11.1. El Puente de la Sierra El puente de la Sierra era un pago de huerta alejado de la ciudad, habitado desde tiempos remotos, pues de la Edad del Bronce es el yacimiento de El Canjorro. La denominación del paraje como puente de la Sierra fue por el antiguo puente de madera, que periódicamente se llevaban las riadas y había que reconstruir; porque el puente que comunicaba esta sierra, antigua dehesa, era fundamental para el abastecimiento de leña y carbón a la ciudad. Además los pastos de la sierra, caza, nieve y demás recursos de la misma proporcionaban buenas rentas al Ayuntamiento, que anualmente los sacaba a subasta. La salida desde la ciudad a esta zona se hacía a través de La Alcantarilla, siguiendo el camino prehistórico que llevaba a Granada, el cual pasaba en primer lugar por el pago de huertas de Valparaíso y los viñedos y olivares del Llano hasta llegar al Vado de Lérix, vaguada en la confluencia del río de Los Villares con el Quiebrajano, que al unirse formaban el río de Jaén. Con frecuencia el camino quedaba cortado por las tormentas, por lo que en el vado de Lérix se levantó un puente, que en el siglo XVIII denominó a todo el pago de huertas de alrededor como puente de la Sierra. Tal construcción, como ya se ha dicho, era periódicamente arrasada por las aguas tormentosas, que en su arrastre se llevaban todo aquello que encontraban a su paso, tal como ocurrió en 1801. Un nuevo puente, que sustituyó al provisional levantado tras aquella tormenta, se construyó en 1816 hasta que otra nube en 1829 lo destruyó. Lo mismo sucedió con el construido en 1847 con mármol negro de la cantera de San Cristóbal, de un solo ojo, arrasado en 1858. Situación que se repitió periódicamente durante la segunda mitad del siglo XIX, hasta que el empresario Juan Francisco de Martos levantó un puente particular y una ventilla junto a él, conocida como “El Portazgo”, que ejercía la función de cobro de peaje además de suministrar artículos de primera necesidad a los hortelanos de los alrededores. Conflictos en torno al peaje del puente en 1899 motivaron que surgiese el puente actual, de carácter público. En torno al puente se ubicó un pequeño núcleo de población y de aprovisionamiento para las gentes que habitaban los cortijos y caserías de Otíñar y Puerto Alto. Incluso se realizaron en el lugar algunas tentativas de tipo industrial, como el molino de los Martos y la hacienda y fábrica La Aurora. Y el ambiente poético del lugar estimuló a Rafael Roldán Guerrero y Alfredo Ruiz Guerrero para escribir una zarzuela que tenía como escenario la venta El Portazo con el título “En la Sierra”, estrenada en el Teatro Cervantes de Jaén el 22 de noviembre de 1909. El crecimiento de la población del lugar llevó a convertir el antiguo Humilladero del Cristo de la Asomada en una ermita dependiente de la parroquia de El Sagrario para atender las necesidades espirituales de los lugareños. La ermita tiene una pequeña lonja, la fachada está formada por un arco de medio punto y coronada por espadaña. Junto a esta ermita, el 24 de junio se celebra la fiesta de este pago de huertas y toda la ribera del Gudalbullón, en una íntima relación mágica del agua con la noche de San Juan, cargada de ritos en el mundo mediterráneo. De Jaén acudían muchas familias a comer y pasar el día junto al río, se celebraba misa mayor en la ermita y por la noche baile. En este paraje se encuentra la casería de Jesús, lugar donde ubica la leyenda la aparición de la imagen de Nuestro Padre Jesús, “El Abuelo”. Cuentan que en dicha casería habitaba un matrimonio de ancianos de buen corazón, que tenía a la entrada de la casería de grueso tronco de un viejo árbol de los alrededores. Una tarde llegó a la casa un pobre y anciano forastero muy cansado, pidió al matrimonio permiso para pasar allí la noche, a lo que éstos amablemente accedieron. Fijóse el viajero en el tronco que había junto la puerta y se ofreció a transformarlo en una imagen de Jesús Nazareno en una noche si se lo transportaban a la habitación más apartada. Así lo hicieron, no sin mucho esfuerzo. El silencio fue total durante la noche. Sin embargo, al llegar la mañana, cuando abrieron la puerta donde se encontraba el viajero contemplaron la talla de Nuestro Padre Jesús sin ningún rastro del viejo escultor, que había hecho en una sola noche y sin golpe alguno una talla tan perfecta. Se extendió el milagro y la figura se convirtió en una de las más veneradas en la ciudad de Jaén. Y a su leyenda se le fueron uniendo otras, a modo de rosario de prodigios, que incrementan aun más la fama milagrosa de la imagen, como es el caso de la leyenda del alguacil Velasco, al que disparó al pecho un delincuente al que iba a detener y cayó al suelo; los que le socorrieron descubrieron que estaba ileso, pues la bala había rebotado en un relicario de Nuestro Padre Jesús Nazareno que llevaba entre sus ropas. Por estos parajes también hubo asuntos de armas desde los tiempos de frontera cristiano-musulmana hasta la Guerra de la Independencia, además de lugar de actuación de bandoleros, como los famosos “Pernales” y “Niño del Arahal”, que en el mes de agosto de 1907 anduvieron por el lugar, antes de su trágica muerte. El crecimiento de la población en las primeras décadas del siglo XX, no sólo en el Puente de la Sierra, sino también en el Jontoya, aguas abajo del río Jaén, llevó a la corporación municipal a aprobar en 1939 un proyecto que preveía la unión de ambos lugares directamente a través de un camino vecinal. Este crecimiento llevó al Ayuntamiento a edificar una escuela-capilla en el Puente de la Sierra, proyecto del arquitecto municipal Antonio María Sánchez. Disponía la escuela de dos locales, uno para niños y otro para niñas, que estaban adosados, y de un porche de gran luminosidad con arcadas, además de servicios y despacho para el maestro. En la segunda planta estaban las viviendas para el maestro y la maestra. En el local de los niños había una abertura con una puerta corredera para ocultar el altar destinado a la celebración de la misa. Disponía también de una pequeña sacristía. Las obras terminaron en el mes de marzo de 1945. A partir de los años sesenta del siglo XX, la urbanización descontrolada afectó al puente de la Sierra. Las construcciones surgieron por doquier, sin respetar ni el elemento de proximidad a los cauces de los peligrosos ríos, por lo que en alguna ocasión las aguas han penetrado en las casas haciendo peligrar la vida de sus inquilinos. La solución para el futuro será una presa. Pero no aquella idea de hacer un pantano para riego en los cercanos Cañones, que ya pensara el deán Martínez de Mazas en el siglo XVIII, y fue retomada por el político José del Prado y Palacio a principios del siglo XX, sino una presa de laminación que controle las peligrosas aguas que en el pasado periódicamente han borrado el vado de Lérix y arrasado el puente de la Sierra, que hoy día se ha convertido en una referencia en el verano giennense como lugar de descanso y recreo. |