SALINAS DEL ALTO GUADALQUIVIR: DON BENITO Y LOS MONTES[1]

Juan Antonio López Cordero y Manuel Cabrera Espinosa

(publicado en Senda de los Huertos. Revista cultural de la provincia de Jaén, núm 65-66. Asociación de Amigos de San Antón. Jaén, 2009, p. 157-175)

 

1. Introducción.

La sal, cloruro de sodio, es un elemento esencial en la dieta de los seres vivos, desde siempre ha formado parte de nuestra cultura y ha estado presente en todas sus manifestaciones; incluso en el léxico, de ahí la palabra “salario”, en recuerdo de cuando se pagaba en especie con alimentos salados. Fue y sigue siendo un producto de consumo habitual, no sólo para el hombre, sino también para la alimentación del ganado. Se ha utilizado para la conservación de carnes y pescados, como condimento, con fines terapéuticos, industriales, ganaderos, por lo que ha existido en torno a ésta un importante comercio. Ejemplos de ello tenemos en la antigüedad con la mojama y garum en tiempos de fenicios, griegos y romanos; o su uso en la matanza doméstica donde se utilizaba como conservante de las partes del cerdo. Además ha tenido un componente mágico, al ser utilizada en ritos populares y en supersticiones relativas a prestarla o derramarla.

La sal se ha obtenido tradicionalmente por la explotación de vetas de cloruros, producto de la desecación de antiguas superficies de agua marina, o bien vetas de afloramiento diapírico, la denominada sal gema; una segunda forma de obtención ha sido por la evaporación del agua salobre mediante calentamiento, principalmente del Sol. Este método ha exigido la adaptación del medio, creando  estructuras destinadas a aumentar la superficie de agua sometida a insolación, conocidas como salinas tradicionales, utilizadas desde la antigüedad.

Las salinas forman un sistema hidráulico por el que circula el agua, utilizando la gravedad, o procedimientos mecánicos, como el uso de norias y sistemas de bombeo activados por energía eólica, animal, humana, de vapor o eléctrica. Hay dos grandes tipos de salinas, las que utilizan agua del mar y las de interior. Estas últimas  constituyen el objeto de nuestro estudio en el Alto Guadalquivir que, a su vez, presentan diversas variantes en su tipología atendiendo a su geografía, por lo que hemos seleccionado dos salinas que contrastan entre sí por su tamaño, producción y ubicación: las salinas de Don Benito, ubicadas en plena campiña, y las de Los Montes, en el interior de la sierra de Santa Coloma.

El procedimiento de extracción ha variado poco en el tiempo. En las últimas décadas se está generalizando el uso de maquinaria, y la impermeabilización de las pozas con material sintético, logrando así mayor limpieza y productividad, por lo que las salinas tradicionales están desapareciendo.

 

Rebaño tomando sal. Sierra Mágina

 

2. Las salinas del Alto Guadalquivir.

 

El Alto Guadalquivir es una región que comprende básicamente la actual provincia de Jaén, en la que son muy abundantes los yacimientos salineros que han sido explotados históricamente. Las salinas más importantes y en su mayor número se encuentran en la Campiña, que tiene un sustrato geológico distinto a las del interior de la sierras, pues la Depresión del Guadalquivir tiene su origen en los aportes sedimentarios de las montañas que la rodean y se asienta geológicamente sobre el sustrato paleozoico, a excepción de su parte más oriental en donde lo hace sobre el Triásico. El desplazamiento de materiales deposicionales desde las cordilleras Béticas con abundantes olistolitos de sales y yesos del Keupper han hecho que sean abundantes los cursos de agua salobre. Por otra parte, las salinas ubicadas en las proximidades de los conjuntos montañosos de las Subbéticas, como Mágina, están ligadas a los procesos de la orogenia alpina, elevando masas de sales en contacto con acuíferos que afloran a la superficie en forma de arroyos salados.

En la provincia de Jaén han existido importantes salinas desde la antigüedad. La sal aparece mineralizada en diversas zonas en las que existen estratos formados por rocas evaporíticas que el plegamiento alpino levantó, por las que el agua disuelve el material y sale a la superficie. La mayoría de las salinas son de pequeña extensión, aprovechando el agua de pequeños manantiales salados, tanto en la campiña como en la Sierra, de muchas de estas salinas sólo queda el topónimo “salina” o “salinilla” al haber desaparecido por su escasa rentabilidad, como la salina de Mata Begid, en Sierra Mágina, destruida hace unas décadas para plantar olivos. En la campiña existían muchas salinas en torno al curso de arroyos, como el de la Cuevezuela, Salado, Allozar...

De las salinas de Jaén decía el deán José Martínez de Mazas a finales del siglo XVIII: 

“Las salinas que llaman de Don Benito junto al Cortijo de Zirueña de los Padres de Santo Domingo, la de San Carlos y del Brujuelo allí inmediatas, y la de Barrancohondo, todas están en este término; además de otras muchas que no se benefician por ser de menor caudal de agua, y por eso las llaman Espumaderos. El Cabildo de la Santa Iglesia a mediados del Siglo XV, tenía cinco en los sitios de los Barrios, en el Berrueco de Pajarejos, en Calderoncillo, Peña Oradada y Cortijo Largo. Además de las cuatro referidas se benefician en este Reyno otras muchas, como la de Torreximeno, Porcuna y Peal de Cazorla, y de todas se sacan cada año veinte y ocho mil fanegas con corta diferencia”.[2]  

También, Pascual Madoz, a mediados del siglo XIX, recoge la riqueza en sal existente en el Alto Guadalquivir: 

“Hay en esta provincia varias fábricas de sal: una en Hornos que corresponde al partido judicial de Segura, 2 en Peal que pertenecen al de Cazorla... En todo el término de Cazorla y más particularmente en el de Quesada, se encuentran gran porción de espumeros y arroyos salados, entre los cuales es el más notable el de la Rambla del Romeroso del referido Quesada... En la inmediación del camino de Baeza a Jaén, y sitio de la Venta Quemada, se encuentran las famosas salinas de Don Benito, capaces de abastecer por sí solas toda la provincia.”[3] 

Las salinas de campiña suelen ser de mayor extensión, superior a los 1.000 m2. Las hay que se sitúan en terrenos llanos y utilizan agua de pozos, con piletas y albercas o calentadores alineados perfectamente; y las que toman el agua de un curso salado. Las salinas de montaña se adaptan a la orografía del terreno, suelen ser de menor extensión, inferior a los 1000 m2. Las hay construidas en la ladera, en terrazas, o en el fondo del mismo barranco, aprovechando las zonas más llanas.[4]

Las principales salinas de la provincia en 1867 pertenecían al Estado y eran las siguientes: 

Don Benito, San Carlos y Brujuelo

82.000 quintales por quinquenio

San José

24.000

La Orden

11.000

Peal y Porcel

25.000

Barrancohondo

12.000

Hornos

7.000

            Hacían una producción de sal total de 151.000 quintales, con un valor de 1.923.000 reales.[5]

En 1853, los administradores de las salinas de la Corona emitieron unas memorias descriptivas de cada establecimiento, por orden de 7 de diciembre de 1852 de la Dirección General de Fábricas de Efectos Estancados, Casas de Moneda y Minas, entre los expedientes que se han conservado en tres tomos está el tomo de la Cuenca de Jaén.[6] Además de las salinas de Don Benito, se describen el resto de las salinas administradas por el Estado.

Las salinas de San Carlos se encontraban a media legua de las de Don Benito. Se abastecían de un pozo manantial de 3 metros de diámetro y 8 de profundidad. Se extraía el agua del pozo con un artilugio llamado cigüeñal[7], movido por dos hombres que sacaban diariamente tres mil cubos, de donde se conducía a un depósito de 4.400 pies cúbicos. Disponía de 103 pozas o eras, reformadas en época de Carlos III, por lo que eran regulares, con una superficie de 14 metros cuadrados de media y los suelos empedrados. La sal se extraía en espuertas y conducía por caballerías a un almacén de ocho por cinco metros de planta, que podía albergar 900 fanegas.

Las salinas de Abrijuelo (Brujuelo), situadas al sur de las de San Carlos, tenían una superficie de 284 metros de longitud y 10 de anchura, se abastecían de un pozo manantial de 4 metros de diámetro, que extraía el agua como en las de San Carlos, con un cigüeñal, y se almacenaba en un depósito de ocho por siete metros de planta, de 4.354 pies cúbicos de capacidad. Los canales que conducían el agua a las 49 eras o pozas eran de madera. Las pozas estaban empedradas, de planta regular, de unos 16 m2. La media de producción se estimaba en 1.500 fanegas de sal. Se acumulaba en un almacén de cinco por cuatro metros, con capacidad para 500 fanegas.

            Las salinas anteriores abastecían a los alfolíes de Andújar, Bailén, Baeza, Linares; Jaén, Mancha Real, Úbeda y Orcera.

Las salinas de Barranco Hondo poseían tres pozos-manantiales de salmuera. El principal estaba ubicado dentro de la fábrica de las salinas y tenía una profundidad de 6 varas. Se utilizaba un cigüeñal para extraer el agua. De los otros dos pozos se llevaba el agua en cántaros, a lomos de caballerías. Tenían 59 plataformas de evaporación o pozas, la mayor parte de planta cuadrangular y cinco varas de lado, con bordes de arcilla y piedras, el suelo estaba empedrado. Durante la temporada se realizaban cinco sacas, distancias entre sí quince días. La sal se amontonaba en los andenes durante un día y luego transportada a lomos de caballerías hasta el almacén, construido en piedra, con una capacidad de 2.000 fanegas. Su producción abastecía sólo el alfolí de Jaén.

Las salinas de la Orden están ubicadas en el término de Porcuna, de fanega y media de extensión. La sal se obtenía de un pozo manantial que proporcionaba anualmente 140.000 arrobas. Como en los demás pozos se utilizaba un cigüeñal para extraer el líquido, que era conducido a un depósito-calentador que podía contener entre 5.000 y 5.500 arrobas. Disponían de 71 eras o pozas, la mayoría de planta rectangular, de 5 varas de longitud y 3,5 de latitud, y los suelos estaban empedrados. Estaban separadas por caballetes de madera. El almacén tenía una capacidad entre 2.600 y 2.800 fanegas de sal. La sal abastecía los alfolíes de Porcuna y Martos.

Las salinas de Peal y Porcel  disponían de un único administrador. La de Porcel se abastecía de un pozo manantial que elevaba el agua con un cigüeñal. Disponía de dos depósitos o calentadores con 6.215 pies cúbicos de capacidad, de 84 balsas o pozas de 5,5 varas de longitud y 4,5 de anchura, empedradas con plataformas de piedra o saleros cada cuatro balsas, y un almacén que podía albergar entre 4.000 y 4.500 fanegas de sal. La fábrica de Peal disponía de tres pozos-manantiales de escaso caudal. El principal era conocido como el Rousal, cuyo líquido era cargado en toneles y llevado al calentador. Abastecían los alfolíes de Villacarrillo y Cazorla.

Las salinas de Hornos estaban divididas en dos zonas, la Nueva y la Vieja, separadas 600 varas. La segunda fue construida por la Hacienda Pública en 1780 con una extensión entre 7 y 8 fanegas, se abastecía de pequeños manantiales que llevaban el agua a un depósito, disponía de dos calentadores de planta circular, el de Arriba y el de Abajo, y 90 balsas, de las que sólo 58 estaban en uso a mediados del siglo XIX. La salina Vieja se abastecía de un pequeño manantial, cuyas aguas eran conducidas por una acequia a un depósito, de donde pasaba a cuatro calentadores, denominados, el Viejo, el Redondo, el Malón y el Inútil. Sólo este último tenía el suelo empedrado. Disponía de 88 plataformas de evaporación, la mayoría de planta oval, empedradas y separadas entre sí por caballetes de arcilla. Disponían de dos depósitos, de 6.000 y 4.000 fanegas. La sal abastecía el alfolí de Orcera.

Las salinas de San José, ubicadas en el término de Torredonjimeno, obtenía la sal de dos pozos-manantiales, de donde se llevaba a un depósito de planta circular. La salmuera se repartía por medio de una cañería construida en piedra y ladrillo hasta el depósito, cuya fábrica era de sillería y de planta rectangular, con una capacidad de 8.208 pies cúbicos. Poseía la salina un almacén con capacidad para 3.400 fanegas de sal, en cuya planta superior se encontraban las dependencias del administrador. La sal abastecía los alfolíes de Martos y Alcalá la Real y los almacenes secundarios de Alcaudete y Valdepeñas.[8]

Estas últimas salinas, de San José, pertenecieron a la Orden Militar de Calatrava. Tienen unas 250 pozas, albercas-calentadores y un almacén. Tras la desamortización del siglo XIX pasaron a propiedad privada, pertenecieron a la Marquesa de la Torre, posteriormente a Felipe Gómez y, más tarde, fueron divididas.[9]

En la actualidad, las salinas con más de 0,5 has., recogidas en el Inventario de Humedales del Plan Hidrológico de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir de 1995 son las siguientes:

 

NOMBRE

X (UTM)

Y (UTM)

MUNICIPIO

HOJA 50

HECTÁREAS

Salinas de San Carlos

441300

4193400

Jaén

926

1,25

Salinas de Brujuelo

440800

4192300

Jaén

926

0,61

Salinas de Don Benito

442400

4190500

Jaén

926

3,77

Salinas de San Luis y Santa Catalina

442600

4190800

Jaén

926

3,0

Salina de San Fernando

409800

4180300

Torredonjimeno

946

1,62

Salinas de San José

410600

4179600

Martos

946

1,11

Salinas de Barranco Hondo

436400

4185800

Jaén

947

2,38

  

3. Salinas de Don Benito y Los Montes.

         Las salinas de don Benito están ubicadas en el término de Jaén, muy cerca del de Mancha Real, son de las más antiguas del Alto Guadalquivir, por lo que han estado muy vinculadas a la Historia. Junto a estas salinas se encuentra el castillo de Peñaflor, un poblamiento complejo habitado desde la Edad del Bronce, y que en época islámica aparece relacionado con hechos bélicos. En el primera campaña militar de Abd al-Rahman III a finales del 912 por al campiña de Jaén, se cita a un rebelde que actúa en esta zona llamado Umar b. Mudimm al-Hatruli que fue conocido por al-Mallahi y era un beréber de la aldea de al-Mallahat, que hace referencia por la toponimia a las explotaciones salineras existentes en la zona. Se le ubica en el asentamiento de Peñaflor, un lugar estratégico que está situado en un cerro en la confluencia de algunos arroyos con el río Salado, donde comienzan las salinas, además de controlar el antiguo camino entre Jaén y Baeza.[10]

A mediados del siglo XIX, según la memoria elaborada por el Administrador, las salinas de Don Benito se abastecían de un manantial que proporciona sal muera en concentración de 26 grados. En esta época se le conocía como “mina”. Tenía ocho metros de profundidad, construida con muros y cubierta abovedada de mampostería por donde discurría un canal que conducía el agua, de donde salían cuatro ramales que la llevaban a los cuatro depósitos de almacenaje que tenía la salina; recibían el nombre de Lucena, de 17.365 pies cúbicos de capacidad, Callejón, 5.578, Monario, 14.726, y el de la Entrada, 19.728 pies cúbicos. Las pozas eran muy irregulares con el fin de adaptarse al terreno y de diversa superficie, la media era de 25 m2 y las formas más comunes eran romboidal y trapezoidal. El suelo era de arcilla apisonada, la sal era sacada a mano con espuertas y transportada con caballerías a dos almacenes, conocidos como el Antiguo, que podía albergar 16.000 fanegas, y el Nuevo, construido en 1847 con capacidad para 11.000 fanegas.[11]

En la segunda mitad del siglo XIX, según el ingeniero Pedro Antonio de Mesa el agua del arroyo que abastecía las salinas de Don Benito aforaba 130 metros cúbicos al día, que podía producir 195 kilogramos (4,25 quintales) de sal por metro de agua. La elaboración se hacía al aire libre y duraba más de seis meses. Su producción anual media de 1857 a 1864 fue de 35.335 quintales, lo que se consideraba poca cantidad con lo que en realidad podría producir.

El coste del quintal en esta época era de 12 reales, distribuido de la siguiente forma:

- por gastos de elaboración:

1,2 reales

- por gastos de administración:

2,4 reales

- resguardo

2,4 reales

- conducción a los puestos de consumo:

6 reales     

Total

12 reales

         El precio tal de 12 rs. era alto para la época, y se consideraba que la sal producida era de mala calidad, pues las técnicas eran anticuadas. De aplicarse las nuevas se manifestaba que podría triplicarse la producción. Y es que el sistema de producción no había variado sustancialmente nada respecto a varios siglos atrás. El agua, que nacía unos tres metros por encima del barranco se conducía por una reguera a un gran charco llamado “calentador”, de donde se conducía por otras regueras a otros 244 charcos llamados “pozas”. Tanto pozas como regueras, por esta época, no estaban empedradas, por lo que la sal se extraía con muchas impurezas, mezclada con la tierra. Francisco Lozano Muñoz nos describe la técnica de extracción: 

“Hácese ésta... renovando constantemente en estos charcos o pozas una capa de agua de 0,02 metros de espesor, que se evapora en un tiempo más o menos corto, según la temperatura, depositándose por saturación la sal cristalizada en el fondo de las pozas. Cuando a juicio o conveniencia del encargado de aquel establecimiento debe recogerse y almacenarse la sal, dispone que se reúnan 150 o 200 hombres y muchachos con 50 o 60 caballerías... para que la operación quede indispensablemente terminada en un solo día. Procúrase al efecto llenar las pozas muy temprano del agua salada para que la sal precipitada en el fondo esté suelta; y remangándose entonces los 200 hombres y muchachos hasta medio muslo y provistos de palas y rodillos de madera, penetran en las pozas, agitan el agua convenientemente para lavar la sal, y la arrastran luego fuera de las pozas a un sitio llamado salero, desde donde la conducen al almacén con las caballerías.

La sal de espuma, que así se llama a la que cristaliza en la superficie de las aguas, pura y blanca como los copos de nieve, puesto que no se pone en contacto con el terreno, y que en todas partes se recoge separadamente de la otra, menos blanca y menos purificada por las diferentes partículas que se mezclan en su cristalización, aquí se junta y confunde con la que cristaliza en contacto con la tierra, privándose con esto de esa sal purificada y limpia que tanto se aprecia en el general consumo”[12] 

Las salinas de Don Benito, las más importantes de la provincia, exportaban la sal por todo el Alto Guadalquivir. Se ubican en un barranco que forma el arroyo Salado, que ha sido encauzado para evitar su desbordamiento y la destrucción consecuente de las pozas, por lo dispone de numerosos muros de sillares de piedra que actúan como muros de contención y de nivelación del terreno, aterrazándo. Estas salinas disponen de alberca-calentador, donde se almacena el agua procedente del arroyo. Una vez que alcaza mayor temperatura se desliza por gravedad a las pozas de sal, donde el agua se evapora y la sal “cuaja”.

Las pozas tradicionales fueron empedradas a finales del siglo XIX, una vez privatizadas, con un borde también de piedra, así como las regueras. Tienen entre diez y veinte metros cuadrados de superficie y unos veinte o treinta centímetros de altura. La construcción de las pozas se realizaba nivelando el terreno, cubriéndolo con barro arcilloso, impermeable, y luego empedraba con cantos rodados o losas de piedra, fijándolas con un pisón de madera. Entre unas y otras existe un estrecho pasillo por donde circula el salinero y el carrillo de mano o caballerías que trasporta la sal una vez depositada en el salero, que forma parte del mismo pasillo. Las pozas tienen un ciclo semanal, pues cada semana se les extraía la sal, unos 500 kg. de sal a cada poza. Existe un cortijo que servía de vivienda al salinero y junto al mismo un almacén, hoy día arruinados.

Cerca de éstas y un nivel superior al arroyo, se ubican las salinas de Lagartijo, que utilizan el agua del mismo arroyo Salado, extraída de un pozo por un motor. Estas últimas en la actualidad han perdido la imagen tradicional. Cuando las visitamos con el antiguo salinero Blas Valenzuela, que había trabajado en éstas y en las de Don Benito, nos comentó que ya no reconocía estas salinas, pues estaban remodeladas totalmente y el cortijo del salinero arruinado. Se han construido nuevas y grandes balsas forradas de poliuretano y en ellas se emplea maquinaria para la extracción de la sal, reduciéndose considerablemente el esfuerzo físico del salinero. No obstante, el sistema de obtención de la sal sigue siendo por  calentamiento solar.

Las salinas de Los Montes están ubicadas entre Arbuniel y Montejícar, dentro de este último término, en al Sierra de Santa Coloma, recogen el agua salada del arrollo llamado el Saladillo. Fueron construidas en época contemporánea, a principios del siglo XX, aunque probablemente aprovechando una primitiva extracción. Consta de un conjunto de pozos que hacen de estanque, de donde se extrae el agua hacia los calentadores y para repartirla posteriormente al resto de las pozas. Son salinas de pequeña extensión. Las pozas son similares a las de Don Benito, con un edificio que sirve de almacén. En sus proximidades se encuentra el cortijo utilizado como vivienda. Las salinas están divididas en dos zonas, la más cercana al arroyo [UTM X 455510 Y 4162800] tiene una superficie de unos 600 m2, con un pozo, un calentador y catorce pozas; la segunda [UTM X 455463 Y 4162737] está situada a 60 metros de la anterior, en la ladera y junto al almacén, de unos 300 m2 de superficie, con un pozo, un calentador y seis pozas. Estas salinas abastecían de sal a la comarca de los Montes Orientales de Granada y Sur de Sierra Mágina.

 

Salinas de Don Benito. Entre Jaén y Mancha Real

 

Salinas de Los Montes. Entre Arbuniel y Montejícar

 

Salinas de Los Montes. Entre Arbuniel y Montejícar

 

Ubicación de las salinas de Don Benito

 

 Ubicación de las salinas de Los Montes

  

3.1. La técnica tradicional de extracción de sal. 

            Las tres salinas del presente estudio utilizan la fuente de calor del sol para provocar la evaporación de la salmuera y la precipitación consiguiente del cloruro de sodio. Estamos ante un sistema extractivo muy peculiar ya que para su utilización precisa de unas condiciones climatológicas singulares como son la presencia de un período estival cálido con unas temperaturas medias elevadas, que junto con la presencia del viento de levante, un viento seco, provocan de forma natural el proceso de evaporación del agua y por tanto  la cristalización de los cloruros. Pero es que además en nuestra región existe un régimen pluvial con una fuerte sequía estival lo que ayuda a que el agua salada no sea contaminada y endulzada por el agua de lluvia.

            La creación de una salinas tradicionales y la posterior extracción de sal conlleva un inmenso trabajo del hombre sobre la tierra, estamos hablando de una antropización[13] de un espacio natural, tal es la intervención del hombre sobre el medio físico que podemos considerar el trabajo de los salineros más próximo a la agricultura que a la producción industrial, de hecho en el lenguaje salinero que hemos encontrado en nuestros informantes es más habitual utilizar el término “recoger la sal” que el de “extraer la sal”.

La técnica que actualmente se usa para la extracción de la sal apenas tiene variación desde los inicios de esta práctica y sólo durante los últimos años se han añadido algunos elementos de mecanización que posteriormente iremos viendo. El trabajo de extracción de sal comienza antes del verano con la preparación de la era de las pozas puesto que después de más de medio año sin utilizar las pozas, éstas se encuentran llenas de suciedad, hiervas e incluso con algún agrietamiento[14] del terreno que hay que corregir. Una vez preparado el terreno comienza la labor propia de la recolección de la sal, tarea que se realiza entre los meses de junio a septiembre y que presenta varias actividades diferenciadas:

            - En primer lugar se realiza el llenado de la poza-calentador desde la balsa de regulación, que sería el lugar donde se almacena el agua salada, en las salinas de Lagartijo utilizan un pozo junto al arroyo para extraer el agua salada de donde pasa a las pozas calentadores, en cambio las de don Benito utilizan balsas reguladoras que recogen el agua salada del arroyo, las salinas de los Montes por su parte tiene varios pozos subterráneos comunicados que hacen de tanque de almacenaje puesto que en verano el caudal de la fuente disminuía drásticamente, de estos pozos se extrae el agua salada con una carrucha[15],  hasta hace muy poco tiempo que el salinero ha instalado un motor eléctrico. Estas pozas calentadoras  se encuentran en un nivel superior al de las pozas de producción y allí permanece el agua salada calentándose hasta que una vez que alcanza mayor temperatura se desliza por gravedad a las pozas de sal.

            - La siguiente actividad consistiría, pues, en el llenado de las pozas de sal, el agua pasaría a través de conducciones, en un principio de madera aunque actualmente se están usando materiales industriales como canalones, a las pozas en las que va a cristalizar la sal, el llenado oscila entre los dos y los cuatro centímetros dependiendo de las condiciones climatológicas, Juan Francisco uno de los entrevistados nos dice al respecto: 

         “Luego sacaba el agua del pozo con cubos con una carrucha y se echaba al calentador que es la poza más profunda que se ve al lado del pozo, desde el calentador se reparte por el resto de las pozas, pero no es sólo repartirla porque hay que saber la cantidad de agua que se echa, si echas poca no sacas nada   pero si echas mucho tampoco consigues sacar buena sal”.

            Mientras la salmuera está en la poza el calor provocado por el sol produce la evaporación del agua y el salinero se hace todavía más imprescindible en el proceso pues debe vigilar y controlar la cristalización  para que la sal sea de buena calidad. Lo primero que aparece en el agua estancada es una especie de tela fina que se rompe en  pequeñas láminas llamadas flores y que al unirse forman el grano de sal el cual por propia gravedad se va a ir depositando en el suelo de la era.

            - El salinero también tiene que remover la salmuera para que la cristalización sea uniforme, para ello utiliza una herramienta llamada rodillo y que es parecida a un legón pero de madera[16]. La lluvia es el gran enemigo del salinero pero como la naturaleza no se puede controlar si lloviera las salinas están provistas de un  desaguador en el inferior de la poza, a través de él se podría eliminar el agua de lluvia que por su mayor peso se encontraría en la parte más baja de la misma, si no se hiciera así la salmuera perdería graduación de sal, se endulzaría, y no se produciría el proceso de cristalización.

            - También es importante regar la poza para que no se reseque demasiado y la cristalización no se produzca en bloques.

            - Una vez que se ha producido la cristalización, pero sin dejar que se reseque demasiado, se recoge la sal con la ayuda del rodillo y con el barrido de la era con una escoba fabricada con juncos, la sal que se va obteniendo está todavía húmeda por lo que se deposita en el salero para que vaya escurriendo. En salinas de pequeño tamaño como la de los Montes existe sólo un salero en uno de los márgenes allí era llevada la sal bien con el rodillo o con un carro de mano[17] desde las pozas más alejadas, en las otras salinas al ser de mayores dimensiones, por pura lógica economizadora, existen más saleros.  

            - Como última labor está la recogida de la sal y posterior trasporte desde el salero o bien al cortijo de almacenamiento que existe junto a las salinas o directamente se cargaba para la venta, hemos podido oír de nuestros informantes como a las salinas llegaban con bestias a cargar sal y llevarla a los distintos pueblos a los que abastecían, en la actualidad es envasada y vendida tanto directamente en la salina como en la casa del salinero, además comentan como año tras año está disminuyendo la demanda de esta sal ya que están desapareciendo actividades realizadas en casa como la matanza que demandaban gran cantidad de la misma, además de la existencia de sales más comerciales al alcance del consumidor en cualquier establecimiento de venta. Al respecto nos decía uno de los entrevistados: 

       “A veces he pensado que la gente va a valorar esta sal y va a costar más dinero, pero no es así lo que está ocurriendo es que cada vez se vende menos porque cada año hay menos matanzas, aquí en Montejícar no hay ya matanzas y en Arbuniel cada vez menos, yo este año he sacado 5000 o 6000 kilos de sal pero entes se sacaba mucho más, se sacaba más de 400 arrobas que eso es más de 20000 kilos de sal”.

            Las pozas suelen tener un ciclo semanal, aunque dependiendo de los factores climatológicos puede variar y la producción ronda los 500 kg. por cada una de ellas.

  

Imagen de un rodillo extraída de: http://www.salinasdepoza.net/es/contenido/index.asp?iddoc=21

 

Balsa calentadora de las salinas de los Montes.

 

Salero de las salinas de los Montes

 

 5. Conclusiones.

             Nos hemos ido adentrando en el estudio de tres salinas tradicionales de nuestra comarca, las de Don Benito, las de Lagartijo y la de los Montes, hemos podido ver la importancia que las salinas, su producto la sal y el trabajo de salinero han tenido a lo largo de la historia, un trabajo duro pero apreciado realizado en plena naturaleza. Una naturaleza en la que previamente ha sido necesario intervenir potentemente en ella para trasformarla y adaptarla a las necesidades que la fuente de calor natural del sol y el tiempo precisan para poder extraer la sal  de la salmuera. Esta simbiosis que se ha producido entre naturaleza y ser humano en nuestra zona mediterránea, por sus especiales condiciones climáticas, ha creado un rico y muy exclusivo patrimonio arqueológico y etnográfico que, si no intervenimos, está a punto de desaparecer.

            Este rico patrimonio es privativo en cada una de las salinas estudiadas, pues las tres salinas a pesar de tener características comunes tanto en su configuración como en su método de explotación, sin embargo las peculiaridades del arroyo que las nutre y el espacio físico del que están rodeadas han producido elementos singulares en cada una de ellas lo que las hace únicas.

            También hemos encontrado a dos salineros, profesión que les viene heredada de familia, que nos relatan como esta transmisión de conocimientos  sobre la explotación de la sal, que hasta ahora se ha venido realizando de generación en generación, está a punto de desaparecer puesto que ellos envejecen y las salinas tradicionales han dejado de ser rentables. El trabajo tradicional pero ecológico, pues sabe desde hace miles de años utilizar la energía solar para su actividad, no puede competir con el trabajo mecanizado de nuestra actual sociedad, y eso está ocurriendo en el llamado siglo de la ecología. Y sin intervención las salinas tradicionales pueden desaparecer, en este sentido el informador Juan Francisco Rosa es claro:

    “Yo creo que es el último año que trabajo allí porque es que es muy duro y no ganas nada, ahora te traen la sal de la playa donde la cargan con maquinaria por nada de dinero aunque esa sal no es como esta, esta es más sal y además sin  aditivos, todo natural. A veces he pensado que la gente va a valorar esta sal y va a costar más dinero, pero no es así lo que está ocurriendo es que cada vez se vende menos (…)  nosotros somos conocidos por los salineros, somos una familia que nos hemos dedicado a la sal aunque parece que aquí se acaba ya   porque mis hijos tienen un buen trabajo y no se van a ir a trabajar más duro para  ganar menos” 

            Parece indudable que estamos en la obligación de impedir la pérdida de este rico y singular patrimonio salinero. Por ello pensamos que es necesario adoptar medidas tendentes a la preservación de este importantísimo bien cultural presente en nuestra provincia. En esta línea de recuperación, conservación y puesta en valor de salinas se encuentran programas de actuación en otros lugares como el programa Hombre y Biosfera de la UNESCO, y el proyecto The Salt Route in the Mediterranean[18] y que pueden ser viables en nuestro entorno.

  

6. Bibliografía.

CAÑO DORADO, Teodoro. “La antigua salina de San José en Toxiria”. Faro 2000, número 20, Martos, Septiembre 1999, p. 19-24.

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HERNANDO, M.R.; MANGAS, J.: La sal y las relaciones intercomunitarias en la Península Ibérica durante la Antigüedad. Memorias de Historia Antigua. Nº 11-12. 1990-1991, p. 219-232.

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MENANTEAU, L.; MILLE, S.; NAVARRO, M.; VILLALOBOS, C.A.; GRACIA, F.J.: Antropización de un espacio natural: Las salinas de la Bahía de Cádiz. PH: Boletín del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico. Año nº 9, Nº 35. 2001, p. 172-185.

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PAYÁN SOTOMAYOR, P. (1988) El léxico de las salinas. Cádiz, Ediciones de la Caja de Ahorros de Cádiz.

PLATA MONTERO, Alberto. El ciclo productivo de la sal y las salinas reales a mediados del siglo XIX. Vitoria, 2006.

 


[1] Nuestro agradecimiento a Blas Valenzuela Valenzuela y a Juan Francisco Rosa salineros tradicionales de las salinas de Don Benito y Los Montes, respectivamente, por su valiosa información.

[2] MARTÍNEZ DE MAZAS, José. Retrato al natural de la ciudad y término de Jaén. Jaén, 1794, p. 339-340.

[3] MADOZ, Pascual. Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de Andalucía, Madrid, 1845-50. Ed. Fac. de Jaén, 1988, p. 112.

[4]MALPICA CUELLO, Antonio. "Las salinas medievales del Alto Guadalquivir". Hispania, Al-Andalus, Castilla. VII Jornadas del Alto Guadalquivir, Jaén, 1997, p. 281-302.

[5] LOZANO MUÑOZ, F. Crónica de la provincia de Jaén. Madrid, 1867, p. 20-21.

[6] Estas memorias han sido estudiadas por PLATA MONTERO, Alberto. El ciclo productivo de la sal y las salinas reales a mediados del siglo XIX. Vitoria, 2006.

[7] El cigüeñal estaba formado por “un pie de derecho de encina de cuatro varas de altura, cuyo extremo superior formaba una horquilla, donde se amarraba un palo de ocho varas de longitud llamado balancín. En uno de sus extremos se ataba una vara de la que colgaba un cubo, y en el otro se ataban dos cuerdas, cuya función residía en que, una vez lleno el cubo de salmuera, dos hombres tiraban de ellas para elevarlo y el otro vertía el contenido en un recipiente” (PLATA MONTERO, Alberto. El ciclo productivo... p. 186).

[8] PLATA MONTERO, Alberto. El ciclo productivo... p. 182-189.

[9] CAÑO DORADO, Teodoro. “La antigua salina de San José en Toxiria”. Faro 2000, número 20, Martos, Septiembre 1999, p. 19-24.

[10] SALVATIERRA, Vicente y CASTILLO, Juan Carlos. “El Cerro de Peñaflor. Un posible asentamiento beréber en la campiña de Jaén”. Anaquel de Estudio Árabes, III, 1992, p. 153-161.

[11] PLATA MONTERO, Alberto. El ciclo productivo... p. 152.

[12]LOZANO MUÑOZ, F. Crónica ..., p. 20-21.

[13] MENANTEAU, L.; MILLE, S.; NAVARRO, M.; VILLALOBOS, C.A.; GRACIA, F.J.: “Antropización de un espacio natural: Las salinas de la Bahía de Cádiz”. PH: Boletín del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico. Año nº 9, Nº 35, Págs. 172-185. 2001.

[14] Si bien es verdad como hemos visto que se tiende a impermeabilizar la era de la poza con poliuretano sin embargo en las estudiadas todavía se conservan las pozas originales compuestas por una capa de arcilla y sobre ella un empedrado de cantos rodados conformando una era impermeable.

[15] Juan Francisco nos habla de carrucha, muy típica por cierto en nuestras tierras al ser utilizada para elevar la paja al  pajar, sin embargo hemos encontrado que en otras explotaciones salineras no existe la carrucha y ésta es sustituida por el trabuquete que se compone de un pie derecho con forma de horquilla en la parte superior y atravesado por un palo o hierro del que suspende un cabrio largo llamado verdugo. En uno de los extremos lleva una piedra de contrapeso y en el otro cuelga un palo del que se sujeta un cubo con el que se subía el agua salada.

[16] El rodillo se compone de una tabla de madera de pino de unos 60 centímetros de larga y 25 de ancha al que se acopla perpendicularmente un mango. Se quejaban nuestros entrevistados de que en la actualidad ni tan siquiera existen personas que se dediquen a la venta de estos instrumentos de trabajo.

[17] Nuestros informantes recuerdan perfectamente el carro utilizado en las salinas, se trataba de rudimentarios carros de mano todo de metal incluido las ruedas, nos comentaba el hijo de uno de los entrevistados:” es que vas a las salinas y ver cosas que se hacían hace miles de años y lo mismo que se hacían antes, porque yo he visto a mi padre sacar el agua con la carrucha y llevar la sal con el carro de ruedas de metal”.

[18] Se pueden ver con más detalle el proyecto en Internet: http://www.insula.org/saltroute/index/html.

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