mayor alegría como la primavera, por contraste con otros más melancólicos, como el otoño, nos reafirmaremos en la impresión anterior al encontrar que la música de Llach es una cadencia monótona, sin matices, sin la menor emoción rítmica. Es decir, en conjunto creo que nos encontramos ante un claro ejemplo de lo que no debe ser musicalizar un poema, entonces ¿de qué se trata?

Para Herrera, director artístico del grupo Trova Lunar, en el grupo “optamos por respetar la métrica que el autor impuso. Claro que al momento de descubrir las estructuras musicales, en ocasiones repetimos alguna frase de los sonetos a fin de completar la métrica de la canción. Todo esto no tiene sino una intención: identificar el poema con la música”. Ante esta conclusión yo me pregunto ¿por qué no identificar la música con el poema?, es decir si la obra poética tiene su propia identidad ¿por qué hay que alterarla con repeticiones que no hizo el poeta?, ¿por qué hay que alterarla para que cuadre con una música determinada?

Este es un primer punto evidente, un poema es una obra autónoma, completa ycompleja que tiene su propia naturaleza, pero con una sutil ventaja que le acerca a la música, el tempo. El tempo es el ritmo, compás, unidad de medida en el lenguaje musical y poético, es decir, a la parte puramente humanística de la creatividad hay que unir una parte científica, de carácter matemático, común a la música y a la poesía rimada. Si no hay rima, creo que tampoco hay un gran problema ya que la métrica y los acentos cumplen también esta función matemática. Por lo tanto, y respetando estas premisas, se debería componer una música específica para el poema, sin cortar ni añadir ningún verso ya que si esa hubiera sido la intención del poeta lo habría hecho él, ¿cómo componer?

Serrat, al musicalizar a Machado, nos da una pista “musicalizar un poema es como poner música a la música que trae la palabra de Machado”. Efectivamente, hay que tener en cuenta la “música que trae la palabra” y no hacer que la palabra se acomode a la música que nos de la gana, eso está bien en casa, entre los amigos, pero a la hora de hacer una obra seria no sirve cualquier refrito ni aprovechar los retales musicales que quedaron en un cajón a la espera de algo que les diera sentido (aunque sea mutilando, repitiendo e insultando).

El director de orquesta Sergio Cárdenas ha musicalizado el poema Madrigal, original de Octavio Paz. Al acometer este trabajo comenzó estudiando la etimología del vocablo, dándose cuenta de que al hablar de madrigal en la historia de la música occidental, nos estamos refiriendo a musicalizaciones de poesía bucólica y/o amorosa, compuestas más para ser cantadas o ejecutadas que para ser oídas. Esto es, música más para el disfrute personal de quien canta que para el deleite de otros. “El madrigal es una música de intimidad, de cámara, no masiva (generalmente, un cantante-ejecutante por voz), en la que todas las voces son importantes; ...está escrita en el lenguaje de la gente común (no en latín); usa figuras melódicas y armónicas que describen el sentido local del texto, sin apartarse del estado emocional general que evoca; enfatiza musicalmente los opuestos que maneja el poeta (vida/muerte, alegría/tristeza, etc.)... En el madrigal, la música está siempre al servicio de la poesía, al contrario de la ambición de Mozart: “prima la musica, poi le parole”.

“El poema de Paz está cercano al impresionismo musical, en cuanto que  maneja figuras inasibles (transparencia, agua, pensamiento, mirar) que, en música, equivaldrían a los armónicos más alejados de la nota fundamental, esto es,  a lo que suena en el espacio y en nuestro interior cuando nuestros oídos apenas alcanzan a escuchar, de un sonido, su nota principal y, acaso, sus primeros armónicos.” Encontramos aquí algunas premisas de un trabajo serio, en este caso, en el que el poema es un ente real preexistente, la música debe estar al servicio de la poesía, pero no de una manera anárquica, en función de un impulso creativo emocional y descontrolado, sino en función del sentido del poema, de su “todo” vital, de tal manera que sea capaz de transmitir los estados emocionales del poema, lo que lleva no sólo al uso de figuras armónicas y melódicas distintas sino también, como dice Cárdenas, a llegar hasta los primeros armónicos.

“Musicalizar un poema es, in strictu sensu, hacer una versión de la  comprensión que se tenga de él” (hemos visto que para eso, un profesional no duda en estudiar el “todo”, contenido, intención, historia, etc.), es hacer una “lectura en sonidos musicales” (véase el ejemplo de asignación a las figuras inasibles de sus equivalentes musicales), “Comprender un poema quiere decir, en primer término oirlo” ha escrito Octavio Paz, lo que podría tener su correspondencia en las palabras de Serrat “tener en cuenta la música que trae la palabra”.

Cárdenas reconoce que “muchos poetas se oponen a que sus poemas sean musicalizados, y tienen razón pues, para empezar, en muchas ocasiones la musicalización trastoca el tiempo y el ritmo propios del poema. Luego, los compositores se permiten, a veces, demasiadas libertades en el tratamiento a la estructura del poema, al omitir versos o repetirlos para ajustarlos a la exigencia musical”.

Volvemos de nuevo a la pereza y a la falta de respeto al autor. Quizás el ejemplo no sea muy acertado pero qué pensaría el compositor de una música de bolero si de repente le rompemos el ritmo para introducir un ritmo de vals y después volvemos a romperlo para introducir un ritmo de samba porque pensamos que eso refleja mejor la intensidad de la letra de un poema; probablemente, el autor musical se lleve las manos a la cabeza al ver rota toda la estructura armónica de su composición.

Si el caso es que la exigencia musical está pidiendo una variación que  permita descansar al texto y dar más interés a la parte musical no hay ningún problema, no hace falta repetir versos para crear un estribillo donde no lo hay, es más sonoro introducir un instrumento solista o varios y dar así respiros o alternancias, que enriquezcan la canción. ¿Por qué las soluciones tienen que ser la mutilación, la repetición, la alteración de la obra poética?. ¿Quizás sea más fácil ignorar un problema de mediocridad creativa?.

Otra forma de enfrentarse al asunto nos la expone el trovador chileno Patricio Anabalón ¿Subordinar la música al texto o viceversa?, “intento que no exista subordinación alguna, trato de que exista una comunión, un hermanamiento entre la música y la poesía”. “El ritmo está implícito en el texto poético, y es justamente ese ritmo, junto al motivo poético, lo que debes conjugar con la música, de manera que ambas partes puedan ser una sola, lo más armónica posible”.“Creo que todo poema es musicalizable, lo difícil puede ser la búsqueda de la música latente en el poema”. Este intento de componer letra y música a la vez, como un todo que se refuerza o complementa mutuamente, y de reconocer que “el ritmo está implícito en el texto poético” no deja de tratar la importancia de lo que ya habían expuesto Serrat y
Octavio Paz, “la música latente en el poema”.

Una forma más de aproximarse a este tema nos la expone Toquinho cuando habla de lo que en Brasil se conoce como “parcerías”, es decir, dos autores que hacen canciones. “Uno está encargado de la palabra, el poeta; y otro hace la música, que era yo. El gran desafío era cómo Vinicius conseguía traer la poesía para la música, lo que es muy complejo”. Por experiencia propia, este último sistema es en el que me encuentro mejor trabajando y por lo tanto el que me parece más fácil. Hace más de treinta años, mi amigo Francisco Iglesias, un ser especialmente dotado para el dominio de la guitarra, me enseñó a tañer dicho instrumento, me dio unas incipientes clases de música, que él perfeccionó unos años después en el Conservatorio, y comenzamos una etapa de formación que nos ocupó en muchas ocasiones en sesiones de cuatro y cinco horas.

El músico, además del conocimiento necesita mucha práctica, repetir escalas, dominar arpegios, etc. Es duro, aburrido, pero es necesario. Este trabajo en común nos llevó a desarrollar un sexto sentido que nos permitía, al cabo de los años, la anticipación o la modificación sobre la marcha de una pieza musical, sin decirnos nada, sin previo acue rdo. Posiblemente esto facilitó las cosas, pues en un momento determinado él componía la música y yo, unos días o meses después, le ponía la letra, yo respetaba la estructura musical y él respetaba la estructura del poema, otras veces era a la inversa, pero es que, además, como diría Anabalón, la letra era para la música y la música para la letra.

Sea cual sea el sistema elegido está claro que no se trata de una tarea fácil, para musicalizar un poema hay que tener claros algunos de los puntos expuestos anteriormente, en boca de músicos que han sabido acercarse al poema con respeto, sin la comodidad del camino fácil que todo lo desvirtúa y empaña.

* José Mañoso (miembro de la Asociación Prometeo de Poesía y de la Asociación Canadiense de Hispanistas)


Envíanos tus poemas

correo.gif (67 bytes)