PRÓLOGO

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

            El escribir y publicar un libro es y ha sido comparado con el parto o nacimiento de un nuevo ser humano; pienso, que entre otras razones puede ser que al igual que con el nacimiento de un niño, los padres, los familiares, los amigos, todos se muestran jubilosos y alegres; igualmente ante la aparición de un nuevo libro, con el autor, se alegran todos aquellos que de un modo u otro están relacionados con el evento —bien porque son familiares vinculados al autor, bien porque se consideran unidos a él, o porque fueron invitados a participar o participan—, igualmente todos se complacen con la nueva obra y se congratulan con el autor disfrutando y participando de su alegría y júbilo. Por ello, al haber sido encargado por el Centro Asociado a la UNED de esta provincia de diseñar, preparar y editar las publicaciones del mismo y por lo tanto la edición de la presente obra, por un lado, y por el otro, el ser amigo y compañero del autor, e incluso por habérseme brindado la posibilidad de realizar este prólogo, opino que siendo varias las circunstancias coincidentes, las mismas no sólo me hacen sentirme más vinculado con la obra, sino que me responsabilizan más aún, si cabe, con la misma.

            Me comprometí a realizar el prólogo, por lo que a partir de ese momento tuve que hacerme una primera pregunta ¿cómo enfocar dicho prólogo? Para responderme reflexioné sobre lo que es y significa un prólogo para quien no es el autor de la obra, ya que todos sabemos cómo el prólogo ha sido usualmente el lugar donde el autor explicaba algo acerca del contenido de su trabajo. Pero cuando el prologuista no es el artífice del trabajo, el prólogo viene a ser una presentación del autor, aunque en otras ocasiones el prologuista se extiende en la explicación del contenido de la obra, incidiendo y


profundizando a veces en cuestiones que el autor trata en la misma.

            Pero, a ser escuetamente el presentador no me he atrevido, porque por amistad y compañerismo temía me pudiese exceder en las bondades del autor, con lo que provocaría el que el lector, sonriendo, pasase página. Por ello decidí hacer una síntesis de ambos modelos de prólogo, para lo cual primero haría una brevísima presentación del autor —por las razones que después diré—, y luego una introducción, un ponernos en situación con la época tratada, es decir, mediados del siglo XVI, e igualmente algo sobre el asunto del que va a tratar el autor.

            Para tal decisión tengo mis razones, que paso a explicar con el objeto de que nadie piense que han sido tomadas al azar. La primera y principal ha sido que si siempre es frecuente el que exista cierta afinidad entre el investigador y los temas que elige, en el caso que nos ocupa, el de Juan Antonio López Cordero, da la coincidencia de que se cumple fielmente esa premisa. La segunda porque a pesar de que el autor nos sitúe en la época, el prologuista está prácticamente obligado a adelantar algo sobre las circunstancias históricas que rodean al hecho estudiado, máxime si además, como es mi caso, es profesor de la materia, lo que suscita el que tenga que pensar en todo tipo de lectores —unos con grandes conocimientos históricos y otros con menos—, por ello trataremos de introducir a los mismos en la problemática del momento.

            Respecto a la primera cuestión, espero que nadie haya puesto en duda mi afirmación sobre que existe gran afinidad entre la investigación que López Cordero realiza y los temas por él estudiados, ya que si así ha sido es porque o no le conocen bien, o no ha repasado su currículum. Al respecto he de decirles, que no me ha sorprendido esta nueva aportación de Juan Antonio a la bibliografía giennense, y no porque supiese que desde hace algún tiempo estaba trabajando sobre la misma, sino por el hecho de ser un mero continuar con su preocupación de estudiar y divulgar aspectos históricos relacionados con Pegalajar y Jaén. Mas como espero que todos lleguen a esta misma conclusión, vamos ha hacer una rápida incursión en su biografía.

            López Cordero es natural de Pegalajar (Jaén). Es persona incardinada en el mundo cultural de nuestra ciudad y provincia, puesto que es miembro activo de varias asociaciones culturales y tiene en las mismas cargo de responsabilidad —bien entendido que he dicho "cargo" y no "puesto de representatividad", ya que él desempeña esos cargos entendiéndolos como "carga de trabajo y servicio a las asociaciones en las que está y colabora" y no como jactancia o como prebenda—. Es un hombre que dedica muchas horas del día a actividades que favorecen a la colectividad o al prójimo, unas veces en su ocupación principal: la sanidad, otras con su investigación o con la dedicación ya mentada para con las asociaciones a las que pertenece.

             Sabemos, continuando con su biografía, que por su amor a la historia y su gusto por la investigación, hizo el esfuerzo de compaginar estudio y trabajo y privándose de horas de asueto consiguió la licenciatura en Filosofía y Letras, Sección de Historia y que posteriormente concluye el doctorado en Historia, obteniendo en 1988 la máxima calificación. Pero, tal como se ha dicho, no abandonó su profesión sanitaria, por lo que aparte de su trabajo diario, se dedicará a la investigación archivística, y aún buscará tiempo para ejercer actividades asociativas con el Colectivo de Investigadores de Sierra Mágina, donde ha tenido diversas responsabilidades —en la actualidad ocupa el cargo de Vicepresidente y coordina las ediciones de la revista "SUMUNTÁN", órgano de expresión del referido colectivo—. Por si todo lo dicho no fuera suficiente, forma parte del Grupo de Investigación Universitaria del Archivo de la Catedral y, aún más, es el Secretario de la Asociación de Amigos del Archivo Histórico Diocesano de la Catedral de Jaén y, como tal, es Secretario de la revista de investigación histórica "CÓDICE", cargos todos ellos ejercidos con gran dedicación y desinteresadamente.

            Tras lo dicho, el lector habrá podido deducir que no es por lo tanto la presente obra el único trabajo de investigación realizado por el Sr. López Cordero, pues entre sus obras publicadas tenemos: "Un terror sobre Jaén: Las plagas de langosta (Siglos XVI-XX)", o "El Jaén Isabelino: economía y sociedad (1843-1868)". Obras que inciden en Jaén capital y su provincia; pero su mayor atención la ha prestado a Pegalajar o su entorno, de entre los que podemos citar a título de ejemplo: "Pegalajar: aproximación histórica", "Historia de la calles de Pegalajar", "Pegalajar y San Gregorio", "El monte de Bercho de Pegalajar: historia de un expolio", "Los molinos de Pegalajar. Una histórica industria en torno a la Charca", "La agricultura de Pegalajar a lo largo de su historia", "El Monte de Mata Begid en el siglo XIX", "La fuente de la Reja, histórica seña de identidad de Pegalajar", "El Valle del río Guadalbullón en la Baja Edad Media", "Los baldíos en Mancha Real: Un histórico ejemplo de la relación hombre-medio en Sierra Mágina", etc.

            Su dedicación a la labor investigadora ya le fue reconocida cuando en 1991 obtuvo el "Premio Ortega y Sagrista de Investigación", convocado por el Excmo. Ayuntamiento de Jaén; premio en el que ha continuado participado posteriormente y en el que ha quedo finalista en dos ocasiones más, obteniendo en ellas sendos accésit.

            Sus artículos han sido publicados en revistas tales como: Mágina, el Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, el Boletín de la Cámara de Comercio e Industria de Jaén, Senda de los Huertos, Códice, Demófilo, Jaenseñanza y Sumuntán.

            Por último y para no hacer más extensa esta introducción diré que lleva varios años prestando su colaboración como Profesor-tutor de Historia en el Centro Asociado "Andrés de Vandelvira" de la U.N.E.D. en Jaén.

            Supongo que con lo dicho, el lector ha deducido que López Cordero siente gran amor por su tierra natal, a la que ha dedicado, tal como hemos visto, numerosos trabajos —ello a pesar de los muchos sinsabores recibidos de allí, quizá por aquello de no ser "profeta en su tierra"—. Pero no sólo hay que destacar en relación con Pegalajar los trabajos publicados, sino que ha catalogado e informatizado gran parte de los archivos civil y parroquial de Pegalajar, cuestión que pocos conocen, creando con la información acumulada una "base de datos" que incluye los casamientos habidos en el municipio, y con dichos datos ha hecho algunas investigaciones que están aún sin publicar y que además de otros estudios que puede realizar con ellos, le permiten, si lo desea, confeccionarle un árbol genealógico a cualquier vecino natural u oriundo de aquella localidad, remontándose en sus ascendientes hasta el siglo XVI.

            Estas valiosas contribuciones de Juan Antonio al patrimonio cultural de la sociedad giennense, son de agradecer, ya que demuestra estar impregnado como otros muchos historiadores modernos, de ese espíritu investigador deseoso de aportar algo nuevo para la Historia total, la historia desde abajo. Por lo cual muchos nos congratulamos de que al final del milenio, en el que impera gran pragmatismo, existan personas como él, que se entregan a esa pasión cognoscitiva que dignifica al ser humano. López Cordero se halla integrado desde un principio en esa generación de jóvenes investigadores que se han ido abriendo paso con presencia activa en reuniones culturales, congresos, etc., que redundan en pro del patrimonio cultural de nuestra provincia. Ellos provocarán la sonrisa de los pragmáticos, pero la soportarán, porque opino que en su fuero interno saben que nada hay de más valor cultural que rastrear la memoria histórica de los hombres, ya que a pesar de todo seguimos creyendo en la transmisión histórica, por aquello de: "Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla".

            De ahí que nos felicitemos por el estudio y en parte recuperación de estos textos y documentos que el doctor López Cordero pone hoy al alcance de los estudiosos y de los amantes de la historia bajo el título de: "La venta de lugares del término de Jaén en el siglo XVI: el caso de Pegalajar", pues pensamos que publicaciones de este tipo pueden sensibilizar a la colectividad en la que vivimos al objeto de que se preocupen de preservar los documentos antiguos, los cuales forman parte de nuestra historia, y procuren que el enorme legado que nuestros antepasados nos han dejado pueda ser conocido por los que nos han de seguir.

            Del presente trabajo del doctor López Cordero hemos de tener en cuenta dos aspectos primordiales: Primero, que es el resultado de un trabajo de investigación, un aporte a la historiografía giennense y por otro lado una divulgación, con la que el autor quiere poner al alcance de propios y extraños, y en especial de sus paisanos el conocimiento de su patria chica, de ahí que para los más o menos versados en los acontecimientos tengamos que decir, que el lector habrá de situarse en el tiempo, adentrarse en el reinado de aquel monarca español de los Habsburgo, conocido aquí como el mayor de los Austrias, aquél que para sus monedas ideó el lema: »Hispaniarum et Indiarum rex«. Aquellas monedas que, acuñadas en Segovia o en Sevilla, por el crédito comercial de las mismas, recorrían el mundo entero como moneda de cambio; pero no sólo en los propios reinos españoles o los países europeos más o menos limítrofes con España, sino que está comprobado que en países de los que muchos no pudieran pensar o deducir ninguna influencia española, como es el caso de China o la India, la moneda y economías españolas tuvieron su influencia.

            Hemos de recordar también que, desde 1554 a 1556, el todo poderoso Carlos V, tras una serie de abdicaciones fue dejando en otras manos los variados territorios que conformaron su reino. Su hermano Fernando recibió las tierras patrimoniales de los Habsburgo, excepto la herencia borgoñona y la dignidad imperial; su hijo Felipe, las Coronas de Castilla y Aragón, el reino de Nápoles, América, Flandes y el Franco Condado. Recordemos también que por iguales fechas, Felipe II fue rey consorte de Inglaterra y que por estas y otras razones, Felipe II fue el monarca más poderoso de la Cristiandad, incluso cuando su política exterior, así como la financiera eran las heredadas de la de su padre. Curiosamente hemos también de recordar, que fue el reino de Castilla la base de sus dominios, y que además, de Castilla provenían la mayor parte de sus recursos financieros (sin contabilizar los americanos), así como la mayoría de sus funcionarios; y no debemos tampoco olvidar que Andalucía era castellana.

            La época que nos ocupa está dentro del primer lustro del reinado del citado Felipe II, época incluida dentro de lo que Domínguez Ortiz denomina “liquidación de la situación heredada del reinado anterior”. López Cordero nos habla en su obra de la problemática surgida en algunos pueblos del reino de Jaén, precisamente casi en los inicios del reinado del más controvertido de nuestros monarcas, Felipe II (1556-1598), el cual había accedido al trono, como se ha dicho, por la abdicación de su padre Carlos I. En el trasfondo de los hechos que aquí se relatan había, siempre como sabemos, unas imperiosas realidades económicas. Por ello el doctor López Cordero nos relatará cómo en el siglo XVI, la presión fiscal y las necesidades monetarias de la Corona van a ser determinantes en las ventas de jurisdicciones o de lugares —recordemos al respecto que la Hacienda de Felipe II siempre tuvo una frágil situación, resuelta en ocasiones con la venta de hidalguías, de jurisdicciones, de oficios, tanto en Castilla como en las Indias, pero que no lograron frenar los impagos—. A la venta del lugar por parte de la Hacienda Real se le unía, en ocasiones, la angustia y el temor de unos vasallos de pasar a depender jurisdiccionalmente de un señor. Parece ser que la causa de este miedo por parte de los vecinos era que, con motivo de los continuos apuros de la Hacienda Real, ésta vendía licencias a los pueblos para que transformasen los bosques y pastos propiedad de los municipios (tierras de propios) y de la colectividad de vecinos (tierras comunes) en tierras labradas, siendo muchas veces éste el único recurso que tenían para pagar los nuevos impuestos. En la venta de estos pueblos de realengo, teóricamente, los derechos de los vecinos quedaban a salvo, puesto que sólo había una sustitución parcial de los derechos de la Corona por los derechos del señor. Pero en la práctica, los señores permanentes tenían más medios de abusar de los vecinos que un corregidor temporal y sujeto al juicio de residencia. Esto hizo que los vecinos de esos lugares de realengo, cuando se enteraban de la venta del lugar, intentasen adelantarse a un posible comprador o incluso procurasen la anulación de la venta para posteriormente comprarla ellos, como en el caso de Mengíbar, para lo cual incluso se entrampaban con el fin de reunir el dinero pactado con Hacienda para su independencia .


            El doctor López Cordero ha investigado en diversos lugares sobre estas ventas de lugares que hizo la Hacienda Real castellana y pone como ejemplo la venta de Pegalajar y en ella se basa principalmente para su estudio, es decir en la CARTA DE PRIVILEGIO REAL por la que se dispensa o exime a Pegalajar de su pertenencia o dependencia de la jurisdicción del municipio de Jaén, fechada en Valladolid el 3 de junio de 1559 y que se conserva en el Archivo Municipal de dicha villa, así como en la copia del privilegio que se encuentra en el Archivo General de Simancas, a los que acompaña el voluminoso expediente con los amojonamientos de 1559, la relación de vecinos y los hechos que tuvieron lugar tras la exención de Jaén.

            La Carta de Privilegio a la que nos referimos está firmada por Juana de Austria (hermana de Felipe II y princesa de Portugal), gobernadora de España en aquellos días, estando dictada y avalada por Juan Vázquez de Molina, secretario del rey Felipe. La letra empleada en el documento es la propia de las escribanías castellanas, ya que no debemos olvidar que las cancillerías y demás órganos de expedición documental moderna, a partir del siglo XIII (según la legislación y normativa cancilleresca del Fuero Real, Las Partidas, etc.) acostumbraban a utilizar instrumentos jurídicos concretos, así como diplomas específicos para los distintos asuntos o para conjuntos de negocios similares en cuanto a procedencia, solemnidad y destinatario, aunque a veces no sea raro el encontrar documentos de gran solemnidad o categoría diplomática, e incluso por el contrario diplomas de mediano o ínfimo valor expedidos en formato no acorde con su importancia. La Carta en su conjunto es una magnífica muestra del arte de la miniatura, estando escrita como es habitual en este tipo de documentos en pergamino.

            Profundicemos más en el asunto pasando a la lectura del estudio realizado por el Doctor López Cordero.

            Jaén y mayo de 1997.

 

José Latorre García

 

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