Claustro Poético

Boletín virtual de poesía, edición trimestral. Nº 31. Invierno-2013

Asociación Cultural Claustro Poético

 

  Director: Juan Carlos García-Ojeda Lombardo

  Coordinadores: Fernando R. Ortega Vallejo y Juan Antonio López Cordero

D.L. J-309-2005

ISSN 1699-6151

CONSEJO DE REDACCIÓN

Poemas

A la feria de Linares

Tu boca de caramelo

Invocación

Oda I

Oda III

Al entierro de un amigo

Coplillas I

En abril las aguas mil

Los olivares

El perro

Ilegales

Papá despierta

Ausencias

El gran baile

Al morir la tarde

El ocaso revelador

En la puerta del alma

Enamorarse del amor

A Pepe García

Simple


Colaboraciones

Dolor

Belleza


Noticias

Premio Internacional de Poesía Miguel Hernández

XII Certamen Internacional de Poesía Jovén Martín García Ramos

XXVI Premio Voces Nuevas de Poesía


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Al morir la tarde*


 

Al morir la tarde se recogen las flores

en los ojos soñadores de la vida.

Al final todo agoniza y muere

para despertar los viejos caminos.

Uno también se adormece

con los abecedarios del corazón.

            Sólo hay que mirar el horizonte

            y dejarse atrapar por su latido.

 

Al morir la tarde, los recuerdos

se agolpan en las entretelas del alma,

nos hacen meditar sobre la vida,

la vivida y la que nos queda por vivir,

parece colmarse de poesía el aire

acompasado por el silencio de soledad,

invitándonos a beber de un sosegado retiro,

tan apetecible como irrepetible.

            Sólo hay que mirar el horizonte

            y dejarse atrapar por su latido.

 

La tarde, al morir, deja una estela

de sentimientos que nos hacen meditar.

No hay emoción más grande

que dejarse llevar por las profundidades

del deseo presente en el deseo.

Desear vivir y vivir desviviéndose

por los demás, porque uno vive en los demás.

            Sólo hay que mirar el horizonte

            y dejarse atrapar por su latido.

 

Bajo este universo de pausas y de pulsos,

también nosotros, al atardecer,

tomamos el tren del cielo,

despojados del cuerpo, camino del amanecer.

            Ya no hay que mirar más, sino sentir,

            que al romper el alba Dios nos abraza.

 

 

                *Víctor Corcoba Herrero, 1 de noviembre de 2012.

   

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