CAPITULO IV 

3. El Municipio.

3.1. El cabildo municipal.

El Ayuntamiento de Pegalajar se formó en 1559, tras haber conseguido por privilegio real de Felipe II el titulo de villa con jurisdicción civil y criminal y con la consiguiente independencia respecto a la ciudad de Jaén (76). Los primeros alcaldes de Pegalajar, nombrados este mismo año, fueron Juan Gómez y Pedro de Viedma (77).

Apenas hemos encontrado referencias sobre el Ayuntamiento durante los siglos XVII y XVIII. La tradición oral ubica el primitivo Ayuntamiento en la calle de las Parras, pero las referencias más antiguas, de mediados del siglo XVIII, lo ubican en la parte alta de la calle Carnicería, junto a la calle Real. Al poco tiempo debió trasladarse a su actual emplazamiento.

En el siglo XIX, el Cabildo municipal estuvo compuesto por individuos pertenecientes a las clases acomodadas de la población, casi siempre de la burguesía agraria de la localidad (78), normalmente formaban parte de la Junta de Mayores Contribuyentes que no trabajaban directamente la tierra, de ahí que el Cabildo municipal se reuniera una vez por semana y en horas laborables. Estas sesiones solían celebrarse todos los viernes por la mañana.

El Ayuntamiento o Cabildo municipal estaba formado por la reunión de regidores electos. Antes de 1845 los municipios habían sido regidos por la Ley de Ayuntamientos de 1840, que el Partido Moderado al acceder al poder había restablecido. Era una ley centralizadora que suponía una situación transitoria y circunstancial (79). Con la Ley de 1845 se redujo la representatividad de forma drástica respecto a las leyes y proyectos anteriores. Concede el voto a las capacidades, es decir, a los profesionales, militares retirados, eclesiásticos y empleados de cierta categoría: pero la mayoría del electorado estaba formada por los vecinos mayores contribuyentes de la población, debido a que la cuota de los contribuyentes se estima calculando los repartimientos vecinales a lo devengado por contribuciones directas. En lo que se refiere a la elaboración de las listas y a la distribución del municipio en distritos electorales, a la formación de las mesas, al escrutinio y a las reclamaciones, resultaba decisiva la intervención del alcalde y del jefe político o gobernador civil. El secretario era nombrado por el propio ayuntamiento (80).

La coyuntura revolucionaria de 1854 proporcionaba una alternativa distinta para los ayuntamientos, basada en la elección directa del alcalde y en la amplitud de voto. Durante el Bienio Progresista rige en municipios y provincias la Ley de 1823, cuyo sufragio es más democrático. Durante el Bienio Progresista (1854-1856) se preparó una nueva ley de ayuntamientos (81), que no entró en funcionamiento hasta el 21 de octubre de 1868. Estaba basada en principios de descentralización, aumentando el número de concejales respecto a 1823 (82), con lo que faltaban dos regidores más en el Cabildo municipal de Pegalajar, compuesto hasta entonces por 14 personas (1 alcalde, 2 tenientes de alcalde y 11 regidores).

Los ingresos municipales se clasificaban en ordinarios y extraordinarios. Integraban los primeros las rentas de propios, los arbitrios o contribuciones locales legalmente establecidos, los réditos de censos o capitales y la parte proporcional que corresponde al municipio de toda clase de multas. Los ingresos extraordinarios consistían en los repartimientos vecinales, legalmente realizados, en empréstitos, retribución de enajenaciones o de censos redimidos, donativos, etc. Las fuentes básicas de los ingresos locales seguían siendo los bienes de propios y los arbitrios municipales (83).

Los gastos se clasificaban en obligatorios y voluntarios. Los primeros eran todos los necesarios para la conservación de las fincas de propios y al pago de la contribución correspondiente, los sueldos de los empleados, gastos de oficina y juntas, la instrucción pública, la beneficencia y la manutención de presos pobres, la subscripción al Boletín Oficial, la impresión de los presupuestos y la correspondencia oficial, gastos de la quinta del municipio, el pago de las deudas y los intereses de censos y empréstitos y, en general, todos los demás gastos que las Leyes prescriban al municipio (84).

La Junta de grandes contribuyentes de la localidad era un órgano consultivo del municipio y de máxima importancia política y económica, éstos eran los maestros de las decisiones a nivel fiscal y económico del pueblo, también a nivel social (85). En Pegalajar, a finales del siglo XIX y primeros del XX, estaba formada por 48 personas.

El interés de pertenecer a la Corporación Municipal radicaba en que las contribuciones personales o directas eran distribuidas por los ayuntamientos. "quien quiera que tuvieran vara alta en ellas podía cuidarse de que sus amigos no pagaran más de lo debido y sus enemigos, en todo caso, no menos de lo que les correspondía (86). Así vemos que a la hora de repartir las contribuciones se intenta recargar excesivamente las cuotas de los contribuyentes forasteros, que no tenían influencia en la Corporación, y ante las reclamaciones de éstos la administración de Hacienda tenía que intervenir, como en 1868, ordenando "se reintegre a los hacendados forasteros la parte que se les ha gravado de más" (87).

En 1868 se dividió al pueblo en dos distritos o colegios electorales para las elecciones municipales. El primero abarcaba "el Barrio de la Plaza, dando principio en la calle de las Parras hasta la Carnicería, ambas inclusive", cuyos electores debían concurrir a las Salas Capitulares, local señalado al efecto; el segundo comprendía "el otro Barrio de Santa María", que daba principio en la calle Arco de la Villa y concluía en las caserías de campo. Estos últimos tenían que votar en la casa Pósito. Seis concejales se elegían en el Pósito y cinco en las Casas Consistoriales (88).

Un cargo importante en el Ayuntamiento era el del Secretario. Este era elegido por la corporación como empleado suyo y retribuido de los fondos municipales. La continuidad del empleo frente a la brevedad de otros cargos municipales, las funciones que desempeña y la experiencia que llega a adquirir en los asuntos del municipio convierten al Secretario en elemento fundamental en el Ayuntamiento. De ahí los problemas que surgen, siempre para asegurar el cargo en persona incondicional de un determinado grupo (89). Es el caso de la destitución, tras la Revolución de 1868, de Carlos Martínez León, "fundada en la falta de simpatías que reúne en esta villa y las demostraciones que el pueblo ha hecho en su contra en el acto mismo del pronunciamiento" (90); o ya durante el siglo XX, en 1936, el caso de Lorenzo Morillas Calatrava, basada en los siguientes motivos: abandono inmotivado del destino, desobediencia e insubordinación por expedir documentos a espaldas de la alcaldía, mal concepto público por apropiarse del dinero que anualmente recibe para gastos de oficina, por no haber ejecutado ningún asiento de libros de contabilidad desde su ingreso en 1933 y la presunción de condena firme por el delito de violación, cuyo fallo está pendiente por el Juez de Instrucción" (91). Este secretario volvió de nuevo al Ayuntamiento en 1939 con la nueva corporación municipal franquista (92).

En 1854, las comisiones que formaba el Ayuntamiento eran las siguientes: aguas, escuelas, abastos, fiestas, pósito y terrenos de propios para edificar casas (93).

En 1863, las comisiones municipales habían cambiado. Ahora eran las de ornato, fiestas, abastos, policía urbana y receptor de bulas (94).

Las Casas Consistoriales estaban ubicadas en la Plaza de la Constitución, cuyo origen de posesión municipal se desconocía a mediados del siglo XIX (95).

Por otra parte, el Ayuntamiento atravesó una difícil solvencia económica a lo largo del siglo XIX y principios del XX. Los crecidos gastos hacían que en muchas ocasiones se tuviese que recortar el presupuesto drásticamente, a costa de cosas fundamentales como el alumbrado y la instrucción pública (96), o haciendo un repartimiento entre los vecinos para cubrir los déficit (97), o bien suprimiendo las plazas de guardas municipales (98).

En 1908, los gastos del municipio eran los siguientes:

1.- Gastos obligatorios de pago inmediato:

- Personal y material de instrucción pública.

- Personal, material y manutención de presos pobres de las cárceles el partido judicial y municipal.

- Socorros a pobres transeúntes, enfermos domiciliarios y medicinas a enfermos pobres.

- Encabezamiento de consumos.

- Contingentes provincial y atrasos.

- Suministros al Ejército.

- Salarios, jornales y haberes de todos los servidores del municipio.

2. - Gastos obligatorios de pago diferible.

- Construcción, conservación y reparación de obras públicas.

- Imprevistos.

- Fomento de arbolado.

3. - Gastos voluntarios.

- Festejos públicos

- Contribución al cupo carcelario (99).

Algo frecuente en esta época era el cambio de funcionarios al cambiar de individuos el Cabildo municipal. En 1913, a la entrada del nuevo alcalde fueron sustituidos el alguacil portero del Ayuntamiento, el peón caminero y los guardas municipales del campo (100); o en 1919, en que fueron cambiados los guardas municipales y de campo (101).

La corrupción llegaba en ocasiones a las mismas arcas del Ayuntamiento. En 1904 fueron robadas 735,19 pts (102). En agosto de 1923 se realizó un pleno extraordinario a instancias del delegado del Gobierno Civil de la Provincia, en vista de la inspección practicada en la administración del municipio. En esta época la Corporación estaba dividida en dos bandos, uno formado por el Alcalde y los concejales que ejercian cargos en el Ayuntamiento y que se vieron involucrados en un dasfalco de fondos municipales (103), lo que motivó la dimisión de la Corporación de Ángel Gómez Gámez, Alfonso Medina Calatrava, Lucas León Gómez y Antonio Molina Gómez (104). Los cargos fueron retirados por parte de otra nueva Corporación en diciembre de 1924 (105).

En 1931, con el nuevo Gobierno republicano cambió la Corporación municipal. También existían sospechas de malversación de fondos del anterior Ayuntamiento, de ahi que también se solicitara al Gobernador Civil la realización de una inspección desde el año 1920 a abril de 1931 (106).

En cuanto a los presupuestos municipales, en 1927, la mayor parte de los gastos del Ayuntamiento se dedicaban a obligaciones generales (24.801 ,82 pts), personal y material de oficina (14.042, 35 pts.) y policía rural y urbana (12.040,65 pts.) (107). Como vemos, gran parte del presupuesto se dedicaba a personal, que en 1928 lo componían las Siguientes personas:

 

Personal Técnico Sueldo anual individual

Dos médicos titulares 2.700 pts

Dos farmacéuticos 500 "

Una practicante en cirugía y medicina 300 "

Una profesora de partos 250 "

Un inspector veterinario 1.000 "

Un inspector de higiene y Sanidad pecuaria 400 "

 

Personal administrativo

Un secretario 5.000 "

Un oficial primero 1.920 " Un oficial segundo 1.740 " Un auxiliar primero 1.560 " Un depositario 500 "

 

Personal subalterno

Un alguacil, portero del Ayuntamiento 1.003,75 Pts

Dos guardias municipales 1.003,75 "

Tres vigilantes nocturnos 1.003,75 "

Dos guardas de campo 1.003,75 Pts

Un peón caminero 1.003,75 " Un sepulturero 273,60 " El encargado del Reloj Público 75 "

Un cartero, correspondencia oficial 100 "(108)

El personal administrativo se vio ayudado en su labor por la primera máquina de escribir que utilizó el Ayuntamiento, en 1928, marca Underwood, nº 322.441 , modelo 314, adquirida por 1.750 pts. (109). La mayor parte de los ingresos procedían de imposiciones municipales (50.018 pts.) y derechos y tasas (22.501 pts.).(110).

Las comisiones municipales de esta época eran de Hacienda, Régimen Interior, Fomento y Festejos (111).

En abril de 1934, los socialistas tenían la mayoría en la Corporación, siendo el alcalde Manuel Cueva López, el cual presentó la dimisión. En sucesivas votaciones no se logró la mayoría absoluta para la elección de un nuevo alcalde. En la votación definitiva del 28 de abril de 1934, por mayoría relativa, fue elegido alcalde un concejal de la oposición: Ángel Cordero Torres. Siendo mayoría los concejales socialistas, incomprensiblemente desperdigaron sus votos (112). Los concejales Antonio Ortega Valenzuela, Antonio Merino Espinosa, Antonio Morales Torres, Pedro Jiménez Mengíbar, Luis Lechuga Medina, Gaspar Espinosa Torres y Manuel Cueva Torres se negaron a firmar este acta y consideraron el nombramiento de Ángel Cordero como nulo, "porque fue elegido alcalde en tercera votación y sólo con cinco votos" (113).

La tensión aumentó en el Pueblo y los concejales socialistas se consideraron ofendidos por el Alcalde y concejales agrarios cuando al entrar en el salón de sesiones fueron cacheados por la Guardia Civil (114). Esto motivó que los concejales socialistas dejaran de acudir a las sesiones y que a éstas sólo acudieran Ángel Cordero Torres, Luis Pérez Gámez, Juan García Castro y Gaspar León Jimeno.

Esta Corporación destituyó a los funcionarios municipales que habían participado en al huelga campesina de los días 5 y siguientes de junio de 1934 (115). Otra novedad que introdujo esta Corporación fue celebrar las sesiones, que se venían celebrando a las 21 horas para facilitar la asistencia de los concejales obreros, a las 12 horas (116).

Los concejales socialistas debieron comprender que su ausencia de las sesiones de la Corporación producía más mal que bien. El 22 de agosto volvieron a ellas, solicitando la reposición de los empleados municipales destituidos y el cambio de horario, 9 de la noche, "hora oportuna para que asistan los concejales obreros", a lo cual el Secretario respondió que no era legal el cambio (117). Los socialistas de nuevo dejaron de acudir a las sesiones, aunque tampoco se les citaba (118).

En junio de 1935 volvieron a acudir a las sesiones los concejales socialistas. El Ayuntamiento se volvió ingobernable por el boicot de la mayoría socialista, que rechazaba todas las propuestas del Alcalde. Y éste a su vez consideraba como ilegales las propuestas votadas por la mayoría socialista, no llevándose a efecto (119). Por otra parte, sólo se tomaban acuerdos en los asuntos que el Alcalde ponía en el orden del día, levantándose las sesiones quedando asuntos pendientes (120). Los socialistas como respuesta dieron su negativa a la discusión de cualquier asunto y la decisión de los acuerdos, adoptando "esa grave decisión mientras ocupe la presidencia el actual alcalde que no goza de la confianza de la mayoria que ha solicitado su dimisión" (121).

En febrero de 1936, tras las elecciones generales en las que obtuvo la victoria el Frente Popular, se presentó en el Ayuntamiento un delegado del Gobierno Civil que colocó como alcalde a Gaspar Espinosa Torres, reservándose el nuevo alcalde el derecho de solicitar una visita de inspección a los libros de contabilidad del municipio (122); y volviendo a cambiar algunos empleados municipales (123). Los concejales Ángel Cordero Torres, Luis Pérez Gámez y Juan García Castro dejaron de asistir a las sesiones, por lo que en julio, antes del Alzamiento Nacional se les dio de baja como concejales" (124).

Durante el periodo de la Guerra Civil, la división entre los componentes de la Corporación municipal era muy acusada. En enero de 1937 entró como alcalde Francisco Galiano Saavedra (125), que se quejaba del boicot a que le sometían sus compañeros, siendo sustituido en marzo de 1.937, provisionalmente, por José Navas Garrido (126), que también recibió un voto de censura de sus compañeros y fue sustituido en abril de 1937 por Luis Lechuga Medina (127). En noviembre se estableció una lista de 41 personas "consideradas peligrosas para el actual Gobierno de la Nación", en la que se incluía a Gaspar Espinosa Torres, anterior alcalde y representante de la Agrupación Socialista Local y presidente del Sindicato U.G.T. (128).

En 1939, la nueva Corporación franquista cambió las comisiones. Las nuevas eran de Festejos, Policía Rural, Hacienda e Investigación e Informes. Las sesiones se realizaban el día 14 y último de cada mes (129); volviendo de nuevo el Secretario, Lorenzo Morillas Calatrava, a ejercer sus funciones y reclamando el pago de los años de sustitución, en todo caso "por vía de apremio de los concejales comunistas que en su día decretaron su sustitución" (130). Cinco años después se le dio el cese por su traslado a Beas (131). En 1949 solicitó a la Corporación municipal ser nombrado "asesor" del Apuntamiento, a cambio de escribir la "Historia de Pegalajar" (132), la cual fue publicada más tarde.

En los años de la postguerra la situación económica del municipio continuó precaria, llegando a formarse una comisión en 1946 para entrevistarse en Madrid con el ministro de Hacienda "por no haber percibido (Pegalajar) cantidad alguna de la que por cupo de compensación le corresponde" (133). A partir de la década de 1950 la situación empezó a mejorar. Se adquirieron las eras del Caño de la Presa (134), se consiguieron préstamos del Banco de Crédito Local de España (135), se aprobaron los proyectos de saneamiento y red complementaria de distribución de aguas potables (136),... El Ayuntamiento mantenía a 14 funcionarios, entre ellos un director de banda de Música. También se aumentó la plantilla de guardias municipales, "debido a la enorme afluencia de forasteros a esta población, sobre todo en verano, con motivo del funcionamiento de la piscina" (137).

Los concejales eran renovables periódicamente atendiendo al tercio de representación familiar, el de representación sindical y el representativo de entidades económicas, culturales y profesionales, que para nada modificaban las unánimes decisiones de la Corporación. La plantilla del Ayuntamiento fue ampliada en 1969 con la incorporación de un perito aparejador, para asesorar al Ayuntamiento en materia urbanística, y un fontanero en 1970.

Todo empezó a cambiar a partir de 1979. A partir de este año se inició la campaña de elecciones municipales, señalándose como locales oficiales y lugares abiertos para los actos en campaña electoral el Parque de La Charca y las escuelas de los barrios de la Virgen y de la Paz. Las elecciones tuvieron lugar el 3 de abril de este año, obteniendo la Unión de Centro Democrático (UCD) cinco concejales, tres el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), dos el Partido del Trabajo de Andalucía (PTA) y uno el Partido Comunista de España (PCE), consiguiendo la alcaldía por primera vez después de cuarenta años un socialista: Pedro Ruiz Medina. Se aprobó un nuevo régimen de sesiones con un pleno mensual el último jueves de cada mes, y las sesiones ordinarias de la comisión permanente cada jueves (138).

Con el nuevo ayuntamiento democrático, las disensiones en los plenos se hacen patentes y las actas aumentan su extensión extraordinariamente. Los temas polémicos ahora se hacen continuos, como la desaparición de la imagen de la Virgen de las Nieves en el programa de fiestas de 1979, la adhesión al Estatuto de Autonomía de Andalucía por el artículo 151, la solicitud de retirada de la placa de los caídos por el bando vencedor en la última contienda civil, el ingreso de España en la OTAN, etc (139).

Las desavenencias entre los distintos grupos dieron lugar a que por primera vez, mayo de 1984, los concejales de Alianza Popular abandonaran la sesión sin autorización del alcalde. Fue el primer aviso, pues en noviembre del mismo año, Partido Popular (PP) e Izquierda Unida (IU) consideraron que no se respetaba la soberanía del pleno municipal y que por parte de la Alcaldía se mantenía "una aptitud totalmente autoritaria y antidemocrática", decidiendo ambos grupos no asistir a los plenos ni participar en ningún asunto municipal hasta tanto se rectificase la línea de actuación por parte del Alcalde y una actitud más favorable al entendimiento y al diálogo (140).

El 27 de noviembre de 1985, volvieron al pleno todos los concejales, excepto Joaquín Quesada (IU), para tratar temas de gran interés para el pueblo, como la construcción de casas en el Haza de Jesús y la cesión de terreno en dicha haza. A partir de ahí la participación en los plenos de la oposición fue esporádica. En este período, 22-noviembre-1985, tuvieron lugar unos hechos que provocaron hondo pesar en una parte del pueblo, al haberse rociado con alquitrán la lápida de la Cruz de los Caídos por el bando vencedor en la Guerra Civil. Los concejales del PP calificaron de vandalismo tal hecho y solicitaron la búsqueda e identificación de los promotores, junto con mayores medidas de vigilancia nocturna, pidiendo el olvido y el fin de los enfrentamientos de tiempos pasados. Más adelante se acordó por mayoría quitar dicha placa y poner otra con todos los pegalajeños caídos en la Guerra Civil, lo que no llego a ejecutarse, quedando al final la situación como estaba.

Sin embargo, no todo eran disensiones en la corporación. Otros muchos acuerdos se tomaron por unanimidad, como la moción de repulsa a la actitud antidemocrática del coronel Tejero en el intento de golpe de Estado de 23 de febrero de 1981, o el acuerdo de asociarse a la Federación Española de Municipios y Provincias (141).

 

 

3.2. Los Bienes de Propios.

Los bienes de Propios eran fincas urbanas y rústicas (estas últimas las más importantes) de propiedad municipal. El arrendamiento producía una renta periódica destinada a cubrir el coste de los servicios municipales. Muchas veces, estos bienes se confundían con las fincas comunales (que eran fincas municipales rústicas), que se explotaban colectivamente por los vecinos de forma gratuita, en un principio, y como complemento de sus rentas personales.

A mediados del siglo XVIII, Pegalajar poseía los siguientes bienes:

Fincas urbanas: el Ayuntamiento, la cárcel, la carnicería, el pósito, un horno y un molino de aceite.

Fincas rústicas:

- Dehesa de Bercho, con tierras de labor y de pastos y de unas 2.500 fanegas de extensión (unas 1.611 Has.).

- Dehesa Boyal, con 300 fanegas (579 Has.), de ellas 600 de labor y 300 de pastos.

- Dehesa de Potros, con 700 fanegas, de ellas 400 de labor y 300 de pastos.

- Dehesa de Cuchillejo, con 400 fanegas de pasto.

- Otras 550 fanegas "dejan para ocupación de esta población, caminos, barrancos, veredas, peñascos, caja del río y mechones incultos".

Dentro de estas dehesas se encontraban en 1739, las tierras del Arremetedero, Rincones del Concejo, la Majada Carrizo, el Carretón, Almoroche, Hoyas Tercera y la Serrezuela.

En total eran unas 5.350 fanegas las pertenecientes a los bienes Propios, o sea, el 53,5% de las 10.000 fanegas en las que se evaluaba la extensión del término de Pegalajar.

La mayoría de estas tierras eran zonas de pasto, aunque también las había de labor, las cuales solían arrendarse. La mayor parte de los pastos se arrendaban mediante subasta (142).

En general, los montes de Propios tenían poca vegetación arbórea, de ahí su escasa utilidad como explotación maderera (143), sólo en el monte de Bercho se extraían algunos pinos salgareños para su aprovechamiento maderero (144). Esta era la finca de Propios más importante.

El monte de Bercho fue comprado en 1646 por los vecinos de Pegalajar. Desde aquella época, los vecinos podían extraer sin pago alguno cuanta leña necesitasen, "que por lo común era de madroño, corneta, retama y romero, excepto los de pino, encina y chaparra, que pasado cierto número de años han venido enajenándose para carboneo, objeto principal a que se destinan por la mala calidad y condición de los árboles". También el vecindario se encontraba con la posibilidad de aprovechar para sus ganados el pasto y la hoja del Monte.

Desde la conquista de Pegalajar en 1244, el monte de Bercho fue tierra realenga. A pesar de pertenecer al rey y no ser tierra de propios, los vecinos de Pegalajar solían obtener leña y carbón de esta zona para su uso; también posiblemente los vecinos utilizasen sus pastos bajo alquiler. Su eminente función ganadera ha quedado reflejada en la toponimia de la zona y en lugares hoy destinados a agricultura, tales como las majadas Ampona, Yeguas, Barrios, del Sol, etc. Esta función eminentemente ganadera permaneció inalterable hasta 1646, fecha en que el pueblo de Pegalajar decidió comprar la finca al rey e incluirla dentro de sus propios.

Por otra parte, en la Baja Edad Media y hasta el siglo XVI, continúa el monte de Bercho siendo un lugar importante de caza mayor. Así lo recoge el Libro de la Montería de Alfonso X, que textualmente dice:

"El Monte de Bercho es bueno de Osso e de Puerco en invierno, e son las bozerías, la una desde la Senda de Datariant fasta la Texeda, e la otra fasta la Senda del Palo, e la otra desde la Atalaya del Palo fasta las Cordilleras del Bercho. E es el armada en Vazia Talegas".

El porqué de esta venta real está directamente relacionado con la bancarrota de la Hacienda española en el transcurso del reinado de Felipe IV. Las rentas recaudadas por Hacienda se dedicaban exclusivamente a satisfacer los gastos de la casa real, la alta burocracia, la deuda pública y, sobre todo, los gastos militares (145).

Otra finca de Propios de notable importancia era el Carretón, que fue adquirido en 1825 por Gaspar Valenzuela y unos años más tarde lo fue por León Esteban, uno de los mayores propietarios de Jaén. No obstante, los vecinos de Pegalajar continuaban con el derecho de disfrute de los pastos y rastrojos de estas tierras, mientras no se plantasen de viña y arbolado. Este derecho continuó a pesar de las protestas de los herederos de León Esteban, que en 1867 denunciaron ante el Consejo Provincial este tema, pero la sentencia fue favorable a los vecinos de Pegalajar.

El afán de tierras en este período viene dada por el continuo crecimiento de la población. En la década de 1840 no sólo comienzan las roturaciones, ilegales, en el monte de Bercho, sino también en el Serrezuela, de tal forma que el Ayuntamiento solicita de la Diputación Provincial la autorización para repartir el terreno de Propios de la Serrezuela, reservando a los ganaderos sus derechos, travesías, entradas y salidas, junto con el terreno de aprovechamiento común (146).

La desarmortización de Madoz, a partir de 1855, vino a suponer el fin de gran parte de los bienes de Propios. La reforma agraria liberal quería acabar con la explotación comunal de la tierra, pues en una sociedad individualista y guiada por la apetencia de aumentar el beneficio privado, la existencia de estas tierras era algo retrógrado e inmoral.

La causa principal de la desamortización de los bienes de Propios de los pueblos estaba en la penuria económica que arrastraban los gobiernos del país a lo largo de la primera mitad del siglo XIX (147). La penuria obligó a Madoz, entonces ministro de Hacienda en el Gobierno de Espartero, a buscar dinero urgentemente, "forzándole a hacer desde el poder lo que él mismo había censurado desde la oposición", ya que anteriormente, en 1847, se había opuesto a la desamortización de estos bienes (148).

La opinión general de los pueblos era contraria a la desamortización, según un cuestionario realizado a tal efecto en 1851 (149). El Ayuntamiento de Pegalajar fue uno de los que se oponían por "la necesidad que tiene este pueblo de poseer y aprovechar el producto de los caudales de Propios, principalmente los que proporciona el Monte de Bercho en leña y pastos (150).

La desamortización de estos bienes se venían arrastrando desde antiguo (15l). En 1.760, Carlos III les impuso una contribución del 2% del producto, que más tarde se elevó al 10%. Carlos IV, a finales del siglo XVIII, dispuso que un sobrante de las rentas de Propios se dedicase a la extinción de vales reales. En las Cortes de Cádiz, en el decreto de 4 de febrero de 1813 se acordó reducir a propiedad particular estos terrenos (152), decreto que se repitió en el Trienio Liberal, pero que apenas tuvo tiempo de ser aplicado. Las décadas que transcurrieron desde entonces hasta 1855 presenciaron la casi paralización de la desamortización de estos bienes" (153).

En Pegalajar, a partir de 1848 se produjeron roturaciones arbitrarias, las que fueron en aumento, de aquí que en el 1854 el Ayuntamiento acordase hacer un censo de terrenos del caudal de Propios de la Dehesa de Bercho para su roturación (154).

Pero ese expediente fue suspendido por la Real Orden de 10 de febrero de 1855 (155). Ya antes, en 1850, el Ayuntamiento había intentado enajenar los bienes de Propios (parte del "Monte de Berchal"), en el sitio llamado del "Entredicho", a lo que se opuso el de Torres aduciendo pertenecer por mitad todos los aprovechamientos en esté sitio, mientras Pegalajar sólo le reconocía derechos a pasto y abrevadero para sus ganados, según un certificado de concordia fechado en 1539 (156). Estos terrenos estaban poblados de encinas y pinos, y según las reales provisiones de 1594 y 1595, se prohibía roturarlos (157).

Los principales preceptos de la desamortización estaban recogidos en la Ley de 1 de mayo de 1855. En el articulo 1º se declararon en estado de venta los bienes pertenecientes al Estado, Clero, Ordenes Militares de Santiago, Calatrava, Alcántara, Montesa y San Juan de Jerusalén; Cofradías, Obras Públicas y Santuarios, ex-infante don Carlos, Propios y Comunes de los pueblos, Beneficencia e Instrucción Pública: y generalizaba añadiendo todos los pertenecientes a las manos muertas. Por el art. 2º se exceptuaban de la venta los terrenos de aprovechamiento común. La forma de pago era en pública subasta (Art.3º) (158).

Los municipios debían presentar las reclamaciones para la excepción de venta de los terrenos de aprovechamiento común y para la declaración de dehesas boyales, por lo que el Ayuntamiento de Pegalajar "reconociendo la necesidad e importancia de esta parte del servicio (...) acordó: que el Monte y Dehesa de Bercho, se destinó para Boyal, al pasto de ganado de labor, la cual pertenece al caudal de estos Propios. Y para la excepción de terrenos de aprovechamiento común se dirijan las actuaciones a los que están considerados como tales y consisten: 1º Cerro del Morrón y Solana del Enebral en el puerto de la Mancha: 2º la Serrezuela al Norte y contigua a la población; y 3º los Cerros de Bodegones y Grajales" (159). Estos terrenos eran de mancomunidad con la ciudad de Jaén (160), desde 1559, según la carta de privilegio real otorgada en dicha fecha".

En 1862, siendo alcalde Francisco Javier Vilches, uno de los principales problemas del Ayuntamiento era la legitimación de las roturaciones de Bercho, que habían venido realizando las familias sin recursos, de ahí qué la Corporación decidiera aprovechar el paso de la Reina Isabel II hacia Granada para solicitarte dicha legitimación (161). A pesar de la petición esta no se consiguió y las roturaciones continuaron con el consentimiento del Ayuntamiento, que nombró un perito agrícola para qué las dirigiera y las controlara (162). Fue en 1868, tras la Revolución, cuando la Diputación Provincial accedió a la legitimación, manifestando el Ayuntamiento "que sólo la libertad que por el último alzamiento hemos conquistado se debe la concesión de que queda hecho mérito, (...)" (163).

En 1869 se hace el deslinde y amojonamiento de Bercho con respecto a los pueblos lindantes, se formalizan las roturaciones y se establecen hipotecas sobre ellas con miras a obtener un titulo en el registro de la propiedad (164). El Ayuntamiento conservó las tierras no productivas como pastos, que a su vez se arrendaban para su aprovechamiento (165).

En estos montes de Propios eran frecuentes los robos de leña por parte de individuos de los pueblos limítrofes, sobre todo cuando por falta de presupuesto, se suprimían los guardas jurados existentes" (166).

La Ley de Desamortización de Bienes de Propios estuvo vigente prácticamente hasta principios del siglo XX. Para salvar la situación económica de los pueblos, tras la desamortización, la idea de Madoz consistía en compensar a las entidades cuyos bienes se enajenaban con una cantidad equivalente al importe de la venta de los mismos. Tal equivalencia era tan sólo aparente por:

- La diferencia entre el valor real y el valor en venta, dado que éste disminuiría notablemente a consecuencia del aumento de la oferta y de los abusos típicos del sistema de venta en subasta pública.

- La depreciación de la moneda, pues la renta del 3% de los títulos de la deuda era insuficiente a más de un siglo de la desamortización, y mucho menor que el rendimiento efectivo que los municipios podían obtener ahora de los bienes desamortizados" (167).

En cuanto a las fincas urbanas de Propios, en Pegalajar en 1866, eran las siguientes:

1.- Casas Consistoriales, "tan antiguas que no se conoce su origen", en las que se realizaron obras en 1863.

2.- Matadero. Levantado de nueva planta en 1845.

3.- Paneras del Pósito, "tan antiguas como la creación del pueblo".

4.- El Cementerio. Construido en 1854.

5.- La Carnicería y despacho de carnes. "Su origen es el mismo que el del Pósito" (168).

Hasta principios del siglo XX continuaron en propiedad del Ayuntamiento los baldíos del Haza Colorada, Morrón y Hoyo de la Sierra los cuales carecían de toda clase de arbolado y la producción de pastos era escasa, lo que dificultaba su arrendamiento. Estos eran utilizados por el vecindario, desde tiempo inmemorial, como terrenos de aprovechamiento común, "para el desahogo de ganado de labor y uso propio de los vecinos y el sostenimiento de algún atajo de cabras" (169). Debido a la difícil situación económica del Ayuntamiento estos terrenos también fueron enajenados (170).

En 1925, el Ayuntamiento volvió a comprar los anteriores terrenos, cuyos propietarios eran Francisco, Fabiana y Piedad Oviedo de Castillejo y Siles (éstas dos últimas casadas con Aurelio Ortega Calzado y Alfonso Medina Calatrava), Francisco Gómez Gámez y Juan y Blasa Morales Torres (cuyo marido era Joaquín Carrasco Vinuesa), Emilio Molina Vilches, Antonio Chica García, Francisco Siles Torres y José Gómez Fernández. Tenían la siguiente extensión:

Morrón y Hoyo de la Sierra, 389 Has.

Baldíos del Haza Colorada, 433 Has.

Fueron vendidos al Ayuntamiento por 40.000 pts. cuyo pago había de hacer el Municipio en ocho años, a razón de 5.000 pts.

Por otra parte, los Propios que aún quedaban al Municipio continuaban siendo una significativa fuente de ingresos, bien por la corta y tala de leñas (171), por la renta de los pastos (172), o la renta de la alhucema que se producía en el Monte de El Moroche (173).

El inventario de bienes municipales en 1951 era el siguiente:

1º. Casa nº 10 de la Plaza del Generalísimo, dedicada a Casa Consistorial. Valor: 50.000 pts.

2º. Casa n 11 de la Plaza de Generalísimo, destinada a ampliación de la Casa Consistorial. Valor: 15.000 pts.

3º. Casa nº 12 de la Plaza del Generalísimo, dedicada a Casa Cuartel de la Guardia Civil. Valor: 100.000 pts.

4º. Casa Pósito, nº 2 de la Calle Arco Villa y 1 moderno de la Calle Carnicería, destinada a almacén municipal. Valor: 25.000 pts.

5º. Mercado Público, Calle Carnicería, n 40º (moderno). Valor: 200.000 pts.

6º. Matadero Municipal. Callejón mismo nombre. Valor: 4.000 pts.

7º. Casa nº 3, Calle Campillejo, destinada a escuela de niños. Valor; 30.000 pts.

8º. Lavadero Público. Valor: 130.000 pts.

9º. Cementerio, sito en extramuros (Tres Cruces). Valor: 50.000 pts.

10º. Monte denominado Morrón y Hoyo de la Sierra, se destina a aprovechamiento comunal. Valor: 69.000 pts.

11º. Monte titulado Baldíos del Haza Colorada, destinado a aprovechamiento comunal.

12º. Dehesa de pastos denominada Bercho, con 45 parcelas, de extensión total 1.652 Has., destinada a aprovechamiento de pastos. 10.000 pts. de renta. Valor: 150.000 pts.

13º. Monte titulado Moroche, 46 Has. Aprovechamiento comunal. Valor: 9.200 pts.

14º. Una lámina de Propios con capital de 37.669 pts. 9 ctmos. y una renta de 1.205 pts. 40 ctmos (174).

A éstos había que añadir en 1958 los grupos escolares de las Peñuelas, del Barrio Nuevo, el de la Cerradura, con dos casas, y más adelante los distintos grupos escolares y casas de maestros.

Las casas recogidas con los números 10 y 11 en 1951, destinadas a Casas Consistoriales y ampliación de estas últimas, terminaron por unirse en un edificio de nueva construcción, tras ser acogida esta obra --ya planteada en 1971-- en el Plan de Obras y Servicios de la Diputación de 1980.

La Casa Cuartel de la Guardia Civil, situada en la Plaza, junto al Ayuntamiento, amenazaba ruina desde principios de la década de los setenta. De ahí que el Ayuntamiento ofreciera terrenos para la construcción de un nuevo cuartel, cuya posible ubicación era el Haza de Jesús, con una superficie de 2.280 metros cuadrados. Mientras tanto, en 1975, se facilitaron viviendas en los albergues del barrio de Jesús a las familias de los guardias civiles. Sin embargo, lo que en un principio era una ubicación provisional, parece haberse convertido en definitiva. El antiguo cuartel fue desafectado en 1978, acordándose destinar su solar a viviendas; así como el antiguo edificio escolar del "Santo". Una vez construidas las viviendas, serían arrendadas a los vecinos (175), condición esta última no llevada a cabo, al venderse posteriormente en pública subasta debido a las penurias presupuestarias. También se desafectaron los grupos escolares en desuso del barrio de los Apóstoles, Plaza de los Toros, calle Peñuelas y La Cerradura.

Por otra parte, se adquirió la Plaza de los Toros en 1983 (176). Ya antes se habían adquirido el haza del Bañuelo para el Colegio Público de E.G.B., lo que fue completado con adquisición del haza adjunta, donde en 1993 se inauguró la piscina municipal.

 

 

3.3. El Pósito

El Pósito era una institución de carácter municipal y de un origen muy antiguo (177), cuyo fin era constituir un acopio de granos, principalmente de trigo, y prestarlo con unas condiciones módicas a los labradores y vecinos durante las épocas de menos abundancia. También estaba encargado de financiar con un interés mínimo la producción agrícola, base de la economía de la población.

La Casa del Pósito estaba situada en la Calle Carnicería. Su importancia viene dada por ser prácticamente la única fuente de financiación local, pero su solvencia nunca fue muy saneada.

Durante la Guerra de Independencia, el Pósito fue afectado por las exacciones tributarias de las autoridades francesas, a las que tuvieron que entregar 48.431 reales (178) y otros suministros que en 1856 aún no habían sido reintegrados por el Gobierno, aunque se estudiaba su cobro (179).

Por otra parte, los años sucesivos de malas cosechas hicieron que muchos pequeños agricultores no pudiesen reintegrar los préstamos recibidos del Pósito, deudas que se iban acumulando y terminaban por ser impagables, como ocurrió en 1856. El problema se solucionó mediante una ley concediendo el perdón a todos los deudores de pósito y arbitrios (180).

La Casa del Pósito, edificio municipal, realizaba también otras funciones, como casa consistorial, cuando se realizaban obras en el Ayuntamiento (181); o como colegio electoral del Barrio de Santa María (182).

A finales del siglo XIX, la situación financiera del Pósito era semejante. En 1887, el contingente que adeudaba el Pósito de Pegalajar a la comisión permanente del ramo era de 768 pts. y 83 ctmos (183), y el capital que poseía era el siguiente: (184)

- Existencias en granos: 30 fanegas 15 cuartos

- Capital en poder de los deudores: 2.824 " 36 "

- Existencia en metálico: 548 pesetas 84 ctmos.

- Metálico en poder de los deudores: 3.489 " 01 "

 

Debido a tres años seguidos de malas cosechas, en 1893 se quiso cobrar por vía ejecutiva los descubiertos del Pósito, embargando a aquellos pequeños agricultores que no podían pagar sus deudas, lo que produjo gran malestar en la población (185). A causa de estos descubiertos, a principios del siglo XX, el estado del Pósito de Pegalajar era lamentable.

Algo semejante ocurría en muchos pueblos de la provincia y por ello el Gobierno Civil tuvo que intervenir recomendando a los Ayuntamientos "que pongan cuantos medios tengan a su alcance a fin de que los pósitos no continúen por más tiempo en el lamentable estado de abandono en que hoy por desgracia se encuentran con los cuantiosos descubiertos que resultan de granos como en metálico" (186).

Para evitar la insolvencia de los deudores, el Pósito exigía para conceder sus prestamos una garantía que podía ser mediante hipoteca o fiador. Las solicitudes eran numerosas y normalmente las peticiones superaban las existencias de la menguada caja del Pósito (187). No obstante, en los años de malas cosechas (1912 y 1913) se seguían solicitando prórrogas de los plazos de pago, a las que lógicamente el Ayuntamiento, reconocedor de "que desgraciadamente es un hecho la pérdida en absoluto del principal elemento de vida que existe en este pueblo, y a mayor abundamiento la sequía que viene reinando, la cual tiene paralizada las labores de sementera, acuerda por unanimidad una prórroga" (188).

No cabe duda que el Pósito ejerció una importante labor social, sobre todo en las épocas de malas cosechas, cuando sus necesidades eran más requeridas por el gran número de campesinos, aunque por desgracia hubo épocas en que no estuvo a la altura de las necesidades de la época.

 

3.4. La instrucción Pública y las actividades culturales.

En el siglo XVIII sólo un 4% de la población española sabia leer. Los "ilustrados" intentaron dar un empuje a la enseñanza, pues consideraban, como Gaspar Melchor de Jovellanos, que "las fuentes de prosperidad social son muchas, pero todas nacen de un mismo origen, y ese origen es la ilustración pública (...)" (189). En España, la Iglesia dominaba la enseñanza. Se intentaron algunas medidas para suprimir este monopolio, consiguiendose sólo a nivel de la Universidad (190).

En la primera mitad del siglo XIX, la enseñanza primaria en un país en que más del 91% de sus habitantes eran analfabetos, estaba en totalidad en manos de "sacristanes" y de personas incompetentes. Entre los pioneros de la Pedagogía moderna en España ocupa un lugar destacado el médico-filántropo Pablo Montesinos (1781-1844). A su tenaz esfuerzo se debieron la fundación de Escuela Normal Central de Maestros y una gran cantidad de publicaciones en pro de la divulgación de las tesis pestalozzianas, que hallan en Montesinos su máximo apóstol (191).

En Pegalajar, las primeras noticias que tenemos sobre la enseñanza datan de 1757. En la población existía un maestro de primeras letras, Juan Cobo (192). En 1821 eran dos los maestros de primeras letras, uno de niños y una maestra de "miga" (de niñas). Su situación económica era precaria, pues "están mendigando su sustento por falta de dotación de ambos establecimientos. Por consiguiente el estado de ellos se halla en el mayor abandono: concurren a la escuela 42 niños y a la de miga 25 niñas". Ante esta situación la Corporación municipal decía:

"Cada día clama mas por su remedio la falta de educación pública en esta villa. No queda otro arbitrio para dotarla que por reparto entre los vecinos, porque los fondos del Pósito y de Propios no puedan sufragar los cargos que tienen" (193).

La influencia de la Iglesia en la enseñan*a local será una característica constante del siglo XIX. En 1853 se formó una comisión de Instrucción Pública, que estaba compuesta de un regidor, el prior de la Iglesia y dos padres, los cuales acordaron la subscripción a la Revista de Instrucción Primaria (194). Otra subscripción fue a la "Corona Poética" que los jóvenes intelectuales de Jaén dedicaron, tras la Revolución de 1854, al pueblo de Madrid (195). Esta publicación comenzaba con una invocación de José Almendros, escribano de la ciudad de Jaén, y terminaba con una lista de suscriptores con donativo. Pegalajar se adhirió con 10 reales. Este grupo de jóvenes representaba a la juventud culta de Jaén de la época, impregnado su obra de un sentimiento liberal, reflejado en sus estrofas (196).

En 1861 existía en Pegalajar un "catedrático o profesor", un maestro y dos maestras, que atendían a 80 niños y 81 niñas de primera enseñanza, 5 estudiantes de segunda enseñanza, uno de enseñanza superior y otro de enseñanza especial; lo que era un nivel muy bajo para el número de habitantes de la población y reflejaba el siguiente nivel de alfabetización :

Varones Hembras

- Saben leer y escribir 194 98

- Saben leer y no escribir 28 22

- No leen ni escriben 1.501 1.578 (197)

El estado de los edificios dedicados a escuelas era muy deficiente, por lo que el profesor de instrucción solicitó construir un edificio para escuelas de 20 por 18 metros en un solar de la "Cuevezuela" (198). También el Gobierno Civil presionaba al Ayuntamiento para la formación del presupuesto y planos de un edificio con destino a escuelas. Este dejó en suspenso los expedientes por los problemas económicas que atravesaba (199). Las dificultades para encontrar edificios destinados a escuelas dio lugar a que en 1869 tuviese que habilitarse el Pósito como escuela de niños (200).

En 1866, la Junta Provincial de Instrucción Pública instó al Ayuntamiento de Pegalajar a crear una segunda escuela de niños, pero su situación económica seguía igual que años atrás y además, según la Corporación municipal, la asistencia de niños a la escuela era muy escasa, por lo que consideraba que con un profesor era suficiente (201).

En realidad existían cuatro grandes dificultades para el desarrollo de la enseñanza elemental en Pegalajar:

1ª. AL tener que sufragar el Ayuntamiento la enseñanza, ésta suponía un importante gravamen para el presupuesto municipal, siempre escaso.

2ª. La falta de subvenciones a la enseñanza a nivel provincial y nacional.

3ª. La situación social de la época. Los niños de las clases populares tenían que trabajar desde pequeños en distintas labores para el mantenimiento de la familia.

4ª. El desinterés de los individuos de las distintas corporaciones municipales, miembros de las clases acomodadas de la localidad, para quienes no tenía sentido que los futuros obreros del campo supiesen leer o escribir.

Cuando el presupuesto municipal de gastos era elevado y había que rescindir algunas partidas, solía estar entre ellas la de enseñanza, como en 1868, cuando la Corporación acordó "suprimir como innecesarias las dos plazas de pasantes que existen en las clases de niños de ambos sexos" (202); a lo que el Gobernador Civil se opuso, disponiendo la reposición de los pasantes en las escuelas públicas en el improrrogable plazo de 8 días. La Corporación Municipal volvió a interponer un recurso alegando que no se podía hacer por falta de fondos (203).

La realidad era que los fondos destinados a los pasantes, 60 escudos (600 reales), se habían trasladado como donativo a festividades eclesiásticas" (204).

A finales del siglo XIX continuaba el problema de los edificios escolares, alquilándose casas a particulares para dicho fin. En 1893, el Ayuntamiento tenía alquilada una casa para maestros y escuela en la calle Zumbajarros (205), pero al año siguiente las escuelas públicas tuvieron que ser instaladas, una en el Salón Capitular y otra en la Sala del Ayuntamiento, "por no encontrar en el pueblo casas de alquiler apropiadas al efecto" (206).

Al comenzar el siglo XX aún existían dos escuelas, a pasar de que la población había crecido bastante, siendo claramente insuficientes. Existían dos profesores de primera enseñanza con dos auxiliares, que llevaban también una escuela nocturna de adultos" (207).

En 1907 se estableció un plan provincial de escolarización por el que se le concedieron a Pegalajar seis escuelas, más una en La Cerradura. El Ayuntamiento manifestó su oposición aduciendo las dificultades económicas para su mantenimiento y que en todo caso bastaría con cuatro escuelas, "ya que este pueblo es pobre y los niños los emplean grandes temporadas en el campo" (208).

En 1908-1909, el estado de la escolarización era el

siguiente:

Número de alumnos

1.908 1.909

Escuela pública de niños 182 144

" " " niñas 200 275

" privada de niñas 118 -

(209) (210)

El número de alumnos se refiere a los matriculados, ya que a las clases acudían menos: 110 en 1908 y 180 en 1909.

El profesor de la escuela de niños era José Pastor y la de niñas Dolores Artigas Varela. Los locales no eran suficientes y no reunían las condiciones higiénicas (211). Estos eran 4, situados 2 en la calle Real, 1 en la calle Carril y 1 en la calle Los Pozos (212).

En algunos años y durante algunos meses, solían abrir una escuela nocturna para adultos, lo que dependía más de la filantropía del maestro que de la generosidad del Ayuntamiento. En 1909 se abrió la escuela de adultos "durante los meses de abril, mayo y junio próximo pasados con el benemérito fin de ampliar la enseñanza oficial a la clase proletaria y supliendo todos los gastos de material y luz sin que por ello haya interesado recompensa alguna". En este curso el Ayuntamiento acordó indemnizar dichos gastos que ascendían a 77 pts. 50 ctms (213).

En 1910, las autoridades provinciales exigieron el aumento de dos escuelas de ambos sexos en el pueblo. Como siempre, el Ayuntamiento volvió a recordar su escaso presupuesto. El recargo de los impuestos de consumo no era la solución, al poder provocar perturbaciones y conflictos de orden público, "ya que la mayoría de este vecindario tuvo siempre gran interés contra los consumos". También aducían que el número de alumnos que concurrían a las escuelas era bastante exiguo, "debido a que la mayor parte de los matriculados pertenecen a la clase proletaria, la que desde muy tierna edad son dedicados a los trabajos de la Agricultura y no pueden asistir a clase (...)"; sólo asistían de 50 a 60 alumnos en determinadas épocas" (214).

Una revolución en la enseñanza tuvo lugar en Pegalajar en 1914. La Sociedad Obrera la Unión Agrícola, que tenía su local en la Calle Tercias, nº 14, abrió una escuela nocturna para los hijos de los obreros del campo. La apertura no agradó a la Junta Local de Primera Enseñanza ni a los maestros oficiales "por el escandaloso espectáculo que diariamente se produce por los alumnos (...) en las horas nocturnas (...) y lo que es aún más censurable, la propaganda perniciosa que hace con el catecismo de la doctrina socialista de F. Carretero, repartiendo a los niños un número crecido de ejemplares" (215).

La Junta Local de Enseñanza trató por todos los medios de cerrar esa escuela, basándose en las supuestas condiciones higiénicas del local y acusando a su profesor, Francisco Juan Panader de inculcar a los niños ideas nocivas y llevar una conducta licenciosa "por hacer vida marital con una señora que no es su esposa" (216).

En esta primera mitad del siglo XX continuó el problema de los edificios escolares y número de aularios en el pueblo. La Corporación municipal, ante las subvenciones que concedía el Ministerio de Instrucción Pública cambió de parecer en la política escolar local y solicitó en 1921 la edificación de nuevos locales, debido "al estado de los locales destinados a escuelas públicas, sobre todo la que ocupa Dª Emilia Artigas Varela, y la imposibilidad de encontrar locales a propósito que reúnan condiciones higiénicas".

Se acordó acogerse al B.O.E. de 23 de noviembre de 1920 "recabando ante el Iltmo. Sr. Obispo de la Diócesis la oportuna cesión del solar contiguo a la Iglesia Parroquial por ser el único sitio a propósito para la construcción de un grupo escolar". Esta zona pertenencia a la Iglesia Parroquial, situada al S.O. de ella y el local tendría una superficie de 27 metros de largo por 15 de ancho. La zona fue cementerio en épocas pasadas (217). Pero aún pasarían varias décadas para tal edificación.

Los locales escolares existentes, así como las viviendas de los profesores, fueron en parte mejorados, por lo que los profesores existentes en el Pueblo, Eulogio Bedmar Galiano, Pedro Padilla Gutiérrez, Emilia Artigas Varela y Enriqueta Pastor Bordavio, agradecieron al alcalde sus gestiones para estas mejoras (218). Este cambio en la actitud de la Corporación quizá fue debido a la pertenencia de un profesor, Eulogio Bedmar Galiano, a la Corporación municipal (219).

En 1925, el Gobernador Civil recomendó al Ayuntamiento que en los presupuestos del año siguiente se consignase una cantidad para la creación de dos nuevas escuelas, una de niños y otra de niñas, "a razón de 1.000 pts. por cada una, más lo que se calculase por los alquileres de los locales, con el fin de dar mas medios de instrucción, y sobre todo a las clases pobres, dadas las proporciones tan elevadas que en la actualidad alcanza el analfabetismo" (220). El Ayuntamiento se hizo eco de los deseos del Gobernador y, concediendo primordial importancia al problema, acordó la creación de una escuela de niños, pero hasta 1928 no se incluyeron en el presupuesto las 1.000 pts. que se necesitaban (221). Entró en funcionamiento en 1929, en un local situado en la Calle Carril, propiedad de Ángel Chica Pérez, por una renta de 500 pts." (222).

Para la formación del censo escolar se dividía la población en dos distritos. A las escuelas del primer distrito acudían los niños de las calles: Relex, Parras, San Antonio, Plaza, Santa Lucía, Horno, Laguna, Bahondillo, Real, Carnicería, Tosquilla, Peñuelas, Trascastrillo, Zumbajarros, Pozos, Romeral Alto, Romeral Bajo y Cuevas del Romeral. A las escuelas del segundo distrito acudía el resto de la población (223).

El nivel de escolarización continuó igual hasta la Segunda República. Según el censo de población y la Ley vigente, correspondían a Pegalajar seis escuelas de niños y seis de niñas lo que evidentemente no se cumplía (224); pues las escuelas existentes, tres de niños y tres niñas, eran claramente insuficientes (225). El núcleo de La Cerradura, que según el censo de 31 de diciembre de 1930, tenía 343 habitantes, aún continuaba sin escuela (226), hasta que en 1931 se dio el material necesario a tal efecto, incluido local e indemnización para el maestro (227).

En 1932 volvió a ampliarse el número de escuelas en Pegalajar. El Consejo Local de Primera Enseñanza comunicó al Ayuntamiento la necesidad de crear tres escuelas más: "una de niños, otra de niñas y otra de párvulos, desempeñada por una maestra, por ser insuficientes las cuatro de niños y cuatro de niñas que existen en la localidad". La Corporación acordó la formación de una escuela unitaria de niños y una de párvulos, sufragando los gastos de material, mobiliario y locales (228). Maestros, como Francisco Santisteban y Zoilo Gómez, se quejaban al Ayuntamiento de las malas condiciones higiénicas y pedagógicas de los locales (229).

En 1932 también se inició la enseñanza de adultos, por R.D. de 1 de diciembre de este año (230), y se establecieron premios escolares para los niños de hasta diez años de edad y pobres de solemnidad (231).

El curso escolar no comenzaba hasta el 9 de septiembre,

debido a que "en la primera decena de septiembre no acuden los niños a las escuelas por ser tradición desde tiempo inmemorial celebrar la llamada feria de Noalejo, los que no se encuentran en las faenas agrícolas se marchan a la huerta a pasar estas fiestas, por lo que se designan estos días como fiestas tradicionales" (232).

Con la llegada al poder del Frente Popular en 1936 y durante la Guerra Civil, una de las tareas principales de la nueva Corporación fue la total escolarización de los niños de la población, para ello se acordó crear dos escuelas de niños y otras dos de niñas, "con el fin que desaparezcan en esta villa los muchos analfabetos que existen, debido a no haber el número suficiente de escuelas" (233). La asistencia no fue la deseada.

En 1937, las Juventudes Unificadas pidieron cinco mesas, dadas de baja por el Consejo Local de Primera Enseñanza, y los libros de las casas incautadas para la formación de una biblioteca; a lo que se opuso la Corporación Municipal "al estar escritos los libros en un tono muy contrario al régimen democrático y social propio de nuestra causa" (234), mobiliario que también solicitó Luis Quesada, responsable local del Partido Comunista, para la escuela que tenían organizada (235). En 1938, el Consejo Local de Primera Enseñanza estaba formado por Antonio Guardiola Berenguer, Juan Jimeno Jiménez, Gaspar Espinosa Torres y Amador Almagro Aranda.

Las actividades culturales mas corrientemente en esta época eran la celebración de semanas culturales, como la semana del niño, para lo cual se adquirirían juguetes y libros (236); la instalación del periódico La Juventud (237) y la colaboración con la emisora del Pueblo, Radio Jaén (238).

Por otra parte, los conocimientos de los maestros eran muy necesarios para la gestión de las asociaciones obreras, cuyos componentes tenían pocos conocimientos académicos. De ahí que la Sociedad de Pioneros solicitara a la Corporación un maestro como secretario, eligiéndose por aclamación a Gaspar Guzmán Espinosa (239).

En los años de la postguerra existían en Pegalajar cuatro escuelas de niños, cuatro de niñas y la mixta de La Cerradura (240), implantándose una fuerte disciplina en la escuela, con sanciones a aquellos que sin justificación tuviesen más de cinco faltas (241). El Ayuntamiento aún seguía pagando el alquiler de los locales escuelas, que en 1953 se elevaba a 12.020 pts (242). Aún existía escasez de aulas y maestros, por lo que se solicitó la creación de dos escuelas de enseñanza primaria en La Cerradura, en sustitución de la mixta existente (243), la creación de diez escuelas en el casco urbano y de viviendas para maestros (244).

En 1954 se crearon cuatro nuevas escuelas (245), las situadas en la lonja de la Iglesia. En 1955, el Ayuntamiento, acogiéndose al plan de la Diputación Provincial de construcción de escuelas y casas de maestros, solicitó un crédito de 420.000 pts. para la construcción de las anteriormente solicitadas (246), lo que fructificó en el proyecto de edificación de dos grupos escolares. Este proyecto se fue retardando y modificando hasta 1960, cuando se consiguió la subvención correspondiente para dos grupos de cuatro escuelas y diez casas de maestros, declarándose de urgencia el inicio de las obras (247).

Para la realización de un grupo se compró el terreno situado en el sitio denominado San Gregorio o Haza de Jesús, propiedad de Araceli Ortega Oviedo de Castillejo (248), construyéndose cuatro viviendas junto con las cuatro aulas. Otro grupo escolar se construyó en el Barrio Relex (zona del Santo), creándose dos viviendas de maestros en el edificio de propiedad municipal de la Calle Carnicería (el antiguo Pósito).

En 1964 se aprobó la construcción de dos escuelas y tres viviendas para maestros, para lo que se acordó adquirir el terreno de Andrés Siles Cobo, que lindaba con los de la Asociación Benéfica Constructora de Viviendas San Vicente Paúl, y permutar dicho terreno con otro de la citada Asociación, por estar mejor situado (249).

Este proyecto se completó en 1965, cuando Manuel Hermoso Fernández donó gratuitamente al Ayuntamiento un solar sin número situado en la Calle Joaquín Carrasco Vinuesa, de 173 metros cuadrados de superficie para la construcción de tres viviendas para maestros (250).

Los aularios de E.G.B. de la localidad, aunque se había realizado la construcción de nuevos grupos escolares, adolecían de serias deficiencias, tanto por la dispersión como por la escasez de aulas, que llevaba habilitar el albergue del Frente de Juventudes como aulario. En 1969, empezó a cuajar la idea de la construcción de un gran grupo escolar que sustituye a los viejos edificios. En un primer proyecto constaba de cuatro aulas, aseos, sala de usos múltiples, sala de profesores, despacho de director, biblioteca, cocina y cerramiento. Este proyecto se presentó a la Junta Provincial de Construcciones Escolares.

No sería hasta 1977 cuando la Delegación Provincial del Ministerio de Educación y Ciencia solicitara con urgencia al Ayuntamiento poner a su disposición terrenos suficientes para la construcción de un grupo escolar de ocho unidades y dependencias anejas para la E.G.B. La Corporación Municipal acordó para tal fin utilizar el solar del Haza del Bañuelo.

Por otro lado, en el núcleo de La Cerradura, la emigración y la centralización de los alumnos hizo que las dos escuelas existentes terminaran por desaparecer (251).

Otro objetivo que en estos años se impuso el Ayuntamiento fue la creación de una unidad de Educación Especial en la localidad "que acogiera a los numerosos alumnos subnormales, deficientes mentales o con problemas de conducta"; la instalación de un Instituto de Formación Profesional en la localidad; y la creación de dos escuelas para adultos. Para la ubicación del aula de Educación Especial, el Colegio Público Nuestra Señora de las Nieves solicitó la casa de Teléfonos, que había quedado sin función, para el profesor José Rojas Merino, lo que no llegó a aprobarse por estar destinada a ambulatorio.

Respecto a la Educación de Adultos, en 1983 se firmó un convenio con la Dirección General de Promoción Educativa y Renovación Pedagógica y se creó el Centro Municipal de Adultos. Al año siguiente se suscribió un contrato de carácter laboral para este servicio, siguiendo las directrices de la Delegación.

En cambio, la instalación del Instituto de Formación Profesional en la localidad fue una frustración. El Ayuntamiento había solicitado en 1975 un centro de este tipo, "ya que abriría un amplio horizonte de posibilidades humanas y de promoción económica y social para la juventud de la comarca", para lo cual el mismo Ayuntamiento facilitaría locales suficientes mientras se realizaban las nuevas instalaciones (252). El Ministerio de Educación y Ciencia ignoró el proyecto.

En cuanto a la alfabetización de la población, después de la Guerra Civil, aún era muy numeroso el número de analfabetos. En 1960 se inició una campaña contra el analfabetismo a nivel provincial, creándose en Pegalajar dos escuelas con 50 alumnos (253); aunque el número de analfabetos era mucho mayor. Según el censo de 1960, entre 13 y 40 años había los siguientes: (254)

Analfabetos

De 13 a 21 años..............98

De 22 a 40 "...............243

El tanto por ciento de personas analfabetas y sin estudios crece proporcionalmente con la edad, consecuencia de la situación socioeconómica de épocas pasadas. Por ello, aún hoy día existe un importante índice de analfabetismo, como lo demuestra el padrón municipal de 1986:

 

% analfabetos % sin estudios

Hombres Mujeres Hombres Mujeres

10,66 20,90 59,29 51,90

Para cambiar esta situación se habilitó en Pegalajar la Escuela de Adultos, que ha dado la oportunidad a todos los vecinos de conseguir elevar su nivel cultural y abrirles nuevas posibilidades en su vida.

Actualmente Pegalajar cuenta con unos equipamientos educativos, que según la encuesta de Infraestructuras y e Equipamiento Local de 1991, era la siguiente:

Equipamientos educativos en Pegalajar.

C. P. Ntra. Sra. de las Nieves

 

Preescolar:

nº de plazas: 90

nº de alumnos: 65

E.G.B.:

nº de plazas: 600

nº de alumnos: 329

 

La relación alumnos profesor en estos últimos años ha ido disminuyendo, debido al envejecimiento de la población por la emigración de jóvenes en busca de trabajo y al descenso de la natalidad. En los últimos años, según la Inspección de la Consejería de Educación y Ciencia fue la siguiente:

 

Año Alumnos por profesor

87-88: 21.5

88-89: 21.57

89-90: 20.09

Respecto al equipamiento educativo de Enseñanzas Medias, Pegalajar depende de Mancha Real, a donde han de desplazarse los alumnos diariamente, aunque otros optan por continuar los estudios en la capital.

El colegio dispone de las instalaciones deportivas fundamentales, de tipo municipal, como son el terreno de juego (campo de futbol) y la pista polideportiva. Sin embargo, carece de Gimnasio. Recientemente --1993--, ha sido inaugurada la piscina municipal, una antigua reivindicación que tenía el pueblo de Pegalajar y que supone un complemento imprescindible a las actividades deportivas y de ocio veraniegas.

El equipamiento cultural se completa con la Biblioteca Pública Municipal, muy importante dentro de la vida cultural de una población. Los primeros pasos se dieron en 1968, cuando el Centro Coordinador de Bibliotecas pidió al Ayuntamiento la concesión de un lugar adecuado o solar para la posible ubicación de una biblioteca. El Ayuntamiento contestó que no tenía local ni solar para su construcción (255), por lo que la biblioteca hubo de esperar más de una década.

Otra actividad cultural, de gran riqueza en Pegalajar, ha sido la tradición oral, que ha perdurado hasta nuestros días, transmitiéndonos a veces una dura e injusta realidad social, como lo demuestran las siguientes estrofas de villancicos:

"María le dice a José:

José, dale pan al Niño,

que la obligación de un padre

es mantener a su hijo.

José le contestó:

Yo no tengo un cuarto,

si pan quiere el Niño,

que vaya a ganarlo" (256).

"La Virgen va a la aceituna,

San José va a varear,

el Niño va a los graneos

y la borrica a acarrear" (257).

"En el Portal de Belén

hay un tío espatarrao

y está muertico de risa,

porque no ha probao bocao" (258).

Esta riquísima tradición oral de Pegalajar ha sido recogida por alumnos del Colegio Público Virgen de las Nieves y otros, bajo la dirección de Joaquín Quesada Guzmán y Diego Polo Aranda, que se han encargado de su ordenación y publicación.

 

 

 

3.5 La Sanidad.

A lo largo de la época moderna la población en general periódicamente estaba sometida a una serie de catástrofes representadas por el hambre cíclica y las epidemias, cuya gran mortandad paralizaba el crecimiento de la población. Los conocimientos sanitarios de la época no daban para mucho. La medicina era bastante ineficaz, "nada hacia perder a quienes por su pobreza, no podían recurrir a ella, las grandes epidemias no perdonaban a nadie" (259).

Las crisis de subsistencia eran el único azote que no alcanzaba a los ricos, pero hay que reconocer que las clases menesterosas, debido al ambiente donde vivían: barrios sucios, calles sin colectores, cuevas, etc., tendían a ser afectadas en mayor número por las enfermedades de la época.

En Pegalajar durante el siglo XVII existía un médico (260) y un hospital de pobres pasajeros (261). Este último seguramente en función de la caridad privada, por lo que más tarde desapareció. El médico titular de la población era retribuido con fondos municipales, a los que sumaba las minutas de su clientela, lo que le hacía un personaje importante por el prestigio social que daba su profesión y su nivel económico.

A mediados del siglo XIX, el médico titular era retribuido por el Ayuntamiento con una dotación de setenta y cinco ducados, pero la población estaba creciendo de forma continua y se veía la necesidad de conseguir además una plaza de cirujano, "porque con más frecuencia se necesita su asistencia en los asuntos criminales que casi diariamente ocurren" (262). En esta época las enfermedades que más afectaban a la población eran las hidropesías, perlesías, tifus, gastritis, calenturas intermitentes y perniciosas (263).

En 1854, debido a la epidemia de cólera morbo asiático, se constituyó en Pegalajar la Junta de Sanidad y se acordó la realización de visitas domiciliarias preventivas, siguiendo órdenes gubernativas (264). El cólera, que ya antes había invadido el país (de enero de 1833 a enero de 1835), acometiendo a 450.000 personas de las que fallecieron más de 100.000 (265), reapareció con más virulencia en noviembre de 1853 y duró hasta Marzo de 1856; se contaron más de un millón de invadidos de los que fallecieron alrededor de 236.744, el 24 por ciento de los afectados (266).

La Junta Municipal de Beneficencia y Sanidad de la localidad acordó "adoptar cuantas medidas les sugiera su celo en la salud pública, y para en el caso de que desgraciadamente acometiera a este vecindario el mal epidémico (...) se valgan de todos los medios que crean conducentes para preservar de él a este pueblo". Se acordó formar un presupuesto adicional para los socorros domiciliarios a los necesitados (267), que ascendía a 1.500 reales (268).

Esta Junta estaba formada por el Alcalde presidente; Fernando María Moya, prior; Francisco Chica Valenzuela, síndico; Juan Antonio Quesada, regidor; Francisco García Muñoz y Antonio Molina, vecinos propietarios; Juan Martín Puignaire y Andrés León, facultativos titulares (269).

En el mes de agosto de 1854 se desarrolló el cólera en algunos pueblos de la Provincia. Bailen, Martos, Linares,.. sufrieron en mayor o menor escala las tristes consecuencias de la terrible epidemia, singularmente el pueblo de Linares (270). De ahí que para evitar la invasión, en Pegalajar se tomasen las siguientes medidas:

- Encañar bajo tierra los derrames de los pilares y prohibir dar de beber agua a los cerdos y otros animales en ellos.

- Establecer visitas domiciliarias en las casas y cuevas de la población, para que no se consientan el que los cerdos vivan con sus dueños, y sean puestos en los corrales al aire libre, así como airear el esparto cocido.

- Limpiar con frecuencia las cuadras y calles.

- Limpiar las albercas donde se cuecen linos y se saca de la balsa el esparto.

- Ordenar al comisionado de aguas no dejar vacía la balsa, para evitar las miasmas pútridas, y pedir al Ayuntamiento la plantación en su inmediación de un crecido número de alamos para que estos absorban las mismas y produzcan maderas al mismo tiempo.

- Vigilar para que los productos de consumo sean de buena calidad.

- Dar publicidad a las medidas preventivas (271).

Desde agosto de 1854 hasta octubre de 1855, el cólera se extendió por la provincia de Jaén. En la ciudad de Jaén perecieron por este mal más de 521 (272) individuos. En julio de 1855, se había extendido por unos cuarenta pueblos de la Provincia, entre ellos Pegalajar (273), donde ocurren los primeros casos a finales de junio de 1855 y el último en septiembre de ese mismo año. La mortalidad total por cólera fue la siguiente: (274)

Meses 1.855 Defunciones por cólera en Pegalajar

Junio ........................ 2

Julio.........................37

Agosto........................ 5

Septiembre.................... 1

------------------

Total......................45 (35% del total defunciones).

 

Como podemos apreciar, el mes de julio fue en el que se dieron más defunciones, lo que produjo gran alarma entre la población y muchos abandonaron la localidad, entre ellos la mayor parte de los concejales (275).

Del 7 al 31 de julio fueron los días de más virulencia de la epidemia, produciendo 27 muertos y 121 enfermos (276). El 28 de julio los casos disminuyeron de forma notable y se acordó cantar el Te Deum los primeros días de agosto (277). El canto del Te Deum era el signo de la desaparición de la epidemia en la población; su importancia estribaba en que al cantarlo se reanudaban las actividades comerciales, volvía la población y el desarrollo general de todas las actividades. Contra aquellas poblaciones donde existía la epidemia se solían establecer cordones sanitarios, que, aunque ilegales, producían grandes molestias a los vecinos. El canto del Te Deum fue prematuro, pues, como hemos visto, el cólera continuó presente hasta septiembre y la Junta de Sanidad siguió manteniendo las medidas previstas, como la prohibición de cocer lino y esparto en las albercas inmediatas a la población, aumentando la higiene en el matadero y la prohibición de la permanencia de los cerdos en las calles y plazas (278).

En 1865, la atención sanitaria en Pegalajar experimentó una sensible mejora. EL médico cirujano era retribuido con 4.000 reales para atender a las familias pobres, estaba obligado a realizar dos visitas diarias a los enfermos graves, atender los casos judiciales y la higiene del pueblo. También se creó una oficina de farmacia, de la que hasta entonces carecía. El farmacéutico era retribuido con 2.000 reales, no podía abandonar su destino sin justificación previa y no podía abandonar el pueblo en épocas de epidemia.

Para atender a las familias pobres, se creó un padrón que seria rectificado cada tres meses (279). Uno de los graves problemas de la Junta Municipal de Beneficencia era el gran número de pobres existentes. En 1863 se abrió una subscripción para crear una casa de asilo de pobres, la cual dio una cifra muy reducida (280), por lo que el asilo no pudo hacerse, a pesar del creciente número de pobres, que en 1878 era de 460 (281) y 489 en 1891 (282). La mayoría de ellos habitaban en el Romeral, cuevas de la Fuente y del Chorreadero (283).

Otra epidemia que afectó a Pegalajar en 1877 fue la viruela (284), más benigna que el cólera de 1855, siendo los casos de defunción 27, el 20% de las defunciones totales de ese año.

La epidemia de cólera de 1885 se extendió por territorios sometidos a una profunda crisis agrícola, manteniéndose con ella una Ley demográfica que establece la estrecha relación entre la mortalidad producida por el cólera y el bajo nivel de vida (285). En Pegalajar se tomaron diversas medidas para enfrentarse a ella:

- Habilitar una casa para meter a los forasteros que viniesen desvalidos.

- Nombrar hombres para vigilar todos los caminos del pueblo las 24 horas del día.

- Controlar las cartas de sanidad de los forasteros.

- Prohibir la entrada de frutas y hortalizas de Jaén.

- Habilitar dos casas para el cólera.

- Nombrar dos camilleros para los muertos (286).

En los libros de defunciones del registro civil sólo aparecen dos casos que tienen causa de defunción el cólera, pero este hecho no es muy fiable; por un lado debido al crecido número de defunciones totales de este año, y por otro lado a las numerosas defunciones que tienen como causa entero-colitis, posiblemente un eufemismo para referirse al temible cólera. Era una forma de evitar los inconvenientes que recibía la población afectada y a los que anteriormente nos hemos referido.

La última epidemia del cólera morbo asiático en la localidad fue en 1889. Esta vez entró a la Península por Valencia, siendo su morbosidad mucho menor (287). En Pegalajar solo se dieron dos casos.

Otra enfermedad, que con relativa frecuencia se daba en Pegalajar, era el paludismo. El foco de infección lo constituía el agua estancada en la Charca, pues el estanque sólo solía limpiarse cuando albergaba poca agua, debido al relleno de materiales que la erosión depositaba, a lo que había que sumar la función de basurero que ejercía (288).

A principios del siglo XX, la asistencia sanitaria estaba representada por dos profesores de medicina, uno de cirugía, uno de farmacia y un veterinario, que componían la Junta de Sanidad, junto a varios representantes de la Alcaldía (289).

Las vacunaciones iban siendo más frecuentes y masivas (290), disminuyendo la mortalidad. Por otro lado, una nueva enfermedad aparece en esta época en la población: la lepra, teniendo que desplazarse varios enfermos al Hospital de San Lázaro en Granada (291).

En 1910 se creó otra farmacia, siendo ya dos las existentes, una de Joaquín Carrasco Vinuesa y otra de José Cobo Jiménez. Este último fue sustituido en 1912 por Salustiano de Sádaba (292).

Las epidemias en el siglo XX pierden su antigua virulencia, debido en gran parte a los progresos en la higiene y a las vacunaciones. En 1913, por ejemplo, se vacunó al vecindario para evitar una posible entrada de la epidemia variolosa (293).

No obstante, de 1917 a 1920 otra epidemia, la gripe, se extendió por la población. La Junta Local de Sanidad adoptó diversas precauciones para el aislamiento de los afectados y el decrecimiento de la enfermedad, con la formación de una "brigada" para la desinfección, higiene, limpieza y el socorro en medicinas para los enfermos pobres (294). A esta brigada se destinó el 1,5% del importe del presupuesto municipal (295).

El número de enfermos afectados debió ser muy numeroso, aunque las defunciones no lo fueron tanto. Sólo en 1919 y 1920 se produjo un gran aumento de éstas. Así vemos que las defunciones por gripe en el periodo 1917-1924 fueron las siguientes:

Años...........1917 1918 1919 1920 1021 1922 1923 1924

Def. por gripe.. 4 8 24 15 1 0 0 3

A partir de 1925 desaparece la plaza de un médico titular, ejerciendo sólo dos, cuyo sueldo es aumentado a 2.500 pts. (296).

Los farmacéuticos titulares continúan siendo dos: Joaquín Carrasco Vinuesa y Francisco Hermoso Torres (297), a los que en muchas ocasiones el Ayuntamiento adeudaba diversas cuentas de medicinas solicitadas por la Beneficencia municipal (298). La plaza de veterinario era ejercida por José Valverde Pérez, con un sueldo anual de 1.000 pts. (299). Tras la década de 1930 se aumentó el número de farmacias con la incorporación de la de Carmen Sedeño León (300).

En la década de 1940 continuaban aún muchas necesidades sanitarias elementales pendientes, como la falta de alcantarillado y red de distribución de aguas potables. Existían numerosos caños y vertederos de aguas sucias a la calle, donde además se arrojaban inmundicias desde las puertas y ventanas de las casas (301). Se formó una nueva Junta Local de Beneficencia (302), que atendía a 276 familias pobres (303). Se incrementaron las vacunaciones, principalmente las antivariólicas, antidiftéricas, antitíficas y B.C.G. (304). Cada día era más urgente la necesidad de un ambulatorio para la Beneficencia municipal. En 1945 se acordó invertir la cantidad sobrante del impuesto sobre la aceituna, cuyo fin era el arreglo de la Iglesia Parroquial y la Ermita de la Virgen de las Nieves, en la construcción de una clínica (305); al parecer no sobró dinero, y el ambulatorio tuvo que esperar varias décadas para su construcción en la Plaza del Campillejo, en una casa de 77 metros cuadrados de superficie, que adquirió el Ayuntamiento en 1945 por 18.000 pts. (306). En la década de 1950, el personal sanitario estaba compuesto por tres farmacéuticos, tres médicos, dos practicantes y dos veterinarios (307), que se han reducido a la par que el número de habitantes.

La automatización telefónica de la localidad dejó libre de utilización la casa de la Plaza del Campillejo, donde se ubicaba. En este lugar se pensó instalar el Consultorio Médico en 1979, que en 1981 culminó con un compromiso por parte del Ayuntamiento de no modificar su uso al menos en treinta años. Este cambio de función se hizo oficial en marzo de 1984, modificándose el inventario de bienes municipales, dándose de alta en el local el Consultorio Médico Municipal y de baja la casa-teléfono (308).