Arco de la Villa.

Se extiende desde la calle Carnicería a la bifurcación de las calles Nogueras y Carril. En su inicio cruza el Arco de la Encarnación, antigua Puerta de Jaén, lugar de acceso al recinto del castillo. Es una puerta de pequeñas dimensiones, con un arco apuntado. Sobre él se encuentra una lápida con inscripciones epigráficas en letra gótica que conmemora su construcción. Encima de la lápida se encuentra tallado el escudo de Castilla, a la derecha el de Jaén y a la izquierda el del Condestable Miguel Lucas de Iranzo. El arco aún conserva el adarve, el cual fue aprovechado ya en este siglo para ubicar en él una capilla dedicada a la Virgen de la Encarnación, cuya fiesta se celebra el 25 de marzo.

Gran parte del trazado de esta calle discurre dentro del recinto amurallado. Debido a esto y siguiendo la norma común a otros lugares, la fantasía popular desarrolló la creencia en tesoros escondidos por los "moros". A mediados del siglo XIX dos individuos obtuvieron licencia del propietario del alcázar del castillo -Pedro del Prado- para realizar excavaciones con este fin. Llegaron a extender sus trabajos hasta las inmediaciones del Arco de la Encarnación, por lo que el Ayuntamiento, dando muestra de un respeto inusual hacia el patrimonio histórico, prohibió las excavaciones "en consideración a que el expresado lugar es un monumento que debe conservarse para perpetua memoria y que las creencias de los peticionarios sólo se fundan en vulgaridades que no pueden tomarse en consideración". El respeto de aquella corporación municipal hacia el Arco fue una excepción en esta época, período en que las nuevas construcciones afectaron gravemente al recinto murado.

La calle surge como tal a finales del siglo XVIII, producto del crecimiento demográfico y la situación ruinosa del segundo recinto defensivo del castillo, que lleva a habilitar el terreno como solares para viviendas. Presenta una elevada pendiente desde la calle Carnicería hasta el Arco. Anteriormente no había sido así. Seguía la ladera del cerro de la Peñuela a través del espacio ocupado por las casas que hoy se encuentran junto al cantón inmediato al Arco. Una vez dentro del recinto la calle presenta un trazado más llano, hasta que en su actual trazado vuelve a sobrepasar la línea de muralla del segundo recinto, formando a un lado un cantón hasta enlazar con las calles Carril y Nogueras. En su parte final, las casas se adosan a la pared de la Peñuela, tratando de ganar terreno, pese a estar coronada alguna de ellas por grandes rocas que amenazan peligrosamente su existencia.

En esta calle estuvo situado el antiguo horno de la Raja, que tomó ese nombre de una formación natural existente en la Peñuela, consistente en una cueva de gran extensión que se encuentra dentro del antiguo recinto murado. Tradicionalmente "la Raja" fue utilizada como almacén de leña para el horno y anteriormente debió utilizarse también para otros fines. No obstante sería interesante realizar un estudio arqueológico en ella. Es muy probable, si tenemos en cuenta que las cuevas próximas de los Majuelos y Aro estuvieron habitadas en el III milenio a.n.e., ésta también lo estuviese y, por consiguiente, se podría hallar algún tipo de material de aquella época.

A principios de 1936, como preludio de la confrontación civil que se aproximaba, fue asesinado en el pequeño callejón del Horno de la Raja el guardia municipal Sebastián Jurado. El hecho quedó recogido por una canción popular:

"Van parriba, van pabajo,
esos pobres pistoleros,
se juntaron veinticinco
pa matar a un pobre obrero.
Es que iba pa su casa
y ellos tiraron detrás
y en el Horno de la Raja
le dieron diez puñalás.

Son muy valientes cuando van juntos,
son muy valientes esos cornudos.

Cuando van solos ninguno pía,
porque le temen a la monarquía".