3. Los ejidos de Belén y San Roque

 

            El ejido de Belén, situado extramuros de la ciudad medieval, era lugar de desahogo para sus habitantes. Situado en una colina, cuya altitud no permitía que las aguas provenientes de las fuentes  cercanas fertilizaran su suelo, como lo hacía las limítrofes huertas, fue dedicado a descansadero de ganado, vertedero público y ejido, donde corrían buenos aires para aventar la mies trillada. Estaba situado frente a la puerta Barrera, lugar en el que su ubicaron posadas desde el siglo XVI. A un costado de la posada del Fraile había una pequeña cuesta pronunciada que llevaba a las eras del ejido de Belén, desde donde se dominaba la ciudad.

            Limítrofe al de Belén, el ejido de San Roque tiene tal denominación por la ubicación en él de la ermita bajo la advocación de San Roque en época medieval. Esta ermita nació ligada a las epidemias de peste que periódicamente azotaban la población. La ermita ya aparece dibuja por Antón Vanden Wyngaerde en 1567 en la vista que hace de la ciudad de Jaén.

            La privilegiada situación del ejido de Belén, junto a la puerta Barrera, una de las principales de la ciudad, y los caminos que de Granada y Madrid que allí se unían, hacían que en él se realizaran los alardes medievales y allí tuvieran lugar las ejecuciones públicas. En el rollo ubicado en este ejido se colgaban los cuerpos descuartizados de los ejecutados para que sirvieran de escarnio. El rollo perduró hasta bien entrado el siglo XIX, en una colina del ejido, donde hoy se ubica la plaza de Belén, donde continuaron celebrándose ejecuciones. La última en el año 1897, último ajusticiamiento público en Jaén, que hirió profundamente la sensibilidad de los vecinos. Fue una ejecución por "garrote vil", según relata José de la Vega Gutiérrez en "Recuerdos de tiempo viejo", que también recoge Manuel López Pérez, con estas palabras:

 

"Entre las impresiones dolientes de mi niñez destaca con vivos colores el cuadro impregnado de angustias y anegado de lágrimas que hubo de vivir en Jaén por el año 1897, ante la ejecución en garrote vil de un parricida que para salvar su vida fueron inútiles cuantas instancias y peticiones de indulto se elevaron a los poderes públicos. La ejecución se efectuó inexorablemente. Y el pueblo escribió la crónica del suceso cantándola con música de tango..."

 

            Fue una ejecución ante miles de personas, a la que se opusieron casi todas las instituciones civiles y eclesiásticas de la ciudad, sin que fuesen escuchadas sus penas de clemencia.

            A partir de entonces, el lugar del ejido de Belén dejó su secular función de patíbulo en el recuerdo, y en él continuaron ejerciendo otro tipo de funciones y utilidades, aparte de las señaladas, como trilla de mieses, vertedero, juegos de niños, e improvisado taller de actividades insalubres y molestas.

            También la ubicación del ejido de Belén hacía al lugar ideal para la feria de ganado. Miles de cabezas, entre caballerías, bueyes, ovejas, cabras y cerdos, se congregaban a mediados de agosto en la feria principal de la ciudad, la de la Virgen de la Asunción. Por privilegio real, ampliado por el príncipe Enrique en 1453, nació la feria de la ciudad, en principio del 1 al 15 de agosto, más adelante se amplió al 20, conocida como "feria de Agosto". A mediados del siglo XX, la de San Lucas, antes feria secundaria que se celebraba en torno al 18 de octubre principalmente para abastecer de ganado para la sementera a los agricultores, pasó a primer lugar. De esta última dice Pascual Madoz en 1842:

 

"La feria del 18 de octubre consiste casi exclusivamente en ganado vacuno y algunas caballerías y frutos de otoño. Aquél se coloca en el ejido de Belén a la salida de la puerta Barrera, entre los arrecifes de Madrid y Granada... Las negociaciones que se hacen están reducidas a proveerse los labradores del ganado necesario para entrar en sementera y deshacerse del inútil, que compran los marchantes para Andalucía Baja y las provincias de Levante".

 

            La proyección de la figura del condestable Miguel Lucas de Iranzo en Jaén hizo que algunos identificaran el origen de esta feria con su gobierno en la ciudad, cuando no existe base ninguna para afirmarlo, ni en su propia crónica. En cambio, sí pudo influir a mediados del siglo XX en la proyección que tomó esta feria, desplazando a la principal de Agosto, aunque también se buscase la justificación en el punto de vista climático y sanitario.

            Era también el ejido de Belén, un lugar vinculado con la leyenda, pues allí se decía que cayó del cielo la Cruz de Jaspe, cruz procesional de la Santa Iglesia Catedral, de orfebrería gótica, a la que se añadió en fecha tardía una cruz de cristal de roca. Desapareció en 1936, durante la Guerra Civil. Decía de ella una coplilla popular giennese:

 

“Tres cosas tiene Jaén

que no las tiene Sevilla,

Santo Rostro, Cruz de Jaspe

y Virgen de la Capilla”.

 

            Las primeras construcciones en el ejido de Belén se iniciaron ya en la segunda mitad del siglo XIX, pero escasas y cercanas a la puerta Barrera, y continuaron lentamente a principios de la siguiente centuria. La imagen que tenía el lugar a mediados del siglo XX era la de un enorme ejido en el que había un abrevadero y un puñado de casas modestas. El cementerio de San Eufrasio ponía límite al ejido, desde el que se escuchaba el periódico tañido de su campana anunciando un nuevo entierro. También en este ejido se ubicó un cementerio durante la Guerra de la Independencia, abandonado en 1812 por el cementerio de la huerta de los Capuchinos.

            A mediados del siglo XX continuó el crecimiento del barrio de Belén y el limítrofe de San Roque. Una a una fueron sumando pequeñas casitas de estructura de tapial, ocupadas por familias de trabajadores, la mayoría construidas por ellos mismos. La principal vía era la calle General Castaños, a la que se accedía desde la carretera de Granada por una escalera zigzagueante. Fueron surgiendo nuevas calles (San José, Juan Rincón, Tres Morillas, Artesanos,...). En 1944, tras la concesión de las parcelas y un anticipo en materiales, ya se habían edificado un centenar de casas de sencilla construcción, y otro centenar estaban en proceso de edificación, siguiendo la costumbre lucían sobre la techumbre la bandera nacional, en anuncio de haberse cubierto aguas. La nueva barriada fue bendecida el 18 de julio de 1947 con motivo de la conmemoración del Alzamiento Nacional y Fiesta de Exaltación del Trabajo, con verbena popular y banda de música.

            La mayoría de las casas carecían de canalizaciones de agua potable, por lo que los vecinos acudían a las fuentes públicas, una de las cuales fue instalada en el ejido Belén. El barrio se fue dotando de servicios, como el ambulatorio de la Seguridad Social de San Roque y el grupo escolar Alcalá Venceslada, en la calle Eras de Belén.

            Este crecimiento poblacional también motivó la construcción de una nueva iglesia, cerca de donde estuvo la primitiva ermita de San Roque, la que iba a ser la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de Belén y San Roque, obra que se inició el 20 de octubre de 1955 con la presencia del nuncio apostólico monseñor Antoniutti. Mientras tanto el culto se realizaba en una escuela-capilla que llevaba el título de Nuestra Señora de Belén, bendecida el 14 de enero de 1955 por el obispo Félix Romero Mengíbar, filial de la parroquia de San Ildefonso; el edificio tenía su fachada principal hacia la calle Andalucía.

            Las obras de la Iglesia de San Roque fueron paralizadas en  1956 durante algún tiempo. Pero en 1960, una vez cubierta la iglesia, se autorizó el oficio de la misa, aunque aún no habían acabado las obras. Fue inaugurada el 10 de marzo de 1962. De estilo clásico funcional, consta de tres naves; la central más alta que las laterales. Para salvar el desnivel existente con la avenida de Madrid se estableció una crujía con dos plantas intermedias. El presbiterio está presidido por una cruz abierta en el muro y rellena con vidrieras, que también ocupan las ventanas laterales de ojo de buey con escenas de la Natividad y vida de San Roque. En el lado derecho de la cabecera se abre un espacio para Capilla de Bautismo y Sagrario. La torre tiene un cuerpo de campanas octogonal, que en 1961 se pusieron bajo la advocación del Santo Ángel, San Roque, Santa Balbina y Santa Adriana.

            Nos relata Pepe Vica que las campanas, Balbina y Adriana, de la nueva iglesia fueron fundidas en Torredonjimeno y que el cincuenta por ciento de las obras se costearon por suscripción popular, especialmente del vecindario. Así surgió una de las iglesias más nuevas de la ciudad en un emplazamiento, el de la ermita de San Roque, cargado de historia.

            En el interior destaca el grupo escultórico de la Entrada  de Jesús en Jerusalén, grupo titular de la cofradía de su nombre que data del siglo XVIII, del que es tema principal “Cristo montado en la mula” o el “Señor de la Mulica”, obra de 1960; es una de las imágenes titulares de la parroquia, que abre los desfiles procesionales giennenses del Domingo de Ramos. Esta imagen junto con San Roque y la Virgen de Belén, son obras de Jacinto Higueras Cátedra.

            En la capilla del Bautismo destacan los alicatados de cerámica vidriada de los muros, realizados en 1978 por el andujareño Palenciano, que representan el Bautismo de Cristo y la Virgen de Lourdes. En la Capilla del Sagrario hay otro mural en mosaico que representa la Transfiguración de Cristo, realizado por Cardenal en 1973.

volver