Claustro Poético Virtual

Le debo una mención a la muerte, pues ya son dos veces que me ha perdonado la vida. No sé qué vio en mí, o qué no vio, para posponer mi partida. Quizás sea por su predilección a llevarse antes a los mejores. De todas formas le agradezco esa espera y mientras tanto, no puedo ver la imagen de esa muerte que visten de terror, esa imagen cruel, de jinete apocalíptico, cubierta de saco y capucha negra, de guadaña ensangrentada y huesudo cuerpo, terrible, destructora, ansiosa por llevarse almas de este mundo. Quiero la otra imagen que siente y canta el poeta, porque sin vida la muerte no tiene sentido.

“Yo no sé, yo conozco poco, yo apenas veo,

pero creo que su canto tiene color de violetas húmedas,

de violetas acostumbradas a la tierra,

porque la cara de la muerte es verde,

y la mirada de la muerte es verde,

con la aguda humedad de una hoja de violeta

y su grave color de invierno exasperado”

Solo la muerte. Pablo Neruda.

Quiero ver la imagen de muerte justiciera, que trata a los hombres como iguales, devuelve al engreído a la realidad, imparte sentencia a los jueces, ajusticia a los verdugos e implanta la lex naturalis con tal maestría que nadie escapa a su veredicto.

“Essos reyes poderosos

que vemos por escrituras

ya passadas,

con casos tristes, llorosos,

fueron sus buenas venturas

trastornadas.

Assí que no hay cosa fuerte,

que a papas y emperadores

y perlados,

assí los trata la muerte

como a los pobres pastores

de ganados.”

Coplas a la muerte de Rodrigo Manrique. Jorge Manrique.

Quiero ver la imagen de muerte danzarina, que baila con el hombre al mismo compás en plazas y calles, año tras año, siglo tras siglo, en un antiguo y esotérico ritual donde la vida y la muerte se entremezclan en un abrazo fraternal.

“Dize la muerte

A la danza mortal venit los nacidos

que en el mundo sos de cualquiera estado,

el que non quisiere, a fuerza e amidos

fazerle he de venir muy toste priado”.

La Danza de la Muerte. Anónimo, siglo XV.

Danza de la Muerte. Verges. Girona

Quiero ver la imagen humana de la muerte, cansada de su condena, de ese oficio de malvada que no se le da bien, de ese cansino trabajo inacabable, frustrante y, sin embargo trascendental.

“Seres queridos te miré sañuda

arrebatarme, y te juzgué implacable

como la desventura, inexorable

como el dolor y cruel como la duda.

Mas hoy que a mí te acercas fría, muda,

sin odio y sin amor, ni hosca ni afable,

en ti la majestad de lo insondable

y lo eterno mi espíritu saluda.”

A la muerte. Guillermo Blest Gana (1830-1920)

*Juan Antonio López Cordero

Envíanos tus poemas