CAPITULO IV
2.- Los cuerpos armados.
2.3 Milicias populares.
Con esta definición nos referimos a aquellos grupos armados, que con un fin político y compuestos por individuos de carácter civil, se formaron a lo largo de los siglos XIX y XX.
Las más antiguas referencias datan del 1811. Tras la derrota de Ocaña, en 1809, sufrida por las tropas hispano-inglesas, las tropas francesas de Napoleón ocuparon casi toda la Península. Entonces adquiere creciente importancia la lucha de "guerrillas", organizadas según el "Reglamento de Partidas", que hostigaban continuamente a los franceses y desorganizaban su sistema de comunicaciones y transportes.
Es un nuevo tipo de lucha el realizado por la guerrilla, una forma específica de combate en los medios rurales que después desembocará en un nuevo concepto de "guerra total", en la que el uso del paisaje entra como un factor inesperado, contra el que nada pueden los principios de la lógica militar y al que hay que unir un sentimiento de ardor patriótico, el romántico y la improvisación.
Una parte importante de las guerrillas estaba formada por excombatientes, grupos dispersos de soldados del ejército militar derrotado, por lo que en 1811 las autoridades provinciales del Gobierno de José Bonaparte ordenaban a los ayuntamientos, incluso el de Pegalajar, que los soldados dispersos que aparecieran por el pueblo se presentaran ante el Comandante de la Plaza de Jaén con las armas y fornituras, amenazando con dar un castigo ejemplar si escondían armas, "pues muy de biejo tiene Vd. y esa Municipalidad el no hacer nada como se les prebiene reduciendo todo a escusas contra el Serbicio" (54).
Pegalajar, por su condición geográfica, era un terreno propicio para mantener una lucha de guerrillas. Las sierras de Almadén y Mágina, que se continúan con el resto del Sistema Bético hacia el Sur, daban albergue a partidas de guerrilleros, como la del Pedro del Alcalde, que el día 22 de mayo de 1811 entró en Pegalajar, uniéndosele algunos individuos del pueblo, entre ellos el primer regidor Antonio Ruiz (55). Para evitar el crecimiento de las partidas, las autoridades provinciales afrancesadas hacían pagar 4.050 reales a cada familia de un desertor (56).
Otra milicia popular que se formó en determinados momentos del siglo XIX fue la Milicia Nacional, que era un cuerpo sedentario de organización militar compuesto por individuos de orden civil e instituida en España por los liberales para la defensa del sistema constitucional. Apareció por primera vez en el Trienio Liberal, concibiéndose como una fuerza armada que si bien no tan poderosa como el Ejército, si era un elemento disuasorio de la actividad golpista. Se constituye como un sustituto del Ejército para el mantenimiento del orden público, pero realmente será el instrumento más poderoso del radicalismo popular para conseguir el cambio político. No estaba al servicio del Gobierno, sino al servicio de los municipios y las juntas patrióticas.
Las primeras noticias que tenemos sobre la Milicia Nacional en Pegalajar datan de 1844. En ellas se habla de sus fondos, que eran de 6.177-17 reales, y la procedencia de éstos, que en su totalidad provenían de las retribuciones de los exceptuados del servicio personal (57).
En 1854, cuando tras la Revolución liberal de julio en Jaén y obedeciendo a la Junta de Gobierno de la Provincia, volvió a constituirse la milicia, "organizándola por de pronto con los individuos que existan de los que la componían al tiempo de su disolución" (58).
En un principio, un problema fundamental de la milicia de la provincia era el armamento. Cuando se formó la Junta de Gobierno, está pidió a la de Granada seis mil fusiles para atender sus necesidades de armamento (59), los que no recibieron en su totalidad; pues a finales de 1854 existían en la provincia un total de 14.000 milicianos, que necesitaban con urgencia 4.200 fusiles, de los que sólo se habían recibido 780 (60). La cuestión del armamento era un problema a nivel nacional, incluso en 1855 la mayoría de los batallones de la provincia carecían absolutamente de armas, por lo que a petición del Subinspector provincial de la milicia el Ayuntamiento de Jaén accedió a reintegrar a los pueblos 100 fusiles (61).
La milicia de Pegalajar formaba parte del Quinto Batallón de la Provincia, con sede en Mancha Real, del que dependían también los pueblos de Torres, Torrequebradilla y Albanchez. En Pegalajar existían, en 1855, dos compañías con un total de 177 individuos (62).
EL servicio en la milicia era en principio obligatorio, aunque en muchas zonas, aparte de la escasez de fusiles, estaban interesados en los ingresos procedentes de quienes pagaban la exención del servicio (63).
EL día 4 de junio de 1855 se dio un decreto sobre la milicia. Se suspendió el alistamiento obligatorio. Los voluntarios que quisieran alistarse tenían que ser contribuyentes de impuestos directos. La exclusión de las personas pobres podía defenderse basándose en que a los hombres que tenían que ganarse el pan de cada dia no se les podía cargar con servicios que cumplir. Bajo tales argumentos se escondía la impresión de que los "órdenes inferiores" estaban tomando parte demasiado grande en la milicia y eso podía convertirse en un arma peligrosa de lucha de clases (64).
EL 18 de julio de 1856, tras la dimisión de Espartero y el encargo de la Reina de formar nuevo Gobierno a O'Donnell, la milicia de Pegalajar, como la de Jaén, al mando de los tenientes Juan Herrera y José Gómez se levantó en contra del nuevo Gobierno y en apoyo de Espartero ante el "inminente riesgo de las libertades públicas, y obedeciendo a la nueva Junta de Gobierno, Salvación y Orden Público" (65). Tras la rendición de la milicia de Jaén ante las tropas regulares el 25 de julio (66), la milicia de Pegalajar entregó también sus armas. EL día 2 de agosto se proclamó el estado de sitio y su disolución (67).
La milicia popular, bajo el nombre de "voluntarios de la libertad", volvió a surgir con la Revolución liberal de 1868 tras la victoria en Alcolea de las tropas del general Serrano sobre las fieles a Isabel II, a cuyo mando se hallaban Pavía y Lacy. Derrotados éstos, la Reina Isabel II, que se hallaba en San Sebastián, pasó a Francia con su familia.
Una vez conocido el éxito de Alcolea, los progresistas locales, como en otros muchos puntos de España, tomaron el poder en Pegalajar formando una Junta de Gobierno el 1 de octubre de 1868 (68). Esta Junta ordenó el alistamiento de una milicia popular para hacer respetar la propiedad y el orden (69).
El nuevo Gobierno se encontró con dificultades que nacían del apoyo social a la Revolución. Las juntas no habían desaparecido totalmente, pues se convirtieron en comités de vigilancia revolucionaria que ejercían presión sobre las autoridades, y en ocasiones se producían resistencias a la hora de desarmar a los voluntarios de la libertad una vez restablecido el orden, obligando en muchos lugares de Andalucía a emplear el ejército, lo que provocó disturbios. En Pegalajar, los voluntarios de la Libertad, brazo armado de la rebelión, fueron disueltos al poco tiempo de formarse (70).
La Milicia Nacional volvió a surgir en la localidad en marzo de 1874, durante el último año de la Primera República, tras la disolución del Ayuntamiento y por orden del Gobernador Civil de la Provincia, el cual había ordenado la formación de una Junta Municipal que tenía por secretario a Eugenio León Quesada, mientras se constituía el Nuevo Ayuntamiento.
Fueron alistados en la milicia los individuos comprendidos entre los 18 y 45 años, haciendo un total de 145, distribuidos por profesiones de la siguiente forma:
Labradores 82 Comerciantes 2
Propietarios 26 Tratantes 1
Empleados 4 Sillero 1
Panaderos 3 Tablajero 1
Barbero 3 Confitero 1
Carpinteros 3 Herrador 1
Molineros 3 Zapatero 1
Albañiles 2 Escribiente 1 (71)
Como en épocas anteriores, las clases jornaleras estaban exentas del servicio.
Las milicias populares no volvieron a surgir hasta el comienzo de la Guerra Civil, tras el alzamiento de gran parte del ejército regular en julio de 1936. Los partidos obreros, que formaban parte del Frente Popular, movilizaron a sus militantes para formar las milicias populares que habían de enfrentarse al movimiento golpista. Al principio fue un cuerpo improvisado, mal armado e indisciplinado, que a lo largo de la guerra adquiriría una organización de fuerza regular.
En Pegalajar, las milicias se crearon una vez que se tuvo conocimiento del alzamiento militar, formándose una suscripción para socorrer a los individuos que formaban parte de ellas. El Ayuntamiento la encabezó con 1.500 pts. (72)
El abismo existente entre Izquierda y Derecha, agudizado tras el Alzamiento de julio de 1936, hacía temer a los responsables del Frente Popular la existencia de detenciones arbitrarias por parte de los milicianos y las venganzas personales, de ahí que se ordenara:
"cuantas detenciones se verifiquen por las milicias han de estar previamente autorizadas por el Frente Local del Frente Popular y es imprescindible que esta autorización esté escrita, firmada por los responsables, autorizada por el sello oficial. Es obligación de las milicias del Frente Popular poner las detenciones en conocimiento del Alcalde y éste se hará cargo del preso ordenando su encarcelamiento en la prisión del propio pueblo donde se haya verificado (...) Deben ser las propias milicias, quienes por su propio prestigio defiendan la integridad personal de los detenidos e impidan su evasión (...).
De las infracciones de la presente orden aclaratoria serán responsables los infractores y en último término la autoridad municipal".
A pesar de esta orden, no siempre esto se cumplía, produciéndose algunas venganzas personales sin castigo para los culpables.
El número de milicianos, en un principio, era muy numeroso en Pegalajar. En septiembre de 1936, por la situación económica del Comité Local del Frente Popular, se acordó la reducción del número de milicianos a treinta, como plantilla del pueblo (73).
Para la ayuda de los milicianos del frente de combate se realizaban fiestas, como la becerrada que se acordó celebrar en septiembre de 1936 a petición de los Rampers de Jaén (74).
La sede de las milicias locales se estableció en la casa incautada a Capilla Sánchez, situada en la calle Pablo Iglesias, nº 38 (75).
Con la derrota de los republicanos en la Guerra Civil la milicia desapareció. Existe algo común a la mayoría de las milicias populares que se formaron a lo largo de los siglos XIX y XX: todas surgen en época de crisis, casi todas son revolucionarias, se hacen con el poder durante algún tiempo y luego vuelven a ser derrotadas y disueltas. Son la expresión de una injusticia social que en determinadas coyunturas históricas son utilizadas por una idea política progresista o revolucionaria, la que o bien traiciona el sentimiento popular, como ocurrió en el siglo XIX, o bien es derrotada por la reacción conservadora, como ocurrió en 1939.