9. El Arrabalejo

             El barrio de El Arrabalejo comenzó a formarse en época bajomedieval, extramuros de la ciudad, entre las puertas de Martos y Aceituno y el portillo de San Agustín, siguiendo la amplia ronda de muralla, muy transitada en la época. Allí se instaló en 1475 el convento de religiosas de la orden de Santo Domingo, en las huertas llamadas del Poyo, por lo que se le denominó de Santa María de Valhermoso, junto a la actual calle Rey Alhamar. El título real del convento era de Santa María de los Ángeles. Después se trasladó a unas casas en el lugar que hoy ocupa el Palacio Episcopal y en el siglo XIX a la calle Maestra Baja.

            Este pequeño arrabal de la ciudad, tras la desaparición del reino musulmán de Granada y la frontera, se consolidó plenamente como un barrio, especialmente con el crecimiento poblacional del siglo XVI. El punto central de El Arrabalejo era la puerta del Sol. Junto a ésta se levantó una fuente monumental en 1574, en lo que es hoy la calle Millán de Priego, esquina con la calle de Fernando IV. Esta fuente recibía las aguas del manantial de La Magdalena. Se diseñó como un gran pilar abrevadero sobre el que se levantan tres cuerpos. En el primero figuran dos hornacinas de las que salen dos chorros de agua; el segundo cuerpo está adornado con escudos y unas cartelas; y el tercero está también ornamentado con cartelas. La fuente se corona con un jarrón y una inscripción fechada en 1574. Su diseño se ha atribuido a Alonso Barba y fue realizada por el cantero Miguel Ruiz de la Peña.

            También existía junto a la puerta del Sol una hornacina con la imagen de Cristo Crucificado. Cuando la puerta desapareció, la hornacina pasó a la fachada de una casa limítrofe. Siempre gozó de devoción la imagen entre los vecinos, que se incrementó a partir de la epidemia que amenazó Jaén en agosto de 1804, y la imagen pasó a denominarse “Señor de la Salud”.

            Pero esta no fue la única epidemia que sufrió la ciudad y tuvo al barrio como protagonista. En mayo de 1680, ante los rumores de que en Andújar había peste, se adoptaron en la ciudad excepcionales medidas preventivas de aislamiento, que llevaron incluso a levantar muros en las casas, situadas fuera del recinto amurallado, mientras cuadrillas de labradores vigilaban la ciudad continuamente. Las medidas de vigilancia se relajaron en 1681 y en marzo de este año la peste atacó la ciudad. En mayo, el hospital provisional de apestados de la fuente de Don Diego no podía albergar ya tantos enfermos, ocupándose casas vacías cercanas al hospital. Se estudió el traslado de éste por estar cercano a la Catedral y en una zona donde residía la mayor parte de los canónigos, pensándose para tal fin el Arrabalejo. El traslado de 200 enfermos era peligroso y costoso, y el mismo cabildo municipal también lo consideraba pernicioso por los "efectos que obra la luna nueva". Al final, el Consejo de Castilla prohibió el traslado. Este tema fue todo un enfrentamiento dialéctico entre los facultativos y las autoridades eclesiásticas. Agustín Lara, médico de la ciudad, escribió todo un discurso apologético sobre la necesidad de continuar la ubicación del hospital de apestados en el paraje de la fuente de Don Diego. Este discurso recoge un estudio geográfico muy detallado sobre la ubicación de la ciudad y los vientos dominantes, por lo cual encontraba en esta zona la mejor ubicación del hospital, en contra de la opinión del canónigo doctoral de la Iglesia Catedral Francisco Cruzado Caballero, que deseaba trasladarlo al Arrabalejo, llevándolo lejos de las cercanías de la Catedral y las viviendas de los canónigos. Otro sitio donde se pensó su ubicación, también rechazado por Agustín de Lara era la puerta de Martos.

            Otra epidemia, la de cólera de 1854-55, tuvo en El Arrabalejo una especial significación, al cebarse en este lugar antes de extenderse por el resto de las parroquias de la ciudad. Decía la Academia de Medicina, Cirugía y Farmacia que se había fijado “la terrible enfermedad en El Arrabalejo y calles contiguas, que a la circunstancia de estar inmediatas a un sitio donde tantas humedades se perciben, reúnen la de ser tortuosas, estrechas, sucias, y a que en ellas no se halla una sola casa que reúna requisito alguno de los que recomienda la higiene”. A ello se añadía la proximidad de las huertas del Poyo, que lindaban con el barrio y los estiércoles y albercas que en ellas había.

            Ya en el siglo XX, es destacar el intento que se hizo en este barrio por recuperar la secular feria real de Agosto, languidecente por mandato municipal y por su sustitución como feria principal por la feria de San Lucas, en Octubre. A la cabeza de este intento estuvo el vecino José Jurado Ortega, que intentó recuperarla ubicándola en su barrio y con la devoción popular del Cristo de la Salud. Así que, en 1949, la feria se trasladó íntegra al barrio de El Arrabalejo, con verbenas, gigantes y cabezudos, concursos de belleza, fuegos artificiales, carreras de sacos,... durante los días 14 al 17 de agosto. El Cristo de la Salud era procesionado junto a Nuestra Señora de Agosto, y ambos colocados en la hornacina de la calle Millán de Priego. La feria de ganados se instaló en Peñamefécit.  La iniciativa tuvo éxito y la feria real con escaso presupuesto se celebró en el barrio durante algunos años, pero terminó por desaparecer.

            Desapareció también el famoso chalé de Inocente Fe, que fue alcalde de la ciudad en 1920-1923 y diputado provincial de 1924 a 1929. Desde la alcaldía intentó hacer de Jaén una ciudad moderna, en expansión y salpicada por notas andalucistas en el urbanismo. Construyó su chalé en una huerta de su propiedad entre El Arrabalejo y el paseo de la Estación, lugar que quiso parcelar en 1920, antes del posterior plan de Ensanche. Proyectó construir en el lugar hoteles y formó una calle, a la que le dio el nombre de Maestro Bartolomé, famoso rejero de Jaén del siglo XVII. Se trazó la calle y se construyeron algunas viviendas de estilo regionalista. El chalé donde Inocente Fe estableció su vivienda lo denominó “Villa Consejo”, en recuerdo de su esposa, pero recibió el nombre popular de “La Palmera”, en referencia a este tipo de árbol que plantó en el jardín. La vivienda, ubicada en la actual calle Rey Alhamar, se convirtió en referente de la vida social de Jaén, y en ella se instaló uno de los primeros teléfonos de la ciudad. Décadas después el chalé desapareció, lo mismo que la tradicional imagen de El Arrabalejo, sus casas de agricultores y artesanos, sus tabernas,... El nuevo urbanismo engulló la personalidad del barrio, pero no del todo, pues aún queda la fuente renacentista venciendo al tiempo, el Señor de la Salud, el trazado de su calles y la disimulada ronda de muralla, con toda una carga de historia que es difícil de borrar.

            Lindando al antiguo barrio de El Arrabalejo, al final de la calle puerta del Sol, se construyó en 1896 el nuevo matadero municipal, obra del arquitecto Justino Flórez Llamas. Era una parcela amplia, de 5.742 m2 sobre la que se levantó un edificio funcional. La parcela lindaba al Norte con las hazas de la condesa de Bornos, al Sur con la huerta de la Calatrava, al Oeste con otras hazas, y al Este con el camino de los Callejones. La fachada principal se abría a la calle puerta del Sol. El desnivel del terreno hizo levantar un alto muro de contención lindando al camino de Córdoba. El Matadero lo formaban varias naves, corrales para el ganado, e incluso jardines. Este edificio, como tantos otros, desapareció con el crecimiento de la ciudad en la segunda mitad del siglo XX. Hoy en su lugar se levanta el residencial Las Perlas. Nos cuenta Manuel López Pérez que solamente se salvó su verja, con el escudo de la ciudad, que fue a parar a la casería de San Antonio, en La Imora.

            El Matadero tiene en Jaén una larga tradición, pues era tradicional que la ciudad dispusiera de un edificio en el que se realizaran la actividades de sacrificio y desguace del ganado para el abasto de carne a la población. Eran un tipo de actividades que se consideraban molestas, peligrosas e insalubres, que solían realizarse en un lugar próximo a la ciudad, pero no dentro del casco urbano. Ya la Crónica del Condestable Iranzo se hacía eco de esta situación en el antiguo emplazamiento:

 

“Por cuanto las carnicerías de dicha ciudad están dentro en ella, en diversos lugares no convenientes, donde los vecinos recibían grande perjuicio del olor de las carnes e de las sangres podridas, de que se seguían otros inconvenientes, por aquello evitar y por ennoblecer la dicha ciudad mandó comenzar y labrar de cal y canto, desde un postigo que está fuera de la puerta que dicen de las Carnicerías, el adarve adelante del arrabal, hasta un pilar que está cerca de la puerta Barrera para hacer allí una carnicería francesa... Y mandaba hacer lugar apartado donde se matasen las carnes y echasen las sangres, porque las carnicerías estuvieran gentiles y limpias.”

 

            Este fue el origen del primitivo Matadero, que durante siglos estuvo ubicado en las proximidades de la puerta Barrera, junto a las calles que son hoy Correa Weglison y María Soledad Rodríguez Acosta, antes ambas conocidas como calle del Matadero, hasta que se trasladó a las afueras del barrio de El Arrabalejo. En el traslado influyó la construcción en 1881 del paseo de la Estación y la apertura de la calle del Progreso, hoy Roldán y Marín, que dividió en dos el Matadero y quedó incluido prácticamente dentro de la ciudad.

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