EL JUEGO DE LA PELOTA

Juan A. López Cordero

  (Publicado en Crónica de la Cena Jocosa de 2001. Asociación de Amigos de San Antón. Jaén, 2002, pp. 77-80).

Había una calle, en Jaén llamada Juego de la Pelota, a la que las autoridades de turno –allá por la segunda mitad del siglo XIX- decidieron un día que había que cambiar el nombre, porque para ellos decía poco o nada. Y es que, por regla general, nuestros munícipes destacaron poco por sus conocimientos culturales, por lo que al igual que otras fue borrada del callejero, y la calle Juego de la Pelota le tocó llamarse Santa Ana –hoy Carrera de Jesús-, nombre más cristiano que el tradicional y de mala reputación de “juego”. Más aún en una época en la que el Gobernador Civil de la provincia califica el juego como “plaga que se cierne sobre Jaén” y publica en el Boletín Oficial estas palabras:

 

“El juego pretende tomar entre vosotros carta de naturaleza; pero vuestra Autoridad superior civil está resuelta a no faltar al sagrado deber que en punto tan esencial le incumbe y no parará mientes en el daño que haya de causar a determinados individuos para estinguir ese mal; que no es posible atajar la grangrena sin aplicar el cauterio y el ¡ay! que arranca acusa felizmente la eficacia del remedio”.

 

La prohibición de determinados tipos de juegos en algunos momentos históricos estuvo motivada por los escándalos que en torno a ello ocurrían, sobre la base del orden público y, sobre todo, la moral; aspecto este último en que los predicadores eclesiásticos influyeron.

Los juegos deportivos, entendidos como aquellos en los que se realiza algún tipo de ejercicio físico, se realizaban en todos los lugares, muy vinculados también al azar, como cualquier juego, pero también  a la vida diurna y a la relación humana. Ningún juego estaba exento de violencia. Carreras de caballos, pedestres, saltos,... formaban parte del mundo de ocio y festivo de la población. La crónica del Condestable Iranzo es prolija en descripción de fiestas en las que se daban este tipo de juegos, como corridas de toros y cañas, que continúan realizándose a lo largo del tiempo.

Entre los juegos deportivos, uno de los más característicos del Jaén tradicional era el juego de la pelota. En sus distintas variantes, siempre ha estado muy unido al hombre en diferentes civilizaciones, pues juegos de pelota realizaban mayas, egipcios, japoneses,... y hasta nosotros llegó a través de la civilización grecolatina. A partir del siglo XVI, como en Francia y otros países, fue de los más practicados en España. Calderón de la Barca escribe al respecto la Faresa famosa del juego de pelota y Goya pinta el conocido Juego de la pelota a pala.

Las limitaciones, multas y prohibiciones junto con la aparición de nuevos entretenimientos hacen que el juego de pelota vaya disminuyendo poco a poco hasta desaparecer de Cataluña, Castilla, Aragón y las Baleares a lo largo de los siglos XVIII y XIX; excepto en el País Valenciano, que mantiene el juego del trinquete, y en el País Vasco donde en el siglo XIX el juego de la pelota deriva hacia el frontón, abandonado el juego cara a cara. Por otro lado, a mediados del siglo XIX los ingleses inventan el tenis a partir del juego de pelota e incorporan la raqueta, un instrumento derivado de la pala o la cesta que empleaban los franceses para proteger sumariamente manos. De su origen prácticamente sólo queda el sistema de puntuación.

En la provincia de Jaén, durante la Edad Moderna, el juego de la pelota estuvo muy difundido, y hasta la segunda mitad del siglo XIX generalizado por muchas poblaciones, como en Arjonilla, donde a finales del siglo XVIII se realizaba junto a la ermita de San Roque, lugar situado a las afueras de la población, también conocido como el Ejido. Anteriormente debió celebrarse en la calle conocida como Juego de la Pelota (posteriormente calle Lope de Vega), que existía en Arjonilla como en tantas otras poblaciones de la provincia. Las molestias que ocasionaba el concurso de gentes en este juego fue lo que motivó el traslado del mismo al Ejido, como nos relata Ildefonso Rueda Jándula en la revista Al pie de la Parroquia, núm. 70. En Alcalá la Real, Jaén capital y otras poblaciones, la denominación de calle Juego de la Pelota indicaba la ubicación de este juego tradicional jugado a mano. Aunque no se conocen referencias a las reglas y técnicas del juego en la provincia de Jaén, debió ser similar a los que han perdurado en las calles del País Valenciano e Islas Canarias. Todavía se practicaba este juego en Jaén a mediados del siglo XIX, pero ya en la lonja de la Catedral, posiblemente en su derivación de frontón, diferente al juego cara a cara que se realizaba en la calle, que por sus características había de ser lo suficientemente larga y llana.

En las Islas Canarias también existen calles con la denominación del Juego de la Pelota y referencias a él desde 1616 (Lanzarote). Hoy día pervive en la Isla de Gran Canaria con el nombre de “Pelotamano”. El nombre del deporte le viene porque se juega con la mano, única parte del cuerpo con la que se puede golpear la pelota. El juego se desarrolla con la participación de dos equipos formados por cinco o seis jugadores por bando. Las partidas se celebran en una cancha de tierra de 60 a 70 metros de largo por 8 o 9 de ancho, dividida por una raya denominada falta, a 30 metros del bote y perpendicular. El número de jugadores por partido o equipo no es fijo, suele ser de cinco o seis por cada bando.

El encuentro comienza cuando un equipo saca la pelota desde el bote haciendo pasar de la falta arriba. Una vez que esté el primer bote en el suelo o antes de darlo, tendrá que ser devuelta por el equipo contrario. Si la pelota no es devuelta en las condiciones anteriormente expuestas, pueden ocurrir dos cosas, que sea falta o que sea raya. Es falta si la pelota pasa por detrás del último jugador y, si no es falta, es raya, que consiste en una marca que se hace cuando la pelota bota en el campo y sale fuera de él. Para evitar la monotonía del partido, existe cambio de posiciones en el bote. Esto ocurre cuando uno de los dos equipos tenga cuarenta y haya una raya o simplemente existan rayas. La pelota tiene un peso aproximado de 50 gramos y un diámetro de 44 a 45 mm., parecida a la usada en Valencia, denominada de “vaqueta”, de proporciones similares, hecha de piel de toro, formada por ocho triángulos cosidos entre sí por la cara interna de manera que las costuras no se ven. Está rellena de borra de lana muy apretada, tiene un peso de unos 45 gramos y se hace a mano. Se tarda alrededor de 6 o 7 horas en hacerla.

"Juego de la pelota, 1670", de Bartolomé Esteban Murillo

El tanteo suele ir, como en el resto de los juegos de pelota, de 15, 30, 40 y 50, lo cual viene a significar chico. Cada cinco chicos es un "pajero". Todo ello se anota en una piedra marcador. La duración de los partidos no suele tener un tiempo fijo ya que suele ser acordado por los propios jugadores.

El discurrir del juego tenía en la sociedad tradicional –como en la actual- cierta dosis de violencia que se manifestaba en frecuentes enfrentamientos. Es el caso de la riña ocurrida en la población de Arjonilla en 1769. La riña acabó en una causa criminal ante el tribunal eclesiástico por haberse desarrollado en las lonjas de San Roque, recinto eclesiástico, de cuyo expediente recoge Ildefonso Rueda Jándula estas líneas:

 

"[Testigo: D. Pedro Talero.-] Dijo que con el motibo de tener destinado los sujetos de distinción desta Villa un sitio extramuros de ella contiguo a la hermita de S. Roque para dibertirse con el juego de pelota y usar de él en los días que le parece estando dibirtiéndose en la tarde del día veinte y nuebe de septiembre próximo pasado a presencia del testigo y a otras muchas personas D. Pedro Mariano clérigo tonsurado desta villa llegó el caso de que el susodicho y los compañeros de su partido pidiesen la pelota y un hijo de Juan Navarrete que presenciaba el juego respondió buena es, y otros, y entonces D. Bernardo Ximénez dijo mala es y el D. Pedro Mariano le replicó diciendo pues buena la an dado, y defendiendo el D. Pedro la havían dado por buena dijo el D. Bernardo miente a que replicó el D. Pedro yo no miento que digo tanta verdad como qualquiera lebantose D. Bernardo a esta palabra diciendo que verdad a de decir él y yéndose hacia dicho D. Pedro aceleradamente, empezó a darle con la mano avierta golpes en los hombros cara, cabeza y donde quiera que le encontraba y últimamente le dió con el puño cerrado que de él le derribó en el poio dentro de dicha lonja ... el dicho sitio donde ocurrió lo expresado se a tenido y tiene por lugar sagrado..."

 

El juego de la pelota terminó por desaparecer de las calles de las poblaciones giennenses y quedó como recuerdo el nombre como denominación de las calles donde se jugaba. Con el tiempo también desapareció de los callejeros, pero no de la memoria colectiva de nuestros archivos que, a pesar del olvido que también han venido otorgándole nuestros munícipes, con el deterioro y pérdida consiguiente de valiosísima documentación, siguen atesorando la vida de cientos de miles de giennenses en la que se refleja sus actuaciones, trabajos, penas, alegrías, ritos y costumbres,... hasta sus juegos; como el tradicional y antiguo juego de la pelota, que aún puede recuperarse a través del estudio de la historia y la antropología, y la comparación con otros lugares donde el juego de la pelota ha perdurado, gracias a la protección que supieron concederle.

 

Juego de la Pelota. País Valenciano

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