Romeral Bajo.
Esta calle, homónima a la anterior, tiene un origen y un significado semejante, aunque como calle debió nacer antes. Aparece también nominada a mediados del siglo XVIII. Es paralela a la calle Pozos, muchas de cuyas casas tienen por su parte posterior comunicación con el Romeral, frecuentemente a través de grandes patios o corrales que salvan el desnivel entre ambas calles con varios bancales, en los que no falta algún arbol u otras plantas; y por los que suelen tener entrada y salida los animales de labranza. Presenta además un trazado mucho más irregular, con una bifurcación en cuyo final las casas actuales terminan mezclándose con las cuevas, utilizadas hoy normalmente como cuadras, hasta llegar al antiguo barranco Relex -denominación de finales de la década de 1950-, hoy llamado calle Cruz Alta.
Aún se habla en el Romeral de un personaje popular que vivió en sus cuevas a mediados del siglo pasado, conocido por Juanilla "La Lista", persona ingeniosa, de espíritu vivo, y pronta improvisación. De ella cuentan una anécdota que ha recogido la tradición oral. Dicen que un día, ya de noche, cuando Juanilla estaba haciendo sus necesidades junto al camino que llevaba a las cuevas, un labrador volvía tarde del campo. El labrador, en una época en la que los relatos de apariciones de muertos y otras supersticiones eran habituales, al ver a Juanilla en tal postura en la oscuridad de la noche exclamó asustado: "Dime si eres un ser de otro mundo o alguien que me está asustando". A lo que Juanilla, haciendo uso de su ingenio y pronta improvisación contestó: "Ni soy un ser de otro mundo ni te estoy asustando, que soy Juanilla La Lista que está cagando".
Todavía quedan las cuevas del Romeral como restos imborrables de todo un modo de vida secular que llevaron las clases más desfavorecidas de Pegalajar, y también los relatos de mucha gente que sintió en sus carnes el hambre y las penalidades de los habitantes de éstas, por no hablar de los pertinentes llantos de niños descalzos, víctimas de la altísima mortalidad infantil que este modo de vida conllevaba; de personas que no tenían una manta para arropar a sus enfermos, que normalmente no sabían que comerían el día de mañana; y, en fin, toda una historia que aunque triste no conviene olvidar, pues en la vida de estos hombres tiene sus cimientos Pegalajar.