Parras.

Dicen que es la calle más antigua del pueblo y que en ella estuvo el primitivo Ayuntamiento. Pero no hemos encontrado fuente alguna que ubique allí el origen del pueblo y las Casas Consistoriales. Todo lo contrario, las fuentes medievales ubican el primitivo arrabal en la zona que comprende la Plaza de la Laguna, la cual abarcaría también la Plaza de la Constitución; mientras que existen además referencias escritas a que el Ayuntamiento se ubicaba a mediados del siglo XVIII en la calle Carnicería, de donde fue trasladado al poco tiempo a la Plaza de la Constitución. Otra cosa sería que provisionalmente, por obras u otras circunstancias, se estableciese temporalmente en algún edificio de esta calle, como cuando lo estuvo en el Pósito. Su origen estuvo vinculado al crecimiento urbano del siglo XVI, entonces los edificios saltan el arrabal y surgen fuera del recinto fortificado, hacia el Oeste. Las calles de las Parras, Pozos, Trascastillo y Zumbajarros, son de esta época.

Las Parras es la última calle de la población hacia el Oeste, límite que estuvo condicionado no tanto por la topografía como por la distancia del pilar de La Laguna, el cual abastecía al primitivo núcleo urbano. Las calles que surgieron posteriormente fueron buscando la Fuente Vieja o de la Reja, situada en el camino de Mancha Real, que suministraba el agua al pilar de la Laguna; por lo que el desarrollo del casco urbano de Pegalajar, que nació a los pies del castillo, hay que enmarcarlo entorno a la proximidad de las fuentes de agua, de vital importancia en la vida cotidiana de siglos pasados.

Muchas de estas casas aún conservan las tradicionales paredes de tapial, los portales de cantos rodados y las dos plantas de las casas de los jornaleros. ¿Para qué querían ellos la planta tercera, ese "terrao" en el que tradicionalmente se almacenaba el maíz, la cebada y la paja; donde se colgaban los pimientos "ensaltaos" y las morcillas de la matanza; si los jornaleros no tenían bestias de arada, ni "marranos" para matar, ni huerta de donde extraer el maíz, los "piojares" u hortaliza? Tan sólo algún espárrago, alcacil, esparto, alcaparrón, o alguna otra planta o fruto que ofrecía el monte. Incluso la tea de resina de pinos se utilizaba para iluminarse en las largas noches de invierno, porque el aceite era un lujo para el candil.

Sin duda, su nombre debió estar relacionado con algunos parrales de los que se acostumbraba a plantar en los patines de las casas, de los que ninguno ha llegado a nuestros días. Al inicio de su trazado, la calle se abre a un amplio patín, restos de un crecimiento urbano anárquico. Junto a éste, un estrecho callejón conecta con el carretera local, que en su inicio formaba antiguamente parte del camino de Jaén. Más allá, la calle vuelve a tomar su angostura y llega al Santo, paraje mítico de la localidad, cuya toponimia se ahonda en los siglos. Es muy probable que allí estuviese ubicada la famosa ermita de San Marcos, un santo pastoril también relacionado con las plagas de langosta, de amplia devoción en Sierra Mágina. Así lo expresa el voto que el pueblo de Pegalajar hizo a San Gregorio Nacianceno en 1670 como intercesor de esta plaga, que se conserva en el Archivo Parroquial; según el cual, anualmente todo el pueblo debía ir descalzo en procesión desde la Iglesia de la Santa Cruz a la ermita de San Marcos, procesión que atravesaría la calle de las Parras. A partir de 1960 en este paraje se ubicaron cuatro aulas escolares para los niños de la zona cercana, aulas que años después, en la década de 1970, quedaron vacías por la construcción del nuevo colegio. El edificio quedó abandonado hasta que fue enajenado por el Ayuntamiento en la década de 1980, siendo en la actualidad viviendas particulares.

Un poco más arriba de estas viviendas, ya en el cerro, se encuentra el "Escurriero", una gran piedra lisa que tradicionalmente ha servido a generaciones de niños para sus juegos. Utilizada a modo de tobogán, por ella se deslizaban no sin peligro los pequeños "hombres libres", que tenían en las afueras del pueblo un gran campo de pruebas para su fantasía, antes de que la televisión y los deberes les recluyeran en casa.