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D.L. J-309-2005 ISSN 1699-6151 |
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Vigilia*
Estoy en la etapa de las vigilias,
cuando el subconsciente se deja atrapar
por un océano de lujurias y fantasías
y la mente galopa descontrolada
entrenándose para el sueño perenne.
En la televisión, de fondo, una manada
de voraces alimañas, cercan sin remisión
a un viejo antílope que acaba rendido
y sumiso ante su cierto destino.
En ese momento, sin apenas sentido,
en este mundo, sin remisión, onírico,
aparece la imagen desconcertante
de una gigantesca columna labrada,
tan alta como la torre de Bolonia
y rematada por un capitel corintio.
En el horizonte, desde poniente,
un ave hercúlea bate sus alas,
y acaba posada en el pedestal.
Acomoda su musculatura, su respiración
y también su espíritu y contempla
impertérrita el decurso de la vida:
Las fieras, la vegetación, los ríos
y ese animal degollado que acepta
su naturaleza efímera y finita.
Ajusto mi mirada criptozoóloga
y veo la faz del ave misteriosa,
soy yo, y estoy contemplando el mundo,
y la paz me ahonda en el infinito
de unos pensamientos que no controlo,
de un ensayo de la eternidad.
*Juan Carlos García-Ojeda Lombardo
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