CAPITULO IV

2.- Los cuerpos armados.

2.1.- El ejército y la quintas.

El ejército era una institución antipopular. En el siglo XIX los soldados se reclutaban forzosamente y por sorteo para un servicio de ocho años. Los contingentes provinciales eran repartidos por las diputaciones provinciales, atribuyendo a cada pueblo el número de quintos que había de salir entre los mozos (32). Si había alguna injusticia que pesara tanto en la mente popular como los impuestos, era esa odiada "contribución de sangre". Librarse de ella costaba seis mil reales, suma muy por encima de una familia corriente"(33). También se admitían sustitutos, por lo que era corriente que por el hijo del amo fuese en lugar del hijo del criado".

Por otra parte, los soldados estaban mal equipados y era corriente que la situación del Ejército se resumiera en estas palabras: "ni paga, ni comida, ni ropa: y mientras los oficiales de alta graduación y los generales se pavonean vestidos con guerreras resplandecientes de cordones dorados y plateados, o vistiendo llamativos uniformes al margen de la ordenanza, los soldados van en harapos y descalzos" (34).

Que el ejército influyera tanto en la vida política del país "era una de las consecuencias de una sociedad tan mal articulada, y tan amplia la fisura entre propiedad y pauperismo, que gran parte de la tarea de gobernar recaía en el Ejército. Con una fuerza superior a los 100.000 hombres, podía describirse como un poder distinto e independiente del reino; afortunadamente, un sistema característico lo mantuvo demasiado dividido para que, por sí mismo, pudiera dominar el país". (35)

Todos los años la Diputación Provincial practicaba entre los pueblos de la provincia el repartimiento del cupo que le había correspondido. Así vemos que en 1355 le correspondió a la provincia un cupo de 507 hombres y por ende a Pegalajar 6 de éstos, los que fueron sorteados entre 33 mozos de veinte años de edad (36).

A este servicio largo y penoso se unían las guerras coloniales que España mantenía en Cuba y Africa, donde fallecieron también quintos de Pegalajar (37).

Había cuatro formas de librarse del servicio militar:

- La primera y más utilizada era la deserción, con lo que el quinto era declarado prófugo y consecuentemente perseguido. Como fueron los casos de Juan Manuel Yeguas Herrera (sustituto de un quinto de Jaén) que en 1332 no quiso presentarse al embarque para Cuba (38), de Manuel Cortés Flores en 1914, de Antonio Martínez Chica y José Moreno Flores en 1915, de Fernando Aguado Álvarez en 1916, etc.

- La segunda forma era la declaración de pobreza y ser hijo único de padre sexagenario, como fue el caso de Miguel Ortiz Ruiz, Juan Bautista Siles Málaga en 1909, etc. Esto daba lugar a fraudes a nivel local y a reclamaciones de los padres de otros soldados (39).

- La tercera mediante el pago de dinero (6.000 rs.). Siendo el sueldo de un jornalero, a mediados del siglo XIX en Pegalajar de 4 reales diarios, podemos hacernos una idea.

- La cuarta mediante la sustitución, como anteriormente hemos referido.

Otra cuestión que hacia impopular al Ejército era el servicio de alojamientos, lo que ocasionaba notables problemas a los vecinos. Según el Ayuntamiento, en 1863, se podía dar alojamiento a 1.400 infantes y 200 caballos (40), todos ellos dentro de las casas de los vecinos, ya que no existía cuartel alguno.

El Ayuntamiento también tenía que suministrar el avituallamiento a las tropas transeúntes (41). Cada mes los Ayuntamientos de la provincia valoraban las especies de suministros (paja, trigo, pan, leña, aceite...) que facilitaban a las tropas. Los precios eran verificados por el Gobernador Civil en unión del Comisario de Guerra de la Provincia, y se notificaba en el Boletín Oficial de la Provincia de Jaén.

A principios del siglo XX, la Guerra de África, con los numerosos heridos y muertos en la campaña de Melilla, donde combatían soldados de este pueblo, dio lugar en 1912 a la constitución de una Junta de Señoras para allegar recursos. A esta campaña se sumó el Ayuntamiento con 25 pts. (42).

En 1921, a raíz de una circular de la Reina Victoria en la que se anunciaba haberse iniciado una subscripción, encabezada por ella con 25.000 pts., para atender hospitales "que bajo la advocación de la Cruz Roja preste asistencia a los enfermos y heridos de la actual campaña en Marruecos", el Ayuntamiento acordó formar una Junta y requerir al vecindario para contribuir con la mayor suma posible, adoptando los siguientes acuerdos:

 

"1. Encabezar con 250 pts. la subscripción que se abra en esta localidad para los fondos destinados a la empresa de la Reina y la otra para socorrer a los soldados hijos de esta Población que luchan en África.

2. Dedicar a los soldados hijos de este Pueblo que murieron en campaña, una lápida que lleve esculpidos sus nombres, que se colocará en el salón de sesiones o fachada de la casa ayuntamiento.

3. Conceder una pensión vitalicia a los padres de los muertos en campaña, si se acredita que son materialmente pobres.

4. Dar el nombre del soldado más heroico a una de las calles de esta población.

5. Conceder los puestos que resulten vacantes en el Ayuntamiento a los héroes, o a los que hayan tomado parte en acciones de guerra, y

6. Facilitar cuantos elementos sean necesarios para atender hasta su total restablecimiento a los heridos o enfermos procedentes de al campaña de Marruecos, hijos de esta localidad" (43).

 

2.2. La Guardia Civil.

Fue creada por el Decreto de 28 de marzo de 1844, firmado por el presidente del Gobierno de la Reina Isabel II, Luis González Bravo. Su organización fue encomendada, por Decreto de 5 de abril de 1844, a Francisco Javier Girón y Ezpeleta las Casas y Enrile, segundo duque de Ahumada y quinto marqués de las Amarillas. El 15 de abril de ese año se le designa como director de la organización de la Guardia Civil. Tras la corrección de los fallos detectados en el decreto inicial, nuevas sugerencias se recogieron en el Decreto de 13 de mayo de 1844, el cual se considera como la definitiva norma creadora del Cuerpo de la Guardia Civil, decreto firmado por el entonces presidente del Gobierno general Narváez, llamado "El espadón de Loja".

El nacimiento del Cuerpo se debió al Partido Liberal Moderado. Su creación se relaciona con las condiciones sociales y políticas del campo español: persistencia de partidas carlistas, incremento del bandolerismo y de las revueltas agrarias.

El Duque de Ahumada la concibió como un organismo independiente de la sociedad: sus miembros, junto con sus familias, viven en casas cuartel y nunca son destinados a sus comarcas de procedencia. En sus comienzos sus contingentes se reclutaron en tierras castellanas y andaluzas. Y su actuación hizo disminuir la inestabilidad en el campo, aunque no pudo acabar con la agitación endémica, producto directo de la miseria de los medios rurales (44).

El puesto de la Guardia Civil en Pegalajar se estableció posiblemente a finales de la década de 1850, en un cuartel dentro de la población, que al poco tiempo fue trasladado a la casería de los Frailes, cerca de la Cerradura, y junto a la carretera Bailén-Motril, seguramente por su situación estratégica de lugar de paso y control. En 1864, la Corporación municipal solicitó la vuelta del cuartel al casco urbano de Pegalajar (45).

El principal problema a resolver por la Guardia Civil en nuestro término, y a mediados de siglo, es el de los bandidos que aún vagaban por las sierras limítrofes (46) y los continuos robos en la propiedad agrícola, sobre todo en la época de malas cosechas. El período en que estos robos eran más frecuentes coincidía con la recogida de la aceituna; para contrarrestarlo se solicitaba del Director General de la Guardia Civil, el envío de dos parejas de guardias para la vigilancia durante la campaña (47).

A finales del siglo XIX, en 1891, había en Pegalajar seis miembros de la Guardia Civil mandados por un cabo (48), número que se ha mantenido, más o menos semejante, a lo largo de toda la historia. En 1908, el cuartel se estableció en la calle Pozos (49), nº 1, propiedad de Francisco Valenzuela Castro (50). Por reformas, fue trasladado calle arriba a los pocos años, ubicándose en una de las casa que forman el patín en alto, en la comunicación de la calle Pozos con la Romeral y Maestra. Allí permaneció hasta comienzos de la década de 1920, en que volvió al número 1, estableciéndose en ella hasta el comienzo de la Guerra Civil.

Tras la Guerra el cuartel se ubicó en la casa nº 12 de la Plaza del Generalísimo, cerca de las Casas Consistoriales (51), que le fue comprada, por el Ayuntamiento, a Antonio Molina Gómez en un precio de 39.000 pts. (52). Debido a su mal estado se abandonó dos décadas después, sirviendo varios albergues de cuartel mientras se construía una nueva casa cuartel, cuyo proyecto existe desde 1957 (53), sin que hasta ahora se haya hecho realidad.

 

 

2.3 Milicias populares.

Con esta definición nos referimos a aquellos grupos armados, que con un fin político y compuestos por individuos de carácter civil, se formaron a lo largo de los siglos XIX y XX.

Las más antiguas referencias datan del 1811. Tras la derrota de Ocaña, en 1809, sufrida por las tropas hispano-inglesas, las tropas francesas de Napoleón ocuparon casi toda la Península. Entonces adquiere creciente importancia la lucha de "guerrillas", organizadas según el "Reglamento de Partidas", que hostigaban continuamente a los franceses y desorganizaban su sistema de comunicaciones y transportes.

Es un nuevo tipo de lucha el realizado por la guerrilla, una forma específica de combate en los medios rurales que después desembocará en un nuevo concepto de "guerra total", en la que el uso del paisaje entra como un factor inesperado, contra el que nada pueden los principios de la lógica militar y al que hay que unir un sentimiento de ardor patriótico, el romántico y la improvisación.

Una parte importante de las guerrillas estaba formada por excombatientes, grupos dispersos de soldados del ejército militar derrotado, por lo que en 1811 las autoridades provinciales del Gobierno de José Bonaparte ordenaban a los ayuntamientos, incluso el de Pegalajar, que los soldados dispersos que aparecieran por el pueblo se presentaran ante el Comandante de la Plaza de Jaén con las armas y fornituras, amenazando con dar un castigo ejemplar si escondían armas, "pues muy de biejo tiene Vd. y esa Municipalidad el no hacer nada como se les prebiene reduciendo todo a escusas contra el Serbicio" (54).

Pegalajar, por su condición geográfica, era un terreno propicio para mantener una lucha de guerrillas. Las sierras de Almadén y Mágina, que se continúan con el resto del Sistema Bético hacia el Sur, daban albergue a partidas de guerrilleros, como la del Pedro del Alcalde, que el día 22 de mayo de 1811 entró en Pegalajar, uniéndosele algunos individuos del pueblo, entre ellos el primer regidor Antonio Ruiz (55). Para evitar el crecimiento de las partidas, las autoridades provinciales afrancesadas hacían pagar 4.050 reales a cada familia de un desertor (56).

Otra milicia popular que se formó en determinados momentos del siglo XIX fue la Milicia Nacional, que era un cuerpo sedentario de organización militar compuesto por individuos de orden civil e instituida en España por los liberales para la defensa del sistema constitucional. Apareció por primera vez en el Trienio Liberal, concibiéndose como una fuerza armada que si bien no tan poderosa como el Ejército, si era un elemento disuasorio de la actividad golpista. Se constituye como un sustituto del Ejército para el mantenimiento del orden público, pero realmente será el instrumento más poderoso del radicalismo popular para conseguir el cambio político. No estaba al servicio del Gobierno, sino al servicio de los municipios y las juntas patrióticas.

Las primeras noticias que tenemos sobre la Milicia Nacional en Pegalajar datan de 1844. En ellas se habla de sus fondos, que eran de 6.177-17 reales, y la procedencia de éstos, que en su totalidad provenían de las retribuciones de los exceptuados del servicio personal (57).

En 1854, cuando tras la Revolución liberal de julio en Jaén y obedeciendo a la Junta de Gobierno de la Provincia, volvió a constituirse la milicia, "organizándola por de pronto con los individuos que existan de los que la componían al tiempo de su disolución" (58).

En un principio, un problema fundamental de la milicia de la provincia era el armamento. Cuando se formó la Junta de Gobierno, está pidió a la de Granada seis mil fusiles para atender sus necesidades de armamento (59), los que no recibieron en su totalidad; pues a finales de 1854 existían en la provincia un total de 14.000 milicianos, que necesitaban con urgencia 4.200 fusiles, de los que sólo se habían recibido 780 (60). La cuestión del armamento era un problema a nivel nacional, incluso en 1855 la mayoría de los batallones de la provincia carecían absolutamente de armas, por lo que a petición del Subinspector provincial de la milicia el Ayuntamiento de Jaén accedió a reintegrar a los pueblos 100 fusiles (61).

La milicia de Pegalajar formaba parte del Quinto Batallón de la Provincia, con sede en Mancha Real, del que dependían también los pueblos de Torres, Torrequebradilla y Albanchez. En Pegalajar existían, en 1855, dos compañías con un total de 177 individuos (62).

EL servicio en la milicia era en principio obligatorio, aunque en muchas zonas, aparte de la escasez de fusiles, estaban interesados en los ingresos procedentes de quienes pagaban la exención del servicio (63).

EL día 4 de junio de 1855 se dio un decreto sobre la milicia. Se suspendió el alistamiento obligatorio. Los voluntarios que quisieran alistarse tenían que ser contribuyentes de impuestos directos. La exclusión de las personas pobres podía defenderse basándose en que a los hombres que tenían que ganarse el pan de cada dia no se les podía cargar con servicios que cumplir. Bajo tales argumentos se escondía la impresión de que los "órdenes inferiores" estaban tomando parte demasiado grande en la milicia y eso podía convertirse en un arma peligrosa de lucha de clases (64).

EL 18 de julio de 1856, tras la dimisión de Espartero y el encargo de la Reina de formar nuevo Gobierno a O'Donnell, la milicia de Pegalajar, como la de Jaén, al mando de los tenientes Juan Herrera y José Gómez se levantó en contra del nuevo Gobierno y en apoyo de Espartero ante el "inminente riesgo de las libertades públicas, y obedeciendo a la nueva Junta de Gobierno, Salvación y Orden Público" (65). Tras la rendición de la milicia de Jaén ante las tropas regulares el 25 de julio (66), la milicia de Pegalajar entregó también sus armas. EL día 2 de agosto se proclamó el estado de sitio y su disolución (67).

La milicia popular, bajo el nombre de "voluntarios de la libertad", volvió a surgir con la Revolución liberal de 1868 tras la victoria en Alcolea de las tropas del general Serrano sobre las fieles a Isabel II, a cuyo mando se hallaban Pavía y Lacy. Derrotados éstos, la Reina Isabel II, que se hallaba en San Sebastián, pasó a Francia con su familia.

Una vez conocido el éxito de Alcolea, los progresistas locales, como en otros muchos puntos de España, tomaron el poder en Pegalajar formando una Junta de Gobierno el 1 de octubre de 1868 (68). Esta Junta ordenó el alistamiento de una milicia popular para hacer respetar la propiedad y el orden (69).

El nuevo Gobierno se encontró con dificultades que nacían del apoyo social a la Revolución. Las juntas no habían desaparecido totalmente, pues se convirtieron en comités de vigilancia revolucionaria que ejercían presión sobre las autoridades, y en ocasiones se producían resistencias a la hora de desarmar a los voluntarios de la libertad una vez restablecido el orden, obligando en muchos lugares de Andalucía a emplear el ejército, lo que provocó disturbios. En Pegalajar, los voluntarios de la Libertad, brazo armado de la rebelión, fueron disueltos al poco tiempo de formarse (70).

La Milicia Nacional volvió a surgir en la localidad en marzo de 1874, durante el último año de la Primera República, tras la disolución del Ayuntamiento y por orden del Gobernador Civil de la Provincia, el cual había ordenado la formación de una Junta Municipal que tenía por secretario a Eugenio León Quesada, mientras se constituía el Nuevo Ayuntamiento.

Fueron alistados en la milicia los individuos comprendidos entre los 18 y 45 años, haciendo un total de 145, distribuidos por profesiones de la siguiente forma:

Labradores 82 Comerciantes 2

Propietarios 26 Tratantes 1

Empleados 4 Sillero 1

Panaderos 3 Tablajero 1

Barbero 3 Confitero 1

Carpinteros 3 Herrador 1

Molineros 3 Zapatero 1

Albañiles 2 Escribiente 1 (71)

Como en épocas anteriores, las clases jornaleras estaban exentas del servicio.

Las milicias populares no volvieron a surgir hasta el comienzo de la Guerra Civil, tras el alzamiento de gran parte del ejército regular en julio de 1936. Los partidos obreros, que formaban parte del Frente Popular, movilizaron a sus militantes para formar las milicias populares que habían de enfrentarse al movimiento golpista. Al principio fue un cuerpo improvisado, mal armado e indisciplinado, que a lo largo de la guerra adquiriría una organización de fuerza regular.

En Pegalajar, las milicias se crearon una vez que se tuvo conocimiento del alzamiento militar, formándose una suscripción para socorrer a los individuos que formaban parte de ellas. El Ayuntamiento la encabezó con 1.500 pts. (72)

El abismo existente entre Izquierda y Derecha, agudizado tras el Alzamiento de julio de 1936, hacía temer a los responsables del Frente Popular la existencia de detenciones arbitrarias por parte de los milicianos y las venganzas personales, de ahí que se ordenara:

 

"cuantas detenciones se verifiquen por las milicias han de estar previamente autorizadas por el Frente Local del Frente Popular y es imprescindible que esta autorización esté escrita, firmada por los responsables, autorizada por el sello oficial. Es obligación de las milicias del Frente Popular poner las detenciones en conocimiento del Alcalde y éste se hará cargo del preso ordenando su encarcelamiento en la prisión del propio pueblo donde se haya verificado (...) Deben ser las propias milicias, quienes por su propio prestigio defiendan la integridad personal de los detenidos e impidan su evasión (...).

De las infracciones de la presente orden aclaratoria serán responsables los infractores y en último término la autoridad municipal".

A pesar de esta orden, no siempre esto se cumplía, produciéndose algunas venganzas personales sin castigo para los culpables.

El número de milicianos, en un principio, era muy numeroso en Pegalajar. En septiembre de 1936, por la situación económica del Comité Local del Frente Popular, se acordó la reducción del número de milicianos a treinta, como plantilla del pueblo (73).

Para la ayuda de los milicianos del frente de combate se realizaban fiestas, como la becerrada que se acordó celebrar en septiembre de 1936 a petición de los Rampers de Jaén (74).

La sede de las milicias locales se estableció en la casa incautada a Capilla Sánchez, situada en la calle Pablo Iglesias, nº 38 (75).

Con la derrota de los republicanos en la Guerra Civil la milicia desapareció. Existe algo común a la mayoría de las milicias populares que se formaron a lo largo de los siglos XIX y XX: todas surgen en época de crisis, casi todas son revolucionarias, se hacen con el poder durante algún tiempo y luego vuelven a ser derrotadas y disueltas. Son la expresión de una injusticia social que en determinadas coyunturas históricas son utilizadas por una idea política progresista o revolucionaria, la que o bien traiciona el sentimiento popular, como ocurrió en el siglo XIX, o bien es derrotada por la reacción conservadora, como ocurrió en 1939.