7.3. La fuente de la Peña La fuente de la Peña está situada a las afueras de la ciudad de Jaén, al Sur, al pie de la Peña de Jaén, una fuente muy vinculada con la historia de la ciudad. Presenta la zona parte del rico muestrario de pintura rupestre de la Sierra Sur del período Eneolítico. En la vertiente sudeste de la Peña, existe un abrigo con pinturas esquemáticas en las que se distingue una figura humana y signos circulares de color rojo. La fuente fertilizaba numerosas heredades de huerta y olivar, con un paisaje de fuertes contrastes entre las alturas de la Peña de Jaén, Jabalcuz y las Peñas de Castro por un lado, y las vegas de los pagos de Río Cuchillo, Jardín del Obispo y Valparaíso por otro. Ya en la segunda mitad del siglo XV, gustaba Condestable Iranzo y la población de Jaén ir a celebrar allí la Pascua de Resurrección, donde el Condestable solía soltar algunos osos peñas arriba y darles caza. Dice así del lugar la Crónica: “Aún no media legua de la dicha ciudad de Jaén, camino de Granada, se facen unos prados muy alegres, de la una parte cercados de huertas y grandes frutales y de la otra, unos cerros de peñas bien altos, al pie de los cuales nacen tres fuentes de aguas muy claras. Y llámanse aquellos prados, la fuente de la Peña.” Faltaba el elemento mariano en dicha fuente, hasta que en el siglo XVI, iniciada la Contrarreforma se decidió sacralizarla. En 1588, Sebastián Carrera fundó una capellanía y cofradía bajo la advocación de Nuestra Señora de la Peña. Se edificó una ermita, cuyas ruinas aún se conservan, para atender las necesidades espirituales de los frecuentes visitantes. En el siglo XVIII, la ermita se arruinó y su cofradía se extinguió. A finales del siglo XVIII puso sus ojos en el lugar el deán José Martínez de Mazas, hombre ilustrado, enamorado del entorno natural del lugar, e intentó adecentarlo. Plantó álamos, arregló el camino, esbozó una gran balsa con piedras labradas para embalsar las aguas del manantial, y recuperó la fuente de la Peña como lugar de paseo y recreo. La nueva imagen se completó a principios del siglo XIX con una nueva ermita, pero ya dedicada no a la Virgen, sino al Santo Cristo de la Peña, o Cristo de Charcales, y en el lugar surgió un lavadero público. Tiene la ermita un atrio porticado, hoy cegado, y una pequeña capilla. Durante la Guerra de la Independencia, en la fuente de la Peña se distinguió por su valor el guerrillero Pedro del Alcalde, al frente de un grupo de dieciocho villariegos. En sus inmediaciones mantuvo un encuentro con los franceses. Desde allí fue avanzando con sus hombres hasta la puerta Barrera, uno de los puntos más conflictivos. Junto con tres paisanos y el lego capuchino Fr. Pedro de Alhendín, montó su puesto de combate en el terrado de una casa situada al inicio de la Cuesta de Belén, frente a las cuevas de Colodrero. Dicen las crónicas que estando en esta posición, desde las nueve de la mañana a las siete de la tarde, el día 3 de julio de 1808 acabó con treinta soldados franceses. Por estas y otras acciones, la Junta de Defensa le concedió a Pedro del Alcalde el escudo al Valor y a la Lealtad. Hasta que fue fusilado por los franceses, en 1811, actuó como guerrillero por las sierras de la provincia, y llegó a ser "teniente graduado de capitán" del Regimiento de Infantería de Burgos, unidad que operaba en la Loma de Úbeda. El Santo Cristo de la Peña, comenzó a denominarse a partir de 1885 como Cristo de Charcales, posteriormente “Cristo del Arroz” -por el arroz que se consume en la romería- y se fundó su cofradía. Aquel año la ciudad de Jaén sufrió una terrible epidemia. Como era habitual en estos casos, muchos vecinos abandonaban la ciudad y se refugiaban en las casas de campo. Algunas familias hicieron voto de formar la cofradía y erigir una ermita al Cristo a cambio de salvarse de la epidemia, como así se hizo. Este Cristo está relacionado con otro conocido con el nombre de “Chircales”, que se veneraba en Valdepeñas, que a su vez tiene unas hondas raíces paganas, ya que “chirca” es una palabra que en el pasado se identificaba con el árbol de la encina, y bajo una encina, árbol sagrado de los antiguos druidas, realizan la misa al Cristo de Chircales en Valdepeñas. Posteriormente, en 1905, el Ayuntamiento sufragó la construcción de un nuevo Santuario para el Cristo de Charcales, junto al camino de la fuente de la Peña, además de un nuevo lavadero público. Durante la Guerra Civil, 1936-39, la ermita del Cristo de Charcales fue saqueada, siendo destruida la imagen titular. Una nueva imagen fue adquirida por la nueva junta de gobierno de la cofradía. Era un Santísimo Cristo Crucificado, al que se celebraban desde 1939 actos religiosos el segundo domingo de mayo, como previenen sus estatutos. En 1947 se adquirió otra nueva imagen a propuesta del hermano mayor Salvador Robles y de los cofrades Antonio Prieto y Antonio Salido, bendecida el 20 de mayo, acto al que asistió una representación de la cofradía del Cristo de Chircales de Valdepeñas. Esta última imagen es la que actualmente se venera. A comienzos del siglo XX surgió una leyenda relacionada con la ermita de Nuestra Señora de la Peña, según la cual halló un tesoro un soldado giennense que en la guerra de Marruecos perdonó la vida a un moro cuando lo tenía a punta de bayoneta. Éste, agradecido, le contó el lugar donde sus antepasados escondieron un tesoro, que el soldado al regresar halló junto a la ermita. Otra versión dice que cuando llegó al lugar del tesoro alguien se le había adelantado. Había sido un médico en cuya casa trabajaba su madre, y quien le leía las cartas que le mandaba de Melilla por ser ella analfabeta. Y dice la leyenda que la Virgen castigó al médico dejándolo en la ruina. Sobre el nombre de Charcales cuentan otra leyenda. Un malhechor robó a un viejo matrimonio cierta cantidad de dinero y mató a la anciana. Los hortelanos de la zona se solidarizaron con el anciano y mediante una colecta le dieron el dinero suficiente para poder comprar un pequeño huerto junto a la fuente de la Peña. Un día, tras una tormenta, salió el anciano a recorrer su huerto y se encontró un Cristo Crucificado en un gran charco, lo recogió y llevó a casa. Durante la tormenta una chispa cayó sobre una choza y mató a un hombre que tenía entre sus manos una talega con el dinero que le robó al matrimonio de ancianos. Era el ladrón. Con el dinero recuperado el anciano levantó una ermita para la Cristo Crucificado. Otra leyenda del lugar cuenta que en la fuente de la Peña habitaba un demonio. Una noche, un arriero que regresaba de Los Villares por el antiguo camino que pasaba por la fuente de la Peña escuchó llorar a un niño, que localizó entre los arbustos. Pensó que lo había olvidado alguna lavandera y lo introdujo en el serón de una de las mulas. A medida que subía la cuesta comprobó que la mula se fatigaba. Volvió la vista y no vio en el serón al niño, sino a un ser monstruoso con ojos de fuego y una gran dentadura que le preguntó: ¿Tienes dientes como yo? Esta leyenda está extendida por la provincia en relación con otros parajes, como es el caso de la Cruz de Requena en Jódar. Aún hoy día se celebra la romería del Cristo del Arroz cada segundo domingo de mayo, domingo de Pentecostés, y pese a la transformación que ha experimentado el lugar aún se puede observar el paisaje de huertas y de centenarios olivos, y rememorar aquellos prados en los que durante siglos los giennenses festejaron las fiestas de primavera y buscaron el sosiego a la vera de sus cristalinas aguas. |