CAPITULO III
2. Los sectores de producción.
Antes de entrar a estudiar la agricultura de Pegalajar creemos conveniente hablar de la gran protagonista de ésta a lo largo de su historia: las aguas de la Fuente de la Reja, como se llama hoy, o Fuente Vieja, como se ha llamado a través de la Edad Media y Moderna, y el Río Guadalbullón.
Sobre el origen del estanque que embalsa las aguas de la Fuente de la Reja para utilizarlas en el riego de las huertas del término no conocemos nada seguro. Es probable que se remonte a época musulmana. Las más antiguas noticias que tenemos datan de 1469, en las que se hace referencia a la Fuente Vieja (52) y a las huertas de Pegalajar (53).
Más adelante, en 1752, se hace alusión a la gran importancia que para la agricultura local tenían los riegos de la Fuente Vieja y el Río "Guargollón" (Guadalbullón), con los que se abastecían olivos, viñas, frutales, maíces, hortalizas,... Encontramos por primera vez escrito el nombre de "la Balsa", en alusión al estanque que embalsa las aguas de la Fuente Vieja, en cuyas proximidades había plantadas algunos morales, propiedad de la Cofradía de la Virgen de las Nieves (54).
La importancia de la Balsa (nombre que se le da en esta época al estanque de la Fuente) fue fundamental para la existencia de Pegalajar, pues es la que "fertiliza y riega el heredamiento que sostiene a este pueblo, por lo inútil de las tierras de labor"(55). Al mismo tiempo que fertilizaba las tierras y debido a los bancales de huerta que sucesivamente van descendiendo hacia el Guadalbullón, sus aguas eran utilizadas para mover varios molinos harineros (56). También se abastecían del agua de la Balsa algunos molinos aceiteros (57).
Tradicionalmente existían unas normas para el uso y distribución del agua de la Fuente de la Reja, conocidos como "repartimientos de presa". En 1828 se vio la necesidad de "arreglar el repartimiento de aguas" de dicha fuente, de modo que fuese permanente y "evitar las disputas de los interesados al riego". Para ello se acordó elaborar un cuaderno que lo reglamentase, manteniendo "el orden de primacía que hay de costumbre".
Estos repartimientos datan de "tiempo inmemorial". Partiendo de ellos se elaboró el nuevo reglamento, en el cual
se intentaron subsanar algunos defectos, como la costumbre de dar cuatro días a la semana el agua al pago de Abajo y tres al de Arriba, mientras que los costos de la limpia de la Balsa no tenían en cuenta esta medida. También se especifica claramente la preferencia de riego del trigo y maíz sobre el olivar, dejando claro que las siembras en los olivares no tienen privilegio alguno. Y además recoge la "costumbre inveterada" que da primacía de agua a las acequias más inmediatas a la madre, dando un orden numérico a las que han de recibir el "golpe" o "golpes" de agua.
En esta época son 768 las heredades comprendidas en la huerta --muchos propietarios solían tener más de una heredad--, cuyo turno de agua era meticulosamente reglamentado en este cuaderno. Esto se complementaba con siete observaciones, que en él son recogidas.
En la primera se establece la obligación de haber siempre regadores, extinguiéndose lo que se conocía como partidero. Este era un paraje donde se reunían los regantes para tratar el orden de riego. Allí, frecuentemente, se llenaban "de desvergüenzas unos hombres a otros", faltando el respeto a la autoridad que la presidía. Y al comisionado que repartía el agua no le dejaban "en libertad para dar disposiciones".
La segunda se tendría en cuenta en caso de que la Fuente de la Reja tuviese poco caudal de agua --en 1808 se aprovechaban seis golpes para riego-- y no se sacase el fruto de maíz en toda la Huerta. Entonces se sembraría "la mitad, tercera o cuarta parte de cada haza, para que todos aprovechen el agua y todos sientan la falta".
En la tercera se recoge la pérdida de turno de riego en caso de renunciar voluntariamente a él, hasta que vuelva a corresponderle.
La cuarta se refiere a los "refríos" de maíz, cuyos riegos habían de efectuarse por el mismo orden que los éstos.
En la quinta se recoge la preferencia del riego del agua de los albercones de la Huerta antes que la de la Balsa. Sólo en el caso de que no tuviesen agua suficiente para riego, se le enviarían "uno o dos golpes de agua de la Balsa".
En la sexta se prohíbe el turno de riego de los olivos que estén en medio o en las márgenes de las hazas, por considerar que cuando se riega la tierra, quedan ya suficientemente regados, exceptuando los de los ribazos.
Y la séptima fija un regador continuo para los distintos veneros del pago de Vaimora, que han de reunirse, sujeto a las órdenes del comisionado del Ayuntamiento (58).
Este reglamento fue sustituido por el de 1860, el cual mantenía la esencia del anterior, hechas algunas modificaciones (59). Junto a este reglamento se hizo un censo de propietarios para el reparto de aguas. Este también quedó desfasado, con lo que hubo de realizarse otro nuevo en 1923 (60).
Hasta principios del siglo XX la Balsa estuvo formada sólo por una muralla al Sur que hacia de dique (61), a cuyas espaldas se encuentra el haza del Parral y entre ambas pasaba el camino de Bercho. Por el resto se extendía una alameda, que continuaba hasta el camino de las Ferias, el cual separaba la Fuente de la Balsa (62).
La continua erosión en la desforestada Serrezuela de Pegalajar hacia que la lluvia arrastrara gran cantidad de tierra y piedras que venían a depositarse en el fondo de la Balsa, de ahí que de tarde en tarde se acordase su "limpia" cuando ésta se hallaba "bastante sucia y embarrada (...), por consiguiente no contiene toda aquella (agua) que arroja el nacimiento, pues por este motivo de noche, se bosa por varias partes (...) y además por estar la muralla tronerada, de modo que incesantemente se está experimentado mucha decadencia en los riegos, todo lo que se da en un grandioso y grave prejuicio del Heredamiento, molinos de harina, y también de aceite, que de ella se utilizan (...)"(63).
Estas eran las principales razones, a las que en las limpias de la Balsa de mediados del siglo XIX se añadía "por bien de la salud pública"(64), pues debido al estancamiento de las aguas se daban casos de paludismo (65). Se solía limpiar cuando había poca agua por la escasez de lluvias y al mismo tiempo se daba trabajo a la clase jornalera (66).
Normalmente, se invertían unos tres mil jornales de trabajo, que al precio que tenía el jornal en la primera mitad del siglo XIX (4 reales) suponía un gasto de 12.000 reales en mano de obra (67).
Los gastos solían ser repartidos entre los propietarios de las tierras que regaba y molinos que utilizaban las aguas, según las siguientes condiciones:
"1. Las tierras que se benefician de las aguas de la Fuente de la Reja pagarán proporcionalmente a cada fanega una mitad más del tanto de tipo que corresponda a las de olivar.
2. Las tierras y olivares que constituyen el pago de Baiomora contribuirán con una tercer parte menos del gravamen.
3. Las tierras y olivares que forman los diversos albercones comprendidos en la jurisdicción de la Huerta, contribuirán del mismo modo anterior" (68).
En 1903 se hizo una reforma en la Balsa. Se amuralló en todo su contorno hasta el nivel de la tierra de la Alameda en una extensión semejante a la actual. Obra que se concedió por subasta a Rodrigo Cordero Ruiz por 8.159 pts. (69). Las condiciones eran las siguientes:
"1. Se hará una muralla de tres metros de altura por la parte que no existe ninguna y en la que hay se le subirá un metro. teniendo toda ella un metro de ancha.
2. Dicha obra será la parte que da al agua de piedra, mezcla y las junturas hechas con cemento romano; en la parte exterior se podrá utilizar tosca y el centro, hasta completar el metro de anchura, con piedra y mezcla de cal y arena.
3. La muralla, desde el Oeste al Norte, tendrá 50 centímetros de desnivel hacia arriba.
4. La limpieza será desde el Oeste. donde se encuentra el canal grande, al piso del que hay firme.
(...)
7. Poner una compuerta de hierro 80 por 50 en donde existe el caño grande (...) (70).
A la Charca - nombre con que se conoce ya bien entrado el siglo XIX a la Balsa o Presa - se arrojaba toda clase de inmundicias. Era una especie de basurero de la casas de alrededor, por lo que existía peligro de contaminación de la Fuente, desde donde se extraía y partía una cañería a los pilares el agua del consumo público. En 1931, el Subdelegado de Sanidad avisaba de este peligro:
"cuando el embalse se llena queda al mismo nivel que las aguas del manantial (...), en los días de aire el pequeño oleaje que produce puede mezclar los embalses con el de la Fuente, constituyendo un peligro (...) por arrojar en dicha Charca cadáveres de animales en completo estado de putrefacción".
Para evitar este peligro consideraba de urgente necesidad una limpieza de la misma, trasladando los fangos a una distancia superior a 500 metros de la población, "para evitar que se produzca la acumulación de cienos, seria conveniente y necesario la pavimentación de la misma (...), permitiendo frecuente limpieza y que las aguas del embalse no se mezclen con las de la Fuente de la Reja (...) (71).
El Ayuntamiento vio bien la proposición, pero el importante presupuesto que suponía esta obra estaba lejos de su esfuerzo y del de la Sociedad de Agricultores. Ambos, en 1932, solicitaron al ministerio de Obras Públicas el dinero necesario para la reforma del embalse, basándose en las consideraciones sanitarias; lo que no se consiguió.
En 1935 se nombró una comisión de representantes de la Comunidad de Regantes, la Junta de Labradores y el Ayuntamiento para ir a Madrid y solicitar del Consejo de Economía Nacional las 75.000 pts. que necesitaban para estas reformas (72): también fue denegado. No por ello, la Corporación cejó en sus esfuerzos y ese mismo año solicitó a la Junta Nacional Contra el Paro Obrero 200.000 pts. para el arreglo de la Fuente de la Reja, embalse para sus aguas y limpieza de las acequias (73): se acabó en una nueva frustración.
No fue hasta 1944, cuando empezó a hacerse realidad el proyecto de reforma de la Charca. En este año, a través de la Junta Interministerial de Obras para mitigar el Paro, dependiente del ministerio de Trabajo, se concedió al Ayuntamiento una subvención de 54.061 pts. con 66 ctmos. con destino a dichas obras (74). También este mismo año la Diputación Provincial concedió un anticipo de 120.808 pts. con 40 ctmos. para estas obras (75); las cuales terminaron unos años después (1949).
Otra zona importante de riego era la vega del Guadalbullón a su paso por el término de Pegalajar, de menor extensión que las tierras fertilizadas por la Fuente de la Reja, por pasar el río por un valle angosto en el que no podían ser regadas muchas tierras. A través de cauces, las aguas del río fertilizan pagos como el de la Vega de Arriba (76).
En 1952, dentro del Plan de Necesidades Locales, el Ayuntamiento de Pegalajar solicitó el estudio de un pantano para el Río Guadalbullón en las proximidades de La Cerradura lo que de haberse realizado hubiese supuesto el riego de numerosas hectáreas (77).
A pesar del nacimiento de agua de la Fuente la Reja, éste nunca ha sido suficiente para fertilizar todas las tierras que al Sur y al Suroeste de la población se extienden a un nivel de altitud decreciente hacia el Guadalbullón. Por otra parte, siempre han sido muy numerosos los años de sequía, en los que el volumen aforado por dicha fuente disminuye de una forma considerable, debido a que la superficie piezométrica del acuífero situado al Norte de la población, que da lugar al manantial de la Charca, está ligado a conducción por galerías con fenómenos de sifonamiento (78).
Para hacernos una idea de la frecuencia de estos años de sequía detallamos seguidamente los que por su importancia han sido recogidos en documentos del A.M.P. desde 1852 a 1970: 1852 (79), 1858 (80), 1863 (81), 1867 (82), 1874 (83), 1882 (84), 1883 (85), 1893 (86), 1894 (87), 1896 (88), 1897 (89), 1899 (90), 1904, 1905, (91), 1907 (92), 1935 (93), l945 (94), 1949 (95), 1968 (96), ...
La búsqueda de agua ha sido una de las preocupaciones fundamentales de algunas corporaciones municipales. En 1927 se acordó gestionar con la Sociedad de Fertilidad de Madrid, que se dedicaba al alumbramiento de aguas, los estudios oportunos en el Chorreadero, "por haber la presunción muy arraigada y general de que existen algunos manantiales de aguas potables" (97). La Sociedad de Fertilidad mandó un técnico que realizó un estudio geológico e hidroscópico de la finca "El Cercadillo", al que se le abonaron 100 pts. (98), sin que se llegaran a realizar trabajos de prospección positivos.
En 1946, el Ayuntamiento de Pegalajar manifestaba su preocupación por los trabajos que se estaban realizando en Mancha Real en busca de aguas, "que podían poner en peligro y disminuir el caudal del manantial de la Charca", por lo que acordó mandar una comisión a Sevilla para entrevistarse con la "Dirección Hidráulica del Guadalquivir" (99). En 1950, se volvió a manifestar la preocupación por el "grave peligro que amenaza a la continuidad y conservación del caudal de aguas de la Fuente de la Reja a consecuencia de las labores de minado que se haya realizando el Ayuntamiento de Mancha Real en el sitio del Barranco de su termino municipal" (100).
Años mas tarde, en 1957, en Pegalajar comenzaron a hacerse estudios geológicos y geofísicos para la búsqueda de aguas por el Instituto Nacional de Colonización (101), lo que no se tradujo en prospección alguna. En 1962, el alcalde de Pegalajar, Francisco Antolín Chica Torres, informó a la Corporación de la necesidad que existente de aumentar los regadíos del término, "de traer las aguas del Arroyo de Bercho y Barranco de las Hazadillas, a un embalse que seria construido en el lugar que se designe por técnicos en la materia". Se acordó la elaboración de un proyecto y solicitar subvenciones del ministerio de Obras Públicas (102). Proyecto que no fue llevado a la práctica, como tampoco lo fueron en 1964 el de conducción de aguas de los manantiales Borbotón y Toril y el proyecto de acequias para riego.
En los últimos años se han dado pasos en búsqueda de la tan ansiada agua con un resultado no muy positivo en un principio. Primero se realizo el entubamiento de aguas para el riego, posteriormente la traída de aguas de la zona del "Entraícho", Los Charcones y otras fuentes del Bercho Alto; y la perforación en la zona de las Eras de la Ventilla. Más adelante, en 1988, se realizó con éxito la perforación en la zona de Puerto Alto y en 1992 se captaron las fuentes de agua del Bercho Bajo. Proyecto que en un principio sólo estaba limitado a las fuentes del Chinar y Peña Blanca (103). Esta política de aguas ha resultado polémica, puesto que si por un lado se han conseguido resultados extraordinarios con el sondeo del Puerto Alto, que abastece de agua las veinticuatro horas a la población; por otro lado, las captaciones de agua para uso urbano de las fuentes de la zona de Bercho y "Entraícho" supone un caudal de agua muy precario que no compensa en gran daño ecológico que ha producido la desecación de gran número de pequeñas fuentes. El problema continúa.