BENEFICENCIA Y SANIDAD. JAÉN, 1875-1931 (En Jaén entre dos siglos (1875-1931). Junta de Andalucía. Concejalía de Cultura / Fundación Caja de Granada. Jaén, 2000, p. 135-141.)  

Juan Antonio López Cordero

 

Las instituciones de Beneficencia habían supuesto desde antiguo un intento por atender las necesidades básicas de una colectividad en gran parte sumida en la pobreza, ausente de atención sanitaria, hospicios, asilos, cobijo, etc. Estos establecimientos, que en un principio habían nacido por ideas caritativas, cuyos bienes procedían de donaciones particulares y con mínima ayuda municipal, durante el siglo XIX fueron transformándose en instituciones financiadas por la Diputación Provincial.

Las Juntas municipales de Beneficencia se establecieron en 1821, y de nuevo restablecidas por R.O. de 8 de Septiembre de 1836. Estas Juntas regían los establecimientos de Beneficencia en los distintos pueblos de la provincia. Por Real Orden de 8 de septiembre de 1846 fueron clasificados en provinciales y municipales, suprimiéndose algunos, cuyas rentas pasaron a otros. Eran establecimientos de Beneficencia la Casa de Maternidad y Hospicio de Mujeres, el Hospicio de Hombres, el Hospital San Juan de Dios, y las Hijuelas de Expósitos.

También existía una Beneficencia Domiciliaria, como forma de calmar en parte la mendicidad crónica, cuya labor se desarrollaba especialmente durante las periódicas crisis de subsistencias, y consistía generalmente en socorros de "caldos, pan y medicamentos". En febrero de 1854 se aprobó el reglamento para el servicio de Beneficencia Domiciliaria de Jaén, que pone las bases de actuación de este tipo de servicio teniendo en cuenta las necesidades sanitarias de la población, con el fin de conocer detalladamente las necesidades a remediar y tratar de prohibir la mendicidad en las calles. La Junta de Beneficencia Domiciliaria de Jaén tenía por objeto la asistencia a los enfermos pobres con médico, cirujano, medicinas y socorro en especie. Se trataba así de aliviar a los establecimientos de caridad del cúmulo de desgraciados que a ellos acudían en busca de un sustento diario. Una de las consecuciones de la Beneficencia Municipal fue la creación de una Casa de Socorro con el fin de prestar los primeros auxilios en casos de urgencias. Lugar que además ofrecía consulta pública y medicamentos gratuitos a los pobres.

Los bienes de Beneficencia, incluidos dentro de la desamortización de Madoz, que comienza en 1855, acabó con las fuentes de financiación tradicionales que tenían estas instituciones. De acuerdo con la ideología liberal, ya consolidada por estos años, la administración pública debía de hacerse cargo de la financiación de los establecimientos de Beneficencia. El período de la Restauración fue crucial en los cambios que se produjeron en estas instituciones sociales, cambios que se consideraban muy necesarios, pero las dificultades económicas impusieron una lenta ejecución.

Los establecimientos de Beneficencia Provincial existentes en Jaén durante el período de la Restauración fueron los siguientes:

 

 

HOSPITAL DE SAN JUAN DE DIOS O DE LA SANTA MISERICORDIA

Este establecimiento fue fundado por una cofradía llamada de la Misericordia, cuyos bienes pasaron al Ayuntamiento de Jaén cuando se incorporaron los bienes de las cofradías laicales a los propios municipales, otorgando el Ayuntamiento escritura de compromiso a los religiosos hospitalarios de San Juan de Dios en 1619. Esta comunidad recibió los bienes y enseres del Hospital "bajo la condición precisa de no adquirir propiedad en ellos ni en los que en lo sucesivo se adquiriesen, quedando todos de la exclusiva propiedad del hospital bajo la dirección del Ayuntamiento como patrono". Los religiosos recibían las rentas de sus bienes con la obligación de cuidar y alimentar los enfermos.

Los bienes del Hospital fueron creciendo por donaciones que se hicieron desde 1632 a 1814, entre las que destacan las de Alonso Ahumada y Vallejo, Diego Moyano, Gregorio Pérez, Rafael de Luna y Vicente Campos. Debido a que estos bienes no eran propiedad de los frailes de San Juan de Dios, se salvaron de ser incautados en la desamortización eclesiástica de 1836-1845 e ingresaron en la masa general de Beneficencia a raíz del Real Decreto de 8 de septiembre de 1836. Desde esta fecha y por acuerdo con la Junta Municipal de Beneficencia, si bien el hospital era un establecimiento municipal, se admitían en él cuantos enfermos llegaban a sus puertas, "no sólo de la capital y su provincia, sino también de las demás partes del Reino y algunos extranjeros". En 1846 se declaró el Hospital como provincial, debido a la nueva clasificación de estos establecimientos, pasando a depender de la Diputación con una paulatina ampliación del número de camas. Poco después, con la ley desamortización de Madoz, a partir de 1855, sus bienes fueron enajenados.

De 1876 a 1904, el Hospital estuvo bajo la dirección médica del decano Antonio García Anguita, y albergaba unas doscientas camas, en dos secciones, medicina y cirugía. Dentro de la sección de Medicina existían departamentos destinados para presos, dementes y prostitutas. Además poseía un gabinete químico histológico.

En cuanto al personal, era atendido por seis médicos, dos de número, dos supernumerarios y dos de guardia, de los que permanentemente se encontraba uno de ellos en el establecimiento. También disponía de un profesor de Farmacia, seis practicantes y diez y seis hermanas de la caridad, dos de ellas destinadas en farmacia.

En una memoria de 1892, el Director del Centro Antonio García Anguita denunciaba las dificultades con que se encontraba para desarrollar su labor en el Hospital. Disponía de poco espacio para atender a los enfermos, pues existía falta de ventilación en la enfermería y se necesitaba establecer sistemas de ventilación adecuados. Consideraba necesario modificar la distribución de las salas y favorecer la comunicación entre las de enfermería y cirugía, además de aislar las dos de contagiosos. Sin olvidar las mejoras a realizar en la sala destinada a la curación de prostitutas, la que cual se encontraba desbordada por el gran número de ellas que existía en la ciudad, cuya actividad estaba reglamentada. No estaban mejor los enfermos heridos, militares y pensionistas para los que se solicitaban unas salas separadas que no existían. Y lo que más urgía era encontrar un lugar digno para los "locos", del que se carecía.

Las mejoras que solicitaba el Director eran extensivas prácticamente a todo el edificio. El concepto de sanidad había evolucionado mucho a lo largo del siglo XIX y era evidente que su arquitectura ya no respondía a las nuevas necesidades sanitarias: el lavadero era deficiente y no había lugar techado donde secar las ropas en invierno; los retretes desprendían "emanaciones deletéreas" que se extendían por el Hospital; no existía una sala de operaciones lo suficientemente acondicionada para realizarlas y evitar las infecciones; etc. El aparatoso incendio de 1916, que asoló la iglesia del Hospital, dejó aun más en evidencia la situación del edificio. La Iglesia fue reconstruida en 1919 por el arquitecto Manuel de Mendoza basándose en el modelo anterior; y, en 1926, el Hospital fue por fin ampliado, dentro de la política de obras públicas realizadas en tiempos de la dictadura del general Primo de Rivera. Estas obras fueron dirigidas por Luis Berges Martínez, creándose un nuevo edificio con patio interior adosado al antiguo Hospital.

En materia de asistencia a los enfermos, la situación era patética. Éstos carecían de vestimenta apropiada, pasaban frío; carecían de mamparas entre las camas, por lo que sufrían el amargo trance de ver morir a otros enfermos; la comida era insuficiente para la mayoría, con una ración diaria de pan era de 450 gramos, mientras que para los militares y pensionistas era de 660 gramos, en clara situación de privilegio.

 

LOS NUEVOS HOSPITALES

La década de 1920 se caracterizó por una mayor sensibilidad sanitaria. La ampliación del Hospital San Juan es una prueba de ello, como también la creación de nuevos edificios hospitalarios en la ciudad, como el HOSPITAL DE URGENCIAS DE LA CRUZ ROJA, fundado en 1922 por la Marquesa del Rincón de San Ildefonso. Este hospital estaba situado en la parte trasera de la Diputación Provincial, frente a la Obra Benéfica Gota de Leche. Suponía una continuación de las actividades de la Cruz Roja, que como institución ya llevaba asentada en Jaén desde hacía algunas décadas.

Otro nuevo hospital fue la CLÍNICA DE LA INMACULADA, institución sanitaria privada fundada en 1925 por el cirujano Fermín Palma García y construida por el arquitecto Luis Berges .

Quizás la obra más señera de esta época fue EL NEVERAL, hospital promovido por Luis Sagaz Zubelzu, tisiólogo, y proyectado en 1930 por Luis Berges como sanatorio anti-tuberculoso. Sin embargo, sus obras no terminaron hasta unos años después del período de la Restauración. Se inauguró en 1934.

 

HOSPICIO DE HOMBRES

El Hospicio, cuyo edificio en un principio era común para hombres y mujeres, fue fundado en 1751, siendo obispo de la Diócesis fray Benito Marín, que donó cinco casas para su construcción, además de las rentas para su sostenimiento, a las que posteriormente se unieron otras rentas. En 1804 se incorporó al Hospicio el establecimiento de niños huérfanos que existía en la ciudad desde 1696. En 1836 se hizo cargo de él la Junta Municipal de Beneficencia, pasando los hombres al edificio del ex-convento de Santo Domingo. En 1846 se hizo cargo del mismo la Diputación Provincial.

En 1887 albergaba 340 asilados, ancianos y niños, al cuidado de 10 hijas de la Caridad y otro personal administrativo. Los acogidos se dividían en tres secciones, una de niños hasta 12 años, otra de hombres hasta 50 años y otra de ancianos. La mayor parte del día la pasaban entre la escuela, talleres y rezos.

 

CASA MATERNIDAD Y HOSPICIO DE MUJERES

Este establecimiento fue fundado en 1751, junto al de hombres. Tras su segregación en 1836 quedaron las mujeres en el edificio primitivo, situado en la plaza de su nombre. En este edificio se hallaban los almacenes de víveres, ropas y combustible, las oficinas de la Administración General de Beneficencia, sala de sesiones para la Junta Provincial, telares de paño, capotes, bayetas y otros.

Las hospicianas eran ancianas y niñas de igual condición que en el Hospicio de Hombres. Sus ocupaciones consistían en desmotar lana las ancianas, las jóvenes hilarla, cuidar las ropas del otro Hospicio y del Hospital, guisar para el Hospicio y otras funciones propias de su sexo. En 1881 se creó en él la escuela de párvulos, y en 1882 se estableció dentro de la casa la pila bautismal. En 1887 albergaba 200 asiladas, con 73.000 estancias anuales. Para el servicio del mismo había doce hijas de la Caridad y personal administrativo.

También se encontraba agregada a este establecimiento desde 1836 la Casa de Expósitos, fundada por Diego Valenzuela en 1582, que en 1887 albergaba 205 niños confiados a amas externas, además de tener diez niños lactando con amas internas, y de socorrer a otros 36 de madres pobres y viudas.

 

ASPECTOS SANITARIOS

Por otro lado, el siglo XIX supuso una revolución en la Medicina. Los nuevos descubrimientos hicieron posible importantes avances en el diagnóstico y tratamiento de la enfermedad y de los métodos quirúrgicos, que desterraron las reminiscencias que aún persistían de la teoría tradicional de los humores. De importancia fundamental fueron diversos avances científicos, como la teoría celular del desarrollo embrionario, por parte del botánico alemán Matthias Jakob Schleiden, que abrió camino para el estudio microscópico de los tejidos enfermos; los estudios del químico y microbiólogo francés Louis Pasteur que acabaron con el concepto de la generación espontánea y aportaron un resurgimiento del interés en la teoría de que la enfermedad es el resultado de un contagio específico; la aplicación de antisépticos en las heridas; el descubrimiento de los anestésicos y los rayos X; el desarrollo de las vacunas; etc.

Pese a los avances de Medicina, la difusión de los conocimientos y su aplicación no estaban generalizados, como era el caso de la higiene, de ahí que en este período todavía se desarrollaran manifestaciones de mortalidad catastrófica, características del ciclo demográfico antiguo. Tal fue la epidemia de cólera de 1885, que afectó en la provincia de Jaén a más de 5.000 personas, de las que fallecieron más del cincuenta por ciento. Volvieron a repetirse las escenas de miedo y las rogativas a las imágenes más simbólicas de las poblaciones afectas -en Jaén Nuestro Padre Jesús y la Virgen de la Capilla-, que solían acompañarse con cánticos específicos relacionados con el cólera. A esta propagación contribuyó el caótico estado sanitario de las poblaciones. En la capital había estercoleros a escasa distancia de la población, en las huertas, e incluso dentro de ella. Y, aunque el Gobernador Civil, José López Guijarro, adoptó algunas medidas para su limpieza, como la retirada de los cerdos de la ciudad y la limpieza de las calles, los focos de infección eran difíciles de extirpar. El total de víctimas mortales en la capital por esta causa fue de 611.

Atención importante desde el punto de vista sanitario de la época tenían los Baños de Jabalcuz, dentro del término municipal de Jaén, que desde mediados del siglo XIX recibían notable afluencia de personas al ser lugar de salud y recreo. Estas aguas estaban indicadas para afecciones reumáticas y gotosas, con buenos resultados en en diversas enfermedades como "gastritis crónicas, hidropesías, rigidez del sistema muscular, irritabilidad el sistema nervioso", etc.

En la etapa de la dictadura de Primo de Rivera se puso en marcha cierta modernización en las infraestructuras locales, intentando mejorar la calidad de vida de la población. Se emprendió la acometida de agua potable en muchos ayuntamientos, así como alcantarillado y pavimentación; se promovió un sanatorio -el Neveral-, etc. La creación del Instituto Provincial de Higiene en 1924 supuso un avance en la lucha contra las enfermedades infecciosas, organizando cursillos, campañas de vacunación, conferencias,..., por lo que el índice de mortalidad descendió a un ritmo considerable, con la práctica desaparición de la viruela, descenso de la difteria, fiebre puerperal, fiebre tifoidea y otras.

 

BIBLIOGRAFÍA:

 

- CARRERAS VELASCO, Antonio. "La última epidemia de cólera en el Jaén finisecular (1885). Códice, nº 10 (1996). Asociación de Amigos del Archivo Histórico Diocesano de Jaén, pág. 7-18.

- MORES Y SANZ, Julián. Memoria referente a la provincia de Jaén redactada por____ cumpliendo lo dispuesto en la ley provincial. Comprende desde 1º de enero de 1886 a 30 de junio de 1887. Jaén, 1887, p. 55-60.

- GARCÍA ANGUITA, Antonio. Memoria que el Decano del Hospital presenta a la Excelentísima Diputación Provincial en su sesión semestral de el mes de Noviembre de 1892.

- MEDRANO PÉREZ, Jesús. "Beneficencia provincial en la crisis finisecular". Senda de los Huertos, nº 47-48. Amigos de San Antón. Jaén, julio-diciembre 1997, p. 207-214.

- PALMA RODRÍGUEZ, Fermín. Historia del Hospital de la Santa Misericordia y de San Juan de Dios. Jaén, 1982.

- Reglamento de Sanidad Municipal de Jaén. Jaén, 1926.

- Reglamento de los establecimientos municipales de Beneficencia. Jaén, 1888.

- Reglamento de la Beneficencia y Sanidad Municipal de Jaén. Jaén, 1923.

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