ANTONIO ROMERO HIDALGO Y ARJONA (Senda de los Huertos. Revista Cultural de la Provincia de Jaén, nº 45-46. Asociación de Amigos de San Antón. Jaén, enero-junio 1997, pp. 123-132).  

Juan Antonio López Cordero.

 

            Coronel de Infantería. Hombre decididamente liberal, fue fiel defensor de sus ideales políticos durante el Trienio Liberal (1820‑1823). Formó parte de los reales guardias de Infantería y, entre julio de 1821 y agosto y septiembre de 1822) fue el encargado de la formación de la Milicia Provincial activa en la ciudad de Jaén, de la que obtuvo el mando. Durante su estancia en esta capital manifestó de un modo indudable su exaltación por el gobierno revolucionario, así como sus simpatías con la Constitución de 1812. Como comandante del Regimiento Provincial de Jaén, salió a batirse con las tropas realistas en el asedio de "Murbiedro", en donde fue hecho prisionero[1]. Al poco tiempo, muchos prisioneros consiguieron huir en dirección a la provincia de Jaén. Los que pudieron, permanecieron escondidos en diferentes pueblos, incluso en la capital, pasando a ser desertores, pues las autoridades progresistas estaban intentando organizar de nuevo el Batallón, que fue reorganizado a duras penas (Lara Martín-Portugués, Isidoro: Jaén (1820-1823). La lucha por la libertad durante el Trienio Liberal. Ayuntamiento de Jaén. Jaén, 1996, pp. 450-451.. Más tarde, parece ser que fue expulsado del Ejército, dentro de la campaña de purificación de los jefes y oficiales de los antiguos regimientos de Guardias de Infantería, según los informes negativos que el Ayuntamiento jiennense envió a la Junta de Generales en 1827[2].

            Tras la muerte de Fernando VII y el retorno de los liberales al poder con la regencia de María Cristina en nombre de su hija, Isabel II, Antonio Romero Hidalgo vuelve a la escena política provincial. En 1835 aparece como tesorero de rentas y es nombrado diputado a Cortes por Jaén en 1837. Y, como buen hombre de la época, en su currículum no podía faltar el título de miembro de la Sociedad Económica de Amigos del País de Jaén, en la que ingresó en 1835 y de la que fue director más tarde. Título éste que prácticamente era honorífico, debido a la apatía de la Sociedad Económica en esta época, en gran parte producto de la falta de fondos.

             Por su situación económica, se puede considerar como una persona acomodada, dentro de la clase media alta; forma parte del grupo de mayores contribuyentes de la capital, aunque no está entre los terratenientes del término. Su posición política privilegiada le debió valer para aprovecharse del gran trasvase de fincas eclesiásticas que tuvo lugar durante el período 1836‑1845, pues fue de los compradores de estos bienes en la ciudad.

            Pronto entra a formar parte del grupo de seguidores del general Espartero, figura que comienza a emerger con gran fuerza como héroe en la Guerra Carlista. Fidelidad que le lleva a ser miembro de la Junta Provisional de Gobierno de Jaén en 1840, formando parte del movimiento que lleva a Espartero al poder[3]. Esta fidelidad a Espartero le valió el cargo de intendente, jefe político  y subinspector de la Milicia Nacional de la provincia; y a la que nunca renunció, incluso en momentos difíciles, como fueron los acontecimientos de 1843, cuando surgió contra Espartero una coalición de progresistas parlamentarios y de generales moderados. En la capital jiennense, la figura de Antonio Romero Hidalgo fue clave para mantener Jaén leal al Gobierno esparterista. Sus palabras fueron explícitas en este sentido: "... Mi obligación es velar por todos, y la llenaré muriendo en mi puesto, si así lo exigen las circunstancias"[4].

            Durante la década moderada, 1844‑1854, desapareció de la escena política. Su vinculación al progresismo no le impidió mantener buenas relaciones con la nobleza local e individuos identificados con ideales conservadores, como el Conde de Torralba, del que en 1949 era apoderado. Aunque oscurecida su figura durante estos años, vuelve a surgir con gran ímpetu durante el Bienio Progresista, 1854‑1856. Es la cabeza visible del alzamiento progresista en la capital. Cuando llegan a Jaén las noticias de las jornadas de julio en Madrid, se inicia el movimiento revolucionario, seguramente larvado desde el Manifiesto de Manzanares. Antonio Romero firma el primer manifiesto revolucionario dirigido a los jiennenses el día 19 de julio, llamando a las armas a los ciudadanos[5].

 

"CIUDADANOS

   El pueblo español ha sufrido por espacio de algunos años las vergonzosas consecuencias de la dictadura más denigrante y menos justificada.

   El pueblo español ha visto desaparecer una a una todas las garantías constitucionales que había conquistado con sus   tesoros y con su sangre.

               El pueblo español: vosotros ciudadanos que ayudasteis generosos con vuestra fortuna y con vuestros hijos a levantar un trono que sirviera de égida a la moderada libertad, que siendo soberanos absolutos consignasteis en el código de 1837; vosotros habéis presenciado absortos de estupor, con cuanta osadía se apoderó de este mismo trono una turva de ambiciosos, que mintiéndole amor le ha hecho juguete y escudo de su torpe egoísmo, del hambre insaciable de dominación que la devora, de los escándalos que patrocina, de las proscripciones, de los asesinatos en fin que en nombre del orden ha cometido encarneciendo la constancia, el patriotismo y la virtud.

               Ahora bien, nobles y leales ciudadanos, liberales todos de esta pacífica provincia ¿queréis que la corrupción y la tiranía se perpetúen en nuestra España? Es cierto por ventura que gozáis contentos de la paz que proporciona la muerte moral a que os tienen condenados los hombres que no saben gobernar sino restringiendo el derecho electoral, convirtiendo los municipios en satélites del poder, mermando la importancia de las diputaciones provinciales hasta el punto de reducirlas a simples e impotentes testigos de la codicia del fisco, sosteniendo los consejos de provincia para dar de comer a parásitos, y falsificando y corrompiendo el voto público para forjar esa gran mentira que ellos llaman por sarcasmo representación nacional?

   No: no queréis; no es posible que viváis aletargados con el encanto de esa paz que os aniquila y os degrada.

   El pueblo que unido al ejército cabó la fosa del gran Napoleón en los campos de Bailén, nunca abandonará a los ilustres Generales  que tremolaron victoriosos el pendón de la libertad en las llanuras de Vicálvaro.

   Si en el año de 1808 nuestros padres salvaron la independencia de la Nación, nosotros somos los herederos de aquellos héroes, sabremos portarnos con honor.

   A las armas ciudadanos...

   Viva Isabel II.

   Viva la Constitución de 1837.

   Viva la Milicia Nacional.

   Viva el Ejército Español.

   Jaén 19 de Julio de 1854.‑ Antonio Romero Hidalgo."[6]

 

            Al día siguiente, el 20 de Julio, Antonio Romero, a la cabeza de un numeroso grupo de personas y entre toques de campanas y vivas a la Constitución y a la Libertad, entró en el Ayuntamiento, ocupando las casas consistoriales y constituyéndose de inmediato la Junta Provisional de Gobierno, de la que fue elegido presidente. Ese mismo día, la Junta que se había hecho con el poder hizo un llamamiento al orden, a evitar los deseos de venganza y a no abandonar hasta que la Reina proclamase la Constitución de 1837.

            Como presidente de la Junta local de la capital, el día 21 de julio, al pasar a denominarse Junta Provisional de Gobierno de la Provincia, Antonio Romero extendió su poder al resto de la provincia. Dirigió una comunicación a todos los ayuntamientos en la que decretaba la proclamación de la Constitución de 1837; la formación de la Milicia Nacional, de momento con los individuos que existían en el tiempo de su disolución; la elección de nuevos ayuntamientos de acuerdo con la ley de 3 de febrero de 1823; el funcionamiento de la Diputación Provincial con sus antiguas atribuciones; la supresión del Consejo Provincial; y pedía a la Junta de Granada 6.000 fusiles para atender perentoriamente al armamento de la milicia ciudadana. De estas disposiciones se dio conocimiento a las demás juntas municipales[7], que se iban formando en diversos pueblos de la provincia, como en Úbeda, donde la Revolución originó un pequeño alboroto sin desgracias que lamentar [8]; o Pegalajar, donde en la madrugada del día 21 de julio, cuando llegaron las noticias del levantamiento de Jaén, se produjo un movimiento popular que ocupó las Salas Capitulares, el Cuerpo municipal secundó el movimiento, hubo vivas a Isabel II, la Milicia Nacional, a la Constitución de 1837 y a las libertades patrias, entre salvas de armas de fuego y el toque del Himno de Riego por la banda de música local[9].

            Desde la presidencia de la Junta, Antonio Romero firmó diferentes decretos populares, como la supresión de los derechos de Puertas y Consumos, que se imponían a todos los artículos que entraban en la ciudad, y la reducción del precio de la sal y el tabaco, así como la proclamación solemne de la Constitución de 1837[10]. Todo lo cual fue días más tarde declarado nulo por el gobierno. A pesar de todo, su fidelidad a Espartero fue total en todo momento, como manifiesta en la carta que en nombre de la Junta envía a Espartero, saludándolo como hijo predilecto de la Patria y del que esperaba sin tardanza "cuantos beneficios tienen derecho á esperar de un Gobierno paternal, enérgico y reparador"[11].

            Con fecha 21 de julio, el General Francisco Serrano mandó una comunicación a Antonio Romero, presidente de la Junta, nombrándole gobernador civil y militar de la provincia. Antonio Romero aceptó el primero, pero rechazó el segundo[12]. En este cargo estuvo hasta el mes de agosto, cuando el nuevo gobernador civil llegó a Jaén. A partir de entonces, Antonio Romero se dedicó plenamente a la formación de la milicia. Fue designado Subinspector de la Milicia Nacional en la provincia por el Ministerio de la Gobernación el 14 de octubre de 1854, puesto en el que ya tenía bastante experiencia. Y el 23 de octubre, con motivo de su nombramiento, publicó en el Boletín Oficial de la Provincia un escrito dirigido a los milicianos:

 

"Milicianos Nacionales de esta provincia:

   He sido nombrado Subinspector de la Milicia, á cuyas filas pertenecéis, y os aseguro que el noble orgullo del verdadero patricio inunda mi corazón de la más pura alegría. En vano me empujan los años hacia el sepulcro, ávaro de mi existencia, porque desde el instante en que el gobierno de S. M. me ha considerado digno de ser vuestro jefe, siento rejuvenecido mi espíritu, y me encuentro con brío suficiente para entregarme sin descanso á procurar el indispensable armamento, y la precisa organización a la fuerza ciudadana, objeto de mi entusiasta cariño, símbolo del orden público y baluarte de los derechos que hemos conquistado (...).

   Vivir tranquilos Nacionales teniendo confianza en mí. Yo reclamaré con insolícito afán las armas que necesitáis, para que los enemigos de la Revolución de Julio no se atrevan á escalar el poder y para que si lo intentaran se claven los pechos en las puntas aceradas de vuestras bayonetas.

 Vivir tranquilos honrados labradores, industriosos artesanos, padres de familia, ciudadanos que libráis vuestra subsistencia y la de vuestros queridos hijos en el trabajo que enriquece á la Nación. Yo no consentiré que formen á vuestro lado los hombres desorganizadores, que desearían convertiros en agentes sediciosos de malas pasiones (...)."[13]

 

            En la provincia, a fines de 1854, existían un total de 14.000 milicianos, distribuidos en 22 batallones, que necesitaban con urgencia 4.200 fusiles. Antonio Romero puso todo su celo en armar debidamente a los batallones de este cuerpo, sobre todo al de la capital, dotándolo incluso con artillería[14].

            Por otra parte, durante la epidemia de cólera morbo, que azotó la provincia en 1854‑1855, manifestó un gran aplomo en todo momento. Al contrario de otras muchas autoridades, no huyó de la ciudad ni se mantuvo apartado del contacto público, sino que permaneció en la capital, "animando con su presencia a los desvalidos, asistiendo a entierros, etc."[15], lo que fue agradecido por el Ministro de la Gobernación en una circular en la que daba las gracias a todos los que, durante la invasión del cólera morbo en la capital, contribuyeron al alivio de los afectados.

            Como dirigente de la Comisión del Partido Liberal Progresista de la Provincia de Jaén en esta época se esforzó en buscar la unidad de los liberales y en incrementar las bases del partido, que tenía como principales ideales la libertad, la justicia y la felicidad del pueblo. Junto a él, formaron parte del partido en la provincia otros destacados liberales progresistas, tales como Antonio García Negrete, Antonio Armenta, Isaac Clotilde Ochoa, Francisco Gilaber de Alquer, Rafael de Adán, Tomás Godino, Juan Montilla, Antonio de Ochoa, Rafael del Castillo, Antonio Marín, Clemente Escobar, Domingo del Campo, Eugenio Madrid Ballesteros y Carlos Vílchez[16].

            Por estos años, Antonio Romero era una persona avanzada en años. A pesar de ello, mantenía un espíritu fuerte y un amor al progresismo esparterista por encima de cualquier otra causa. Así volvió a demostrarlo en julio de 1856, cuando se produce la dimisión de Espartero y la Reina llama a O'Donnell a formar Gobierno. El 14 de julio comenzaron las luchas callejeras en Madrid, en las que Espartero no participó ni quiso intervenir. La milicia se enfrentó al ejército sin el apoyo de Espartero, sin artillería y con la ausencia de los altos oficiales. En Jaén, Antonio Romero secundó el movimiento desde el día 16 de julio, formando una Junta de Salvación y Gobierno, por lo que el Gobernador Militar tuvo que "huir a los montes"[17].

            La rebelión de la milicia no tuvo éxito. Una vez derrota en Madrid y en otras provincias, el 25 de julio llegó a la ciudad el Gobernador Militar con tropas. Antonio Romero y el resto de oficiales de  la milicia, para evitar un derramamiento inútil de sangre, entregaron las armas y dimitieron de sus cargos. Durante los días del alzamiento,  no obstante la exaltación de los ánimos, la milicia mantuvo el orden y no hubo que lamentar exceso alguno. Ésta fue la principal razón que llevó a las nuevas corporaciones del Ayuntamiento y Diputación Provincial a suplicar a la Reina el perdón para los implicados[18].

            Antonio Romero Hidalgo, ya de avanzada edad, debió morir al poco tiempo. En 1860, se habla de la viuda[19] de éste con motivo de la necesidad de derribo de una cochera y parte de un corral de su propiedad, con el fin de comunicar el Baño de la Audiencia con la calle de los Álamos, pues hasta entonces el paso de la parte alta de la ciudad con el centro se realizaba  con incomodidad para los carruajes a través de la estrecha calle Cerón[20].

            No cabe duda que la figura de Antonio Romero Hidalgo marcó todo una época en la vida política jiennense de gran parte del siglo XIX. Su fidelidad al liberalismo y, dentro de éste, al progresismo fue una constante a lo largo de su vida; lo que en cierta forma sólo le permitió surgir a la escena política provincial secundando los pronunciamientos progresistas de estos años. Su carisma hizo de Jaén un baluarte esparterista sin apenas oposición.



[1]Hacia tierras de Valencia se dirigió el Batallón Provincial de Jaén a principios de 1823 para combatir  al realista Rafael Sempere. Junto con el Batallón Provincial de Écija tuvieron un enfrentamiento en marzo en las afueras del pueblecito de Gaibiel. Los dos batallones provinciales se rinderon con escasa resistencia, pasándose muchos de sus miembros a las filas realistas, mientras otros fueron trasladados prisioneros al castillo de Murbiedro, situado en la ciudad de Sagunto, entre los que se encontraba el comandante del Batallón Provincial de Jaén, Antonio Romero.

 

[2]Archivo Municipal de Jaén. Libro de actas, 5‑abril‑1827.

 

[3]Libros de actas del Ayuntamiento de Jaén y Boletines Oficiales de la Provincia en este período.

 

[4]Archivo de la Diputación Provincial de Jaén. Leg. 2789. Comunicación del Jefe Político a los habitantes de Jaén, 1‑junio‑1843.

 

[5]Archivo de la Diputación Provincial de Jaén. Leg. 3051. Comunicación del movimiento progresista local a los jiennenses.

 

[6]Archivo de la Diputación Provincial de Jaén. Leg. 3051. Primera comunicación del movimiento progresista jiennense a los ciudadanos, 19‑julio‑1854.

 

[7]Archivo Municipal de Jaén. Leg. 517, 20 y 21‑julio‑1854.

 

[8]Ruiz Prieto, M. Historia de Úbeda. Úbeda, 1906. Úbeda, 1982, p. 272.

 

[9]López Cordero, J. A.; Liétor Morales, J. y otros. Pegalajar: aproximación histórica. Getafe, 1987, p. 38.

 

[10]Archivo Municipal de Jaén. Libro de actas, 21, 23, 25 y 27 de julio‑1854.

 

[11]Boletín Oficial de la Provincia de Jaén, 4‑agosto‑1854.

 

[12]Boletín Oficial de la Provincia de Jaén, 25‑julio‑1854.

 

[13]Boletín Oficial de la Provincia de Jaén, 20 y 23 de octubre de 1854.

 

[14]Archivo Municipal de Jaén. Libros de actas, 25‑enero, 12‑marzo y 16‑julio‑1855; 17‑enero y 6‑marzo‑1856.

 

[15]Boletín Oficial de la Provincia de Jaén, 14‑septiembre‑1855.

 

[16]Archivo Personal del Cronista de Cazalilla. "Los miembros de la Comisión convocadora del Partido Liberal Progresista de la provincia de Jaén a sus correligionarios en la reunión del diez y siete de octubre de 1855".

[17]Kiernan, V.G. La revolución de 1854 en España. Madrid, 1970, p. 263. Envía a "Bonzet, cónsul de Málaga a Walewski, nº 81, 16‑agosto‑1856; Espagne, Consular, vol. 56".

 

[18]Archivo Municipal de Jaén. Libros de actas, 25, 28 y 31‑julio‑1856. Y Archivo de la Diputación Provincial de Jaén. Libros de actas, 2‑agosto‑1856.

 

[19] Antonio Romero casó en primeras nupcias con Teresa Irisarri, con la que no tenía hijos cuando hizo testamento el 27 de noviembre de 1839 en Jaén (A.H.P.J. L. 2.419). Casó en segundas nupcias con Dolores Escalante y Madolell, natural de Baños y vecina la parroquia de San Bartolomé de Jaén (A.H.D.J. Libro de Desposorios de San Bartolomé).

[20]Archivo Municipal de Jaén. Libros de actas, 20‑septiembre‑1860.

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