Charca (Parque de La).

Sobre el origen del estanque -hoy denominado Charca- que embalsa las aguas de la fuente de la Reja para utilizarlas en el riego de las huertas del término no se conoce nada seguro. Es probable que se remonte a época musulmana. Las más antiguas noticias datan de 1469, año en que la Crónica del Condestable Iranzo hace referencia a la Fuente Vieja -fuente de la Reja- y a las huertas de Pegalajar, por lo que es de suponer la existencia de una primitiva laguna artificial que regulase el riego de estas huertas.

La importancia de la Balsa -nombre que se daba a la Charca, además del de Presa- fue fundamental para la existencia de Pegalajar, pues era la que fertilizaba con el riego numerosas hectáreas de cultivo. Al mismo tiempo que regaba las tierras que en bancales descendían hacia el Guadalbullón, su caudal era utilizado para mover varios molinos harineros, así como para abastecer de agua potable a la población. Hasta principios del siglo XX la Balsa estuvo formada sólo por una muralla al Sur, que hacía de dique, a cuyas espaldas se encuentra el Haza del Parral y entre ambas pasaba el camino de Bercho. Por el resto, se extendía la Alameda de la Balsa, que continuaba hasta el camino de las Ferias, hoy calle Baja Fuente.

La continua erosión de la deforestada Serrezuela de Pegalajar hacía que el agua de la lluvia arrastrara gran cantidad de piedras y tierras, depositándose en el fondo de la Balsa, lo que disminuía el embalse, por lo que periódicamente debía ser limpiada. Razones a las que se añadía la de salud pública, pues con el estancamiento de las aguas de daban casos de paludismo.

El perímetro de la Balsa secularmente han estado plantado de árboles, por lo general álamos. Aunque existen constancia de otro tipo de árboles relacionados con la actividad sedera, como eran los morales. En 1752 se encontraban plantados en este lugar nueve morales, propiedad de la ermita de la Virgen de las Nieves, que no producían renta "por estar cedidos a los priostes de dicha imagen para ayuda de costa para la fiesta que hacen el día cinco de agosto de cada un año".

Por otra parte, la fuente de la Reja y la Charca han tenido un importante papel como lugar de recreo de la población. Su cercanía al primitivo núcleo urbano y la presencia del agua son factores esenciales en esta función. La arboleda circundante serviría en determinadas fechas de uso lúdico. Pero es a mediados del siglo XIX cuando aparecen por primera vez referencias a la Alameda de la fuente de la Reja, que circundaba la Balsa, considerada como zona de paseo, por lo que el Ayuntamiento se preocupaba de proteger los árboles y replantarlos cuando era necesario. Pero cuando esta zona fue incluida en el casco urbano, a pesar de las disposiciones municipales, en determinados períodos la Charca fue una especie de basurero de las casas de alrededor, existiendo el peligro de contaminación de la Fuente, desde donde se extraía agua y partía una cañería a los pilares de consumo público.

A finales del siglo XIX, esta zona se ve afectada por las nuevas construcciones, que no respetan los terrenos públicos de las inmediaciones de la Charca. No obstante, la mayor parte de su recinto quedó a salvo de edificaciones y, a principios del siglo XX, el Ayuntamiento replantó sus álamos; período en el que también se realizaron las obras de amurallamiento de la Charca en todo su perímetro, aunque el suelo continuó sin reparar y la muralla no era todo lo eficiente que se requería.

En 1944 se concedió una subvención estatal para realizar obras de reparación y mejora de la Charca. Al año siguiente se procedió al arranque de los álamos, labor que terminó en 1948, procediéndose a la plantación de los árboles existentes en la actualidad, lo que coincidió con la terminación de las obras que han dejado el recinto interior de la Charca tal y como hoy existe. En la década de los cincuenta se realizaron las obras de acondicionamiento del recinto exterior, con el establecimiento de jardines en su contorno. Se adquirieron barcas para el estanque, iniciándose la explotación de los baños que, junto al kiosko de la Fuente de la Reja, producían algunas rentas al Ayuntamiento. Comenzó un auge turístico que tuvo su cenit en la década de 1960, cuando la Charca era muy visitada y utilizada como piscina. En sus cercanías se ubicaron definitivamente las atracciones de feria, el parque se cubrió de bares y se afianzó como zona de recreo; también se realizó la pista de baile y se ubicó la caseta municipal en los días de feria..., con lo que pasó a ser el centro festivo del pueblo. Del cuidado del lugar se ocupaba Narciso "La Mona", conocido personaje local, cuyo trabajo era muy diverso: el riego de jardines, la extracción de ovas de la Charca, la animación musical mediante un "picut" conectado a potentes altavoces, el alquiler de las barcas, etc.

La Charca y Pegalajar terminaron por ser sinónimos del pueblo. Tanto es así que en toda la comarca hay una anécdota que viene a la mente del forastero cuando se habla de Pegalajar. Existen diferentes versiones, pero en todas ellas se hace alusión a la amplitud del estanque, simil de un mar interior. Dicen que alguien vio cierta noche flotar en el estanque una albarda o aparejo de bestia de carga, produciéndole tal impresión que comenzó a gritar: "¡Una ballena!, ¡una ballena!. Otra versión se refiere a una bolsa de dinero que a alguien se le cayó al fondo del agua de La Charca y, ante la desesperación de perderla, gritaba: ¡va llena!, ¡va llena!. De ahí que la ballena sea a Pegalajar como el lagarto a Jaén, guardando las distancias. Anécdotas aparte, la realidad es que La Charca fue durante mucho tiempo el único embalse de agua importante en la comarca. A él iban a practicar el piragüismo jóvenes de la capital. Incluso en el mismo pueblo había jóvenes que practicaban este deporte.

La década de 1980 supuso una lenta agonía para la Charca y la fuente de la Reja. De poco ha servido la remodelación del recinto del parque y el vallado del perímetro de la muralla, pues el manantial ha terminado por desecarse. El otoño de 1988 fue la fecha fatídica, que ya se venía anunciando. Nuestra ingenuidad nos hacía mirar el cielo, mientras en términos limítrofes nuevas y profundos pozos extraían grandes cantidades de agua, sobreexplotando un acuífero que podría ser el que tuviese su derrame natural en la fuente de la Reja. Pero si Pegalajar es un pueblo ingenuo, no por ello es un pueblo sumiso. En diciembre de 1989 solicitó a la Administración un perímetro de protección del acuífero. Ante el silencio administrativo, en octubre de 1990 se presentó y fue debatida en el Parlamento de Andalucía una proposición no de ley, adoptándose acuerdos relativos a la desecación de la Charca. En abril de 1991 se debatió, de nuevo, este tema en el Senado de la Nación y se acordaron medidas sobre el acuífero. Y en febrero de 1992 se constituyó una Comisión Ayuntamiento-vecinos ante la tardanza en adoptarse los acuerdos tomados en el Parlamento de Andalucía y en el Senado de la Nación y dar respuesta al problema. Debido a las gestiones y movilizaciones, que la comisión pidió a los vecinos llevar a cabo, comenzaron a realizarse los trabajos geológicos de delimitación del acuífero.

Mientras tanto, el Parque de la Charca parece un parque muerto, con un estanque desecado que quita toda alegría y sentido. Todo aquél que pasea observa la gran pintada que en una de sus muros dice: "A quienes tanta vida di, les pido, en justicia, que no me dejen morir". Quizás mañana, se haga justicia y vuelva de nuevo a brotar el agua que incansablemente, durante milenios, surgió en este rincón de la Sierra, dando carta de nacimiento y señas de identidad a este pueblo.

volver