EL COMERCIO DE LA NIEVE EN LA PROVINCIA
¿Qué guerra hemos perdido
los que estamos
pidiendo un armisticio cada día,
qué dolor cultivamos, qué amargura
fundía en soledades los neveros?
(Vicente Martín Martín)
En casi todas las poblaciones de la Península con clima continental existían pozos de nieve para el abasto de la población[1], a veces allí almacenada tras ser transportada desde lugares de sierra más elevados, conocidos como "neveras municipales". Pero en el valle del Guadalquivir, por su climatología, el abastecimiento era más difícil; había que ubicar los pozos en las cumbres de las montañas que sufrían periódicas nevadas.
Pese a las grandes deficiencias de redes viarias que atravesaban la provincia, el comercio de la nieve estaba muy extendido. La persistencia de una economía de subsistencia en el marco de una población en crecimiento y de un mercado protegido mantuvo la debilidad del sistema de transporte en la provincia sin apenas cambios apreciables, hasta la segunda mitad del siglo XIX, cuando aparece el ferrocarril y se produce la apertura y mejora de algunas carreteras. Las principales vías de transporte tradicionales en la provincia eran las siguientes:
- La carretera que cruzaba Despeñaperros y Sierra Morena, que fue trazada en tiempos de Carlos III, obra de M. Le Maur, ingeniero francés. Esta carretera era llamada general de Andalucía, al llegar a Bailén se bifurcaba en dos ramales. Uno se dirigía a la Baja Andalucía por Andújar, entrando en la provincia de Córdoba por Villa del Río. Y otro, desde Bailén pasaba por Mengíbar, Jaén y Campillo de Arenas, entrando en la provincia de Granada por Campotéjar y Colomera.
- El camino carretero llamado Barranco-Hondo, que entraba en la provincia por el desfiladero de este nombre, bajaba por Montizón y por Linares se dirigía a Bailén en dirección Oeste, donde se incorporaba con la carretera general de Andalucía.
- El camino Viejo de Andalucía, que desde la Mancha Baja desembocaba en El Viso, subía el puerto de La Estrella, a la izquierda de Despeñaperros, entrando en el término de La Carolina.
- El camino para un carruaje, que bajando el río Guadalimar llegaba a Beas, Villanueva del Arzobispo, Villacarrillo y Úbeda, y desde allí a otros pueblos de la provincia. Por él se conducían las maderas de esta zona costeando los márgenes del Guadalquivir.
El resto de los caminos eran de herradura e intransitables en invierno por muchos puntos[2]. Sin embargo, las dificultades de los caminos no eran obstáculo para las recuas de los neveros, que se movían en su trajinar por sendas y atajos evitando las horas cálidas del día.
1. El comercio de la nieve en la Edad Moderna (siglos XVI-XVIII)
Desde finales del siglo XVI, el comercio de la nieve adquirió un auge notable. Sobre todo la nobleza, el clero y los miembros de clases acomodadas de las ciudades eran grandes consumidores de nieve con fines gastronómicos y terapéuticos. La demanda estimuló el comercio y la construcción de nuevos pozos en la provincia, que habían de abastecer el alto valle del Guadalquivir.
En el caso de la nieve de Valdepeñas, su distribución se hacía a los pueblos del Este de la provincia, a la ciudad de Jaén en los casos en que su pozos no tenían nieve suficiente, e incluso a la provincia de Córdoba, incluida la capital, ciudad ésta que abastecía habitualmente, pues los pozos de la Pandera eran los más inmediatos a aquel lugar. Las recuas tardaban en hacer el viaje dos jornadas y media desde los mismos pozos, cubriendo el centenar de kilómetros de distancia, según el testimonio de un arriero en 1688. La distancia influía en el precio, pues la cantidad de nieve disminuía en el acarreo, además del tiempo empleado en esta labor. En este año de 1688 los arrieros cobraban cinco reales por cada arroba de nieve que llegaba a Córdoba.[3]
También a veces se abastecía Córdoba de las sierras de Quesada y Mágina. En 1604, Juan Pérez de Barrionuevo, vecino de Córdoba hizo un contrato con Antonio Juárez, vecino de Bedmar, por lo que éste se comprometía a entregarle a aquél en Jaén "dos cargas de nieve de bestias mayores" cada dos días y tres cargas si se le avisaba a tiempo. Años después, en 1694, Córdoba compraba la nieve directamente de Albanchez[4].
La ciudad de Jaén se abastecía de nieve de pozos propios en La Pandera y Sierra Mágina (término de Mata Begid) y protegía el abastecimiento prohibiendo sacar nieve para otras ciudades sin previa licencia, con el fin de que no escasease en la ciudad o subiera su precio. Tuvo también la ciudad que defender sus derechos de propiedad frente a las villas vecinas tras su independencia de la ciudad de Jaén, como Valdepeñas en 1614 y Sierra Mágina en 1640. Córdoba solía abastecerse de la nieve de La Pandera, tanto de los propios de la ciudad como de la villa de Valdepeñas, y en las épocas que escaseaba en estos lugares lo hacía de la Sierra de Quesada o Sierra Mágina, como en 1604 y 1694 en que se abasteció de Bedmar y Albanchez.
Las ordenanzas de la ciudad de Jaén prohibían sacar fuera de la ciudad nieve sin licencia previa, para evitar que faltase a la población, sobre todo en épocas de escasez de nevadas. La sanción para los que así lo hiciesen se establecía en la pérdida de la nieve, de las bestias y una multa de dos mil maravedís. Y es que en los años de escasez, la demanda exterior era importante, sobre todo de algunas ciudades tan lejanas como Córdoba, en estos casos el control del Ayuntamiento se hacía más estrecho, como en 1609, 1638 o 1680, año este último cuando por la escasez de nieve se temió un desabastecimiento de la ciudad. Se culpaba de ello tanto a la negligencia del obligado, Cristóbal Cano, como a la escasa precipitación. Se buscó la atenuación del problema en la prohibición de la importación y el mayor acopio posible, también en los ventisqueros de Sierra Mágina[5].
El valor de la nieve variaba según las poblaciones, pues se incrementaba proporcionalmente a la distancia de las neverías. De ahí que el precio de la nieve fuese tres veces superior en la ciudad de Córdoba que en la de Jaén. Por ejemplo, en 1692 se vendía la nieve en Córdoba a 18 maravedís la libra, mientras que Jaén estaba a 6 maravedís[6]. Además, la climatología influía en el precio de la nieve, más aún cuando, tras realizar las duras faenas de acopio en los pozos, lluvias torrenciales derretían la nieve de los mismos, como ocurrió en 1701, cuando sólo se pudo librar escasa porción de nieve de los pozos con gran trabajo[7].
Había años que el precio de la nieve variaba según fuese el primer período del verano y el segundo. En 1752, durante las posturas del abasto de la nieve, el arrendador Joaquín Villacañas ofrecía vender a 10 maravedís la libra desde el día siguiente hasta final de julio, y desde el uno de agosto hasta San Miguel a dos cuartos, con tal de recibir 150 reales de ayuda. La diferencia de precio estribaba en la recogida de la misma, pues hasta principios de agosto la nieve podía recogerse de los ventisqueros y pozos más bajos de altitud y cercanos a las poblaciones, a partir de agosto la nieve tenía que extraerse de los pozos de las altas cumbres, más elevados y lejanos.[8]
La subasta de la nieve, que solía salir todos los años, comprometía a servirla a la ciudad desde el 1 de abril al 30 de noviembre. El rematante satisfacía una renta variable con ciertas condiciones por la casa y sima de nieve de La Pandera. En 1646 fue de 100 ducados y la condición de ofrecer la nieve a 4 maravedís la libra; en 1683, 80 ducados,... A lo largo del siglo XVII, el precio de la nieve osciló entre 4 y 6 maravedís la libra, impuestos incluidos, excepto si tenía que traerse de mayor distancia, como en 1607 que hubo de traerla de Sierra Nevada. Los puestos de venta estaban situados en la plaza de Santa María, en la alhóndiga Zaida; otro depósito estaba en la calle Maestra, cerca del convento de la Coronada; y no faltaban los vendedores ambulantes[9].
Sierra Nevada era el recurso de abastecimiento en los años de escasas precipitaciones níveas. Cuando ello ocurría el abastecimiento se complicaba, sobre todo por la carestía de la misma. El 25 de junio de 1749, el Corregidor de Baeza informaba que había tratado con varios vecinos de aquella ciudad para que le arrendasen el abasto de la nieve, los cuales se negaron porque además del impuesto de este consumo se les exigía un número fijo de cargas al precio de 20 reales cada una y las que excedieran de este número a 15. Sólo la conducción tenía un costo de 15 reales por cada una, pues desde Sierra Nevada eran dos días los que se tardaban en traerla, con lo que se mermaban bastante las cargas. Sólo llegaban unas 5 arrobas de las 11 de la carga, las que a su vez tenían después otras pérdidas. Aducían que vendiendo la libra a 8 maravedíes tenían como pérdidas fijas en cada carga 6 reales al menos. El Corregidor les ofreció 1.500 reales por el abasto del año a Manuel Velarde y Ceballos, que cobraba el impuesto de este consumo, que no aceptó debido a las anteriores razones, por lo que comisionó a Juan Antonio de Benavides para hallar una solución. El 11 de julio, debido a lo avanzado de la estación, la ciudad se obligó a pagar Manuel Velarde y Ceballos 60 cargas al precio de 20 reales incluidos los derechos y a 15 reales las que excediesen de éstas.
El año de 1750 Jaén también tuvo que traer la nieve de Guadix y Granada, por lo que los precios del producto volvieron a dispararse en la provincia.[10]
Hasta comienzos del siglo XVII, la nieve giennense había estado exenta de impuestos, incluso de alcabalas. En 1614 se le impuso esta contribución, que estaba generalizada en los diferentes artículos de consumo[11], produciendo gran malestar entre la población. En 1650 la Hacienda Real nombró una comisión para que estudiase el impuesto sobre la nieve y la manera más oportuna de satisfacerlo. Arbitró 2 maravedíes sobre cada libra de nieve o de hielo que se vendiese en el reino, conocido como el impuesto del quinto y millón sobre la nieve. Al principio se cobraba sólo a la nieve en venta; más adelante fue perfeccionándose la fiscalización y ya se cobraba a toda la nieve consumida, incluyendo la de quienes se abastecían a sí mismos sin comprarla. La industria de la nieve se fue desarrollando a través de pozos particulares o comunales, y los arrendadores de esta renta real cobraban directamente a los municipios[12]. Por Real Cédula de 9-diciembre-1683, la Hacienda Real reguló el impuesto sobre "quinto de la nieve", además de prohibir la construcción de obras de acopio de nieve, como pozos, balsas o ventisqueros sin permiso real. Está cédula no fue ejecutada en la ciudad de Jaén hasta 1691, con el consiguiente malestar entre la población por el incremento de su precio; año en que la Real Hacienda consideró que debía cobrar también los atrasos atendiendo a la valoración de 600 cargas anuales, en que se estimaba el gasto de la ciudad, que tras la protesta del Cabildo municipal fue rebajada a 200 cargas y dos años después elevada a 300; iniciándose así un proceso que habría de durar varios años por el difícil cobro de la deuda[13]. El impuesto por el “quinto y millón de la nieve” fue creciendo con los años, suponiendo en ingreso regular para la Corona. En el año 1762, en la provincia de Jaén, el importe de las rentas reales de nieve ascendían a 21.379 reales y 29 maravedíes de vellón[14].
La impopularidad del impuesto era tal que los mismos arrendadores intentaban eludir el mismo en las subastas municipales. En Baeza, en 1714, Manuel de Malpica, vecino de la ciudad, presentó petición al Cabildo Municipal diciendo que “por hacer bien y merced a los vecinos de ella haría postura en la nieve que necesitaba para abasto” a 6 maravedís la libra desde el día de su primera venta hasta el día de San Juan y desde dicho día en adelante hasta fin de septiembre a dos cuartos. Ponía como condición que debía ser por cuenta del Ayuntamiento “los derechos de quinto y millón que tiene dicha nieve” y si el administrador de millones quisiera cobrar la alcabala de la venta, se lo pague la ciudad. Esta condición se resaltaba expresamente de las demás condiciones corrientes, entre las que estaba otra temida por los arrendadores, como era la falta de nieve durante algunos días, por lo que éstos trataban de evitar las penas. En este caso el Ayuntamiento aceptó las condiciones excepto la de la alcabala[15].
Por otra parte, el Catastro del Marqués de la Ensenada, de mediados del siglo XVIII, hace referencia a la Sima de la Pandera y el abasto de la nieve a la ciudad de Jaén, junto con la renta en que se evaluaba el producto de la nieve y los ventisqueros, 550 reales anuales[16].
El abasto de la nieve de la ciudad de Jaén salía a pública subasta, pero a veces solo se presentaba un solo licitador ofreciendo sus condiciones. En mayo de 1720 siendo ya tiempo de abasto de nieve aún no había quien se encargara. Tomás de Malpica se ofreció a realizarlo desde el siete de mayo al día cuatro de octubre a cuatro maravedís por cada libra de dieciséis onzas, excepto el mes de agosto, que sería a seis maravedís cada una. Sin embargo, establecía varias condiciones, producto de la experiencia de este comercio como eran:
- "no devérsele vajar cosa alguna al venerable estado eclesiástico ni comunidades porque al dicho prezio no llevan cargado derecho alguno y solo se le a de revajar el ochabo del dicho mes de agosto" [lo que correspondía al corregidor conseguirlo con el fin de no verse el arrendador molestado por la justicia eclesiástica].
- "si durante el tiempo de el inferido avasto faltase nieve por seis vezes en la dicha temporada, siendo por dos oras cada una bez no se me ha de poder fulminar causa en manera alguna por lo distante que está la nieve".
- "el que respecto de ser el sitio oportuno que ai para vender dicha nieve es la alhóndiga de esta ziudad seme aia de dar por dicha temporada de abasto el portal, cavallerizas y nevera que ai echa en ella pagando por arrendamiento de lo referido y por dicha temporada ziento y diez y seis reales de vellón"[17].
Tradicionalmente los eclesiásticos se veían favorecidos en el precio de la nieve, pues no se le cargaban impuestos, por lo que su coste era de dos maravedís menos en libra. El consumo de nieve en este estamento era muy elevado. Así, en el verano de 1691 los eclesiásticos consumieron dos tercios de la nieve de la ciudad[18].
El interés de la Alhóndiga residía en la "nevera" que tenía construida el Cabildo para conservar la nieve que traía de la sierra en tanto la vendía a particulares, además de la cuadra "que a servir para el tamo y seras y demás que se ofreziere", imprescindibles aislantes para conservar la nieve a lomos de las caballerías durante el trayecto.
Por esta época, 1720, la nieve como artículo de consumo en la ciudad de Jaén estaba sometida al pago de seiscientos reales de impuestos de cientos y alcabalas, que se encarga de cobrar el Administrador General de Rentas Provinciales. Y una vez aceptadas las condiciones del contrato, se pregonaba durante nueve días por las calles de la ciudad.[19]
En otras ciudades de la provincia —tal es el caso de Baeza— con frecuencia la subasta del abastecimiento de la nieve era asumida por forasteros especialistas en este tipo de comercio, como eran los de Levante, región en la que el consumo de este artículo por estos años había alcanzado un auge notable. En marzo de 1797, Pascual Sanz, vecino de Torrente (Valencia), hizo puesta sobre el abasto de nieve y bebida helada en Baeza, para venderla desde el 28 de mayo hasta Nuestra Señora de Septiembre, comprometiéndose a vender cada libra de nieve a 10 maravedís[20]. Este tipo de arrendadores compraban nieve a aquellos otros que la acopiaban en los neveros, y su especialidad no sólo era venderla al por menor al público, sino también elaborar helados y bebidas muy apetecidas durante el verano. La subasta solía hacerse en el mes de marzo y se celebraba a las 11 de la mañana en las casas del Cabildo.
En años sucesivos, 1799, 1800, 1801-1805, Pascual Sanz, vecino de Torrente, vuelve a hacerse con la postura para el abasto de nieve, agua cebada y bebidas. Se especificaba que la nieve procedía de Sierra Mágina, y en el caso de que no hubiese bastante nieve en los pozos de esta sierra o se acabase, no tenía obligación de continuar suministrándola por los muchos costes que ocasionaba el surtirse de otro sitio.
Otras veces se estipulaban condiciones con relación a probables alteraciones de precio por probables situaciones de alteración política, como en 1801: “si hubiera o acaeciese alguna extraña novedad política que pudiera influir en el precio de los géneros ultramarinos necesarios para el referido abasto, se arreglarán las bebidas conforme dicte la prudencia y sea más conforme así el común como a dicho arrendador”.[21]
Con frecuencia el arrendador del abasto de la nieve era vecino del lugar. En Baeza, en 1779 recae en Esteban Fernández, de este vecindario, al precio de 2 cuartos la libra, al que se le impusieron las condiciones siguientes: “no ha de poder el dicho postor tener falta alguna en este abasto el tiempo de las 24 horas que propone por ser urgente y principalmente en este pueblo y estación de verano”. La segunda condición era que el vecino que quisiera hacer bebidas en su casa pudiera hacerlo tomándole la nieve al abastecedor y avisándole con tiempo.[22]
En Andújar en 1648-1649 era el arrendador de la nieve Andrés de Castilla, que surtió las necesidades de la ciudad "a precios baratos para que pudieran usarla los pobres en sus enfermedades". La nieve se vendía en los portales del mercado y de la pescadería, cedidos por el cabildo municipal gratuitamente, puesto que no hubo concurso de gente ese año en la fiesta y feria de Andújar a causa de la epidemia de peste. Años después, durante la epidemia de peste de 1681, el arrendador de la nieve era Juan Ruiz Velarde, que vendía la libra al precio de 12 maravedís, contrata que el cabildo municipal concedió "por ser ventajosa".
En el siglo XVIII, en Andújar se sacaba en almoneda el abasto de nieve durante el verano, desde el día de San Eufrasio hasta el 8 de septiembre. El precio en 1727 era de 16 maravedíes la libra y se realizaba en dos puestos de venta, uno en la plaza de Mestanza y otro en la del Sol, que estaban abiertos hasta las 11 de la noche.[23]
Otras veces no había postores en las subastas. Cuando esto ocurría los ayuntamientos solían ser más permisivos en las condiciones del abasto. Así, en 1747, Andrés Martínez Cabrilla presentó un memorial en el Ayuntamiento de Baeza en el que manifestaba no haber habido postor en el abasto de nieve de aquel año, por lo que se había encargado él del mismo “en beneficio de la causa pública” y “para soportar las quiebras que resultaban” pidió una ayuda, la que no podía ofrecer el Ayuntamiento por no tener caudales, en cambio le autorizaba vender la libra de nieve a superior precio, a 10 marevedís.[24]
2. El comercio de la nieve en la Edad Contemporánea (siglos XIX-XX)
En el siglo XIX el comercio de la nieve sigue las pautas marcadas durante la Edad Moderna. El mayor crecimiento poblacional incide también en un mayor consumo, tanto en medicina como en la gastronomía, por lo que el comercio de la nieve alcanza su cenit a mediados del siglo XIX. En la segunda mitad se produce un lento declive, que se agudiza ya a comienzos de la centuria del siglo XX.
La nieve, como artículo de consumo para el abastecimiento de la población entró a formar parte de las atribuciones municipales, a la vez que artículo tributario para las arcas del Estado. Al ser un artículo necesario los ayuntamientos regularon el proceso de almacenamiento y abasto de nieve a los vecinos, que incluía la obligación de tener existencias a disposición del público bajo pena de sanción. La titularidad de la nieve pertenecía al dueño de los terrenos en que se hallaban los pozos o los ventisqueros, bien fuera municipio o propietario particular. La forma jurídica de explotación de la nieve solía ser el arrendamiento.
2.1. El arrendamiento de la nieve
En el siglo XIX, los pozos de Sierra Mágina y Sierra Sur (La Pandera) continuaban abasteciendo de nieve tanto a lugares cercanos como Jaén capital, otros más retirados como Baeza y Úbeda, e incluso algunos tan lejanos como las ciudades de Córdoba y Andújar.
Los arrendadores de la nieve de la ciudad de Jaén eran con frecuencia vecinos de Valdepeñas, experimentados en estas labores: Antonio Peinado y Esteban Giménez a mediados del siglo XIX. En otros momentos también lo fueron personas influyentes por sus cargos públicos, como Francisco de Salazar, administrador general de rentas provinciales, quien en 1764 se quedó con el arrendamiento de la sima de la Sierra de la Pandera por 550 reales de vellón. Los arrendamientos solían realizarse entre los meses de octubre y diciembre y duraban un año[25].
En el siglo XIX continuaban los ayuntamientos obteniendo unos beneficios anuales permanentes por el aprovechamiento de la nieve, que solía subastarse a particulares, los cuales se encargaban de los trabajos de almacenamiento, transportes y venta. La cantidad variaba de unos años a otros. Así vemos que en Torres, el año común del quinquenio 1836-1841 en que fue rematada la renta de la nieve, era de 1357 rs.[26]; mientras que en 1842, el arrendador Victoriano Catena se hizo cargo de esta renta por la cuantía de 804 rs., bastante inferior a los años anteriores a pesar de rivalizar con otros pujadores.[27] En 1843 se subastó en Torres en 2.000 rs. a favor Manuel López; En Albanchez, 1849,[28] en 2.620 rs. a favor de Victoriano Catena; y en 1844 lo fue en 2.340 rs. a favor de Adriano Molina; cantidades semejantes a la media de años anteriores. Estas subastas solían hacerse en los meses de febrero y marzo.
A veces, el abasto de la nieve se veía dificultado por alteraciones climatológicas como falta de precipitaciones o fuertes vientos que disipaban la nieve de los ventisqueros donde se almacenaba, tal como ocurrió en 1841 en el término de Torres[29].
Los arrendadores se encargaban también de abastecer de nieve aquellas ciudades cuyos términos municipales por su orografía carecían de depósitos de acopio de nieve, aunque sí solían tenerlos de distribución. En estos casos, los ayuntamientos contrataban el abasto público. Así, en la ciudad de Andújar el precio de la nieve en 1841 era de 10 maravedís libra y era abastecida durante los meses de mayo a septiembre por aquellos pujadores que se quedaban con la subasta de abastecimiento. En este año lo fueron Esteban Jiménez, vecino de Valdepeñas, y Francisco García, de Jaén[30], que también lo fue en 1842 según la escritura de arrendamiento con el Ayuntamiento de Jaén para la venta de la nieve de los pozos y ventisqueros de la Pandera, rematada en 11.100 rs. Anteriormente fue arrendador de la nieve en Andújar José Ignacio Garrido.[31]
En Úbeda, también se realizaba en pública subasta el abastecimiento de nieve. En 1847, las condiciones del arrendamiento eran enviadas a los lugares que tenían depósitos de nieve, como Cazorla, Quesada, Bedmar, y Albanchez. En las condiciones se establecía el precio máximo de la nieve y la obligatoriedad de atender el servicio salvo, como era frecuente, que una nube cortase el paso del río, para lo cual el arrendador debía depositar una fianza en el ayuntamiento[32]. El abastecedor de la ciudad en 1843 era Victoriano Catena, vecino de Torres, que se comprometió a abastecer y vender la nieve a ocho maravedís la libra, “según es costumbre practicarlo en memorial en esta población”. El Ayuntamiento aceptó la postura sin perjuicio de la subasta pública por el importante servicio que se le hacía al vecindario, y por el peligro que suponía quedarse la ciudad sin el abasto de la nieve[33].
En Quesada, su arrendador en 1834 era Santiago Valenzuela, Mariano Segura en 1850, Justino Tribalvos en 1852-1853, y Gerónimo de Tíscar en 1866. El producto de la renta de la nieve entre 1850 y 1858 experimentó un fuerte declive debido a la fuerte competencia de las nuevas "pilas" de Cazorla a partir de 1850, lo que se manifestó en el remate de la subastas.[34]
Año |
Remate, reales |
1849 |
4.000 reales |
1850 |
4.000 reales |
1851 |
2.250 reales |
1852 |
2.250 reales |
1853 |
2.250 reales |
1854 |
154 reales 36 ctmos. |
1855 |
154 reales 36 ctmos. |
1856 |
154 reales 36 ctmos. |
1857 |
154 reales 36 ctmos. |
1858 |
510 reales |
1866 |
803 reales |
También en Jaén el arrendamiento se hacía por subasta pública. En 1844, esta renta fue rematada a favor de Esteban Giménez en 11.000 reales; y en 1848 de nuevo a favor de Francisco García en 11.900 reales[35] En 1845, el total de propios arrendables ascendía a 62.200 reales; por lo que el 18 % del total correspondía a la renta de la nieve. Las otras correspondían a los Baños de Jabalcuz, despojos del Matadero, sitios y puestos de Feria, cabalgaduras, y tablas de pescadería. Entre 1857 y 1863 el remate fue en las siguientes cantidades:[36]
AÑO |
REMATE |
1857 |
10.000 rs. |
1858 |
4.792 rs. |
1859 |
4.428 rs. |
1860 |
7.500 rs. |
1861 |
8.000 rs. |
1862 |
4.639 rs. |
1863 |
4.000 rs. |
Como es natural, el precio de la nieve en las poblaciones era proporcional a la distancia de acarreo. Así en 1809, para Jaén, el precio era de 12 cuartos si la nieve procedía de la Sierra de la Pandera, o 20 cuartos si lo era de Sierra Mágina[37]. También influía en el precio los imponderables, lo que llevaba a elevar el precio al público establecido en la subasta. Es el caso en 1846 del arrendador de la “venta de la nieve” Esteban Jiménez, de Valdepeñas, manifestaba al Ayuntamiento de Jaén las dificultades que tenía para abastecer a la ciudad, debido a la escasez de nieve en la Pandera[38], por lo que su precio debía elevarse si se quería cumplir el contrato en su totalidad, pues los gastos eran mayores al tener que traer la nieve de Sierra Mágina. La alternativa era reducir el abasto a la población y limitar la distribución sólo para fines médicos, soslayando la distribución a cafés y particulares.
La escasez de la nieve era un riesgo que corría el arrendador de la misma. La climatología “anárquica” mediterránea, sometida a periódicas sequías, a veces intensas, junto con otros períodos de abundantes lluvias hacía de la escasez de nieve una posibilidad que normalmente comprendía el Ayuntamiento y asumía con la rectificación del contrato, bien en el precio de venta o en la distribución.
Uno de estos casos tuvo lugar en 1683, cuando tras una copiosa nevada, el arrendador de la nieve subió con 40 hombres para realizar las labores de acopio y mientras realizaban la labor una intensa lluvia terminó con la nieve. Otras veces no nevaba lo suficiente, y en estos casos solía liberarse al arrendador de su contrato[39].
En otro caso, en 1821, cuando estaba mediado el mes de mayo y habiendo pasado la época de nevadas, el arrendador de la nieve Joaquín Carrillo, vecino de la villa de Valdepeñas, recordó al Ayuntamiento de Jaén las condiciones económicas de su contrato para el abasto de nieve que producía la Sierra de La Pandera, el cual se hizo en pública subasta y se remató en 11.000 reales de vellón, y entre las condiciones estaba la de no subir el precio de la nieve. Recurría estas condiciones al Ayuntamiento por falta de abasto, debido no sólo a la escasez, sino también a los gastos ocasionados por recogerla en los pozos. La escasez de nieve hacía que se derritiera prontamente y era necesario tener operarios que estuvieran "en una continua observación, a no perder cualquier coyuntura que se presentara por momentánea que fuera [...]”. De esta escasez resultaba que los depósitos de la Pandera no eran suficientes para abastecer a la ciudad, en todo caso una corta temporada hasta fin de Julio. Para continuar surtiendo a la capital era forzoso recurrir a las neverías de Mágina existentes en el término de la villa de Albanchez, o a las de los Ventisqueros de Valdepeñas, cuyos portes eran mucho más costosos, por encontrarse a mayor distancia que la Pandera. Por estas circunstancias se le hacía imposible, una vez agotada la nieve de la Pandera, continuar abasteciendo a la ciudad por el precio estipulado de seis maravedís en libra. Una de las soluciones que proponía era que se le permitiera vender la libra a dos cuartos. En este caso el Ayuntamiento de Jaén respondió al arrendador que "como que se trata de un interés del público" tendría que verificar tales circunstancias, y mientras tanto debía someterse a las condiciones del arrendamiento[40].
La escasez de nieve en el año 1846 fue también motivo para que el arrendador de la misma en la ciudad de Jaén, Esteban Jiménez, manifestase la imposibilidad de cumplir su contrato, a lo que había que unir "las fuertes calores" del verano de este año, por encima de lo normal. A pesar del primer contratiempo, el arrendador creía disponer de lo suficiente para el abasto a la ciudad durante toda la temporada, pero la nieve se le terminó el treinta de agosto. La causa de ello, según el arrendador, estaba en "el destrozo de ese artículo en los días de ferías" —a mediados de agosto— debido al abuso de los dueños de cafés y puestos públicos, que se llevaban la nieve del depósito de la ciudad "a diez y seis cargas" para "el libreo del público", no haciendo sus pedidos anticipadamente, como era condición, y "no era un género que pudiera conservarse en esa atención".
El arrendador de la nieve, a partir el uno de septiembre, tuvo que traerla de las sierras de Quesada, "a distancia de diez leguas" a mucho mayor precio y costos de transporte, a lo que había que añadir la "merma, llegando hasta el estremo en las dos últimas cargas de quedar reducidas a seis arrobas las diez y ocho que se compraron en dicha sierra". El arrendador pidió al Ayuntamiento de Jaén el recesión de su contrato, por temer "su completa ruina" de seguir abasteciendo la ciudad de la nieve de Quesada. Y en los pocos días que faltaban se abasteciesen los establecimientos como estimasen más oportuno[41].
A veces se contrataban las recuas de caballerías para el abasto a la ciudad de Jaén, probablemente en los años en que el acopio de nieve se hacía por administración, pues normalmente el transporte en caballerías hasta el núcleo urbano era proporcionado por el arrendador de la nieve, que ya la había acopiado en los pozos durante el invierno. En mayo de 1809 se encargaron del transporte de la nieve de la Pandera y de Sierra Mágina los vecinos de Valdepeñas[42] Juan de Estrella López y Juan Garrido, transporte que debían hacer con veinte caballerías, al precio de doce cuartos para la nieve de la Sierra de La Pandera y a veinte cuartos si la traían de Sierra Mágina. La nieve debían ponerla en la alhóndiga de la ciudad, donde era pesada por el fiel de la misma. Se hacía hincapié en que no faltase y si eran necesarias más caballerías para el acarreo se les pagaría el alquiler de las mismas, y en su uso tendrían predilección los enfermos de los hospitales[43].
Una vez que la nieve llegaba a lomos de caballerías a los núcleos urbanos, los particulares eran los encargados de la distribución pormenorizada de ella. Así en Úbeda, que era una ciudad gran consumidora de nieve, la cual se le suministraba de Sierra Mágina y de las sierras de Cazorla y Quesada, el vendedor particular de ésta solía ser un botillero, servicio en monopolio obtenido en subasta pública[44].
2.2. Condiciones del arrendamiento.
En la ciudad de Jaén la subasta de la nieve se celebraba en distinta fecha según las épocas. En 1836 se realizó en los primeros meses del año, en que fue rematada a favor de Ramón Martínez en la cantidad de 7.000 reales, con las condiciones de no poder vender la nieve a más de 8 maravedís la libra, la de abastecer al público desde la víspera del día del Corpus hasta el 4 de octubre, y la de realizar el pago de la cantidad estipulada en dos plazos, el quince de agosto y el quince de septiembre. Todo conforme lo dispuesto por el Gobernador Civil, que con el decreto de 5-3-1836 aprobó el remate de dicha renta[45].
A mediados de siglo, la subasta solía anunciarse en los meses finales de cada año. El pliego de condiciones a mediados del siglo XIX era el siguiente:
"Pliego de condiciones que han de observarse para el arriendo del aprovechamiento de la Nieve en el año de mil ochocientos sesenta y dos.
1ª. No se admitirá postura que no sea arreglada, presentándose en el acto de hacerla fiador de quiebra, al menos que el sugeto que la haga sea de conocido arraigo.
2ª. La cantidad del remate será sin el menor descuento, no teniendo el arrendador derecho alguno a reclamar baja por ningún concepto.
3ª. El abasto de la nieve será obligatorio para el arrendador cayendo alguna nieve aunque no la recoja por su culpa o apatía, siendo preferente el surtido de esta población a cualquier otro, aunque precediera contrata por parte del arrendador.
4ª. Éste entregará en la Depositaría de Propios la cantidad en que consista el remate en tres plazos iguales, el primero en treinta y uno de Julio, el segundo en treinta y uno de Agosto y el tercero en treinta de septiembre de mil ochocientos sesenta y dos.
5ª. El mismo afiuciará a satisfacción de esta Alcaldía el importe de la venta.
6ª. El precio a que ha de vender cada libra de nieve será de treinta céntimos en la temporada, que principia a el día treinta de Mayo y concluirá el cuatro de Octubre de mil ochocientos sesenta y dos.
7ª. El arrendador estará obligado asistir de nieve a los cafés y puestos fijos con la que necesiten, siempre que los dueños de dichos establecimientos la pidan con un día de anticipación, sea cualquiera la porción que le reclame.
8ª. El arrendador estará obligado a expender la nieve que el público necesite, en un local fijo, que esté situado en el centro de la población.
9ª. El mismo no permitirá bajo ningún pretesto que otra persona se mezcle a recoger ni entrojar nieve, ni cubrir pozos para conservarla en la Sierra, ventisqueros o terrenos de la pertenencia de los comunes de propios de esta capital, siendo responsable con sus bienes a cualquier abuso que se cometa por vecinos de Valdepeñas u otros pueblos, dando cuenta inmediatamente al Ayuntamiento de esta capital con justificación de los hechos, si por acceso se intentasen o ejecutasen pues en otro caso será de su cuenta y cargo todos los perjuicios y gastos que se originen.
10ª. El arrendador abonará el papel que se invierta en este expediente y los derechos del Pregonero. Jaén diez de octubre de mil ochocientos sesenta y uno. El Alcalde. Fernando de Contreras".
Una vez establecidas las condiciones se hacía un edicto que se remitía al alcalde de Valdepeñas, de donde solían ser la mayoría de los arrendadores, se colocaba en sitios públicos de la población y se entregaba al gobernador civil para su publicación en el B.O.P.J. Los remates tenían lugar a partir de mediados de noviembre y se realizaban a las once de la mañana en el despacho de la alcaldía. Normalmente se hacían varios remates, hasta cinco, buscando la mejora del diez por ciento, siendo el último remate ya en el mes de diciembre[46]. El método de la subasta a mediados del siglo XIX se recoge un uno de los expedientes:
"Siendo dadas las doce de este día dispuso el Sr. Alcalde se avivara la voz con los intermedios correspondientes y el pregonero continuó diciendo pues que no hay quien puje ni de más por la referida renta de la Nieve que los diez mil reales a la una, a las dos, a la tercera que buena, que buena, que buena pro le haga al postor mediante lo cual quedó el primer remate en Esteban Jiménez"[47].
A veces se especificaba más el suministro de nieve y se hacía una escritura pública de compromiso entre el Ayuntamiento de Jaén y el arrendador, como en 1864, cuando lo eran Juan Bautista Pérez y Rafael Durán Redondo. En ella se especificaba que debían entregar en la ciudad dos cargas diarias de nieve durante el período establecido y antes de las seis de la mañana, recibiendo su importe al contado[48].
En Valdepeñas las subastas de la nieve en algunos aspectos eran parecidas a las de la ciudad de Jaén, como es el tiempo en que acostumbraban a realizarse, a finales de año, el arriendo anual y las sucesivas subastas de mejora. Sin embargo, probablemente por su carácter rural, las condiciones eran más simples, en el lenguaje utilizado empleaban el santoral, que ya a mediados del siglo XIX era poco utilizado en la ciudad, y demostraban su predilección por los vecinos que participasen en ella. Así vemos que en la subasta de 1842, las condiciones aprobadas el 11 de diciembre eran las siguientes:
“[...] 2ª Que la cantidad en que fincare había de ser satisfecha en un solo plazo en metálico para el día 15 de agosto del presente año, asegurándose el contrato a satisfacción del ayuntamiento.
3ª. Que el arriendo es por un año y una sola cosecha, debiendo concluir en San Francisco, 4 de octubre, quedando en dicho día libre las neverías con sus esistencias sino hubiesen dispuesto de ellas el arrendador no estando obligado el Ayuntamiento a indemnización alguna.
4ª Que la cantidad del remate se ha de satisfacer íntegra aun que sobreviniese algún caso fortuito.
5ª. Que serán preferidos los vezinos del pueblo a los forasteros y los que anticipen la cantidad del remate a los que hagan sus posturas al fiado.
6ª Que será obligación del rematante satisfacer los derechos de escritura pública”.
Este año, el primer remate se fijó el día 12 de enero, y se anunció tanto en la villa como en los pueblos inmediatos y en el Boletín Oficial de la Provincia. En el año común del último quinquenio, el arrendamiento de la nieve era 2.195 rs., cantidad con la que daba principio la subasta. Cristóbal Jaenes, de Valdepeñas, y José del Moral participaron en la primera. Finalmente participaron en la última subasta, el 21 de enero, Antonio Martínez y Antonio Peinado. Este último hizo la mejor postura, que elevó la renta a 3.520 reales[49].
En Quesada, las condiciones eran semejantes a Valdepeñas, también más simples que las de Jaén y con sus peculiaridades propias. Salía al público junto con la subasta de los hornos de pan cocer, a finales de año y con varios remates. En 1842, no hubo licitadores por lo que se formó un nuevo expediente, señalando el primer remate el 5-diciembre, el segundo y tercero los 12 y 19 del mismo mes, todos festivos, "admitiéndose en el segundo las mejoras del diezmo y medio, con preferencia a otras, y en el último las del 4º, en igual forma", anunciándose así por edictos tanto en dicha villa como en los pueblos limítrofes o relacionados directamente con su comercio (Baeza, Cazorla, Linares, Úbeda y Villacarrillo) y en el Boletín Oficial de la Provincia, cuyo arriendo había de ejecutarse bajo las condiciones de que el abastecedor ha de vender cada libra de nieve al precio de 4 maravedís fijos, haciendo los acopios necesarios de la Sierra de aquel término; afiuciar a satisfacción del ayuntamiento; los pagos por trimestres vencidos y el último lo ha de verificar precisamente el día 20 de diziembre; siendo además de su cargo los costos del espediente y escritura de obligación que se otorgue”. Bajo estas condiciones se verificó el remate de la renta de la nieve en Manuel Bedoya, vecino de Quesada, por la cantidad de 1.200 reales[50].
Años después, en 1858, las condiciones no eran muy distintas en Quesada:
Condiciones:
"1ª. No se admitirá postura que no cubra la cantidad de 300 rs. calculados en el presupuesto municipal de 1859.
2ª El arriendo es por todo el dicho año a suerte y ventura.
3ª. La cantidad en que finque el remate ha de pagarse en dos plazos iguales, uno el 15 de agosto y otro el 29 de septiembre; teniendo derecho el rematante para estraer de las torcas de aquella sierra y para donde guste la nieve que quiera sin limitación, siendo de su obligación surtir al vecindario en la temporada de verano, al precio de 12 céntimos libra.
4ª. Será de cuenta del mismo el pago de los derechos de escritura y remate.
El primer remate quedó en favor de Francisco Segura en 1.000 rs. y el segundo en Florencia Segura en 1.200 rs."[51]
Producto de la renta de la nieve de Quesada en el período 1854-1858:
AÑO |
RENTA |
1854 |
154 rs. 36 ctmos |
1855 |
" |
1856 |
" |
1857 |
" |
1858 |
510 rs. |
Otras veces, en las condiciones (2ª mitad del siglo XIX) se especificaba que el arrendatario podía expedir la nieve en la forma y al precio que le conviniese para "forasteros o abastecimiento de pueblos extraños", mientras que a los vecinos de Quesada solo se les exigía 65 ctmos. por arroba y tres ctmos. por libra, sin que pudiese faltar en la población, para cuyo uso se establecía un depósito con la cantidad suficiente.[52]
En Los Villares las subastas también acostumbraban a hacerse a finales de año. Por los datos que tenemos solían ser las de mayor duración. En 1868 el arrendador de la nieve lo era por diez años por una cantidad de 12.563 reales, pagados en tres plazos, que debían vencer al terminar el segundo año.[53]
En Torres el arrendamiento de la nieve se realizaba de acuerdo con la normativa establecida: en pública subasta con treinta días de tiempo y publicada en edictos y el Boletín Oficial de la Provincia, con la salvedad del tiempo de salida, que era frecuente efectuar en el mes de febrero o marzo y no a finales de año como en otras poblaciones. Por ello, en 1842, tras acordarse el arrendamiento el 5 de marzo, la primera subasta tuvo lugar el 6 de abril, en la que sólo compareció como pujador Miguel Raya Lanzas; en el segundo remate lo hizo Victoriano Catena que mejoró la puja y se publicó por edicto, la cual fue mejorada en el último remate por Juan Tello Garzón, por lo que Victoriano Catena tuvo que elevar la cuantía a 804 rs. quedándose con la subasta[54].
Las condiciones que se establecían en Torres eran semejantes a las del resto de los pueblos, también con referencia al santoral. Así se expresan en el año 1834:
"Ser de su cuenta [del arrendador] todos los costos [...]; satisfacer dicha cantidad el día de Santa María de Agosto prócsimo en metálico; hacer el acopio precisamente en la Sierra de Torres y no en otra; y limpiar a su costa los pozos donde lo verifique".
Aquel año se presentaron varios licitadores. Manuel Barrionuevo, prometiendo guardar las dichas condiciones, subió la renta a 2.000 reales, "siempre que se le asegurase el arriendo por tres años dando en cada uno esa cantidad con la circunstancia de hacer a su costa en la sierra un albergue subterráneo para los operarios de acopio y venta". Al final la mejor postura fue la de Manuel López, al que se le concedió la renta de la nieve en 6.015 reales por tres años[55].
En Huelma, que disponía de pozos en Sierra Mágina, el arrendamiento era anual. Como en otras poblaciones, las subastas tenían lugar en los últimos meses del año. En 1859, fue el 17 de octubre cuando hizo postura Gabriel Morales a la nieve de Sierra Mágina en 267 rs. con las siguientes condiciones:[56]
"1ª. El arriendo será desde 1º de enero a 31 de diciembre de 1859 [...].
2ª. Que el arrendatario quedará subrogado en los derechos y acciones del caudal de propios en los indicados ramos y en la cobranza de ellos se sugetará a la práctica establecida en años anteriores.
3ª. Las cuestiones que se promuevan serán resueltas por la Alcaldía con apelación a Vs.
4ª. Los pagos serán los días 1º de Febrero, Mayo, Agosto y Noviembre so pena de sufrir apremio.
5ª. El arrendatario no solicitará rebaja por ser a suerte y ventura.
6ª. El Alcalde se compromete a prestar al rematante el mismo auxilio que en iguales casos prestaría al encargado del caudal de propios si el ramo estuviese en administración.
7ª. El arrendador está obligado a dar fianza o pagar los trimestres anticipados."
Se hacían subcontratos de nieve también entre particulares, que quedaban registrados en los protocolos notariales. Es el caso del realizado en 1875 entre el acopiador de la nieve de Sierra Mágina Matías Pío Moreno y Real, vecino de Torres, con Antonio Martínez Reyes, vecino de Jaén. El primero se obligaba “a proveer y vender nieve para el temporada del presente año que empieza a quince de mayo y concluye a fin de septiembre”; mientras que el último había de tomar la nieve en exclusividad de la Sierra de Mágina, en término de Albanchez, al precio de cinco pesetas cada carga, cualquiera que fuese el número de arrobas que cargase[57], siendo por su cuenta los portes y demás gastos que le pudiesen ocurrir. Antonio Martínez Reyes actuaba en colaboración con Miguel de Campos y Moreno, y Juan María Poveda.[58]
También se hacían estos contratos en la Pandera. En 1847, Juan López y Pedro Amate, vecinos de Jaén, se obligaron a conducir a la ciudad desde la sima, pozos y ventisqueros de la Pandera la nieve para el abasto, cuya venta había recaído en Francisco García[59].
En las poblaciones que no disponían en su término municipal de pozos de nieve, pero eran grandes consumidoras, los contratos de abastecimiento solían realizarse a principios de Primavera, pues se trataba sólo de abastecer de nieve la población y no del acopio de nieve en los pozos de la sierra durante el invierno. Así, en Úbeda la subasta normalmente era anual y, a mediados del siglo XIX, el pliego de condiciones era el siguiente:
"1ª. Que el abastecedor ha de surtir de nieve desde el día de la Cruz del corriente año no sólo a los vecinos de esta Ciudad sino también a los hospitales, Corporación y cualesquiera otra persona que quiera comprar al por menor.
2ª. Que también deberá proveer de este artículo a los botilleros, encargados y dueños de Café y cualesquier otros que quieran comprarla al por mayor con tal de que pueda remitirla desde el puesto en que la tenga acopiada.
3ª. Que además si ocurriese algún evento cualquiera en que se necesitase de este artículo deberá facilitarlo sin escusa ni pretesto alguno siempre que proceda el oportuno aviso dentro del período de Mayo a octubre inclusive.
4ª. Que el precio macsimo o mayor a que deva vender la nieve será el de ocho mrs. cada una libra; de cuyo tipo en disminución se admitirán las posturas que se hagan en la subasta.
5ª. Que ha de renunciar cualquier caso fortuito que ocurra siendo siendo condición precisa que tenga abastecido el Pueblo cualesquiera que sean las circunstancias que ocurran en todo el referido espacio de tiempo de Marzo a Octubre inclusive del corriente año.
6ª. Que se obligará por medio de contrato solemne y afianzará con hipoteca bastante las resultas del contrato satisfaciendo los derechos del espediente y quedando responsable a las penas que la Autoridad le imponga por cualquier falta que en este asunto cometa.
7ª. Que bajo las condiciones precedentes tendrá la esclusiva de abastecer de nieve a esta Ciudad pudiendo ecsijir que ninguno otro la venda y que sólo se compre en la espendeduría que establezca rotulada con un cartel que indique cual es la casa en que se vende este género= Y para que conste, firmo en Úbeda, diez y nueve de Abril de mil ochocientos cuarenta y cuatro= Francisco Virto."[60]
El pliego de condiciones, además de publicarse en la ciudad de Úbeda, se envió a los pueblos de Quesada, Cazorla, Torres, Jimena, Albanchez y Bedmar, para la subasta que debía tener lugar el día 5 de mayo de 1844, a las doce de la mañana. Siguiendo la costumbre, se pregonaba durantes varios días en cada población y en los sitios más concurridos. Solían concurrir a esta subasta abastecedores de nieve de las zonas de Quesada y Sierra Mágina.
La subasta solía realizarse en la Casilla del Repero, en la Plaza de Toledo, ante el Alcalde, que en 1844 era el Marqués de Donadío. Aunque en un primer momento manifestó su intención de participar en la subasta Cecilio García, vecino de Quesada, este año la subasta también fue adjudicada a Victoriano Catena, vecino de Albanchez, y su socio Manuel López, vecino de Torres, tras haberse dado los pregones por si concurrían mejorantes y las fianzas oportunas:
"... y siendo la hora de costumbre se avivó la voz y apercivió su remate con las voces, a la una, a las dos, a la tercera, que buena, que buena, que buena y berdadera; que buena, que buena y berdadera pro le haga al postor que se la lleva que lo fue Manuel López, socio de la compañía de Victoriano Catena, vecino de Torres, siendo fiador de vara Joaquín Belda, vecino de esta ciudad."[61]
2.3. Las compañías neveras
La amplitud a que había llegado el comercio de la nieve a mediados del siglo XIX, época en que la mentalidad liberal se está asentado en la provincia y en la que se busca una mayor rentabilidad de las actividades económicas, da lugar a la formación de compañías de neveros que buscan regular el comercio de la nieve y la competencia con una disminución de las distancias y el consiguiente abaratamiento de costos.
Eran convenios entre particulares que se recogían en escrituras de compromiso ante notario. Una de ellas fue la realizada el 3 de septiembre de 1851 entre la compañía formada por Esteban Giménez, Antonio Peinado, D. Pedro de Quesada, D. Blas de Quesada y Dusmet, D. Francisco de Sales Castillejo, José del Moral (vecinos de la villa de Valdepeñas de Jaén), Francisco García, Juan de Dios García y el Marqués de Nabasequilla (vecinos de la capital); y otra formada por Manuel Barrionuebo, Victoriano Catena, Francisco Manuel Moreno, Luis Salido Villa (vecinos de Torres), D. Juan de Ogállar (vecino de Albanchez) y D. Francisco García (vecino de Pegalajar), arrendadores de la nieve de las sierras de Cambil, Huelma, Torres y otras.
El principal motivo del compromiso entre ambas compañías que controlaban los pozos de la Sierra Sur (la primera) y Sierra Mágina (la segunda) era no perjudicarse mutuamente, así lo reconocía la escritura de compromiso, para lo cual se comprometían a no vender nieve alguna fuera de la demarcación que les correspondía y con una serie de condiciones.
La primera condición era el reparto de la provincia en dos zonas de influencia. La que correspondía a la primera compañía (la de la Sierra Sur) tenía por límites los llamados ríos Jaén y de la Guardia, o sea, el actual Guadalbullón, que es el que hace de frontera natural entre las sierras Sur y Sierra Mágina, con las respectivas zonas de campiña de influencia hasta llegar al Guadalquivir. Se entiende que la margen derecha del Guadalquivir queda para la segunda compañía (la de Sierra Mágina), en cuanto Andújar se reconoce que pertenece a la demarcación de ésta y sin embargo queda como excepción para el comercio de la primera compañía. Así, las arrendatarios de la nieve se repartían las zonas más cercanas a sus pozos respectivos.
Por otra condición se aseguraba el abasto de nieve para cualquier compañía que le faltase y por el precio de quince reales la carga, siempre que le sobrase nieve a la otra. También se establecía como tiempo de duración del compromiso el mes de diciembre del año siguiente, y una multa de 4.000 reales para aquél que lo rompiera[62].
Otras veces el convenio era a tres bandas, como el 1869, cuando se repartiron la provincia en tres grupos de pueblos:
El primer grupo comprendía Andújar, Arjona, Arjonilla, Villanueva de la Reina, Torredelcampo y Mengíbar.
El segundo estaba formado por "todos los pueblos que existen del río allá, es decir al lado allá del río que lleba el nombre de esta capital y el de Guadalquivir, con la única esclusión de Andújar que se ha asignado al primer grupo".
El tercer grupo comprendía "todos los pueblos que se hallan al lado de acá del espresado río, con la esclusión de los que se designan en el primer grupo, porque a escepción de Andújar se hallan los seis restantes a la parte acá del río".
En realidad, era una división muy parecida a la anterior de 1851. La falta de unión en una sola compañía de los pozos de la Sierra Sur hizo que la zona de su influencia se dividiera, así el primer grupo de pueblos correspondió a Alfonso Téllez y Chica[63], vecino de Jaén, arrendatario del aprovechamiento de la capital (La Pandera); el segundo grupo a José del Moral y Marchal, vecino de Valdepeñas, que había acopiado la nieve en terrenos de su convecino Antonio Peinado; y el tercero a Francisco Manuel Moreno y Vega junto con Martín Fernández y López, vecinos de Torres, que habían acopiado la nieve en los pozos de Mágina y del Almadén[64]. El terreno de Torres donde se ubicaban los pozos del Almadén, antes municipal, ya había sido desamortizado y había dejado de pertenecer al ayuntamiento.
A su vez, los acopiadores de nieve establecían convenios con los distribuidores a los diferentes pueblos de su zona de influencia. Es el caso de Antonio Peinado y José Moral Marchal, que en 1869 se comprometieron a facilitar a José Tello y la Chica, José Ángeles y López y Francisco Ruiz y Cobo, desde el 15 de mayo hasta el 30 de septiembre, la nieve que necesitasen para el surtido de dichos pueblos en los terrenos de la Pandera, en los términos de Jaén y Valdepeñas, por 18,5 reales la carga[65].
Anagrama de la editorial El Carro de la Nieve
[1]Por ejemplo, en la provincia de Albacete, una veintena de pueblos disponían de pozos de nieve. LÓPEZ MEGÍAS, Francisco R. y ORTIZ LÓPEZ, María Jesús. Pozos de la nieve. Arqueología del frío industrial. Fuente Álamo, 1992, p. 14 y 22. También otros autores describen los pozos existentes en otras regiones y la importante negocio que la nieve suponía: MAJADA NEILA, J. L. Historia de la Nieve de Béjar: (El texto y el contexto. Centro de Estudios Salmantinos, Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Salamanca, 1981; SALVIDEGIOTIA, J. Mª y BARINAGA, J. L. "Las neveras de Vizcaya”, Kobie. núm. 5, 1974, pp. 43-83; GONZÁLEZ BLANCO, U. y otros. Los pozos de nieve (neveras) de la Rioja. Caja de Ahorros de Zaragoza, Aragón y Rioja. Zaragoza, 1980; CRUZ OROZCO, Jorge y SEGURA MARTÍ, J. Mª. El comercio de la nieve: la red de pozos de nieve en las tierras valencianas. Dirección General de Patrimonio Artístico. Valencia, 1996...
[2]MADOZ, Pascual. Diccionario histórico-geográfico-estadístico de España y sus posesiones en Ultramar. T. IX. Madrid, 1842, p. 510-511.
[3]INFANTE MARTÍNEZ, Juan; MOLINA FUENTES, Domingo; y PARRA DELGADO, Serafín. "Actividades económicas y sociales de Valdepeñas de Jaén en el siglo XVIII. Los pozos de nieve. Actas I Congreso 'La Ilustración y Jaén'. Homenaje a un ilustrado: José Martínez de Mazas. Universidad de Jaén/Real Sociedad Económica de Amigos del País/UNED Centro Asociado Andrés de Vandelvira. Jaén, 1996, p. 92-99.
ARANDA DONCEL, J. "El abastecimiento de la nieve a Córdoba en los siglos XVII y XVIII". Estudios Geográficos. Tomo XLVII, 1986, núm. 182-183, pp. 173-191.
[4]CORONAS TEJADA, Luis. "Abastecimiento..., pp. 65; CORONAS TEJADA, Luis. Jaén, siglo XVII. Instituto de Estudios Giennenses. Jaén, 1994, pp. 59-64; y A.H.P.J. L. 591, fol. 949-950; y ARANDA DONCEL, J. "El abastecimiento..., p. 179.
[5]CORONAS TEJADA, Luis. "Abastecimiento..., pp. 63; y A.M.J. Lib. act. 9-junio-1606, 30-marzo-1609, 7-junio-1638 y 3-mayo-1680.
[6]CORONAS TEJADA, Luis. "Abastecimiento..., pp. 66; A.M.J. Lib. act. 26-abril-1692; ARANDA DONCEL, J. "Abastecimiento..., p. 190.
[7]INFANTE MARTÍNEZ, Juan; MOLINA FUENTES, Domingo; y PARRA DELGADO, Serafín. "Actividades..., p. 94.
ARANDA DONCEL, J. "El abastecimiento..., pp. 176-177..
[8]A.H.M.B. Lib. act. 7-julio-1752.
[9]CORONAS TEJADA, Luis. "Abastecimiento..., pp. 64-66; y A.M.J. Lib. act. 17-septiembre-1607, 14-mayo-1683 y 28-mayo-1691.
[10]A.H.M.B. Lib. act. 25-junio y 11-julio-1749, y 3-julio-1750.
[11]La alcabala era un impuesto que gravaba las compraventas en un porcentaje del 10 por ciento sobre el valor de las mismas en la corona de Castilla. Era un impuesto indirecto, que afectaba a toda la población, aunque en la práctica algunos estaban exentos.
[12]MAJADA NEILA, José Luis. Historia de la Nieve de Béjar (El Texto y el Contexto). Centro de Estudios Salmantinos. Salamanca, 1981, p. 32.
[13]Coronas Tejada, Luis. "Abastecimiento..., pp. 65; y A.M.J. Lib. act. 9-junio-1614, 12-junio-1691 y 28-mayo-1691.
[14]Archivo General de Simancas. L. 2638. Cargo y data del Tesoro de la Corte por el quinto y millón de la nieve. Año 1762.
El quinto y millón fue abolido por reales órdenes de 15 de marzo y 12 de julio de 1819, quedando subrogado este impuesto en los derechos de Puertas, que se redujeron a ciento y seis maravedís en cada arroba, declarando de libre comercio dicha especie (B.O.P.J., núm. 55, 9-6-1836).
[15]A.H.M.B. Lib. act. 25-mayo-1714.
[16]A.H.P.J. L. 7.796-800. Catastro del Marqués de la Ensenada. Jaén.
[17]A.M.J. L. 253. Abasto de nieve a la ciudad de Jaén, mayo-1720.
[18]CORONAS TEJADA, Luis. "Abastecimiento..., pp. 66; y A.M.J. Lib. act. 12-junio-1691.
[19]A.M.J. L. 253. Abasto de nieve a la ciudad de Jaén, mayo-1720.
[20]A.H.M.B. Lib. act. 24-marzo-1797.
[21]A.H.M.B. Lib. Act. 1, marzo, 1799; 23, marzo, 1800, y 5-septiembre-1803 y 7-septiembre-1805.
[22]A.H.M.B. Lib. act. 29-mayo-1779.
Basilio Leiva, también hizo postura en esta subasta (A.H.M.B. Lib. act. 14-julio-1779).
[23]"Actas capitulares de Andújar (1600-1850)", en TORRES LAGUNA, Carlos de. Historia de la ciudad de Andújar... Cabildo, 7-5-1649, 2-1-1681, 5-5-1727, 8-5-1782 y 9-3-1801.
[24]A.H.M.B. Lib. act. 12-julio-1747.
[25]A.M.J. L. 253. Sima y ventisqueros para encerrar la nieve en la Sierra de la Pandera. Año de 1764.
[26]AD.P.J. L.2780/30. Subasta del ramo de nieve. Torres, 1842.
[27]AD.P.J. L.2780/30. Subasta del ramo de nieve. Torres, 1842.
[28]A.D.P.J. L. 2822/11. Subasta de nieve en la Sierra de Mágina. Albanchez, 1849. La mitad de las rentas del aprovechamiento de la nieve en Albanchez correspondía a la Marquesa de Bedmar.
[29]A.D.P.J. L. 2831/1 y 2837/3.
[30]A.D.P.J. L. 2837/3.
[31]A.H.P.J. L. 2393. Escritura de arrendamiento del Ayuntamiento de Jaén con Francisco García de la venta de la nieve d elos pozos y ventisqueros, ante el notario Rafael Aguilera, 16-3-1842; y B.O.P.J., 16-junio-1841, p. 184.
[32]AMEZCUA MARTÍNEZ, Manuel. "Una actividad tradicional en Úbeda: el abasto de la nieve". Ibiut, núm. 54, 1991, pp. 18-19.
[33]A.D.P.J. L. 2822/6. Expediente de abasto de nieve. Úbeda, Marzo-Abril-1843.
[34]A.D.P.J. L. 2784/2. Sobre rebaja de precio en el arrendamiento del ramo de nieves. Quesada, 1849; L. 2875/13. Expediente de propios... arrendamiento de la nieve. Quesada, Mayo-1834; L. 2828/2. Subasta de la renta de la Nieve para el año 1859. Quesada, 1858; L. 3011/12. Expedientes de subasta de propios,... arrendamiento de la nieve. Quesada, junio-1850; y L. 2753/136. Arbitrios municipales: nieve. Quesada, 1866.
[35]A.D.P.J. L. 2784/1. Subasta de ramos de propios: nieve... Jaén, 1845; y L. 2783/70. Subasta para el arriendo de los ramos renta de la nieve, Baños de Jabalcuz y despojos del matadero. Jaén, 1848.
[36]A.H.M.J. L. 1054/7. Expediente de subasta para el arrendamiento en 1862 del aprovechamiento de la Nieve. Año de 1861; L. 1054/7. Expediente de subasta para el arrendamiento en 1862 del aprovechamiento de la Nieve. Año de 1861; L. 1054/19. Expediente de subasta para el arrendamiento del aprovechamiento de la nieve en el año de 1863; y L. 1027/7. Expediente instruido para la subasta de la renta de la nieve en todo el año de 1859.
[37]INFANTE MARTÍNEZ... "Actividades económicas y sociales, pp. 96-97.
[38]A.M.J. L. 260. Sobre el informe del arrendador de la nieve al Ayuntamiento de Jaén, 1846; y Lib. act. 13-septiembre-1846.
[39]CORONAS TEJADA, Luis. "Abastecimiento..., pp. 65; y A.M.J. Lib. act. 21-mayo-1683; y A.H.P.J. L. 1493, fol. 107-110.
[40]A.H.M.J. L. 1090/11. Oficios sobre escasez de nieve en La Pandera, mayo-junio-1821; y A.M.J. L. 66. Solicitud de Joaquín Carrillo al Ayuntamiento de Jaén pidiendo rectificación de su contrato por la escasez de nieve en la Pandera, 27-agosto-1821; y A.M.J. L. 66. Solicitud de Joaquín Carrillo al Ayuntamiento de Valdepeñas pidiendo información sobre la escasez de nieve e informe correspondiente, 5-julio-1820 (Este expediente incluye su posterior petición al Ayuntamiento de Jaén, y el informe del Ayuntamiento de Valdepeñas con varios testigos que avalaban la escasez de nieve en La Pandera).
[41]A.M.J. L. 360. Oficio de arrendador de la nieve al Ayuntamiento de Jaén pidiendo el fin de su contrato, 14-septiembre-1846.
[42]La frecuencia con que los vecinos de Valdepeñas participaban en el comercio de la nieve, les llevaba incluso a formar sociedades para suministrarla, como en 1846, cuando cinco vecinos formalizaron una sociedad con escritura pública ante el notario Julián Molina (A.H.P.J. L. 2423. Escritura de formación de sociedad para suministro de nieve de la ciudad de Jaén, ante el notario Julián Molina, 17-XII-1846).
[43]PALACIOS ZAMORA, M. "Los neveros". Diario Jaén, 31-agosto-1992.
[44]AMEZCUA MARTÍNEZ, Manuel. "Alivio de sedientos, coléricos y apestados". Diario Jaén, 8-marzo-1988, pp. 12-13.
[45]A.H.P.J. L. 2392. Escritura de arrendamiento de la nieve de la ciudad de Jaén, entre el Ayuntamiento y Ramón Martínez, ante el notario Rafael Aguilera, 15-3-1836.
[46]A.H.M.J. L. 1054/7. Expediente de subasta para el arrendamiento en 1862 del aprovechamiento de la Nieve. Año de 1861.
[47]A.H.M. J. L. 651/20. Expedientes instruidos para el arriendo de la renta de la Nieve los años 1857 y 1858. Años de 1856 y 1857.
[48]A.H.P.J. L. 7409. Escritura de compromiso entre el Ayuntamiento de Jaén y Juan Bautista Pérez Álvarez y Julián Durán Redondo, para el abasto de la nieve a la ciudad, 30-5-1864.
[49]A.D.P.J. L. 2780/18. Sobre subasta del arriendo de los pozos de la nieve. Valdepeñas. 1842.
[50]A.D.P.J. L. 2780/44. Expedientes de subasta de los ramos de la nieve, hornos y pastos del Guadiana. Quesada, 1842.
[51]A.D.P.J. L. 2828/2. Subasta de la renta de la Nieve para el año 1859. Quesada, 1858.
[52]CRUZ PEÑA, Joaquín. "Nieve y subasta". Feria y fiestas de Quesada. Ayuntamiento. Quesada, 1987.
[53]A.D.P.J. L. 2785/52. Oficio de Francisco Ruiz Espinosa solicitando se declare nulo su contrato para el aprovechamiento de la nieve. Los Villares, 31-marzo-1868.
[54]AD.P.J. L.2780/30. Subasta del ramo de nieve. Torres, 1842.
[55]A.D.P.J. L. 2822/11. Subasta de nieve. Torres, 1843.
[56]A.D.P.J. L. 2829/10. Subasta del arbitrio de pesos y medidas y pozo de la nieve. Huelma, 1859.
[57]No se especifica el peso específico de la carga por las dificultades de valorarlo, teniendo en cuenta que el peso disminuía con el trayecto, la temperatura ambiente y el viento. Además los arrieros cuidaban mucho el sobrecargar las bestias por el peligro que suponía sus caídas en los difíciles senderos de la alta montaña. Miguel Martínez Castro “el Canastero” y su hermano Manuel, los últimos neveros de Sierra Mágina nos relataron las caídas y muertes de bestias de carga en estos viajes.
[58]A.H.P.J. L. 18441. Escritura de compromiso de Matías Pío Moreno y Real, vecino de Torres con Antonio Martínez Reyes, de Jaén, para el suministro de nieve, ante Miguel Gutiérrez Carrillo de Albornoz, notario, 17-3-1875.
[59]A.H.P.J. L. 4280. Escritura de obligación de Juan López y Pedro Amate para transportar la nieve a la ciudad desde La Pandera, 1847, fol. 64.
[60]Archivo Municipal de Úbeda. Expediente de subasta de Abasto de Nieve, 1844.
[61]Archivo Municipal de Úbeda. Expediente de subasta de Abasto de Nieve, 1844.
[62]A.H.P.J. L. 6509. Escritura de compromiso entre Esteban Giménez, Manuel Barrionuebo y consorte para la venta de niebes en los pueblos de la provincia. En 3 de setiembre de 1851.
[63]Alfonso Téllez y Chica ya había sido anteriormente arrendador de la renta de la nieve de la ciudad de Jaén. En el contrato de obligación que en 1867 firmó con el alcalde de Jaén para el abasto de la nieve en la temporada de mayo a septiembre se comprometió con una fianza en dinero y una finca como prenda (A.H.P.J. L. 7513. Contrato de obligación de Ildefonso Téllez y Chica con Antonio Mariscal y Navajas, alcalde de Jaén, sobre abasto de nieve, ante el notario A. J. de la Torre, 14-3-1867).
[64]A.H.P.J. L. 7531. Escritura de compromiso para distribuirse el comercio de la nieve, 30-3-1869, fol. 631-634.
[65]A.H.P.J. L. 7531. Escritura de compromiso para el abasto de la nieve, 31-3-1869, fols. 636-637.