CAPITULO I

3. La Edad Media.

La inseguridad de esta época viene reflejada por la desaparición de los caseríos romanos aislados que se encontraban esparcidos por el término. Otra muestra de esta inseguridad existente es la ocupación de la fortaleza natural de la Peña de los Buitres. Esta fortaleza estaba situada a los pies de dicha peña, protegida por altos escalones de piedra por su parte inferior y por la concavidad de ésta en la superior. Sobre los siglos IX y X fue utilizada, construyéndose un aljibe, que aún se conserva, para el almacenamiento de agua, como garantía en caso de un posible asedio.

Con la invasión musulmana de España en el 711, algunos autores piensan que el itinerario de Tariq y su ejército después de las batallas de Guadalete y Écija fue dirigirse a Toledo, para lo cual no pasó por Córdoba, sino que tomaría una calzada que les llevaría a Cástulo pasando por Mentesa (La Guardia) (5). En este supuesto Tariq pasaría por tierras de Pegalajar. Pero la rápida conquista musulmana no supuso una total pacificación de la zona "De acuerdo con el texto de al-Qutiyya, el establecimiento de los sirios de Quinnasrin en territorio de Jaén puede ser una prueba de que esta zona, o al menos una parte importante de ella, no cayó en posesión de los musulmanes mediante conquista por las armas" (6).

Con la invasión musulmana los árabes y sus descendientes ocupaban el escalón superior de la pirámide social, correspondiéndoles el papel de aristócratas, por encima de hispanos y beréberes. Se apropiaron de las mejores tierras de cultivo. Los muladíes, por su parte, soportaban las insolencias y humillaciones de que eran objeto por parte de la aristocracia árabe. Si a esto añadimos la inmoralidad administrativa de algunos gobernadores y la dureza de los impuestos y tributos, tenemos sobrados motivos para entender las rebeliones. Entre éstas destacó la de Umar B. Hafsun, caudillo muladí que aglutinó las reivindicaciones de los suyos y cuyas correrías tuvieron como escenario el sur del Al-Andalus, llegando en algunos momentos a ejercer el control casi absoluto de las tierras de Jaén (7).

La primera noticia que tenemos de una insurrección en tierras de Jaén data del año 765, donde Ibn al-Atir sitúa la revuelta de Abd Allah b. Jarasa Asadi, que se levantó contra Abd-al Rahman I en el distrito de Wadi Abd Allah, que se identifica con "Río de la Guardia"(8).

En el siglo IX la sublevación muladí se extendió por estas tierras, estimulada por Umar b. Hafsun. Los muladíes se sublevaron en tierras próximas a La Guardia. El rebelde muladí más famoso de esta zona era Ubayd Allah b. al Saliya, sus dominios tenían asiento en la zona conocida, en las fuentes árabes, como Sumuntan, que parece la arabización de la voz latina "sub montanis" (lo que está al pie de los montes). Por esta razón y por el itinerario seguido por el ejército omeya en la "campaña de Muntilun", cabe situar Sumuntan en la región montañosa del sur de la provincia y más concretamente en Sierra Mágina o a sus pies (9).

En el año 897 Ibn Hafsun se apoderó de Jaén capital pero unos años más tarde, en 904, tuvo lugar una batalla cerca del río Guadalbullón, en la que Ibn Hafsun fue derrotado con grandes pérdidas (10).

Durante el siglo X la fortaleza de la Peña de los Buitres debió ser abandonada debido a la mayor seguridad que debía dar el castillo de la Peñuela. Por otra parte, con la paz y auge del Califato en este siglo debieron ampliarse las redes de acequias y bancales que forman la huerta de Pegalajar. Aún no podemos afirmar de forma cierta el nombre árabe con que se conocía el núcleo de Pegalajar. En el libro de Lorenzo Morillas Calatrava se hace derivar su significado de las palabras árabes "piedra" y "alhajar", que significaría "paso entre montañas". Emilio Serrano Díaz, en su libro "Castillos de Andalucía", le da el significado de "Peña de la Vega". Lo más probable es que corresponda al nombre árabe de al-Jafr, que al-Muqaddasi --el cual describe Al-Andalus según la narración oral de un andalusí-- cita como un pueblo dependiente de Jaén, situado a 18 km. de ésta, con gran número de cursos de agua y molinos. Aguirre Sádaba no lo identifica este topónimo (11). Por su similitud, la distancia exacta de Jaén, las referencias a la abundancia de olivos, molinos y gran número de cursos de agua, hace pensar en Pegalajar, pues coinciden plenamente estas descripciones con la existencia de dichas características en la época documentada, a diferencia de otros pueblos de alrededor. En cuanto al número de cursos de agua también es exacta la descripción, sobre todo en los meses de primavera.

Pegalajar estaba dentro de la Cora de Jaén, ciudad que floreció en época musulmana, mientras decaía la populosa Mentesa (La Guardia) merced a circunstancias diversas (12).

La aristocracia árabe en la Cora de Jaén estaba constituida por los sirios, cuyo primer asentamiento tuvo lugar en el año 741 , estableciéndose el yund de Quinnasrin, que estaba formado por unos tres mil sirios, dedicados al servicio de las armas. La tierra en que se asentaban no la tenían en propiedad, tampoco la explotaban, por lo tanto estaban exentos de pagar el diezmo de los productos de ésta (13).

Después de la ocupación, las tierras de Jaén quedaron en propiedad de la población indígena en calidad de colonatos mediante el pago de un impuesto, el jaray. Otro nuevo impuesto se les exigía a los mozárabes, la yizya, impuesto personal (14).

En Pegalajar debía existir un importante regadío en la vega de la Fuente Vieja y en el río Guadalbullón, lo que implicaba un cultivo de productos de huerta y olivar. Aprovechando las corrientes de agua se movían los molinos harineros y surtían las necesidades de los aceiteros. Es probable que en esta época existiera una balsa artificial que recogiera el agua de la Fuente Vieja, formada por un muro de contención en su parte inferior, desde donde el agua se distribuía a las acequias y de éstas a las huertas.

Las tierras de secano eran sembradas en su mayor parte de trigo. El uso del barbecho era muy frecuente en las tierras jiennenses y para obtener mayor rendimiento se variaban periódicamente los cultivos (15).

Debió existir también una importante ganadería en las abundantes tierras de monte de Pegalajar, pero la inseguridad de la sierra evitó la existencia de núcleos de población dispersos, como en la época romana.

La situación geográfica de la provincia de Jaén, en la que convergen los caminos que desde la región manchega conducen al Sur de la Península a través de los pasos de Sierra Morena, dará lugar a que desde el momento en que los cristianos se aseguren la posesión de estos pasos, se produzcan cada vez con más frecuencia e intensidad incursiones de ejércitos cristianos, haciéndola escenario de importantes episodios de la Reconquista (16).

En el verano de 1225, Fernando III entró en el territorio jiennense almohade durante su segunda campaña. Después de sitiar Jaén pasó a la vega granadina y en el retorno asoló varias fortalezas, entre ellas la de Pegalfaxali (17).

Años después, Fernando III tomó de nuevo el "Alcázar de Pegalhaiar" durante el invierno de 1244, "reinando grandes fríos y habiendo lluvias muy abundantes", lo que costó a los cristianos gran número de vidas humanas y pérdidas materiales.

Una vez conquistado, Fernando III pernoctó durante dos noches en el castillo y de ahí pasó a Cárchel, desde donde mandó a su hermano Alfonso hacia la vega de Granada. A su vuelta volvió a asolar varias fortalezas, entre ellas de nuevo "Pegalhaiar", retirándose en noviembre a sus bases (18).

Esta incursión de Fernando III por tierras musulmanas coincide con el relato que sobre la toma de Pegalajar hace Lorenzo Morillas Calatrava en su libro. En él cuenta que la guarnición cristiana de Baeza, acordó atacar la fortaleza de Pegalajar enviando un pequeño ejército a las órdenes del capitán Alonso de Vilches el día 20 de diciembre de 1243. Antes de amanecer, comenzó el ataque. Cien hombres de caballería, al mando de los capitanes Hernán de Siles y Sancho de Castillejo, se colocaron al lado del barranco que existe al Sur de la fortaleza y frente al Arco de la Encarnación. Otros cien hombres de caballería se alinearon frente a las murallas de Pocasangre, Alcazaba y Campos del Trascastillo, al mando de los capitanes Rodrigo de Cabanillas y Hernando de Sandoval. Y los restantes doscientos hombres de infantería, vestidos con ropas blancas, se ocultaron confundiéndose con la nieve al pie de la muralla del Norte de la fortaleza. Iniciado el ataque, las fuerzas de infantería, mandadas por los capitanes Ruy Gómez de Quesada y Pedro de Cabanillas, escalaron las murallas y sorprendieron a la guardia. La pronta muerte en la refriega del alcaide Aben-Jussuf y su hijo Mohamed hizo que la desmoralización cundiera y acabara con la resistencia (19).

Probablemente esta fue la conquista definitiva de Pegalajar, dentro del objetivo que se había trazado Fernando III de cercar a la ciudad de Jaén. Al año siguiente, en 1245, Fernando III puso sitio a Jaén y en marzo de 1246 la ciudad fue entregada por el rey de Granada junto a los castillos y fortalezas que la rodeaban (entre ellas la de Pegalajar) (20).

En el término hemos podido localizar la existencia de tres torreones de época medieval, situados en dirección Norte-Sur, separados unos cuatro kilómetros cada uno. El primero se encontraba en la cresta de la Serrezuela; el segundo, el antes citado de la Torre de la Cabeza; y el tercero situado en la cresta de la Sierra de los Bodegones.

El de la Serrezuela se encuentra completamente destruido, junto a él aparece numerosa cerámica medieval. El de la Torre de la Cabeza se conserva aún con la estructura de la época; es una torre circular, sin concentración de hábitat. El de los Bodegones conserva sus cimientos circulares de unos cinco metros de diámetro y pertenece a la misma época que el primero.

La utilización de estos tres torreones seguramente fue diversa. Una de sus funciones pudo ser la de "telégrafo óptico" (a través de humo, banderas, antorchas...) (21), pretendiendo la defensa y control del valle del Guadalbullón.

Durante dos siglos y medio, Pegalajar permaneció como frontera con el reino de Granada, siendo frecuentes las entradas de los musulmanes granadinos por el valle del Guadalbullón, lo que provocaba una continua inseguridad. Pero esto no fue óbice para que los vecinos de Pegalajar continuasen labrando la tierra.

El carácter fronterizo y guerrero de Pegalajar viene reflejado en la Serranilla V del Marqués de Santillana:

Respondiome: "Non curedes

Señor, de mi compañía;

Pero gracias e merçedes

A vuestra grand cortesía:

Ca Miguel de Jamilena

Con los de Pedgalajar

Son pasados a atajar:

Vos tornat en ora buena".

 

El prestigio guerrero de las gentes de Pegalajar era estimado en la comarca. Cuando hacían su alarde de otoño los caballeros y ballesteros de Jaén, la formación era la siguiente: "Los cavalleros delante, y luego los vallesteros de Pegalajar, porque son adalides y ombres del campo y están más cerca a los moros, y van en pos dellos (...)" (22).

Desde la conquista de Jaén por Fernando III Pegalajar dependía de ella. La alcaidía de Pegalajar rotaba cada año

entre las colaciones de la ciudad de Jaén. Así vemos que en 1464 correspondió a la de Santiago, en 1465 a la de San Bartolomé, en 1466 a la de San Andrés y Santa Cruz, y en 1468 a la de la Magdalena (23).

Pegalajar, en el siglo XV, no era sólo una fortaleza. Fuera de los muros se extendía un arrabal, situado al S.O. del castillo. Este arrabal estaba cercado y tenía una puerta al camino de Jaén, y en él se encontraba un pilar cuya agua era traída de la Fuente Vieja, situada fuera de la villa.

La Crónica del Condestable Miguel Lucas de ranzo hace varias referencias a Pegalajar y su importancia fronteriza:

"(En 1463)... el dicho señor Condestable salió de la dicha cibdad de Jahén, con quatrocientos de cavallo, a esperar ciertos cavalleros moros que le dixieron que estavan en Cambil, los quales creya que otro día correrían. E fuese esa noche al castillo de Pegalajar. que es a dos leguas de allí y una de Cambil. Donde, en anocheciendo, con la dicha gente llegó, y muy sosegadamente, y lo más sin estruendo que pudo, se puso para quando los moros otro día corriesen. Y estando así más de la media noche pasada, vínole nueva como los moros se eran tornados..." (24).

En esta época existía una gran división interna entre h nobleza de la provincia. Por otra parte, había un odio en la población hacia los conversos de Jaén, pues generalmente eran los encargados de recaudar los tributos y prestaban dinero a un gran interés. El Condestable los protegía. Algunos nobles, como Fernán Mexía y Juan de Pareja, comendador de Pegalajar, en 1468 decidieron asesinar al Condestable y robar a los conversos de Jaén. Los culpables de la conjura escaparon a la villa de Pegalajar, excepto Fernán Mexía. "Y desde allí, so color quel dicho señor Condestable tenía preso a las mujeres e hijos de algunos de ellos, e les avia mandado secrestar sus bienes, por el yerro e traición que avían cometido a fascer, salían a correr a tierra de Jahén, e robavan quanto en el campo fallavan, así ganados como armas e cavallos, e trigo e cevada de las eras" (25).

En realidad las razones de esta rebelión venían dadas por el tradicional enfrentamiento entre la nobleza jiennense y por el carácter del Condestable, del que dice la crónica de Enrique IV:

"ciertamente el Condestable (...), su nuevo género de severidad y de elocuencia hacía que aquellos ciudadanos a quienes jamás pudo nadie sujetar al yugo de la obediencia no se desdeñasen en acatarle como a Rey esclarecido. El imponía numerosos castigos por las faltas más ligeras: a nadie exceptuaba del servicio de las armas, y sin embargo, obedecíanle ciegamente (...), siempre preparados para salir a las más repentinas expediciones, ni recibían otro estipendio que las buenas gracias del Condestable (...), y una ciudad que a duras penas pudo reunir en ningún tiempo quinientos caballos, logró fácilmente presentar mil, resueltos y ejercitados en todo género de pelea. Los peones. a usanza del país llevaban largas picas con ancha hoja de hierro de afilada punta, reforzada en derredor con acero, y espadas cortas o cuchillos. Podía Miguel Lucas a su voluntad poner en hueste hasta 10.000 ballesteros, y enviar la mayor parte a donde por bien tuviese" (26).

La rebeldía de Juan de Pareja era un problema para el Condestable. Este llegó a ponerle una trampa para detenerlo, pues hacerlo en la fortaleza de Pegalajar suponía un largo sitio. La trampa consistió en utilizar al "alfaqueque" de Jaén Alonso el Gordo, que intercambiaba moros y cristianos de una parte a otra de la frontera, el cual había sido asaltado anteriormente por Juan de Pareja. Pero la trampa no dio resultado (27).

El Comendador Pareja no se encontraba entre los asaltantes, que fueron sorprendidos a la altura del Cerro de la Cabeza, donde se refugiaron. El Comendador Pareja no estaba sólo frente al Condestable, era aliado de Fadrique Manrique, que residía en la villa de Arjona y tenía a su mando dicha villa, Mengíbar, Arjonilla, Higuera de Andújar, Cazalilla, Torredelcampo, Fuerte del Rey, Higuera de Martos y Porcuna.

Al año siguiente, 1469, las correrías de los hombres de Pegalajar continuaban: robos de ganado en la zona de Andújar (28), en la sierra de Jaén, etc. Ante estos hechos, el Condestable mandó cercar la villa y el castillo de Pegalajar con trescientos caballeros y mil peones. "E como llegaron, luego les quitaron el agua, que venia de una fuente que estava cerca de la dicha villa, e asentaron dos reales sobrella, el uno encima de la Fuente Vieja, do estava el Comendador con la meytad de la gente, y el otro en el camino que viene de Jahén al dicho castillo, de frente a la puerta del arraval, en la qual estava Fernand Lucas, primo del dicho señor Condestable, con la otra gente (29)".

Durante el cerco, cada día "les combatían por todas partes, e les tiravan con tres o cuatro lombardas e con otros tiros de pólvora, e les facían grande daño"(30). Los sitiados "no tenían agua ninguna, salvo una poca en un aljibe del castillo, y ésta era tan mala y tan fedionda que no la podían bever, ni bevían otra cosa salvo vino, y con ello guisavan de comer. Por manera que los de dentro padescían muy grande sed, e la bestias e ganados que tenían dentro pereçían" (31).

A los veinte días del cerco, el Rey Enrique IV llegó a la ciudad de Baeza en su viaje por Andalucía. Cuando supo que Pegalajar estaba cercado "partió de la dicha cibdad de Baeza, y con él don Pedro de Mendoça, obispo de Çiguença, e Cabrera, e Gonçalo de León, e otros criados e privados suyos, e don Juan de la Cueva, fijo del vizconde de Huelma; que serían por todos fasta doscientos rocines. E fue la vía de Pegalajar". Uno de los privados del Rey era Fernando de Pareja, hermano del sitiado Juan de Pareja.

Cuando las atalayas del Condestable vieron llegar la comitiva, éste salió a su encuentro con trescientos rocines hasta media legua, entrevistándose con el Rey, el cual ordenó la entrega del castillo de la villa de Pegalajar.

"Y luego el dicho señor rey se movió para la dicha villa de Pegalajar. Y como su alteza llegó al real y a las estanças, do estava la gente en el cerco, juntamente dispararon tres o quatro lombardas gruesas que estavan armadas, e más de otros cinquenta o sesenta tiros de pólvora. contra la dicha villa e castillo; que no parescían sino los polvos y quel cielo se rompía.

Y luego la gente del dicho real dieron una grande grita diciendo:

- ¡Biva! ¡Biva el rey don Enrique y el su condestable de Castilla! Y su alteza mandó decir a los de la villa cómo estava allí. E luego le abrieron las puertas (...). Y el dicho señor rey entró en la dicha villa y castillo y estovo ende esa noche" (32).

 

Al día siguiente, 12 de mayo de 1469, viernes, el Rey entregó la villa y castillo de Pegalajar al Condestable, el cual puso por alcaide a Pedro de Sepúlveda. El Comendador Juan de Pareja y otros seguidores se fueron a la ciudad de Baeza (33). Según otras fuentes, tras la venida del Rey, el Condestable dio el castillo al capitán García de Jaén, persona de vida novelesca, de confianza del Condestable y uno de los regidores de la ciudad de Jaén "(34).

En 1470, las hostilidades con los musulmanes de Granada volvieron a reanudarse. Los espías del Condestable le avisaron de la preparación de una incursión por tierras de Jaén en agosto. El Condestable "con quinientos o seysçientos de cavallo e larga gente de pie" se colocó secretamente en el castillo de Pegalajar, "esperando que los moros entrasen", pero fue una falsa alarma. Sin embargo, tres meses más tarde aparecieron:

"Y luego el miércoles, que fueron cinco de diciembre, en saliendo el sol, ficieron ahumadas en el atalaya de la Pedregosa, y ovo rebato. diciendo que setecientos o ochocientos rocines moros avían entrado por el angostura de la Guardia. Y llegaron los corredores de aquella parte del río de Guadaandalla, fasta cerca de Torre Bermeja; que no osaron abaxar más.

Y luego el dicho señor Condestable, con los cavalleros y peones de la çibdad de Jahén, y el dicho Francisco de Escavias, alcalde mayor, con la gente de cavallo que con él estava de la çibdad de Andujar en la dicha çibdad de Jahén salieron al rebato. Y llegando a los Fontanares camino de la Guardia, vieron las batallas de los moros en par de la Pedregosa, bajo el puerto de Letraña (...).

El Condestable decidió dirigirse a Pegalajar y tomarles el puerto por la espalda.

"E yendo de aquella parte del río de la Guardia, por aquella sierra agra, llegando açerca del Peñón. vieron las dos batallas de cavalleros moros, la una de Baça e otra de Guadix, que estavan en el Retamal, a man derecha de como yvan, deste cabo del alcantarilla del Conçejo, que dicen. Como los vieron, enbiaron luego a facer al rey de Granada, que estava sobre Pegalajar, cómo yvan (...). (Los cristianos) vieron que todas las huertas de Pegalajar estavan llenas de moros, y que tenían entrado el arraval, y lo quemavan (...), conoçiendo el grande peligro en que todos iban. ovo de retraer la gente fasta el río de la Guardia. Y al tiempo de retraer mandó que diesen una grande grita. (... Los moros) reçelando que ivan a pelear con ellos, luego a la ora dexaron el conbate y desanpararon el arrabal, que tenían entrado. A tan grand priesa. que con sogas e pleytas se colgavan por las ventanas, que no podían caber por las puertas e portillo que avían fecho.

Y desta manera el rey moro y todos los cavalleros y peones puestos en batallas, se començaron a yr a la Cabeça y dende, camino del Mercadillo, se fueron a Canbil" (35).

En esta época la huerta de Pegalajar, cercana al castillo y muy fértil por el riego de la Fuente de la Reja, debía sufrir periódicamente los devastadores efectos de las incursiones musulmanas, con la "tala" de cultivos, ocupación que realizaban las fuerzas granadinas en la huerta cuando se presentó el Condestable (36).

Por otra parte, en épocas de paz existía un continuo comercio entre moros y cristianos. Pegalajar, como población dependiente de la ciudad de Jaén y único contacto de ésta con la frontera, tenía dos aduanas en su término. Una estaba situada en la cañada del Puerto, conocido también como puerto de la Torre de la Estrella por ubicarse allí una antigua torre de vigilancia, era junto al puerto de Cambil un lugar de paso por el que transitaban los "almayales" y mercaderes en su comercio entre los reinos de Castilla y Granada. En el siglo XV, este puerto había venido a menos en cuanto al tránsito comercial y había dejado de utilizarse como lugar de recaudación de aranceles. Anteriormente se situaban los arrendadores de este impuesto "en la enzina que es fondón del puerto de la Torre de la Estrella". Por el contrario, el puerto de Cambil --que identificamos con el actual del Carretón, situado como el anterior en el término de Pegalajar--, era usado por los mercaderes, recaudándose los derechos en el Cuchillejo, lugar que lindaba al allozar de Abenamar, lo que nos indica también la existencia de allozares en los montes de Sierra Mágina, confirmado además por el comercio de almendras entre Cambil y Pegalajar, al que se le sumaba también el aceite, miel, pescado sardinas, azúcar y alfeñique, junto con ganado de bueyes, vacas, ovejas y cabras; y otros artículos, como la greda y el lino (37).

El hecho de la posición avanzada de frontera del castillo y población de Pegalajar fue motivo de privilegios para sus moradores. Así Enrique II otorgó un privilegio de franquicias a la población que recoge Tomás Quesada de un texto de 1428 y dice así:

"El conÇejo e vesinos de Pegalhajar tienen del rey por merÇed que sean francos e quitos que no paguen derecho alguno de todas las cosas que ellos lleuaren o truxieren o conpraren para mantenimiento e basteÇimiento del dicho lugar Pegalajar segund que lo son los de Alcala la Real e de las otras villas e castillos fronteros, otrosi que no paguen todos los vesinos e moradores del dicho lugar Pegalajar ni alguno dellos ningund derecho ni alcauala ni almoxarifadgo ni otra cosa alguna de todas las cosas que ellos e cada vno de ellos lleuaren o truxieren e conpraren e vendieren para su mantenimiento, basteÇcimiento del dicho llugar, ca su merÇed del dicho señor rey es que sean francos e quitos de todo ello que lo son los de la dicha villa de Alcala la Real e de las otras villas e castillos fronteros de moros e segund que se contiene en vn aluala del señor rey don Enrrique, que Dios aya, visahuelo del dicho señor rey por donde les fiso la dicha merÇed segund mas largamente se contiene en el libro del saluado del año XX VIIIº" (38).

En este capitulo cerramos una época oscura de formación de Pegalajar, fuertemente vinculado a la ciudad de Jaén y cuya última etapa estuvo marcada por una actividad guerrera, forzada por su carácter fronterizo. Las raíces étnicas hay que buscarlas en esta etapa, de la que data gran parte de la toponimia del lugar: Retamal, Alcantarilla, Cerro de la Cabeza, Mercadillo..., que aún se conservan.